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Rodolfo Moreno |
Por Rodolfo Moreno
Mi canto es de una moldura
Tan ancestral y exquisita
Que aquí todo resucita
Como sonora criatura.
En mi palabra segura
Laten alegres y tiernos
Descalzos héroes fraternos
Y los amores más fieles,
Estos versos son los rieles
que los rescatan eternos.
II
De la blancura fulgente
De honestos algodonales,
De transparentes puquiales
Que cantan luz reluciente.
De la luna que consiente
El beso de los luceros,
De los bostezos primeros
Conque la aurora se peina,
De ellos es la luz que reina
En todos mis cancioneros.
III
De los vientos que briosos
Bajan de las altas punas,
De esas elevadas cunas
son mis versos amorosos;
los tallaron sudorosos
la lluvia siempre fecunda
y el relámpago que inunda
de asombros el vasto cielo;
por eso para señuelo
en luz y besos se abunda.
IV
De aquel victorioso vuelo
De nuestro cóndor andino,
Del suspiro que un camino
Se va labrando en el cielo.
Del grueso puño sin velo
Que acorrala al opresor,
Del incomparable amor
Del cogollo por su rama;
De todo esto hace su cama,
Su mensaje y su fervor.
V
De aquella esperanza erguida
Y ancestral fraternidad,
Del maíz y su bondad
Viene su fuerza encendida.
De nuestra quinua querida
Que en todos los platos canta,
De nuestra papa que espanta
El cansancio y languidez;
De ellas tiene la altivez
Y el vigor que la amamanta.
VI
Mi palabra fue escogida,
Por jilgueros y zorzales
Para acunar sus nidales
Con su música bruñida;
Su luz florece tendida
En las alcobas sencillas
Y en ruborosas mejillas
Como blasón y bandera,
Luce flameando señera
Borrando odios y rencillas.
VII
Este telúrico aliento
Conque se adorna mi canto
Es la sonrisa y el llanto
De nuestra tierra y el viento.
Es el húmedo lamento
De los agónicos ríos,
Los trágicos desvaríos
De montañas y nevados.
¡ Llaga y dolor hermanados,
Vidas plenas de amoríos !
VIII
Antes la fraternidad
florecía en todo pecho
y hasta el viento era derecho
en sus muestras de amistad.
Nuestra danza era verdad,
Nuestras comidas cantaban
Y nuestros cantos trinaban
A la luz de la memoria.
¡ Los viejos eran la gloria,
Los niños la correteaban !
IX
Entonces nuestros abuelos
Con los bosques se hermanaban
Y con las lluvias danzaban
Ofrendas a estos suelos.
Aquí quedaban los cielos,
aquí estaba el paraíso;
pero todo lo deshizo
el odio del capital,
haciendo al hombre animal
vano, letal y enfermizo.
X
Nuestro padre sol me envía
A subir a los altares
El canto de los juglares,
Del huayno su melodía;
Para colgar la alegría
De nuestra chicha desnuda
En cada pecho que anuda
Sencillez con amistad.
¡ Seamos verbo y bondad,
Y altar sin sombra ni duda !