Jorge Aliaga Cacho y el volumen de ''El final de un sueño'', Biblioteca Sopena, Barcelona, 1916 |
Por Jorge Aliaga Cacho
A quienes hemos leído algo sobre historia del movimiento social en nuestra América, nos debe llamar la atención el nombre: Vargas Vila. En efecto, nuestro propio José Carlos Mariátegui, posiblemente, tuvo algunos desencuentros intelectuales con este escritor, diplomático y político liberal colombiano; nacido en Bogotá, el 23 de julio de 1860; y, fallecido en Barcelona, el 23 de mayo de 1933.
José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla tuvo una formación autodidacta, participó en luchas políticas como periodista, agitador público y orador. Sus ideas fueron liberales, radicales y fue criticó del clero, de las ideas conservadoras y del imperialismo estadounidense. Próximo al existencialismo, su ideas se alinearon como libertarias y cercanas al anarquismo. Tengo la suerte de haber conseguido para mi bliblioteca dos novelas de este polémico autor, dueño de una prosa efectista que despierta profundas emociones.
La novela trata de la vida de Froilán Pradilla, un médico y agitador político que es perseguido por su ideología liberal y huye a Francia para continuar mejor su vida. La obra, (parte de una trilogía), representa el apogeo del protagonista. La obra, tiene un alto contenido psicológico, aunque con un tono retórico pomposo, 'la cultura intelectual finisecular de un París cosmopolita, ciudad donde Froilán Pradilla experimenta un confuso proceso de enamoramiento'. Así, un diario íntimo del protagonista, nos dará a saber acerca de su ,resistencia a la pasión amorosa que, en él, despierta Susana Berteuil, 'una escultora altiva e intelectual, por quien pondrá fin a su misoginia, aunque temporalmente, porque por una peripecia en sus vidas, él se zafa del sueño de amar a una mujer, mas no de la paternidad.'.
En la narrativa de la trilogía, «El final de un sueño» representa el apogeo del protagonista y se caracteriza por tener un alto contenido psicológico y, además, por resaltar, con un tono retórico pomposo, la cultura intelectual finisecular de un París cosmopolita, ciudad donde Froilán Pradilla experimenta un confuso proceso de enamoramiento.
'Extracto de la novela ''El final de un sueño'', del autor colombiano, Vargas Vila...'
'...el espectáculo que se ofrecía a sus ojos, era un espectáculo desalentador, capaz no sólo de justificar, sino de hacer palidecer las predicciones del más hosco pesimismo; la Europa envejecida parecía resignada a morir sobre las leyes antiguas, abrazada a ellas, mezclando el polvo de sus cadáver, al polvo de esas mismas leyes, que la habían esclavizado y la habían vencido; en las ciudades reinaba la Injusticia en todas sus formas y, los esclavos del Trabajo eran tan miserables, como aquellos que en la antigua Roma, llenaban con sus clamores los silencios del Forum, y, enmudecían bajo el hacha de la Muerte, en las arenas del Circo; afuera, en los campos, los siervos de la gleba, eran tan despiadadamente explotados y, tan sistemáticamente envilecidos como los de la gleba romana antes y después de los Gracos y, de la ley Salustia; el mundo no había andado un paso en el camino de la Justicia; el Derecho era el escabel de los fuertes, y, el hacha con que se decapitaba a los vencidos: el Trabajo, continuaba en ser una Esclavitud y la Riqueza una Insolencia; las relaciones entre el Trabajo y el Capital, eran crueles y primitivas, con todos los caracteres de la ferocidad de las civilizaciones florecients, prontas a entrar en su declinación; La ley, era como siempre, la amenaza del débil, y, la catapulta del fuerte; el Juez continuaba en ser el heraldo del Verdugo; la Justicia, estaba sobre todos los labios, y, no estaba en ninguno de los corazones; la Sociedad, continuaba en enviar los hombres, a morir sobre los campos de batalla, o los arrastraba a morir sobre las tablas de un cadalso; la esclavidud existía con el nombre de ejércitos permanentes, y, esas legiones de parias, eran enviadas a conquistar territorios lejanos, para los mercaderes que los pagaban.
Roma se había fundido en un Cártago, y eran una sola Urbe, que tenía por fronteras, las fronteras del Mundo; había amos y esclavos, sólo que a éstos, para hacer más irrisoria su esclavitud, les ponían un gorro frigio, emblema de la Libertad, y, sus amos fingían inclinarse ante ellos en el gesto irreverente de la más bufa arlequinada; los embriagaban de elogios, como los antiguos embriababan de vino a los ilotas, para divertirse con ellos; los tribunales continuaban en ser prostíbulos de la Venalidad, y, las togas, mantos de Mesalinas sin encanto, las cuales no teniendo favores que vender, vendían los de la Ley; la Bolsa, continuaba en ser el Tetragramentón del Mundo, en donde no había más Tablas de la Ley, que las Tablas de Logaritmos; el Mundo se alquilaba o se vendía al mejor postor; se hundía lentamente en todas las cobardías, esperando la llegada de los bárbaros que dormían en su propio seno, y, el relincho de cuyos caballos, se escuchaba a intervalos haciendo estremecer el silencio del horizonte; ellos vendrían a la hora histórica, marcada por el Destino, para castigar esa falsa Civilización, fundada sobre la apostasía de todas las virtudes; ellos atravesarían con su lanza, el corazón de esa sociedad, madre de todas las claudicaciones y de todas las cobardías; y, acabarían con la comedia irritante de esa Libertad espúrea, formada de todas las esclavitudes, y, de esa Democracioa, hecha de privilegios y, de egoísmos; no habia verdadero sino la Esclavitud; no había sagrado sino el Crimen; y, de rodillas ante esa Omnipotencia, el mundo deshonrado temblaba, aprestándose a morir; y, él; lo veía...veía ese atardecer de ignominias, pronto a convertirse en un crepúsculo de sangre; y, veía la inutilidad de todas las doctrinas al caer en la mentira de todos los corazones; ¿qué había sido de la Palabra de los apóstoles y, de los profetas?...la simiente había caído sobre una tierra podrida de Miedo y de Indiferencia, y, no había germinado pudriéndose a su vez en el corazón del Mundo, ya gangrenado por la Muerte; por un florecer nocturno de todas las inequidades, el jardín de la Sabiduría Humana, había visto morir una a una sus más bellas rosas, sin esperanza de resurrección; ¿el Mundo, no era digno de la Libertad? ¿no era capaz de ella? no se sabía quienes eran los más viles, de los amos o de los esclavos; los unos imponían el yugo, y los otros lo sufrían con un gesto de igual bestialidad, vecino al idiotismo; una espesa sombra de dolor cubría ese mundo donde la voz de los profetas había muerto, en un Silencio hecho de servidumbres; en la prolongada miseria de la hora, en lal cual se empapaban de Infamia, las últimas raíces de la Vida, todo rayo de Gloria había muerto sobre los cielos inermes, que parecían dos labios cerrados sobre una tumba; la espada de los arcángeles se había roto, contra el muro de la Iniquidad, como contra el corazón de piedra de una Esfinge; la pléyade apostólica yacía en el polvo, al pie de ese muro, vencida por el Dolor y por la Muerte; los viejos apóstoles y los nuevos apóstoles, eran como la escoria inútil, sobre el volcán extinto, de cuyo corazón, no sale ya la llama para acariciar la Noche...'