Por Zaida Cristina Reynoso Camacho.
Cuando recibí la invitación del poeta Julio Solórzano para que le escribiera el prólogo de su último libro, pensé que sin duda se trataría de un poemario, ya que poesía era lo que me había tocado conocer de su pluma. Conocí al autor durante el II Encuentro Internacional de Poetas y Escritores que en 2014 organizó en la ciudad de Huacho, Perú, la Sociedad de Poetas y Narradores de la Región Lima.
Era la primera vez que yo visitaba ese país maravilloso y la invitación la había recibido a través del poeta español Antonio Ross, a quien siempre estaré agradecida por la oportunidad que me brindó, no sólo de visitar el hermoso lugar que por tanto tiempo había imaginado, sino también porque tuve la oportunidad de conocer a hermanos en el oficio de las letras, seres magníficos cuya sensibilidad y afecto me entregaron sin restricciones, haciendo honor al epíteto del lugar: “Huacho, ciudad hospitalaria”.
El primero de ellos fue el amigo Julio Solórzano, que en la terminal de autobuses me recibió con los brazos abiertos. De esa recepción y de la calidez que me ofreció durante los tres días del encuentro, nació mi estimación hacia él, que se acrecentó más tarde con la lectura de sus valiosos versos. Por eso no dudé en responder afirmativamente a la petición que de su parte me llegaba dos años después.
Fue grande mi sorpresa al recibir el nuevo libro de Julio, pues que en vez de poesía, se trataba de un texto testimonial, porque efectivamente el autor está dando testimonio de una vida, de un personaje que a lo largo de los años va desarrollando proyectos, construyendo espacios, “labrando surcos en el corazón” mientras él, Julio, es testigo fiel de esas acciones y con ellas va entretejiendo la trama de lo que ha llamado “Mi amigo Juan Salvador”.
Justo es decir que el libro cumple con el requisito primordial de toda obra literaria: “Tocar las fibras del corazón”. Y esto por dos motivos fundamentales:
Primeramente por el tema, la vida de un hombre cuya fuerte vocación lo inspira a llevar una vida de entrega y amor a la humanidad (en este caso representada por la comunidad de Hualmay); un personaje que, como aquel mítico caballero de la Mancha, abandona la comodidad de su hogar para ir en pos de los más necesitados, siguiendo esa voz interior, mandato de Nuestro Señor, que le habla de un Amor Universal, de una entrega a la Humanidad. Ese es el amigo Juan Salvador, que ha sabido llamar a las puertas de los poderosos pidiendo ayuda para cumplir su misión, la de sembrar esperanza y buenaventura entre los marginados. Y que no nos vengan con que hoy en día ya no hay héroes, ya no hay líderes, pues que el Padre Juan, con su quijotesca labor nos demuestra lo contrario.
El otro acierto del texto es, sin lugar a duda, la forma en que Julio nos va llevando de la mano por cada uno de los aspectos del personaje, hasta que su figura queda clara, nítida y llena de fuerza ante los ojos del lector; y esto porque el autor ha puesto, también él, todo el corazón a lo largo de la narración, pues que “un hilo de hermandad” lo une con el personaje, y de verdad que, si no hay mayor virtud que la gratitud, el poeta en este caso está danto muestra de una gratitud sincera para quien llegó a modificar la vida de toda una comunidad. Felicidades, poeta Julio, por este nuevo libro y también por contar con amigos como Juan Salvador.
Mayo de 2016, Chapala, Jalisco. México.