Por Filomeno Zubieta Núñez.
“Irene Salvador Grados – La Huelga de 1917 en Huacho”
La mujer, habitualmente ocultada de la historia, es una importante protagonista en acontecimientos que marcaron época. El escrito que presentamos aborda parte de la lucha social de Huacho, la realizada por Irene Salvador Grados y otras mujeres en la huelga de jornaleros de las haciendas del Valle Huaura-Sayán en 1917. Poco antes, en 1916, se logró la jornada de ocho horas de trabajo para los trabajadores agrícolas, los peones de hacienda, pero algunas de sus conquistas fueron negadas, hecho que motivó la huelga de 1917. Es aquí donde las mujeres campiñeras despliegan un rol de primera línea. Irene Salvador y otras seroneras protagonistas de una gran marcha son inmoladas en desigual encuentro con la policía. La marcha del 14 de junio culminó con una matanza, teniendo a las mujeres como víctimas y a la gendarmería como carniceros. El asesinato de la lideresa campesina Irene Salvador de Lino ha quedado grabado en la historia de las luchas de la mujer peruana y en especial de las mujeres y el pueblo de Huacho. Publicamos el Capítulo 3 de la obra escrita por Filomeno Zubieta Núñez: “Irene Salvador Grados La huelga de 19017 en Huacho”. (Teófilo Bellido).
LA MATANZA DEL 14 DE JUNIO DE 1917
Filomeno Zubieta Núñez
La participación de Irene Salvador y las compañeras en la huelga de 1917 tuvo como punto central el 14 de junio. La marcha de ese día culminó con una matanza, teniendo a las mujeres como víctimas y a la gendarmería como carniceros.
Ese día debía realizarse la reunión de Trato Directo entre el Comité de huelguistas y los representantes de los hacendados, con la mediación del subprefecto Manuel Domingo Torero Zuloaga, frente a la presión de la población en Paro General. En horas de la madrugada había llegado el prefecto del departamento, coronel Edgardo Arenas, al frente de un gran contingente de gendarmes, con los que los efectivos pasaban de 500 en la plaza huachana. Las mujeres, conocedoras de estos hechos, deciden marchar con dirección a la subprefectura a demandar la intervención del prefecto en la pronta solución del conflicto que ya llevaba una semana.
Alrededor de las once de la mañana, las mujeres de la Campiña, portando los estandartes de las sociedades de resistencia de Chonta, San Lorenzo, Toma y Calla, Luriama, Santa María, Amay y Tambo Blanco, en número que sobrepasa la 150, ingresan a Huacho. Encabezan la marcha Irene Salvador de Lino y la profesora Isidra Pérez Chumbes, como portaestandarte la Srta. Juana Grados y la Rosa; acompañan a las manifestaciones una delegación de alumnas de las escuelas de la campiña.
En la intersección de las calles Cocharcas y Malambo (hoy Mariscal Castilla y 28 de Julio) son contenidas por 300 gendarmes armados al mando del subprefecto Manuel Domingo Torero. El prefecto de mantiene a cierta distancia. Irene Salvador Grados, en su condición de dirigente y responsable de la marcha se apersona ante el subprefecto y le expone el objeto que las trae, pidiendo las dejara pasar para entrevistarse con el prefecto pero éste se niega rotundamente. Las mujeres insisten, presionan y se producen forcejeos entre ambas fuerzas. Del encuentro cuerpo a cuerpo, se pasa a los disparos y al uso de las bayonetas. Las mujeres indefensas, con indignación y rabia por el cobarde proceder, responden con algunas piedras y palos en defensa de sus vidas.
“… Al bárbaro embate cayó atravesada por una bayoneta la señora Irene Salvador, mujer cargada de años, que gozaba de gran consideración y respeto entre kla gente de la Campiña…” (La Crónica, Lima 20. 06. p. 4).
Otras más caen. Los curiosos que observaban la marcha, ante la brutal agresión responden con piñas, gritos de condena y pedradas. La tropa vuelve a sus armas contra el público. Luego de quince minutos de desigual combate, las mujeres se repliegan cargando a sus muertos y heridos.
Junto a Irene Salvador Grados, se inmoló Manuela Chaflojo Estupiñán (conocida en la Campiña de Huacho como Manuela Díaz Chaflojo) y muchas mujeres y hombres. Unos estimaron en 150, otros en 30 las víctimas. La cifra exacta nunca se supo.
En declaraciones a El Tiempo y otros diarios de Lima, el prefecto Arenas reconoció solamente ocho víctimas de la matanza.
…al hacerse la descarga para repeler a los atacantes, murieron dos mujeres. Y aquí una rectificación a los diarios: no es como se ha dicho, que hubo muchos muertos. Estos solo han sido unos cuantos heridos. (Resaltado nuestro).
- ¿Nada más señor?
- Nada más. “El Tiempo” ha dado una relación inexacta.
- Otros diarios han publicado ma misma relación.
- Esos diarios tampoco han publicado la relación verdadera. (El Tiempo, Lima, 21, 06, 1917, pag. 3).
-¿Quién ordenó disparar y sablear a las mujeres? Hay, sin lugar a dudas, autoridades políticas responsables y presentes en el escenario de los hechos.
La investigadora Carolina Carlessi (1984, p. 132), contrastando sus fuentes de investigación señala:
Al llegar las manifestantes a la portada de la ciudad, fueron detenidas por gendarmes, por lo que ellas protestaron. Una de ellas, Irene Salvador se apersonó a nombre de todas al subprefecto y le expuso el objeto de la manifestación pidiéndole que las dejen hablar con el prefecto. El subprefecto se negó, las mujeres insistieron. El prefecto entonces hizo una señal al subprefecto y este ordenó a la tropa disparar sobre las mujeres.
Sonaron varias descargas y algunas manifestantes cayeron muertas y otras heridas. En el acto, los soldados de caballería atacaron a sablazos a las demás, hiriendo a muchas y atropellando a todas. Los hombres de la ciudad protestaron y lanzaron algunas pedradas. Los soldados volvieron sus armas contra los defensores y ocasionaron otros muertos y heridos. El grueso de manifestantes huyó apresuradamente a La Campiña, llevándose consigo a sus muertos y heridos.
El escritor y poeta Manuel Guillermo Carmona Bazalar por su lado, recogiendo testimonios y según referencias de los periódicos locales, luego de describir parte de la marcha de mujeres de ese día precisa:
… Eran las once de la mañana, cuando jornaleros entre los que se encontraba el valeroso Ceferino Ramírez Conde, más conocido como “Sacafrecho” trató de forzar el paso el paso de la concentración cuando se produjo una descarga a boca de jarro, hiriendo mortalmente a Irene Salvador de Lino, vecina de Santa María (43 años de edad); Manuela Díaz Chaflojo, también de Santa María (22 años de edad). La orden de esta descarga fue dada a la tropa por el Subprefecto y a éste, mediante señal acordada, por el Prefecto que se encontraba a setenta metros más o menos del teatro de los hechos. La ingenuidad del subprefecto fue cumplir órdenes, disfrazándose este hecho con la idea de que se pretendió tomar prisionera a la autoridad política (1994, p. 14).
Algunos heridos fueron atendidos en el Hospital El Carmen (cuyo local se hallaba en la hoy Av. 9 de Octubre). Un sinnúmero de víctimas procuró curar sus heridas en la clandestinidad de sus hogares; muchos de los muertos fueron enterrados junto a sus chacras. La represión que siguió a la matanza obligó a los campiñeros a tomar medidas rigurosas en resguardo de su integridad y la de sus familiares.
El subprefecto Manuel Domingo Torero presente en el escenario de los hechos en declaraciones para La Patria de Huacho (14.06.1917, p.3), manifiesta:
…estando en la esquina de Cocharcas y Malambo se presentó un grupo de mujeres armadas de piedras y palos que venían de Toma y Calla con el objeto de ingresar a la población. Desde luego –nos dijo el Sr. Torero- traté de impedirles el avance toda vez que la huelga está en vias de próxima solución y por cuanto su actitud en nada modificaría el estado actual de las cosas; pero las mujeres se obstinaron en su deseo y hubo su pequeño barullo entre ellas y la policía que terminó con la retirada de las primeras. Transcurrió un momento de calma. Pero parece que algunos individuos que seguían a las mujeres las instigaron para que regresaran nuevamente y no accedieran a mi petición. Así fue, en efecto; regresaron en una actitud más violenta, y por más esfuerzo que hicimos con Aurelio Linares, presidente de la asamblea de jornaleros y Rómulo Díaz, presidente de una sociedad de la campiña y otros más, no pudimos conseguir que se calmaran, lejos de eso, comenzaron a arrojar piedras, que han herido a varios soldados y a darles de palos, maltratando también caballos. En este estado de cosas, en que todo era una confusión, sentí los disparos que hacía la fuerza. Inmediatamente ordené que cesara el fuego; pero ya era tarde, se tenían que lamentar algunas víctimas. Esto es todo lo que ha ocurrido.
A esta versión se suma la del hijo del subprefecto, Domingo Torero Arieta, quien muchos después brinda su testimonio a José Carbajal Manrique (Jozmar, 1986). Siluetas de antaño. Manuel Domingo Torero. La Verdad. Huacho, 6.02.1986, p.2; 13.02. 1986, p. 2; 13.02. 1986, p. 3.) y, en la parte que interesa, expresa:
Que el propósito del subprefecto MDT era que solo entrara a la ciudad la Comisión de Huelguistas; no así la cantidad de gente, sobre todo las mujeres, que insistentemente gritaban “!saqueyo¡ lo que daba al subprefecto mayor motivo para impedir que la masa de gente ingresara junto con la Comisión porque hubiera sido entregar la ciudad al saqueo.
La discusión era larga y fatigante y el comandante Narvarte dirigiéndose al subprefecto le decía: “Manuel Domingo déjeme a mí resolver el problema”. De repente dando la vuelta al quiosco de Mama Pola apareció Ceferino Ramírez y colocándose al lado del caballo que montaba el subprefecto gritó: “!Manuel Domingo¡” por dos veces e hizo dos disparos al aire, sin intención de herirlo sino como bravata de borracho; pero el sargento que custodiaba a MDT y a quien el comandante Narvarte había encomendado su cuidado, no lo entendió así y volteando su carabina por encima del anca del caballo que montaba MDT le disparó a Ramírez un balazo en la cabeza dejándolo tendido en el suelo junto al quiosco de Mama Pola. Nosotros vimos el movimiento que hizo MDT al sentir dos fogonazos por su espalda y creímos que estaba herido; pero no hubo de ser esa la intención de C. Ramírez, solo un acto propio de su estado etílico.
Entonces MDT dijo: “!ya se fregó todo¡” y volteando su caballo fue al lado del comandante Narvarte y le entregó la plaza retirándose él a la subprefectura. Mientras tanto los huelguistas avanzaron hacia adelante siguiendo el movimiento del subprefecto. El comandante ordenó una carga del piquete de caballería; pero ésta no prosperó puesto que la distancia era muy corta y los huelguistas ya estaban al pie de los caballos apaleándolos el hocico, dando lugar a que fuera rematado un gendarme y otro herido por un garrotazo dado en la cabeza que quedó tendido en el suelo desangrándose, ambos fueron inmediatamente despojados de sus armas.
Entonces el comandante Narvarte ordenó a la infantería que abrieran una calle por donde retiró a la caballería. El último en retirarse fue un soldado que iba a pie al lado de su caballo sujetándolo con la mano izquierda el sillón y manejando las riendas con la derecha; pero, el soldado que había caído junto a nuestra ventana no se movió, y solo el caballo se fue tras el piquete por espíritu gregario.
Luego el comandante ordenó cerrar filas y hacer una descarga al aire; entre los huelguistas corrió una orden: “¡las mujeres por delante!” e inmediatamente ellas se colocaron en primera fila y siguieron el avance. En vista que no hicieron caso, el Comandante ordenó una segunda descarga que tampoco produjo efecto; por lo que ordenó calar bayoneta. Allí sí, las mujeres al ver el revoleo de las bayonetas no quisieron seguir adelante e iniciaron un movimiento de retroceso en la masa de la gente. Pero, los hombres no las dejaban pasar sujetándolas, lo que las acabó de aterrorizar haciendo retroceder al público. Al ver la situación de las mujeres, la señora Vega abrió la puerta de su casa y les gritó: “¡por aquí!”, entonces corrieron todas las mujeres a la casa, en estado de terror, por la cercanía de las bayonetas que le destrozaron los muebles de su sala y en donde ya no cabían más. Seguidamente, la humanitaria mujer cerró la puerta y solo quedaron sin entrar dos de ellas que gritaban que las abrieran la puerta, sin ser atendidas. Una de ellas era una mujer joven de 30 años, vestía blusa blanca y llevaba alrededor de su cintura dos costalillos de harina vacíos; la otra era de más edad y vestía traje oscuro. En esos momentos mi mamá nos retiró de la ventana porque notó que se desprendían de la pared granitos de tierra y de dio cuenta que alguien estaba disparando contra nuestra casa, que las balas atravesaban fácilmente la pared de quincha.
El prefecto Arenas, como lo hicieron después las autoridades locales y representantes de los grupos de poder, justificó su proceder argumentando que la gendarmería se vio forzada a actuar así, ante la belicosidad de “mujeres alcoholizadas y armadas de revólveres”. Repugna el cinismo de la autoridad departamental el mismo día de la matanza:
Huacho, junio 14 de 1917.
Ministro de Gobierno – Lima.
Desde mi llegada hice citar Comisión huelguistas para las 10 a.m. no habiendo concurrido. A las 11 se presentó por extremo de la población un grupo de más de 500 huelguistas precedidos por mujeres mayoría alcoholizadas. Como fuerza pública impidióles entrada población, hicieron tiros de revólver en gran cantidad contra patrullas que custodiaban el orden. Tropa vióse obligada a hacer fuego como única manera de contenerlos, pues pueblo había de antemano desempedrado las calles. Después primer encuentro restablecídose la calma, huelguistas regresaron Campiña, donde estoy seguro, traman nuevo plan, pues son muchos los agitadores de ideas disociadoras.
Arenas.- Prefecto (La Crónica, Lima, 20.06.1917. p. 4).
Diversos sectores de la opinión pública no sólo desmintieron versiones de este tipo, sino que las rechazaron. Desde la cárcel, los dirigentes presos aclaran:
Cárcel de Huacho, julio 1° de 1917.
Señor presidente de la Sociedad Unión Jornaleros de Tambo Blanco.
S.P.
Cumpliendo encargo de esa institución se ha acercado, en la fecha, a este establecimiento, la comisión nombrada para saludarles en su nombre, manifestarnos sus sentimientos por la injusta prisión de que somos víctimas desde el 14 de junio último, y dejarnos valiosos obsequios y dinero para atender a ciertos gastos.
Dejamos constancia de nuestro más profundo agradecimiento por el bien que nos dispensa esa noble institución, y decimos a ella, como las demás de su género, que a honra tenemos estar en esta cárcel porque nuestras conciencias están tranquilas y nuestras frentes muy erguidas; que hemos sido sacados, por orden del Prefecto, coronel Edgardo Arenas, de nuestros propios hogares con la fuerza pública; y los delitos por la que se nos acusa no ha sido obra de la más refinada calumnia, para paliar así la grave responsabilidad en que han incurrido los autores de la matanza de inocentes mujeres y señoritas huachanas de algunos pacíficos ciudadanos que se hallaban contemplando la bien ordenada y honrosa actitud de la mujer huachana, que figurará en la historia.
Desde nuestra prisión protestamos de la grosera imputación que ha hecho el Alcalde Municipal, don Manuel B. Sayán Palacios, autoridades políticas y ciertos comerciantes de esta plaza, de que nuestras pisanas, el 14 de junio último vinieron a la ciudad, borrachas y con propósito de saquear el comercio. ¡Qué infamia! ¡Que miseria!
Bien saben Uds. Y todos en general que el huachano es por tradición honrado, humilde, noble y generoso y de cuyas preciosas cualidades se han aprovechado siempre para engañarlo y explotarlo en todo terreno.
Hay una prueba más de la honradez huachana, de que el 2 de setiembre de 1916, la ciudad quedó en poder de más de 3 mil huelguistas, por más de 24 horas y a nadie se le quitó un alfiler.
Este hecho lo constató el mismo señor Prefecto Arenas y autoridades que hoy nos acusan, y ciertos comerciantes que piden garantías.
No dudamos que la institución que dignamente preside Ud., las demás de la ciudad y campiña, y toda persona honrada e independiente, se apresurarán a secundar nuestra protesta, y conocer a nuestros gratuitos enemigos.
Aprovechamos de esta especial oportunidad para suscribirnos sus muy gratos y fieles servidores.
(Firmado) A. C. Guerrero, Florentino Malasque, Eduardo Grados y Marcos, Dionicio Pajuelo, Moisés Morán, Honorio Torero, Eleodoro Arias, Augusto A. Mestas, Nataniel Reyle, Moisés Castañeda” (La Patria - Huacho, 05.07.1917. p. 3).