Por Carlos Martín Valenzuela Quintanar
(A las mujeres de Juárez, que mueren sin quererlo).
Son rosas que deshojan
y les arrebatan con crueldad
las gotas de rocío.
Nunca más dormirán
como antes,
se marchitan en las
arenas del desierto.
Desierto que
grita en silencio…,
tan fuerte
y no hay quien lo escuche,
duele y quema lágrimas
escondidas en los uniformes,
en grandes alas de almacenes
convertidos en
maquilas donde solo importan
los segundos…,
esos que les mueven
las manos grito a grito.
Son rosas que recién nacieron
tersas, suaves, limpias.
Niñas que sus pétalos
apenas y se asoman
con un poco de malicia
y un mucho de temor.
¡Aún así las cortan y las roban!
Las mancillan las manos sucias
de aquellos que se olvidan
que sus madres
fueron rosas tiernas
y quizás ellos duerman
con bellas y suaves flores
acariciando
con sus manos manchadas
los pétalos libres al aire.
Ellos mismos ahogan
en su conciencia ruin
los gritos de las rosas
que bañaba el rocío,
cuando con ilusión asomaban
su belleza…
Y hoy, se pierden en el desierto
los gritos en silencio
de las inocentes
que se abonan, antes,
mucho antes de tiempo
a la tierra,
¡cuando no era su momento!