Photo: Svetlana al fondo con boìna celeste, Natalia, en el medio con vestido azul. (presentaciòn de mi novela 'Secreto de desamor'' en Moscù). |
Por Jorge Aliaga Cacho.
Muchas veces dejamos fotos sin nombre, en cajas, cajones de escritorios, roperos. Ha sucedido que, viendo el àlbum de fotos de mi abuela, he encontrado en las instantàneas personajes que son difìciles de identificar pero estàn allì, en alguna foto de grupo, sonriendo, contentos de haber disfrutado ese momento y nosotros al verlos nos quedamos adivinando quienes podrìan ser pero incapàces de resolver el acertijo.
Cuando en el baùl de los recuerdos encontrè las fotos de Svetlana, no quise que con estas fotos sucediera lo mismo y ahora, que todavìa la recuerdo, deseo escribir acerca de los momentos y circunstancias en las que conocì a esta bella dama rusa, nacida en la ciudad de Kirov, en la otrora Uniòn Soviètica. A Svetlana la conocì a travès de la internet. No recuerdo en que portal pero si recuerdo que tuvimos un ràpido acuerdo para tener una cita en el centro mismo de la Plaza Roja, en Moscù. Ese era uno de mis sueños: ''que encontrarìa a mi 'media naranja' en las cercanìas del mausoleo a Lenin''.
Corrìa el año 2001 y llegaba al Aeropuerto Shemerejevo sin saber hablar el idioma ruso. Confiado en mi conocimiento de la lengua de Shakespeare pasè los controles de inmigraciòn y luego, a la salida del aeropuerto, abordè el primer autobùs que se cruzò en mi camino repitiendo, al ingresar al vehìculo, las palabras: 'Red Square, Red Square' ('Plaza Roja, Plaza Roja'), algunos pasajeros con movimientos de cabeza me dieron a entender que el autobùs pasarìa por la històrica plaza. Lo cierto es que tuve que bajar del vehìculo a varias cuadras del lugar. La caminata fue excitante. Metro a metro me acercaba hacìa la plaza de mis sueños. Avenidas anchas, elegantes edificios residenciales construìdos por el gobierno de Stalin. Pasè por un edificio que, despuès me enterè que, habìa sido la sede de La Cheka o policìa secreta sovètica. De allì tomè la calle històrica Nikólskaya que conecta con la Plaza Roja. Lleguè a la misma esquina del mercado GUM, frente al mausoleo del gran Lenin y cerca a la Catedral de Kazàn. En el centro de la plaza ya se encontraba Svetlana. Vestia falda blanca y tacones del mismo color; cartera de cuero tambièn blanca. Me acerquè a ella con paso lento, ello me permitìa admirar su belleza. Tenìa el pelo ensortijado. Ojos grandes, azules. Nos saludamos en inglès, al acercarme a ella, para darle un beso en la mejilla, me di cuenta de su real estatura. No me amedentrè pero pensè que habrìa sido buena idea preguntarle cuànto medìa antes de venir a Rusia. Buscamos un lugar para beber un trago. Al cruzar la plaza me percatè que unas niñas rusas, de edad escolar, vendìan botellas de Coca Cola, contenidas en una caja, sostenida en la cintura por unas correas que bajaban del cuello. Entramos a un edificio cerca al GUM, el ascensor nos llevò a un departamento que funcionaba como bar. El dueño y mozo a la vez era un armenio. Me di cuenta que eramos los ùnicos en el establecimiento. Pedì una botella de wiskey y el armenio quedò impresionado igual que Svetlana. El poder adquisitivo de los rusos en su nuevo sistema capitalista no permitìa esos lujos, ese tipo de atrevimiento. El armenio se apresurò a cargar un tape en su reproductor de casetes, la mùsica de Armik Dashchi fluìa en el ambiente y Svetlana con sus ojos, sonreìa.
Conversàbamos amenamentte; desde el mostrador el armenio no nos quitaba la mirada de encima a no ser que le tocase cambiar el casete del reproductor. No recuerdo si bebimos una segunda botella de wiskey o de alguna bebida espirituosa. Sòlo recuerdo que nos encontràbamos ingresando al Hotel Intourist, un edificio de 22 pisos con 403 habitaciones, que en la era soviètica estaba reservado para los turistas extranjeros. En la Rusia capitalista habìa sufrido algunos cambios pues la principal atracciòn no eran los turistas parlantes de diferentes idiomas sino las prostitutas que por una cantidad de dòlares pagados a la polìcia conseguìa el derecho de vender sus cuerpos dentro de las instalaciones, del otrora ''Intourist', adonde habrìan llegado grandes revolucionarios del mundo. Mujeres rusas, con la excepciòn de las 'damas de la noche' no podìan ingresar como acompañantes a las habitaciones. Svetlana tambièn era una excepciòn porque ella era, me lo habìa dicho, y yo ya me habìa olvidado, coronel de la policìa rusa. Svetlana se dirigiò hasta la esquina dercha del lobby. Allì se hallaba uno de esos 'desks' parecido a los que usa la policìa de inmigraciòn en los aeropuertos. Sus colegas le dijeron que podìa subir a mi habitaciòn pero hasta una hora determinada y que no sea pasada la medianoche. Yo no recuerdo nada màs de lo que ocurriò esa noche pero si me acuerdo que temprano en la mañana bajamos al lobby, salimos del hotel y desayunamos en un restaurante contiguo al 'Intourist'. Me dijo que habìa pasado una noche agradable. Yo no me acordaba de nada. El hotel ''Intourist'' construìdo el año 1970 para recibir a los extranjeros fue demolido en el 2002, al año siguiente de mi visita, pues en la opiniòn del alcalde de Moscù, ese hotel se habìa convertido en un 'diente podrido'. La Calle Màximo Gorki, donde estaba situado el hotel, tambièn revirtiò su nombre al de Calle Tverskaya.
Los dìas siguientes Svetlana me hizo conocer los lugares turìsticos de Moscù que incluyò el Cafè Pushkin que en Amèrica Latina lo pusieron de moda los hermanos Arraigada con su hit 'Natalie'. Los dìas los pasè aprendiendo sobre la realidad rusa. Viajamos en tren a San Petersburgo y, despuès del Palacio de Invierno, subimos al buque 'Aurora' que diera la señal para iniciar la Revoluciòn de Octubre'. Unas moneditas extras, 'para la gaseosita', solicitados por los marinos que resguardaban el barco, nos abriò las puertas de la cabina de mando desde donde se ordenò el disparo, el cañonazo, y aprovechamos tomarnos las fotos de rigor. Diez años despuès regresarìa a Rusia donde habìan organizado la presentaciòn de mi novela 'Secreto de desamor'. La presentaciòn la hice en el idioma inglès. Svetlana viajo de Kirov tres dìas antes para pasarla juntos. Ella ya no pertenecìa al cuerpo policial. Ahora era abogada. De cazadora de de criminales habìa pasado a ser defensora de delincuentes. Debìa de visitar a sus clientes en las càrceles de Kirov y tenìa que regresar a esa ciudad, cosas de trabajo. A la presentaciòn de mi libro vendrìa Natalia, natural de Voronezh, una regiòn cosaca. Vivia Natalia en el centro de Moscù, cerca a la estaciòn de trenes Belorussky, ese lugar se convirtiò en mi lugar favorito de la ciudad. Allì solìa ir para tomar la sopa borsch en el segundo piso o para beber algo en la cafeterìa de la calle lateral de la estaciòn, en una esquina. De aquella estaciòn solìan salir los soldados del ejèrcito rojo hacia el frente de guerra. Millones de soldados nunca volvieron. Existe una fotografìa que marcò el encuentro entre Svetlana y Natalia el dìa de la presentaciòn de mi libro, precisamente, en la calle Tverskaya. Natalia habìa invitado a todos sus amigos que hablaban inglès. Al final de la presentaciòn Svetlana regresarìa a Kirov y Natalia se quedarìa conmigo en Moscù. La chispa del amor se habìa encendido. Regresè a Escocia pero al poco tiempo volvì a Moscù. Natalia renunciò a su trabajo para viajar conmigo directamente de Moscù a Huacho. Llegamos al 'Jorge Chàvez' de noche. En Lima tuvimos dormimos unas horas y temprano, en la mañana siguiente, abordamos el autobùs con direcciòn a la incomparable Huacho. Allì, ese dìa, se iniciaba el I Encuentro Internacional de Escritores y Poetas, ''Raùl Gàlvez Cuèllar'', en la que participò Natalia y quedan las fotos, del archivo de la Sociedad de Poetas y Narradores de la Regiòn Lima, para seguir contando la historia.