Alexandra a Rasputín, 1909
Toda Rusia quedó cautivada por la naturaleza de la relación de la emperatriz Alejandra con su confidente, el santo campesino siberiano Grigori Rasputín. Fue una fascinación que, paso a paso, destruiría el prestigio de la monarquía.
A partir de 1905, cuando lo conocieron por primera vez, Alejandra, su esposo, el zar Nicolás II, y sus hijos le escribieron regularmente a Rasputín, quien les brindó consejos y orientación. La zarina creía que tenía el poder de detener la hemorragia de su hijo hemofílico Alexei. Pero, como esta carta muestra Rasputín también es esencial para el zar y la zarina como una combinación de sacerdote, psiquiatra y consejero. Lo veneran como un vínculo con Dios, similar a Cristo, y un campesino auténtico que confirma su creencia en la conexión mística entre el zar y el pueblo. Es asombroso que esta altiva y neurótica monarca, nieta de la reina Victoria, desee besarle las manos y dormir a su lado, pero, contrariamente a la creencia popular, Alejandra era extremadamente remilgada: no tuvo contacto sexual con Rasputín. Él es, como escribe, "mi amado mentor". Es una reverencia que perdura hasta su asesinato en 1916 y más allá, hasta el asesinato de los propios Romanov en julio de 1918, cuando sus cuerpos aún llevaban los recuerdos que les había dado Rasputín. Fue una muestra de la falta de criterio de Rasputín el que permitiera que esta carta cayera en manos de un sacerdote rival que la filtró deliberadamente para avergonzar a Rasputín y a sus patrocinadores reales. Cuando se publicó, muchos pensaron que era demasiado escandalosa para ser real. Pero era genuina.
LA CARTA
Mi amado e inolvidable maestro, salvador y mentor.
¡Qué cansado es para mí estar sin ti! Mi alma está tranquila y sólo puedo descansar cuando tú, mi maestro, estás sentado a mi lado y beso tus manos y apoyo mi cabeza en tus benditos hombros. ¡Oh, qué fácil es todo para mí entonces! Sólo deseo una cosa: quedarme dormida, para siempre sobre tus hombros, en tu abrazo. ¡Oh, qué felicidad es sólo sentir tu presencia cerca de mí! ¿Dónde estás? ¿Adónde has volado? Es tan difícil para mí, tanto anhelo en mi corazón. Pero tú, mi amado maestro, no le digas ni una palabra a Anya [Vyrubova, amiga de Alexandra] sobre mis sufrimientos sin ti. Anya es buena, es amable, me ama, pero no le cuentes mi dolor. ¿Estarás pronto aquí cerca de mí? Ven pronto. Te estoy esperando y soy miserable sin ti. Dame tu santa bendición y beso tus benditas manos. Te amaré por siempre. Mamá.