Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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1 de junio de 2023

Los Barrios Altos de Lima

Barrios Altos es una zona correspondiente al Cercado de Lima en la ciudad de Lima, departamento de Lima, Perú. Se encuentra en la parte este de dicho distrito y sus calles pertenecen al centro histórico. Debe su nombre a que, topográficamente, es más alto que el resto del casco antiguo de la Ciudad, debido a la elevación del terreno que existe hacia la cordillera de los Andes, lo que se evidencia en sus calles hasta hoy.

Historia
Oráculo prehispánico

Las noticias más tempranas del área que hoy conocemos como Barrios Altos se remontan a los primeros años de la presencia española en los Andes. A través de ellas podemos inferir el carácter religioso que poseía Barrios Altos durante la hegemonía inca en el valle del Rímac.

La documentación legada al presente por los sacerdotes que dirigieron el proceso de Extirpación de Idolatrías, nos señala que en sus inmediaciones se ubicaba un oráculo, que debido a su importancia y prestigio terminó dando nombre al valle y, con el tiempo, a la actual ciudad capital del Perú.

El oráculo, que se cree tenía vinculación con el de Pachacámac ubicado pocas leguas al sur, identificó en tiempos prehispánicos al valle en el que se ubicaba, el que se denominó Limay (en quechua "lugar en el que se habla", haciendo referencia a la propiedad parlante del oráculo). Limay fue el nombre que tenía el valle del Rímac cuando llegaron los españoles, y que devino en Lima, nombre que se terminó imponiendo al de Ciudad de Los Reyes, con el que los españoles bautizaron a su capital.
El convento y molino de Santa Clara en Barrios Altos. 

Este molino funcionaba con el agua del río Huatica, que era, en realidad, un canal prehispánico de regadío.

De este antiguo centro religioso prehispánico queda muy poco. El oráculo fue destruido por los extirpadores de idolatrías. Sin embargo subsiste hasta hoy en una esquina de Barrios Altos (esquina de Jirón Junín con Jirón Cangallo) una huanca o piedra enclavada en la acera que posee como característica una perforación. Debido a ello se le llama Piedra Horadada y es el único resto que queda del otrora prestigioso oráculo.

Otra evidencia de la Civilización Andina en el actual Barrios Altos es el llamado río Huatica. Este río, que en verdad es un canal, es una obra de ingeniería prehispánica en el valle del Rímac que tenía como objetivo expandir la barrera agrícola del valle transportando las aguas del río hasta campos lejanos. Dicha política expansiva se aplicó en el valle desde la presencia Huari en el área (siglo vi d. C.), época de la que dataría el Huatica. Su curso comprendía las inmediaciones del oráculo, siendo posiblemente parte de su sustento hídrico. El Huatica tuvo vida durante la época colonial y republicana, en que fue parte del paisaje urbano y sobre todo importante canal de regadío, hasta el siglo xx en que se secó debido a la expansión urbana y la disminución del caudal del río Rímac. Sus estructuras se hallan aún bajo las calles de los Barrios Altos.

Barrio y reducción virreinal
Imagen de la Plaza de Santa Ana (Plaza Italia) alrededor de 1900.

Cuando los españoles fundaron la Ciudad de los Reyes (hoy Lima) en enero de 1535 en el valle del Rímac, lo hicieron a menos de un kilómetro del oráculo que daba nombre al valle. Por lo tanto, en pocos años la ciudad en su expansión comprendió sus inmediaciones. A mediados del siglo xvi el oráculo fue destruido, construyéndose en su lugar una iglesia que se levantó en advocación a Santa Ana. En el trazado urbano de la zona se conservaron algunos vestigios prehispánicos, como el río Huatica, que era un antiguo canal de regadío y que actualmente corresponde a los jirones Amazonas y Jauja.​ Pronto, el sector este de la ciudad, construido en torno a la iglesia, recibió el nombre de Barrio de Santa Ana, germen del Barrios Altos de hoy.

En 1571, el virrey Francisco de Toledo decreta la creación de pueblos de reducciones en todo el espacio andino, en el que debería habitar la población indígena para favorecer su control y evangelización. Así, al este del Barrio de Santa Ana se construye el pueblo de Santiago del Cercado, reducción para los indígenas de la Ciudad de los Reyes. La reducción debía su nombre a que estaba bajo la advocación del apóstol Santiago y estaba rodeado por un cerco que tenía una única puerta para el ingreso y salida de su población. Dicha puerta se ubicaba en el actual Cinco Esquinas de Barrios Altos.

Con la construcción de las Murallas de Lima, se destruye parte de Santiago del Cercado y con él su muro perimétrico, quedando integrado dentro de la ciudad amurallada junto al Barrio de Santa Ana. De la unión de ambos, nace lo que hoy se conoce como Barrios Altos.

Históricamente se podría decir que el área de los Barrios Altos durante la época colonial estaba ocupada principalmente por Iglesias y los huertos y fundos que les pertenecían a las distintas órdenes religiosas, tal como se aprecia en los mapas de la época.
Barrios Altos republicano
Fuerte de Santa Catalina, antiguo Cuartel de Artillería y de la Policía Militar. Foto de 1870.

Recién a mediados del siglo xix, el área comienza a ser poblada en su gran extensión (si bien ya a finales del XVIII el 40% de la población limeña vivía en los Barrios Altos), surgiendo en ésta por ejemplo el Mercado Principal en terrenos que habían pertenecido al Convento de la Concepción. En la segunda mitad del siglo xix surgieron bellas quintas tales como la Quinta Heeren (construida hacia 1880) y barrios tales como: el Cercado (el más antiguo, cuyo origen se remonta hacia 1571), el Chirimoyo, Pampa de Lara, Cocharcas, Martinete, etc.

Se puede afirmar que el mejor momento para los Barrios Altos fue entre fines del siglo xviii y la primera mitad del siglo xx, cuando esta zona no tenía problemas de delincuencia, de robos y asaltos, de vendedores y consumidores de droga, de pandillaje y de vendedores ambulantes. Destacó entonces en Barrios Altos la llamada Plaza de Viterbo (actual cuadra 3 del jirón Amazonas), que fuera un bello lugar ubicado a continuación del Puente Balta y en cuyas cercanías existieron un cine (el Novedades, llamado luego Cinelandia), la estación del Ferrocarril Lima-Lurín y la estación de la Línea N.º 7 del Tranvía Urbano de Lima (ruta que fuera clausurada en 1928). En la actualidad, la Plaza de Viterbo solo queda en el recuerdo de algunos ancianos pobladores, pues el lugar fue completamente modificado (actualmente funcionan sobre lo que era la Plaza de Viterbo losas deportivas y el campo ferial "Amazonas" donde se venden libros usados). La zona aledaña a la plaza de Viterbo se caracterizaba además por la existencia de construcciones coloniales, convertidas en tugurios, que bajaban desde los barrancos hasta las orillas del río Rìmac. Todos estos tugurios, como el antiguo Hotel Amazonas que con los años devino en un tugurio conocido como la Casa de Drácula, fueron destruidos a inicios de 1970 con un inconcluso plan de modernización de la zona.

Hasta la década de 1960 existieron un buen número de cines-teatros, de los cuales sobrevivieron hasta el primer lustro de los 80's: el Conde de Lemos ubicado en la Plazuela de Buenos Aires, el Delicias ubicado al frente de la Maternidad de Lima, el Pizarro y el Unión ambos ubicados en la Plaza Italia. Hoy en día ninguno de estos existe debido a la decadencia que alcanzó la zona.
Decadencia y problemática

Mientras que otras zonas de Lima se reordenaban, desde mediados de la década de 1960 y principios de 1970, los límites distritales del Cercado de Lima (Barrios Altos) con los de los distritos de La Victoria y El Agustino, fueron los diques que contenían la marea migratoria y comercial que venía del centro del país y que, ante una falta de Planificación Urbana, sumada a una ausencia del Estado de Derecho y de la autoridad Municipal que permitió el incremento del comercio ambulatorio en las inmediaciones del Mercado Central, trajo como consecuencia la delincuencia y tugurización de casonas y solares antiguos.

Tuvo que ser un alcalde barrioaltino como Alberto Andrade Carmona quien empezó a ordenar el levantamiento del comercio ambulatorio que despejó la zona de la Calle Capón y aledañas, pero comerciantes inescrupulosos empezaron a comprar fincas y casonas (muchas de ellas coloniales y republicanas con valor histórico) para convertirlas en depósitos y galerías comerciales cuyas edificaciones no contrastaban con el entorno del centro histórico.

Lamentablemente a finales del 2001, ocurrió la tragedia del Incendio de Mesa Redonda, causado por la venta informal que suscitaba en el lugar.

Al estar adscrita a la Municipalidad de Lima Metropolitana, ninguna autoridad edil le ha prestado la debida atención debido a la priorización de la ciudad de Lima en su totalidad, lo que amerita una atención especial que vea no solo el ornato y limpieza, sino también sus problemas sociales.
Lugares turísticos
Fachada posterior del Palacio Legislativo del Perú, inaugurado en 1916.
Procesión del Señor del Santuario de Santa Catalina

Dentro de este barrio se pueden observar numerosos templos de la época de la colonia entre ellas las pertenecientes a monjas de clausura, tales como la Concepción, San José, Santa Clara, Trinitarias, Santa Catalina, Santa Rosa de las Monjas y Mercedarias, Nuestra Señora del Carmen, Cocharcas, Maravillas y Jesús Reparador. Otras iglesias son el Prado (Agustinas), Santiago del Cercado (Jesuitas), La Buena Muerte (Camilianos), Santa Ana, iglesia del Santo Cristo de las Maravillas y la capilla del Cristo Pobre.

Son importantes las tradicionales festividades de la Virgen del Carmen en el mes de julio y del Señor del Santuario de Santa Catalina en el mes de septiembre, así como otras procesiones tradicionales del Señor de las Caídas del barrio de Mercedarias, Santa Ana de la parroquia homónima y la hermosa escultura del Cautivo del monasterio de las Trinitarias.

También destacan un buen número de plazas y plazuelas, tales como: la plaza Bolívar o del Congreso, plaza Italia o Antonio Raimondi (donde está la iglesia de Santa Ana), Buenos Aires, y las plazuelas: Santa Clara, Maravillas, Carrión, Ramón Espinoza, Santa Catalina, Buena Muerte, Santo Cristo, etc.
Fachada superior de la escuela de Bellas Artes, ubicada en la cuadra 6 del jirón Áncash.

En los alrededores de la plazuela del Cercado, existen restos de las antiguas Murallas de Lima en buen estado de conservación, por ejemplo a la espalda del camal de Conchucos se encuentra lo que fuera el Bastión de Santa Lucía, uno de los puntos de vigilancia de la Muralla, en este lugar están aún las viejas instalaciones del antiguo Campo Deportivo del Centro de Instrucción de la Guardia Civil del Perú "Santa Lucía" (hoy usadas por las Instituciones Educativas de la Policía Nacional del Perú "Túpac Amaru" y "Capitán GC Alipio Ponce Vásquez"), que la Municipalidad de Lima podría restaurar.

En los Barrios Altos se encuentran edificios históricos como:La Escuela Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú.
El Palacio Legislativo.
El Museo de la Santa Inquisición.
La Biblioteca del Congreso.
La Compañía de Bomberos "Roma".
El hospicio Ruiz Dávila.
La histórica plazuela del Cercado, donde todavía se encuentran algunas de las estatuas de mármol italiano que representan las alegorías de las cuatro estaciones.
Altar de la Iglesia Nuestra Señora de Cocharcas, ubicada en la cdra. 9 de Jr. Huánuco.La Quinta San José: Actualmente cuna del cantante Josimar Fidel Farán "Josimar". Residencia actual de habitantes que fraternalizan todo el año, sefestejan Carnavales los domingos de febrero pero diferente tradiciones del rey y la reina, también de la viuda negra. También festejan a la Virgen del Carmen que alberga en su capilla principal en el segundo patio, todos los años en inicios de agosto. Esta Quinta se encuentra en jr. Huánuco 879 cuadra 8 y su otra entra se encuentra en Pasaje. Soto mayor 214.La Quinta Heeren (residencia de antiguas familias limeñas acomodadas y de varias sedes diplomáticas a principios del siglo xx).​
La Quinta Carbone.
La Quinta Baselli.​
La Quinta Candamo, ubicada en el jirón Áncash 1216 (plazuela Ramón Espinoza), que fuera la casona donde vivió el presidente peruano Manuel Candamo Iriarte.
La Quinta del Prado,​ en el barrio de El Prado (en la esquina de los actuales jirones Huamalies y Manuel Pardo), aunque está en estado ruinoso, todavía se puede ver lo que fue el teatrín de la Perricholi donde ella daba funciones teatrales, en privado, al virrey Manuel Amat y Juniet.
El Jardín Botánico de Lima (ubicado a lado de la Facultad de Medicina de San Fernando).
Las Facultades de Medicina y Farmacia - Bioquímica de la Universidad San Marcos.
El Colegio Real. (actual sede de la Escuela de Bellas Artes)
La antigua sede del Colegio Nacional de Mujeres Mercedes Cabello de Carbonera y de la UGEL 03.
El Museo del Cerebro del Hospital Mogrovejo (INCN)
La iglesia del Santo Cristo de las Maravillas, donde se puede apreciar la cruz donde los indios del Reducto del Cercado se detenían a rezar.
El cementerio El Ángel.
El cementerio Presbítero Matías Maestro.
El Santuario del convento de Nuestra Señora del Carmen
Los vestigios de las que fueron las Murallas de Lima por la Plazuela del Cercado donde se puede apreciar todavía el Bastión de Santa Lucía.
El local de la Tercera Orden Franciscana (el que hasta la década de 1950 estuvo integrado al Convento de San Francisco).
Barrio Chino, conocido también como Calle Capón.
La Casa Canevaro - César Canevaro.
La Casa de las Trece Monedas.
El antiguo cuartel de Santa Catalina (ubicado en jirón Andahuaylas, cerca a "Mesa Redonda").
El Colegio de Teología de Santo Tomás.
El molino de Santa Clara (en el jirón Áncash, cerca a la iglesia de la Buena Muerte).
El Barrio chino.
Mesa Redonda y el Mercado Central de Lima
Importancia

Barrios Altos es criollismo. Ha legado a la tradición el comportamiento del limeño popular: el limeño de los solares, de los callejones, de los balcones coloniales y republicanos, de la mazamorra, de las procesiones, de las jaranas. En el barrioaltino convergen distintos caldos culturales disímiles entre sí y que se suporponen para crear una cultura compleja: lo español, lo negro, lo mestizo, lo italiano, lo chino, lo japonés, lo indígena, etc., se unen y hacen de sus pobladores únicos en cuanto historia, en cuanto a cultura y tradición urbana. Una gran parte de la identidad limeña - y la peruana - ha nacido en los Barrios Altos, a través de sus cientos de años de vida y su historia.

En los Barrios Altos se proclamó el Día de la Canción Criolla un 31 de octubre de 1944, por el presidente Manuel Prado y Ugarteche frente a la Plaza Buenos Aires del actual jirón Huánuco.

Históricamente fue influyente en la vida cultural limeña. En su seno nacieron intelectuales, artistas, políticos y deportistas como:Ricardo Palma
Manuel Ascencio Segura
Leonidas Yerovi
Felipe Pinglo
Francisco Antonio de Zela
Francisco Morales Bermúdez
Alberto Andrade
Enrique Bernales
Nicomedes Santa Cruz (padre)
Alejandro Ayarza Morales "Karamanduka"
Carlos Gassols
Salim Vera
Élide Brero
José Quezada Macchiavello
César Cueto
Josimar
Juan José Oré
Julio César Uribe
Roberto Challe
Luis Cruzado
Orlando de La Torre
Francisco Sagasti Hochhausler

Asimismo, residieron personajes de renombre (como César Vallejo, José María Arguedas, Andrés Avelino Cáceres, Antonio Raimondi, Abelardo Gamarra 'El Tunante', etc.) durante las décadas finales del siglo xix y mitad del siglo xx.

Recordemos que la Plaza Bolívar, en el actual Congreso, era llamada Plaza Universitaria, por haberse ubicado al lado de la antigua sede de la Universidad de San Marcos, y transcurría allí la vida intelectual. De esta prestigiosa casa de estudios, están la Facultad de Medicina de San Fernando, Alma Mater de la Medicina Peruana; el Jardín Botánico de San Fernando y la Facultad de Farmacia - Bioquímica. Todas hoy en día reciben a estudiantes universitarios sanmarquinos en los Barrios Altos.
Vista interior de la Facultad de Medicina de San Fernando - UNMSM.

Escuela de la Guardia Civil y Policía en la Avenida de los Incas (hoy Sebastian Lorente Ibáñez) - Barrios Altos - Cercado de Lima.

En 1922 sobre los restos del Hospicio del Cercado, se fundó la Escuela de la Guardia Civil y Policía de la República en la cuadra 7 de la Avenida Sebastián Lorente Ibáñez (antes Avenida Los Incas), en cuyas cercanías funcionaban diversos establecimientos dedicados a la confección de uniformes policiales y a la venta de accesorios para estos. Actualmente en dicho local funcionan las Instituciones Educativas de la Policía Nacional del Perú: "Túpac Amaru", que ocupa el local de la antigua Escuela de Guardias, con puerta al jirón Desaguadero, desde el 1 de abril de 1966, y capitán GC Alipio Ponce Vásquez, que ocupa el local de la antigua Escuela de Oficiales, con puerta a la Avenida Sebastián Lorente Ibáñez, desde el 1 de abril de 1975.

En los Barrios Altos se encuentran dos importantes hospitales emblemáticos de la ciudad de Lima: el Hospital de Dos de Mayo, ubicado frente al Parque de la Medicina (entre el jirón Puno y la Avenida Grau), y el Hospital Santo Toribio de Mogrovejo, especializado en las ciencias neurológicas. Además de encontrarse la histórica Maternidad de Lima, el primer centro antivenéreo del Perú y los restos del Antiguo Hospital Militar y Materno Infantil San Bartolomé.

Antonio Gala Velasco

Antonio Gala

- Jesús Quintero: "Señor Gala, ¿qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?"

-Antonio Gala: "En principio yo le diría: irse a una playa. Pero en el fondo, de verdad, tengo que decirle que salir de esta especie de laberinto en que nos han metido, una vida que no es la nuestra y que no es la mandada. Que es una organización que necesita esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesita esclavos, y así hasta el final. Salirse de esa cadena terrible, desencadenarse. A riesgo de la soledad, a riesgo de la falta de comprensión, pero irse un poco al campo, en el mejor de los sentidos. Salir de esa extraña y monótona esclavitud de cada día. Darle a cada día su propio afán, pero también su propia sonrisa, su propio gozo, su propio color, su propio aroma. Eso es la inteligencia. Porque una inteligencia que no nos ayude a vivir, no la quiero. No me sirve para nada. No creo que le sirva para nada a nadie".

Antonio Gala Velasco (Brazatortas,​ Ciudad Real, 2 de octubre de 1930​-Córdoba, 28 de mayo de 2023)​ fue un poeta, dramaturgo, novelista, guionista y articulista español.
Biografía

De nombre de pila Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos,​ nació y vivió su infancia en Brazatortas, provincia de Ciudad Real, hasta los nueve años. En 1939, su familia se trasladó a Córdoba, donde Antonio escribió sus primeras obras. A los catorce años impartió una conferencia en el Real Círculo de la Amistad, Liceo Artístico y Literario de Córdoba.​

Lector precoz de Rainer Maria Rilke, Garcilaso, San Juan de la Cruz y otros autores, estudió desde la temprana edad de quince años la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla y, como alumno libre, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas en la Universidad de Madrid, obteniendo licenciaturas en todas ellas.

Al acabar sus estudios universitarios, inició la preparación de oposiciones al Cuerpo de Abogados del Estado, aunque abandonó en un gesto que él recuerda como de rebeldía ante las presiones de su padre. Ingresó después en los cartujos, pero la rígida disciplina monástica no estaba hecha para él, y, como cuenta en su autobiografía, Ahora hablaré de mí (2000), fue expulsado de la orden.

Se mudó entonces a Portugal, donde llevó una vida bohemia. En 1959 comenzó a impartir clases de Filosofía e Historia del Arte y recibió un accésit del Premio Adonáis de poesía por su obra Enemigo íntimo, empezando una exitosa carrera teatral y periodística, que le posibilitó desde 1963 vivir sólo de la escritura. A mediados de 1962 se marchó a Italia, instalándose en Florencia, donde permaneció casi un año. En este tiempo publicó en la revista mensual Cuadernos Hispanoamericanos poemas de su libro La deshonra.

En 1973 sufrió en Madrid una perforación del duodeno que lo llevó al borde de la muerte y durante la convalecencia empezó a utilizar bastón, objeto del que reunió una gran colección, unos 3000 ejemplares, regalos de amigos y admiradores.​

Publicó artículos en el suplemento dominical de El País, desde su fundación en 1976 hasta 1998, como «Charlas con Troylo», «A los herederos», «A quien conmigo va», etcétera, siendo todos estos textos recopilados posteriormente en libros.

Comenzó a escribir novelas en los años noventa, iniciándose con El manuscrito carmesí, una novela histórica sobre Boabdil, último rey nazarí de Granada, que ganó el Premio Planeta en 1990.

También colaboró en el diario El Mundo, entre 1992 y 2015, con artículos de opinión breves publicados con el nombre de troneras. El ritmo de creación y publicación de otras obras suyas descendió posteriormente, y en varias ocasiones dio a entender que El pedestal de las estatuas podría ser su última novela.

Creó la Fundación Antonio Gala para Creadores Jóvenes, dedicada a apoyar y becar la labor de artistas jóvenes.​

El 14 de diciembre de 2011 recibió el Premio Quijote de Honor 2011 a toda una vida que concede la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE).​

El 5 de julio de 2011 el escritor hizo público en su tronera del diario El Mundo que padecía «un cáncer de difícil extirpación».​ En febrero de 2015, durante el homenaje que le brindó la ciudad de Málaga con motivo del nombramiento como Hijo Adoptivo y la entrega de la Medalla de la ciudad, manifestó estar libre ya de una dolencia que había sobrellevado «más tiempo del debido» y afirmó: «Los doctores del Reina Sofía me han declarado libre del cáncer».​

Falleció en el hospital Reina Sofía de Córdoba, donde se encontraba ingresado debido a complicaciones en su estado de salud.​
Ideología

Durante la Transición española (aproximadamente entre 1976 y principios de los años 1981) defendió públicamente posturas de izquierda no enmarcadas en el seno de ningún partido político. En 1978 reivindicó la autonomía para Andalucía en la apertura del Congreso de Cultura Andaluza en Córdoba.

En 1981 fue nombrado presidente de la Asociación de Amistad Hispano-Árabe, cargo que desempeñó durante los primeros años de existencia de esta. Por esta misma época formó parte de la Sociedad de Amistad España-URSS, organización subvencionada por el Gobierno soviético.

En 1985 fue denunciado por un comandante del ejército español por injurias y ofensas al ejército español en su artículo Soldadito español publicado en el diario El País en mayo del mismo año. El caso fue desestimado.​

Fue presidente de la plataforma cívica que propugnaba el "no" a la permanencia de España en la OTAN, cuyo referéndum se celebró en marzo de 1986.

En los últimos años publicó en el diario El Mundo artículos muy críticos con el Estado de Israel, que fueron tachados de antisemitas. En 2014 la Comunidad Judía de Madrid se querelló contra él por discriminación, incitación al odio, ofensa a los sentimientos de los miembros de una comunidad religiosa e injurias a raíz de un artículo titulado ¿Los elegidos?​

31 de mayo de 2023

Taller de Bordado con Lana en Macedonio

Taller de Bordado en Jujuy, Argentina


Por Ildiko Nassr

El lunes terminamos el Taller de Bordado con Lana en Macedonio. Cada encuentro nos planteó desafíos y los fuimos sorteando con nuestras herramientas: lana, agujas, bastidor, tijerita...
Fue el bastidor nuestra diana y la aguja la que nos dio fuerza para concretar cada proyecto. Punto a punto. Fuimos dando vida y color a la tela. Aquello que al principio nos parecía imposible o dificilísimo, lo logramos.
Abrazamos nuestros bordados con amor, como si abrazáramos a un ser amado.
Recibí los abrazos más reconfortantes cuando nos despedimos. Se mezclaron la alegría y la melancolía. Ahora los lunes serán más fríos (independientemente del invierno).
Gracias por unirse al círculo de bordadoras y animarse (al bordado, al color, a compartir)
Gracias por esos lunes tan felices
Gracias por las labores terminadas y por las que vendrán.

30 de mayo de 2023

Calle de Boza: mi bella y recordada Lima

                 

Calle de Boza

Es la octava cuadra del jirón de la Unión, se llama así porque en ella residieron los Marqueses de Casa Boza, título dado al Coronel don Gerónimo Boza Solís en 1736.
En el N°861 se encontraba el salón cinema Juan Cristini, heladería y confitería , fundado en 1908 . Contaba con una amplia sala donde se ofrecían cine gratuito a los consumidores. La película muda contada con efectos sonoros de dos músicos ; un pianista y un baterista.
En 1911 el Sr. Víctor Morris inaugura su Bar Morris, en el N° 847, reconocido por su pisco y whisky sour.
En 1912 se funda Pianos Romero, importadores de instrumentos musicales. La Galería Boza, se inauguro un 31 de octubre de 1955 , fue el primer mall en Lima, es un pasaje de tiendas que comunica los jirones de la Unión y Carabaya , donde los escaparates de las tiendas era la novedad para los limeños, pero lo que más llamo la atención fue la escalera eléctrica ,la primera en Lima.
Fte: Antiguas calles de Lima.
Fuente: #Datos de Lima

29 de mayo de 2023

William-Adolphe Bouguereau


''La ola'' (Adolphe Bouguereau)

William-Adolphe Bouguereau (La Rochelle, 30 de noviembre de 1825- ibidem, 19 de agosto de 1905) fue un pintor francés, uno de los principales exponentes del academicismo. Alumno de François Édouard Picot en París con 21 años y pensionado en la Villa Médici romana con 25. Hombre fuerte del academicismo francés, primer presidente del departamento de pintura de la Sociedad de Artistas Franceses y gran favorito de la clase adinerada de su época. En sus pinturas de género realista, utilizó temas mitológicos, haciendo interpretaciones modernas de temas clásicos, con énfasis en el cuerpo humano femenino.​ A lo largo de su vida, gozó de gran popularidad en Francia y Estados Unidos, recibió numerosas distinciones oficiales y obtuvo elevados precios por sus obras.​ Como el pintor de salón por excelencia de su generación, fue denostado por la vanguardia impresionista.​ A principios del siglo xx, Bouguereau y su arte perdieron popularidad entre el público, debido en parte a la evolución de los gustos.​ En la década de 1980, un resurgimiento del interés por la pintura de figuras llevó a redescubrir a Bouguereau y su obra.​ Vivió 80 años y terminó 822 cuadros conocidos, pero aún se desconoce el paradero de muchos de ellos.​Ilustres admiradores suyos fueron, por ejemplo, Napoleón III y el pianista y compositor romántico Chopin. Otros grandes artistas contemporáneos como Gauguin, Cézanne o Van Gogh lo aborrecieron o ignoraron.

Fuente: Wikipedia.

El bicho de Belhome


Por Guy de Maupassant.

La diligencia del Havre se disponía a salir de Criquetot, y en el patio del hotel del Comercio, cuyo propietario era Malandain hijo, todos los viajeros esperaban a que los llamasen por su nombre.

Era un carruaje amarillo, montado sobre ruedas amarillas también en otros tiempos, pero que el barro acumulado había teñido de gris; y si las de delante eran pequeñas, las de detrás eran altas y frágiles y sostenían, grotesco y abultado, algo que parecía el vientre de una bestia deforme. Tres pencos blancos, que a primera vista llamaban la atención por sus enormes cabezas y sus redondas rodillas, arrastraban la diligencia que, por su estructura, semejaba un monstruo. Y los caballos, enganchados al extraño vehículo, parecía que dormían.

Cesáreo Horlaville, el cochero, era un hombrecillo ventrudo y sin embargo flexible y ágil, a causa de la constante obligación de encaramarse al pescante y escalar el imperial; tenía la piel curtida por el aire de los campos, las lluvias y las borrascas; rojizo el rostro por el uso y tal vez el abuso del alcohol, brillantes los ojos que parpadeaban al viento y al granizo. Cuando apareció en el patio de la posada se secaba los labios con el reverso de la mano.

Grandes cestos redondos llenos de aves asustadas esperaban ante las inmóviles campesinas, y Cesáreo Horlaville, cogiéndolos uno a uno, los colocó en la parte alta de su carruaje; en seguida, y con más cuidado, colocó los que contenían huevos, lanzando después, desde abajo, algunos saquitos de grano y una serie de paquetes envueltos con pañuelos, trapos y periódicos. Luego, abriendo la portezuela, sacó del bolsillo una lista que leyó en voz alta:

—¡Señor cura de Georgeville!

El sacerdote, hombre robusto, fuerte y de amable aspecto, avanzó; y recogiéndose la sotana como las mujeres se recogen la falda, montó en la diligencia.

—¿El maestro de Rollebose-les-Grinets?

Un hombre alto y delgado, vestido con una negra levita que le llegaba hasta las rodillas, avanzó tímidamente y a su vez desapareció por la portezuela abierta.

—¡Poiret: dos asientos!

Vino Poiret, alto y delgado, encorvado por el arado, enjuto por la abstinencia y con la piel seca por falta de lavarla. Su mujer le seguía, una mujer pequeñita y flaca que parecía una ternera cansada, y que, con las dos manos, sostenía un inmenso paraguas verde.

—¡Rabot, dos asientos!

Rabot, que era perplejo por temperamento, preguntó, «¿Es a mí a quién se llama?».

El cochero, al que de apodo llamaban «el Descarado», iba a contestar una atrocidad, cuando Rabot se lanzó hacia la portezuela empujando por delante a su mujer, una mocetona cuadrada cuyo redondo vientre parecía un barril y cuyas manazas recordaban las palas de las lavanderas.

Y Rabot se metió en la diligencia como las ratas entran en sus agujeros.

—¡Caniveau!

Un labrador gordo y pesado como un buey, hizo crujir los resortes y se metió en el amarillento carruaje.

—¡Belhomme!

Y éste, alto y delgado, se acercó con el cuello torcido, doliente el rostro, y con un pañuelo aplicado al oído como si un violento dolor de muelas le atormentase.

Todos, por encima de las antiguas y singulares vestiduras de paño negro o verdoso, vestiduras de etiqueta que lucían por las calles de El Havre, llevaban largas blusas azules; y en la cabeza ostentaban gorras de seda, altas como torres, que en el campo normando suponen elegancia suprema.

Cesáreo Horlaville cerró la portezuela y, encaramándose luego en el pescante, hizo chasquear el látigo.

Los tres caballos parecieron despertar. Agitando el cuello hicieron oír el vago murmullo de los cascabeles. Con toda la fuerza de sus pulmones, el cochero empezó a gritar al tiempo que azotaba fuertemente a las bestias, que se agitaron, hicieron un esfuerzo, y arrancaron al trote corto, arrastrando a la diligencia que los baches sacudían, armando un sorprendente ruido de hierro viejo y cristales mientras, en el interior, los viajeros alineados en las dos filas de asientos se veían zarandeados de lo lindo.

En un principio, y por respeto al cura, todos callaban, pero como él era de temperamento expansivo y familiar, fue el primero en romper el silencio.

—Y bien, amigo Caniveau —dijo—. ¿Las cosas marchan bien?

El enorme campesino, que se sentía unido al eclesiástico por cierta simpatía de porte, barriga y gordura, contestó sonriendo:

—Así así, señor cura; ¿y usted?

—¡Oh! Yo, siempre igual.

—¿Y usted, Poiret?

—Todo iría a pedir de boca si no fuesen las colzas que este año no producirán casi nada; y como únicamente se encuentra beneficio en eso…

—Qué quiere usted, los tiempos son duros.

—Vaya si lo son —afirmó con voz de gendarme la mujer de Rabot.

Como vivía en una aldea vecina, el cura no la conocía más que de nombre.

—¿Es usted la Blondel? —preguntó el sacerdote.

—Yo soy, para servir a usted.

Rabot, tímido y satisfecho, saludó sonriendo, inclinando exageradamente la cabeza hacia delante como si quisiese decir: «y yo soy Rabot, el que se casó con la Blondel».

De pronto, Belhomme, que seguía con el pañuelo aplicado a la oreja, empezó a gemir de modo lamentable. Y golpeando el suelo de la diligencia con el pie, decía ñau, ñau, expresando así su espantoso sufrimiento.

—¿Le duelen a usted las muelas? —preguntó el cura.

El labrador, dejando de quejarse un instante, respondió:

—No, señor cura; no son las muelas, es el oído, en el fondo del oído…

—¿Y qué es lo que tiene en el oído? ¿Un tumor?

—No sé si es un tumor, pero sé que es un bicho, un bicho muy grande que se me metió dentro cuando dormía en el granero…

—¡Un bicho! ¿Está usted seguro?

—¿Si estoy seguro? Como del Paraíso, señor cura, pues me roe el fondo del oído. Y se me comerá la cabeza, se me comerá la cabeza… ¡Ah!… ñau, ñau —y empezó de nuevo a patear. Todos escuchaban profundamente interesados.

Y cada uno daba su opinión. Poiret pretendía que debía de ser una araña, el maestro una oruga, pues en el Orne, en Champemuret, donde había estado seis años, ocurrió un caso parecido, y la oruga, que había entrado por el oído, salió por la nariz, pero el hombre se quedó sordo porque el bicho le taladró el tímpano.

—Eso debe de ser un gusano —afirmó el cura.

Belhomme, con la cabeza inclinada y apoyado el codo en la portezuela, pues era el último que había subido, seguía gimiendo:

—¡Oh! ñau, ñau, ñau… yo juraría que es una hormiga, una hormiga muy grande… me muerde horriblemente. Mire usted, señor cura… ¡Oh! ñau, ñau, ñau… es tremendo…

—¿Ha visto al médico? —preguntó Caniveau.

—No.

—¿Y por qué?

El temor al médico pareció curar a Belhomme quien, sin quitarse el pañuelo de la oreja, se irguió.

—¡Por qué, por qué! ¿Crees que tengo el dinero para dárselo a ese gandul? Hubiera venido una vez, dos, tres, cuatro, cinco… y hubiera tenido que darle dos escudos de a veinte, lo menos dos escudos de a veinte; y dime, ¿qué me hubiera hecho ese gandul, qué me hubiera hecho? ¿Lo sabes?

Caniveau se reía.

—No, no lo sé, pero ¿adónde vas así?

—A El Havre, a ver a Chambrelán.

—¿Qué Chambrelán?

—El curandero.

—¿El curandero?

—Sí, el curandero que sanó a mi padre.

—¿A tu padre?

—Sí, hace mucho tiempo.

—¿Y qué tenía tu padre?

—Pues un aire en la espalda que no le dejaba moverse.

—Y ¿qué le hizo Chambrelán?

—Pues le amasó la espalda con las dos manos como quien amasa pan, y todo pasó en dos horas.

Belhomme creía que Chambrelán había pronunciado algunas palabras extrañas, pero delante del cura no se atrevió a decirlo.

Riendo, Caniveau repuso:

—Lo que tienes en el oído debe de ser un conejo que ha tomado ese agujero por su madriguera. Espera, voy a hacerle salir.

Y Caniveau, colocándose las manos junto a la boca a manera de bocina, empezó a imitar los ladridos de los perros de caza. Y al oírle, todos se echaron a reír, incluso el maestro que nunca se reía.

Pero como Belhomme parecía enfadarse y tomar a mal la broma, el cura, dirigiéndose a la mujer de Rabot, cambió la conversación.

—¿Tienen ustedes mucha familia? —preguntó.

—¡Oh! Sí, señor cura, y se sufre mucho para criarla.

Rabot inclinó la cabeza como queriendo decir: «¡Oh! sí, y se sufre mucho para criarla».

—¿Cuántos hijos?

—Dieciséis, señor cura, dieciséis…

Rabot se puso a reír y saludó. Tenía dieciséis hijos, y ¡qué diablo! estaba orgulloso.

Pero Belhomme renovó sus gemidos.

—¡Oh! ¡ñau ñau…! ¡cómo muerde, cómo muerde!…

La diligencia se detuvo ante el café de Polito y el cura dijo:

—Si se echase un poco de agua en la oreja, tal vez se le haría salir. ¿Quiere que probemos?

—¡Ya lo creo que quiero!

Y todos bajaron para asistir a la operación.

El sacerdote pidió una jofaina, una toalla y un vaso de agua, y recomendó al maestro que mantuviese inclinada la cabeza del paciente, y que cuando el líquido hubiese penetrado en el orificio, la volviese bruscamente.

Pero Caniveau, que miraba la oreja de Belhomme para ver a simple vista si distinguía el bicho, exclamó:

—¡Demonio, vaya una pasta! Hay que destapar esto pues con tanta confitura el conejo no puede salir, Se le pegarían las patas.

El cura examinó a su vez el conducto y lo encontró demasiado estrecho y demasiado obstruido para que el bicho saliese. Entonces el maestro, con una cañita y un poco de algodón en rama despejó el camino, y, en medio de la ansiedad general, el sacerdote vertió medio vaso de agua que corrió por la cara, el pelo y el cuello de Belhomme. El maestro hizo girar rápidamente la cabeza, como si hubiese querido destornillarla, y en la blanca vasija cayeron algunas gotas. Todos los viajeros se precipitaron, mas no había salido ningún bicho.

Con todo Belhomme declaró: «Ya no siento nada», y el cura dijo solemnemente: «¡Claro está! ¡Como que se habrá ahogado!». Y con general contento volvieron a meterse en la diligencia.

Mas apenas se habían vuelto a poner en marcha cuando Belhomme dio un grito terrible. El bicho había despertado y le mordía furiosamente, afirmando que se le había metido en la cabeza y le estaba devorando los sesos. Chillaba tanto y hacía contorsiones tan raras, que la mujer de Poiret, creyéndole poseído por el diablo, empezó a llorar y a hacer la señal de la cruz. El dolor del enfermo se calmó un poco y contó que el bicho se paseaba por el interior del oído. Con el dedo imitaba sus movimientos y parecía que le veía y le seguía con la mirada.

«Ahora sube, ahora sube… ñau, ñau… ¡qué horror!».

Caniveau se impacientaba: «El agua enfurece al bicho ese, prueba de que está acostumbrado al vino».

Y como todos rieron, repuso: «Cuando lleguemos al café de Bourbeaux, dale un poco de aguardiente triple y te juro que no se moverá más».

Pero el dolor era tan fuerte que Belhomme no podía soportarlo y empezó a chillar como si le arrancasen el alma. El cura se vio obligado a sostenerle la cabeza, y rogaron a Cesáreo Horlaville que se detuviese en cuanto encontrase una casa.
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Así lo hizo frente a una alquería que se alzaba junto al camino, y allí transportaron a Belhomme al que extendieron sobre la mesa de la cocina para reanudar la operación. Caniveau insistía en que se mezclase aguardiente al agua a fin de dormir al bicho matándolo tal vez, pero el cura prefirió el vinagre.

Esta vez vertieron el líquido gota a gota, con objeto de que penetrase hasta el fondo, y luego lo dejaron algunos minutos en el órgano habitado.

Una jofaina estaba preparada también, y el cura y Caniveau, esos dos colosos, volvieron a Belhomme, mientras el maestro daba golpecitos en el lado sano a fin de que el otro se vaciase completamente.

El mismo Cesáreo Horlaville, con el látigo en la mano, había entrado para presenciar la operación.

Y de pronto advirtieron un puntito negro, no más grande que una semilla de cebolla, en el fondo de la jofaina. Y sin embargo se movía. ¡Era una pulga! Primero se oyeron gritos de asombro y luego sonoras carcajadas… ¡Una pulga! Valiente cosa… Caniveau se daba tremendas manotadas en los muslos, el cochero hacía chasquear el látigo, el cura reventaba, abriendo las quijadas como cuando los asnos rebuznan, el maestro como cuando se estornuda, y las mujeres daban gritos de alegría muy parecidos al cacareo de las gallinas.

Belhomme, sentado en la mesa y con la jofaina en las rodillas, contemplaba atentamente, y con justa cólera, al menudo bicho que se agitaba en la gota de agua.

Y diciendo: «Maldito seas», lo escupió.

El cochero, loco de alegría, no hacía más que repetir:

«Era una pulga, una pulga… maldita pulga».

Y luego, cuando se hubo calmado un poco, exclamó:

«Vamos, en marcha, que ya hemos perdido bastante tiempo».

Y los viajeros, sin dejar de reír, se dirigieron hacia la diligencia.

Belhomme, que había llegado el último, dijo que no continuaba el viaje y que se volvía a Criquetot porque ya no tenía nada que hacer en El Havre.

El cochero repuso:

—Haz lo que quieras pero paga tu asiento.

—Como no he pasado de la mitad del camino, no debo más que la mitad.

—Lo debes todo porque lo tomaste hasta El Havre.

Y empezó una discusión que no tardó en convertirse en furiosa querella. Belhomme juraba que no daría más que un franco, y Cesáreo Horlaville afirmaba que cobraría dos.

Caniveau se apeó.

—Ante todo, debes dos francos al cura, ¿oyes? y luego una ronda para todos, lo que asciende a dos francos setenta y cinco, y además darás un franco a Cesáreo. ¿Hace, descarado?

El cochero, encantado de que Belhonme se viese obligado a desembolsar tres francos setenta y cinco, contestó: «Aceptado».

—Entonces paga.

—No pagaré: el cura no es médico…

—Si no pagas, te meto en el coche de Cesáreo y con nosotros vienes hasta El Havre.

Y el coloso, cogiendo a Belhomme por la cintura, lo levantó como hubiera podido levantar a un niño.

El otro se convenció de que era preciso ceder, y, sacando la bolsa, pagó.

La diligencia se puso de nuevo en marcha dirigiéndose a El Havre mientras Belhomme volvía a Criquetot; y los viajeros, que parecían haber enmudecido, contemplaron en la blanca carretera la blusa azul del labrador que sobre sus largas piernas se balanceaba.


Estilo literario

Maupassant está considerado uno de los más importantes escritores de la escuela naturalista, cuyo máximo pontífice fue Émile Zola, aunque a él nunca le gustó que se le atribuyese tal militancia. Es cierto que fue un fotógrafo de su tiempo y su doctrina literaria está recogida en el prólogo que escribió para su novela Pierre et Jean, donde escribió: «La menor cosa tiene algo de desconocido. Encontrémoslo. Para descubrir un fuego que arde y un árbol en una llanura, permanezcamos frente a ese fuego y a ese árbol hasta que no se parezcan, para nosotros, a ningún otro árbol ni a ningún otro fuego». Para el historiador Rafael Llopis, Maupassant, perdido en la segunda mitad del siglo XIX, se encontraba muy lejano ya del furor del Romanticismo, fue «una figura singular, casual y solitaria».

Su prosa tiene la virtud de ser sencilla pero directa, sin artificios. Sus historias, variopintas, transmiten con una fidelidad absoluta la sociedad de su época. Pero lo que más lo caracteriza es lo impersonal de su narración; jamás se involucra en la historia y se manifiesta como un ser omnisciente que se limita a describir detalladamente sus observaciones. No en vano, está considerado como uno de los mayores cuentistas de la historia de la literatura. En los últimos años de su vida, e influenciado por el éxito de Paul Bourget, abandonó el relato de costumbres o realista, para experimentar con la novela psicológica, con la que tuvo bastante éxito. Es en esta etapa donde abandona su visión impersonal para profundizar más en el alma atormentada de sus personajes, probablemente un reflejo del tormento que sufría la suya. Siempre padeciendo grandes migrañas, abusó del consumo de drogas, como la cocaína y el éter, que potenciaban más su talento natural y le proporcionaban estados alterados de conciencia que lo hacían sufrir alucinaciones y otras visiones que a la postre condicionarían su narrativa fantástica o de terror.

Fue tanta la influencia que ejerció sobre otros autores que llegó a ser uno de los más plagiados. Era admirado por Chéjov, León Tolstói, Horacio Quiroga y un largo etcétera. Pero sin duda, el autor que más lo plagió fue el italiano Gabriele D’Annunzio. En su antología de narraciones Cuentos del río Pescara podemos encontrar historias y pasajes copiados literalmente de algunos cuentos de Maupassant. Otro de los que plagió al autor francés fue Valle Inclán, en su primer libro Femeninas,​ donde en el relato Octavia Santino reproduce fielmente la escena final de la novela Fort comme la mort.

“No dejes pasar el tiempo cuando debes poner cosas en su lugar”.

Alfred Asís

Por Bella Clara Ventura

Alfred Asís, con su nueva entrega el libro “Asis -Reflexionando…(se puede tomar, con la licencia que me autoriza la fantasía, la palabra Asis, aunque tenga en francés doble S el verbo ASSIS, como el hecho de estar sentado, esa actitud meditativa que merece el detenerse y poder plasmar ideas, sensaciones, pensamientos, obra etc…) nos brinda la posibilidad de descubrir la originalidad de un autor, promotor cultural, hombre de reflexiones del alma y para el alma con una trayectoria infinita. No sólo en sus alcances sino en su modo de definir estados del alma. 
“Hoy me doy cuenta de cómo ha pasado el tiempo”. 
Aparecen bajo su inspiración sin límites. Arrojan una sabiduría milenaria. Su manera de presentar este nuevo texto lo hace único en sus aventuradas propuestas. Su fotografía de fondo le da escenario a cada escrito. Sobreimprime la imagen de un hombre que piensa y se expresa con palabras que no se las lleva el viento. Se hace presente para darle el realce que precisa su mente. Siempre a la vanguardia de la palabra y de transmitir conceptos que lo habitan de modo recóndito y creativo. Sabe tocar corazones con sus versos y sus evocaciones. “Cuando conversamos la calma somos verdaderos seres pensantes”. Se registran sus cavilaciones con el amor a la paz, que en todo momento nos invita a mundos, que si bien, conocemos al decir de Alfred Asís toman formas y dimensiones diversas. 
“Y mi silencio me hizo dormir abrazado a mi propia vida” 
Una existencia basada en la entrega no sólo de su obra sino en la de los demás compañeros que hemos seguido a Alfred como los niños lo hicieron con el flautista de Hamelín. Esa música encantada que nos lleva por los caminos de la poesía y nos devuelve el aroma de cada verso. 
“Tengo sueños cada día más, y los reparto por doquier para sembrar felicidad”. 
Otro de los temas recurrentes de Alfred, cosechar a su paso esa conquista de la sonrisa en el alma que acaricia al semejante. Sus palabras dejan huella al hallar el sentido de la vida, del amor, de la amistad con todo tipo de sentimientos que no se escapan de su pluma. Se detiene en lo referente al ser humano para dibujar en cada letra la sangre que corre por las venas de la existencia, donde clama la tolerancia y el respeto por el prójimo, a pesar de las divergencias. “La política humana no debe apuntar hacia una sola dirección”. Nos propone esa apertura de mente y de sentimientos que nos alejen de la violencia como un marco de referencia. Aboga por la esperanza: 
“de aguas puras y no ensangrentadas de cielos azules y no negros de humo y guerra de más vida a la vida y menos muerte a la vida”. 
En su lenguaje metafórico se filtra la necesidad de buscar el cuerpo exquisito de la poesía, que logra además inventando una nueva forma de decir las cosas, a lo Octavio Paz, cuando crea su propia fórmula VersAsís. 
 “Cuando será tiempo que vayamos terminando con todo el sufrimiento de aquellos de paz en todo momento de agraz y tormento”. 
No deja de sorprendernos con su fenomenal iniciativa de unir a los creadores del mundo, sin obviar el potencial imaginativo de los infantes. Forman parte de su mundo y de la labor que de manera inigualable emprendió para resaltar la creatividad anidada en sus espíritus. En este prólogo no sólo anhelo resaltar la importancia de este libro como tal, sino también darle el realce al personaje que representa nuestro querido y admirado Alfred Asís por sus permanentes entregas en cuanto a su propia obra sino a su generosidad como gestor cultural. Un Quijote moderno desde su isla que sueña con el bienestar de la humanidad y de sus admiradores, que somos sus amigos y sus más fieles seguidores. Los invito a leer este libro con el detenimiento que merece cada uno de sus textos para abrirnos a la posibilidad de un mundo más humano, donde quepamos todos desde nuestras diferencias al orquestar nuestras voces en el corazón de la Humanidad y en esa Isla Negra, cuya resonancia se hace nuestra con los principios que Alfred nos expone. Nos dan la brújula de hallazgos exquisitos como son sus escritos. 
 “Sólo los grandes de espíritu ven el fulgor de la luna, el brillo del sol, las estrellas, las galaxias, más allá de las palabras y la belleza humana. Tu eres uno de esos seres iluminados”. 
Alfred Asís nos entrega en este último verso lo que opinamos de él. 

Bella Clara Ventura: poeta y novelista, colombo mexicana israelí.

28 de mayo de 2023

La Tortuga Gigante

Horacio Quiroga
Del autor:Horacio Quiroga
(Salto, Uruguay; 31 de diciembre de 1878-Buenos Aires, Argentina; 19 de febrero de 1937).
Fue un escritor de cuentos y obras de teatro, conocido por sus relatos macabros. También fue periodista y traductor. Las historias de Quiroga a menudo presentan animales, y muchas de ellas se basaban en sus propias experiencias como cazador y pescador. Su escritura estuvo influenciada por Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant y León Tolstoi.

Por Horacio Quiroga

Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires, y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. El no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día: -Usted es amigo mío y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hacer mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien. El hombre enfermo aceptó, y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que Misiones todavía. Hacía allá mucho calor, y eso le hacía bien. Vivía solo en el bosque y él mismo se cocinaba, Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y después comía frutas. Dormía bajo los árboles y, cuando hacía mal tiempo, construía en cinco minutos una ramada con hojas de palmera, y allí pasaba sentado y fumando, muy contento en medio del bosque, que bramaba con el viento y la lluvia. Había hecho un atado con los cueros de los animales, y lo llevaba al hombro. Había también agarrado, vivas, muchas víboras venenosas, y las llevaba dentro de un gran mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata de querosene. El hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente un día en que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio a la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y la ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas. AI ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un salto sobre él. Pero el cazador, que tenía una gran puntería, le apuntó entre los dos ojos y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan grande que él solo podría servir de alfombra para un cuarto. -Ahora se dijo el hombre- voy a comer tortuga, que es una carne muy rica. Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne. A pesar del hambre que sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa, porque no teína más que una sola camisa y no tenía trapos. La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla, y pesaba como un hombre. La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí pasó días y días sin moverse. El hombre la curaba, todos los días, y después le daba golpecitos con la mano sobre el lomo. La tortuga sanó por fin. Pero entonces fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre y le dolía todo el cuerpo. Después no pudo levantarse más. La fiebre aumentaba siempre, y la garganta le quemaba de tanta sed. El hombre comprendió que estaba gravemente enfermo, y habló en voz alta, aunque estaba solo, porque tenía mucha fiebre. Voy a morir -dijo el hombre- estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no tengo quién me dé agua siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed. Y al poco rato la fiebre subió más aún, y perdió el conocimiento. Pero la tortuga lo había oído, y entendió lo que el cazador decía. Y ella pensó entonces: -El hombre no me comió la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a curar a él ahora. Fue entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre, que estaba tendido sobre su manta y se moría de sed. Se puso a buscar en seguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que comiera. El hombre comía sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie. Todas las mañanas la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre, y sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas. El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día recobró él conocimiento. Miró a todos lados, y vio que estaba solo, pues allí no había más que él y la tortuga, que era un animal. Y dijo otra en voz alta: Estoy solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí, porque solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca podré ir, y voy a morir aquí. Y como él lo había dicho, la fiebre volvió esa tarde, más fuerte que antes, y perdió de nuevo el conocimiento. Pero también esta vez la tortuga lo había oído y se dijo: -Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no hay remedios, y tengo que llevarlo a Buenos Aires. Dicho esto, cortó enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho cuidado al hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las enredaderas para que no se cayese. Hizo muchas pruebas para acomodar bien la escopeta, los cueros y el mate con víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al cazador, y emprendió entonces el viaje. La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de noche. Atravesó montes, campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y atravesó pantanos en que quedaba casi enterrada, siempre con el hombre moribundo encima. Después de ocho o diez horas de caminar se detenía, deshacía los nudos y acostaba al hombre con mucho cuidado en un lugar donde hubiera pasto bien seco. Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas, y le daba al hombre enfermo. Ella comía también, aunque estaba tan cansada que prefería dormir. A veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua!, a cada rato. Y cada vez la tortuga tenía que darle de beber. Así anduvo días y días, semana tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires, pero también cada día la tortuga se iba debilitando, cada día tenia menos fuerza, aunque ella no se quejaba. A veces quedaba tendida, completamente sin fuerzas, y el hombre recobraba a medias el conocimiento. Y decía en voz alta: -Voy a morir, estoy cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar. Pero voy a morir aquí, solo en el monte. Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se daba cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el camino. Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más. Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde hacía una semana para llegar más pronto. No tenía más fuerza para nada. Cuando cayó del todo la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que iluminaba el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador, pensando con tristeza que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella. Y, sin embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin de su heroico viaje. Pero un ratón de la ciudad -posiblemente el ratoncito Pérez- encontró a los dos viajeros moribundos. -¡Qué tortuga! -dijo el ratón-. Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el lomo, qué es? ¿Es leña? -No -le respondió con tristeza la tortuga-. Es un hombre. -¿Y dónde vas con ese hombre? -añadió el curioso ratón. -Voy... voy... quería ir a Buenos Aires -respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que apenas se oía -.Pero vamos a morir aquí porque nunca llegaré. -¡Ah, zonza, zonza!-dijo riendo el ratoncito-. ¡Nunca vi una tortuga mas zonza! Si ya has llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá es Buenos Aires. Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza inmensa porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la marcha. Y cuando era de madrugada todavía, el director del Jardín Zoológico vio Llegar a una tortuga embarrada y sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con enredaderas, para que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El director reconoció a su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con los que el cazador se curó enseguida. Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que tomara remedios, no quiso separarse más de ella. Y como él no podía tenerla en su casa que era muy chica, el director del Zoológico se comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija. Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el cariño que le tienen, pasea por todo el jardín, y es la misma gran tortuga que vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los monos. El cazador la va a ver todas las tardes y ella conoce desde lejos a su amigo, por los pasos. Pasan un par de horas juntos , y ella no quiere nunca que él se vaya sin que le dé una palmadita de cariño en el lomo.

Éxtasis de Otoño


Por Jorge Aliaga Cacho

Tengo en mis manos el libro de Miriam López Aguirre: ''Extasis de Otoño''; su obra, su registro poético, destaca entre los nuevos aportes a la poesía peruana. Miriam nació en Lima. Siendo niña se inició en el arte dramático, y también desde temprana edad, ha participado en diferentes facetas del arte: música, dibujo, pintura y danza moderna. Durante la edad escolar solía escribir canciones; en ellas expresaba sus sentimientos y rebeldía.

Se ha dicho que: el 'prestigio' de muchos poetas, descansa en el hecho verificable de que nadie los lee. También se ha dicho que: la 'fama' de los poetas ininteligibles, muchas veces ocurre por la vergüenza, que sienten muchos lectores, para sancionar que no han entendido ni jota. Entonces, nos toca 'aceptar' la falsa gloria, en vez de reconocer la 'realidad' engañosa, perpetuada por los blufs.

La poesía de Miriam López Aguirre no se encuentra dentro del marco, antes señalado. ''Éxtasis de Otoño'' se presenta con un lenguaje límpido, alejado de formas artificiales e inneceariamente complejas. La poesía de López Aguirre es de las que están listas para disfrutarse de comienzo a fin. Su obra ya ha sido bien recibida en el extranjero, y ha sido magníficamente comentada, y difundida por Olga Mary Olymar, en el programa radial 'Amanecer Poético', desde la Argentina.

Publicamos algunos de los versos, de esta innovadora poeta limeña, para el deleite de los amantes de la buena poesía.

Amor Perfecto
Por Miriam López Aguirre

Con un beso borraste
estragos de temores lejanos,
de páginas, quizá,
aún mal guardadas,
de recuerdos vanos.
Con un dulce beso,
quitaste las huellas
de historias mal contadas,
escritas a oscuras,
entre los remordimientos
de malas decisiones
que dolían y aquejaban
en constantes insomnios.
Tu fuego entregado
en este beso deseado,
anhelado, esperado,
incendió (en instantes)
páginas mal escritas
y algún vago recuerdo.
En la ternura suave de un beso,
escribes historias nuevas
de un amor perfecto,
de páginas limpias,
libro que deseamos
sean hojas sin fin,
sin prólogo ni epílogo,
¡sólo minutos eternos!
caricias que marquen
nuestras pieles
como tatuajes de amor.
Que no existan distancias
ni algún desencuentro
que borren huellas
ni pretendan algún intento
de escribir más historias
que no sean las nuestras,
aquéllas que nos dan vida,
que, en otoños grises,
se vuelven primaveras.
Nuestro mágico mundo,
santuario perfecto
de desmesurado amor,
loco, arrebatado;
pero siempre insuficiente
para decirnos
cuánto más podemos amarnos.
En la pasión de tu beso,
construyes un libro abierto
donde, a diario, agregamos
una llamada, un te extraño
o tan sólo un te amooo...
Páginas nuevas
con bellos contenidos
que nos recuerden siempre
nuestro amor perfecto,
nuestra historia loca,
amor liberto, sin ataduras,
volando tan alto y tan lejano,
allí, donde se acaricia el cielo;
pero siempre a la espera
de un puerto...Ese aquel,
que volverá a juntarnos
para aumentar aún más
páginas nuevas
en mi amor, con tu amor,
encontrados sentimientos,
comienzo de una historia sin final.