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Jorge Aliaga Cacho (2014, Berlín, foto Maxilin) |
Por
Jorge Aliaga Cacho
Si
aceptamos como definición general que la literatura es un Arte que usa como
instrumento la palabra. Nos toca entonces definir si los escritores y los valores
estéticos, los textos de sus obras literarias, pueden influenciar el devenir histórico,
político y social de los pueblos. La historia muestra evidencia que ello no
solamente es posible sino que ha sido determinante en el desarrollo social de
la humanidad.
En
el marco de las transformaciones ocurridas, en el Perú, por ejemplo, durante la
explotación del guano, cuando una burguesía fiscal, unida a los terratenientes,
golpeó al militarismo con el partido civilista, plutocrático. En ese marco
histórico, al termino de la Guerra del Pacífico, Manuel Gonzáles Prada dirigía
un movimiento renovador en un llamado “Círculo Literario” y, luego, en el
Partido Nacional (1891). Gonzáles Prada predicaba una política de revancha
contra Chile, de unión nacional contra el centralismo limeño, contra la
oligarquía política e intelectual, contra la hegemonía literaria española,
contra la Academia y, sobre todo, contra el clero.” Como lo afirma Mariátegui
en sus “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, citando a Gonzáles
Prada: ´toda actitud literaria, consciente o inconscientemente refleja un
sentimiento y un interés políticos. La literatura no es independiente de las
demás categorías de la historia´- Gonzáles Prada finalmente nos dejaría su
grito en el Teatro Politeama, en 1888, “los viejos a la tumba los jóvenes al
poder”. Se refería a esos viejos que tenían responsabilidad por lo acontecido
en el pasado.
En
materia literaria Gonzáles Prada fue crítico severo de los arcaísmos y
tradicionalismos. Luego vendría la generación de sus discípulos que
continuarían y enfocarían su obra: José Carlos Mariátegui, César Vallejo,
Victor Raúl Haya de la Torre, Luís Alberto Sánchez, entre otros que se
destacaron, además de la literatura, en la vida política del país.
En
Europa Gonzáles Prada conocería a Renan, también a Pi Margall. En 1898 regresaría como siempre,
combativo y con una evolución hacía un cierto tipo de socialismo que Luís
Alberto Sánchez lo tipificaría como sentimental a pesar de que Gonzáles Prada
tenía respeto por la ciencia. En mi opinión el escritor representa a su tiempo,
no puede desligarse del compromiso social de su pueblo. Ejemplo digno es José
Martí que se entregara tanto a su obra estética como a la acción política. A
Martí a la edad de 16 años lo encarcelan seis años por considerarlo sospechoso
de poseer ideas revolucionarias. Luego lo deportan a Madrid. Allí publica su
obra “La república española ante la revolución de Cuba”. En su ensayo “Nuestra
América” defiende magistralmente nuestros valores autóctonos y confronta las
ideas que Sarmiento proponía en Argentina:´el mejoramiento de la raza por medio
de la eliminación del indio´. Si no hubiese sido por las ideas y escritos de
Martí, hoy no tendríamos población nativa en nuestro país, como ocurre en
Argentina o Uruguay, en este último eliminaron a los Charrúas.
En
los Estados Unidos, Mark Twain, (Samuel Clemens), 1835-1910, significó la reivindicación
de lo humano. Luís Alberto Sánchez, sin embargo, propone que Twain era un moralista incapaz de admitir la
concupiscencia, que en la moral católica
representa "el deseo de los bienes terrenos, el apetito desordenado de los
placeres deshonestos” como lo plantea Max Weber en “La ética protestante y el
espíritu del capitalismo”.´
Otro
registro de interés social se puede apreciar en “The adventures of Huckleberry
Finn” donde Twain muestra la característica emprendedora, entusiasta y positiva
del norteamericano. Lo saludable en Norteamérica. Obras de Twain como “Un
yanqui en la corte del Rey Arturo”, que es una bufonada, y otras, ejercieron
gran influencia en las mentes y el sentir de los habitantes estadounidenses. Geroge
Orwell y Graham Greene, en el Reino Unido, son autores que denuncian las
injusticias sociales, el primero desde posiciones socialistas y el segundo
desde su fe católica. Orwell en su novela “1984”, publicada en 1949
anticipa ´un futuro controlado por un poder dictatorial que a través de los
medios de comunicación manipula las conciencias´. Jean Paul Sartre, en Francia,
fue crítico de la sociedad y el sistema imperantes. Fue un pensador influyente
en los ambientes progresistas. También fue una bandera de la revuelta de mayo. Junto
a Sartre, que rechazó el Premio Nobel en 1964, destacan en Francia : Albert
Camus, Simone de Beauvoir y, el escritor más joven del grupo existencialista,
Boris Vian. En Alemania le ocupó una gran labor política a Bertold Brecht que
en 1933 había huido de las garras de Hitler al que llamó ´pintor de brocha
gorda´. Brecht atacó a los nazis con reformulaciones de obras antiguas. En
Rusia, Maiakowski tuvo una significativa actividad política en apoyo a la
Revolución Rusa y, con ese objetivo, dirigió un gran número de revistas para
impulsar la propuesta soviética. De igual forma, en Rusia, Serguéi Esenin,
participó con optimismo en la primera parte de la revolución bolchevique pero
por provenir del mundo del agro criticó luego el exceso de industrialización en
el país que afectaba al campo. En China, a la muerte de Mao, en 1976, los
autores purgados durante la Revolución Cultural fueron rehabilitados. De esta
forma se superaba la crisis ocasionada por lo que se considera un error de Mao.
Sin embargo esta inicial apertura devino en los sucesos de la Plaza de
Tiananmen en 1989. El año 2000, Gao Xingjian se convierte en el primer escritor
chino en recibir el Premio Nobel en Literatura.
En
México se destaca la figura de José Vasconcelos, gran influencia en el pensamiento
latinoamericano. Su obra “La raza cósmica” elimina la propuesta fascista de “la raza superior”,
proponiendo el advenimiento de una raza nueva conformada por la suma de lo
mejor de todas las razas. En Sur América, García Márquez con su fantasioso
Macondo ha denunciado y golpeado a las bananeras que existían en realidad
cuando leíamos “Cien años de soledad”. Nicanor Parra y Neruda en Chile; Ernesto
Cardenal en Nicaragua; José María Arguedas y César Vallejo en Perú; han amado a
sus pueblos y, precisamente por ello, han luchado por un cambio social. Y este
aporte al mensaje de liberación de nuestros pueblos viene desde distintas
perspectivas. Leoncio Bueno, en el Perú, por ejemplo, con su incorrupta
posición anárquica cumple una función liberadora. El padre Gutiérrez, con su
Teología de la Liberación, hace lo propio.
La
literatura oral de nuestras comunidades nativas, sus canciones, dramas, lenguajes
y culturas, forman parte del material literario que alimenta el discurso del
escritor. Al decir escritor no me refiero al mal llamado escritor que el sistema
capitalista promueve. No me refiero a esos falsos escritores que son
formateados en los espacios de la gran media vende patria que nos alienta a
leer la mugre impresa de sus agentes. Gente que se presta al juego del sistema,
por un puñado de soles, permitiendo que la clase dominante implemente su
hegemonía en el campo de la cultura.¿Qué propuestas en lo social o cultural,
pueden hacer Monica Cabrejos, Beto Ortiz, Jaime Baily o su filósofo Tongo?.
Esta clase de individuos no son escritores, pero el sistema nos los vende como
tales, y al igual que la televisión basura o periódicos basura, cumplen la
función de servir al sistema capitalista como cortina de humo para confundir al
pueblo y no le permitan reconocer a sus verdaderos escritores. Por ello es
importante que, de manera urgente, todas las organizaciones de escritores en el
Perú, sin discriminación alguna, se organicen para la promulgación de una ley del
escritor que defienda la condición del escritor real, dotarle de beneficios en
seguridad social y promoción de su actividad literaria. Defenderlos de las
mafias editoriales. El deber de todo escritor, más aun si este se considera
revolucionario, es luchar por la unidad de todos los escritores peruanos Contrarrestar los ataques que el imperialismo realiza
en el terreno de la cultura que se manifiesta en la imposición de valores
culturales que nada tienen que ver con los nuestros. Neutralizar los mensajes
que embrutecen al pueblo y lo conminan a la ignorancia. Pero también como lo
diría García Márquez: “el deber de todo escritor es escribir bien”.