Oscar Renè Benitez
Cuando caiga la noche
quiero refugiarme en la tibieza
de tus brazos interminables,
liberar en tu pecho mis suspiros
y olvidarme del día que se quedó atrás.
Cuando caiga la noche, mujer, yo quiero
recoger los colores del crepúsculo en tus ojos,
escuchar el trinar de las aves en tu voz
y libar el rocío de la noche en tus labios dulces.
Te daré un te quiero a media voz
un ramillete de caricias tiernas como vuelos,
un beso que sea interminablemente dulce;
y que abrazado a tu cuerpo, a media luz,
mi corazón para siempre, se anide en tu pecho.
Tú no tienes que darme nada, mujer,
bastará para mi invierno el calor de tus manos
y para mis sueños tus lindos ojos,
o tus labios susurrándome al oído un te amo
que se adivine en tu aliento cálido de manzana.
Que en la hoguera de este amor que compartimos
haya para siempre lumbre avivada por suspiros,
y que cuando caiga la noche con su manto
vuelen por mi cuerpo tus labios como pétalos.
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