Por Jorge Aliaga Cacho
El Nobel de Literatura es considerado el premio más importante de las letras.
Lo concede anualmente la Academia de Estocolmo en una grandiosa ceremonia.
El ganador del Nobel, además de recibir un premio pecuniario se hace acreedor a un diploma y su respectiva medalla de oro.
La primera edición del Nobel fue conferida al francés Sully Prudhomme en el año 1901. El año 1902 esta distinción recayó en el alemán Theodor Mommsen. Tuvimos que esperar mucho tiempo para que, el año de 1945, lo obtuviera una representante de Nuestra Amèrica, la excelsa poeta Gabriela Mistral «por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano». En 1971 el galardòn recayò en manos de Pablo Neruda, de acuerdo a la academia sueca «por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente». En 1982 el premio lo obtuvo Gabriel Garcìa Màrquez «por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente». En 1998, Josè Saramago «quien, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía, continuamente nos permite aprehender una vez más una realidad elusiva». En 1990 el premio fue para Octavio Paz «por una apasionada escritura con amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística». El peruano Mario Vargas Llosa lo obtuvo el año 2010 «por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, la rebelión y la derrota». El presente año, 2020, lo ha ganado la estadounidense Louise Elisabeth Glück «por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual».
Ademàs del "Premio Nobel" existe una variedad de premios de mediana y menor significancia. Podemos mencionar al "Premio Cervantes", "Alfaguara", Rómulo Gallegos", "Planeta", "Biblioteca Breve","Casa de Las Américas", entre otros.
En este punto deseo introducir la premisa siguiente:
"el hacerse adjudicatario a uno de estos premios secundarios no concede evidencia acerca de la calidad de la obra o del skill del author".
Este raciocinio es corroborado por una encuesta llevada a cabo, el año 2009, por el periódico británico "The Guardian",
La encuesta formuló la siguiente pregunta a 892 blogueros.
¿En su opinión cuál es el peor libro publicado en los últimos diez años?
La respuesta encontró que los encuestados elegían, como a los peores libros,
a los ganadores más valorados del prestigioso premio Booker, que es el premio más importante del Reino Unido.
Sergio Parra, Editor de "Papel en Blanco" sostiene que: 'los premios casí nunca significan algo'. Pues piensa que los premios solamente constituyen un sistema de promoción, pues, por medio de este sistema se 'empuja' al público lector a comprar un libro 'galardonado'. Casí siempre es un juego que consiste en hacerse creer merecedores de los premios pero lo cierto es que los premios no califican objetivamente la compleja trayectoria de un determinado autor. No es difícil darse cuenta que escritores de gran valía, excelsa calidad, han sido distanciados de los reconocimientos de estos premios.
También es una realidad que la gran mayoría de escritores no participan en estos concursos secundarios que, aunque tengan honestos jurados, no representan el espíritu literario. La mayoría de escritores no se deja 'seducir' por premios de esta naturaleza. Recordemos que a comienzos del siglo veinte era común realizar reuniones de lectura en casas y hasta en el campo. En Escocia, como en toda Europa, fueron populares los cafes literarios. Recordemos los que habìan en Berlin y otras ciudades. Josè Carlos Mariátegui y el Grupo Colónida lo practicaron en el Perú. Era pues una audiencia lectora que nos permitía un juicio sobre la calidad estetica de las obras. Por ello creo que debemos conservar el ritmo de la vida y dar una apreciación critica a la actitud de algunos obnubilados, autoproclamados escritores, que perfilan sus obras para la fecha de cierre de algún concurso literario como si, finalizar una obra estética, fuera lo mismo que terminar una carrera de caballos. Esto no quiere decir que desconozca los méritos que puedan tener uno u otro concursante. Tampoco quiere decir que desconozca la capacidad y honestidad de muchos miembros del jurado.
Lo que propongo es algo distinto:
Propongo que no perdamos la brújula y veamos la realidad de las cosas. Deberíamos considerar otras formas de incentivo para el escritor, por ejemplo, dotarlo de mejores condiciones en el desarrollo de su labor artística.
Han habido escritores que incluso han renunciado al premio Nobel como es el caso de Jean Paul Sartre el año 1964 y Boris Pasternak, el poeta soviètico en 1958.
Por ello creo que tanto escritores, casas editoras, distribuídoras de libros, agencias de gobierno, etc, deberían hacer causa común para conseguir la promulgación de una Ley del Escritor digna que garantice la labor de quienes abrazan la disciplina de letras en cada uno de los paìses de Nuestra Amèrica y del mundo. Les hago recordar los nombres de algunos escritores que debieron merecer el Premio Nobel y que no lo obtuvieron: Jorge Luis Borges, Vladimir Nabokov, Blanca Varela, Graham Greene, Julio Cortazar, Alfonsina Storni, Leon Tolstoi, James Joyce, Arthur Miller, Marcel Proust, Mark Twain, Juana de Ibarbourou, Vladimir Maiakowski, Cèsar Vallejo, la lista es larga.
Lo cierto es que muchas veces a los ganadores de premios nadie los recuerda, pero a escritores como los antes mencionados, sì. Podrìamos mencionar a cientos màs: al boliviano Óscar Alfaro, a los peruanos Josè Marìa Arguedas, Manuel Scorza, entre tantos otros de Nuestra Amèrica. Ellos viven en la sangre de los pueblos. Son las venas mismas por donde corre la belleza estética que estos pueblos hacen suya, leen, disfrutan y estudian, generación tras generación.
Todos los creadores de arte deberìan ver el meollo del asunto. Lo cierto es que hay grandes monopolios de la industria del libro que sacan provecho de este estado de cosas y con su poder aplastan a los pequeños esfuerzos editoriales nacionales. Por ello, como ya lo mencionè antes, tanto escritores como editoriales medianas y pequeñas, debieran unirse para crear una gran cadena de distribución que termine con la mafia del libro, como también existe en el cine, con el control de la distribución y monopolio de los espacios culturales.
Existe una cultura dominante que nos vende valores e ideas que nos neutralizan, convirtiéndonos en entes pasivos, sin propuesta. Los bloques de poder mantienen el control en todas las esferas de la sociedad. Los grandes monopolios de la industria del libro no permiten que los escritores ocupen espacios en sus millonarias cadenas de distribución y campañas publicitarias. Las librerías en Moscú, igual que las de Londres, Berlín, Lima, Santiago o Buenos Aires, parece que solo tuvieran espacio para exhibir en sus estanterìas, los volúmenes de Paolo Cohelo, Isabel Allende o J.K.Rowland, integrantes del canon literario del sistema imperante. Los escritores del mundo tenemos que cambiar esa realidad y luchar unidos para hacer llegar nuestra producciòn literaria a nuestro pueblo que, en el proceso de la lectura, tomarà impulso para su liberaciòn.