Sociólogo - Escritor

El material de este blog es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformarnos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya al periodismo independiente. Es tuyo.

"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
email address:
jorgealiagacacho@hotmail.co.uk
https://en.m.wikipedia.org/wiki/Jorge_Aliaga_Cacho
http://www.jorgealiagacacho.com/

16 de enero de 2014

Hombres de pelo en pecho o hombres lampiños

Brad Pitt
Por Jorge Aliaga Cacho

Ayer tuve una interesante conversación con una dama inteligente sobre el tema que hoy  nos ocupa. El resultado de este intercambio de opiniones resaltó que las mujeres están divididas respecto a este tema 'pelón'.  Me pregunto hasta qué punto puede preocuparle a la mujer los "pelitos" que la naturaleza ha brindado a los hombres en tan variada y diversa forma. Algunos de sus puntos de vista proponian que la abundancia de vellos en el hombre eran evidencia de virilidad masculina pero no presentaba evidencia empírica para sustentar su reclamo. Hoy me preocupó, un poco, porque resulta que un estudio en los Estados Unidos conducido por el Prof. Aikarakudy Alias asegura que los hombres de pelo en pecho tienen un nivel intelectual superior a los hombres lampiños. Este hallazgo me 'sicoseo' ya que anunciaba mi lugar, debido a la incipiente presencia de vellos en mi amplio y fornido pecho, al lado de los idiotas. 
Hoy sonrio al escribir estas lineas y comparto con los seguidores de mi blog los nombres de algunos símbolos sexuales masculinos modernos que, evidentemente, no se encuentran en el sample del estudio del Prof. Aiarakudy.  Sin embargo debo de hacerle una anotación a tan distinguida autoridad universitaria.  Me refiero a que el resultado de su estudio se debe a que el hombre anglosajón tiene mayor acceso a la educacion superior en los EEUU.  Y le recomiendo no olvidarse de que estos mismos hombres de pelo en pecho eliminaron a millones de indios americanos, lampiños, no precisamente en lucha cuerpo a cuerpo, o pelito a pelito, sino por la superioridad de tecnologia militar y pero aun por las epidemias que los blancos trajeron a nuestras tierras americanas.


Seleción de hombres lampiños
 
Paul Newman
Leonardo Di Caprio
Brad Pitt
Gael García Bernal
Justin Bieber
Jorge Aliaga Cacho


‘Lo más importante es que uno se sienta cómodo con su cuerpo’

No tengo preferencia por un hombre velludo o uno lampiño. Me da exactamente lo mismo. La virilidad de un hombre no tiene por qué estar atada a su cantidad de vellos. Hay muchos factores que influyen en la masculinidad como por ejemplo la actitud del hombre y su necesidad de protegernos. Si la pregunta es cuál es mi opinión acerca de que ellos se depilen, puedo decir que me parece bien. Los tiempos cambian.   Hay factores externos que impulsan a que los hombres  reduzcan su  cantidad de vello corporal. Por mencionar alguno, hay hombres atletas que así lo prefieren, ya que un exceso de pelos causa molestias al hacer deporte: sudan mucho, les da calor, les raspa el pecho... Que esa decisión,  más ligada a la comodidad que a otra cosa, influya negativamente en su imagen me parece muy mal.     Además, hay ciertas partes del cuerpo que se ven mejor sin vellos, como la espalda o los glúteos.  ¿Por qué una mujer tendría que tener el derecho de quitarse los vellos que  la incomodan y un hombre no? Creo que en nuestra cultura todavía estamos acostumbradas a que la estética sea un campo estrictamente nuestro. Esto puede causar un choque cultural cuando un hombre comienza a tantear ese terreno.  Pero a mí me parece bien.  Cuando están en juego factores de belleza inofensivos y puramente estéticos, pienso que la gente debe elegirlos de acuerdo a lo que le haga más feliz. Hay mujeres que se operan, se cambian la nariz, se ponen prótesis en el pecho y nadie las juzga por cambiar su aspecto. Lo más importante es la confianza personal. Los hombres merecen ese derecho.

Sara Labalestra, 23 años


‘Un pecho velludo es sinónimo de virilidad’

Prefiero los hombres con vello. Se ven más atractivos. Los lampiños se  ven intocables, parecen  muñecos de plástico fríos y artificiales: quedan infantiles y si se razuran  con cuchilla luego nos pinchan. No podemos ni acurrucarnos en su pecho, porque más que un hombre parecen un puerco espín. ¡Me parece un desastre! Es real que a las mujeres nos gusta que los hombres sean vanidosos porque al preocuparse de su imagen, también se preocupan de la nuestra: nos obligan indirectamente a que nos cuidemos y estemos lindas para ellos. Pero ningún extremo es bueno. Una cosa es que sean aseados y otra que se olviden de su virilidad. Las mujeres somos delicadas. Toparse con un hombre que tenga la piel más suave que la de una, genera rechazo y  hasta incomodidad. Es irse en contra natura. Como si de repente uno  entrara  en una especie de competencia.  No tiene ningún  sentido. Si las mujeres nos depilamos, nos pintamos las uñas, nos maquillamos, usamos cremas para que nuestras pieles sean suaves y hacemos todo lo que hacemos por ellos,  es para marcar una diferencia. Para mí lo femenino es símbolo  de ternura  y sutileza; en cambio lo masculino se relaciona más con lo robusto. Los hombres deben tener cuerpos macizos y poco delicados. Yo creo que deben mantener  sus pechos velludos. Me es difícil pensar que una mujer disfrute arrimándose sobre un hombre cuyo pecho está más liso que una nalga de bebé. 

Valeria Salazar, 31 años

15 de enero de 2014

Juan Gelman Burichson (1930 - 2014)

Juan Gelman


Fue miembro, siendo joven, de varios grupos literarios y más tarde se convirtió en un periodista importante. Trabajó como traductor en las Naciones Unidas. Él siempre ha sido un activista político ardiente. En 1975 se involucró con los Montoneros, aunque más tarde se distanció del grupo. Después del golpe de 1976 Argentina, se vio obligado a exiliarse en Argentina. En 1976, su hijo Marcelo y su nuera embarazada, María Claudia, 20 y 19 años, fueron secuestrados de su hogar. Se convirtieron en dos de los 30 mil desaparecidos, sin dejar rastro, durante el gobierno la junta militar. En 1990 Gelman fue dirigido a identificar los restos de sus hijos (que habían sido ejecutados y enterradas en un barril lleno de arena y cemento).  Años más tarde, en 2000, fue capaz de rastrear a su nieta, nacida en la puerta trasera de un hospital  antes de que María Claudia, su madre fuera asesinada. La bebe fue dada una familia uruguaya. Los restos de María Claudia aún no han sido recuperados. 

Fuente: TELAM. http://www.telam.com.ar/notas/201401/48153-el-emblematico-discurso-de-juan-gelman-al-recibir-el-premio-cervantes.html

El poeta Juan Gelman, fallecido en el Distitro Federal de México, recibió en 2008 el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2007, oportunidad en la que pronunció un recordado discurso en el que definió a la poesía como “una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa”, parafraseando a don Quijote.
A continuación Télam reproduce el texto completo:

 "Deseo, ante todo, expresar mi agradecimiento al jurado del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, a la alta investidura que lo patrocina y a las instituciones que hacen posible esta honrosísima distinción, la más preciada de la lengua, que hoy se me otorga. Mi gratitud es profunda y desborda lo meramente personal. En el año 2006 se galardonó con este Premio al gran poeta español Antonio Gamoneda y en el 2007 lo recibe también un poeta, esta vez de Iberoamérica. Se premia a la poesía entonces, `que es como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa´ para don Quijote, doncella que, dice Cervantes en `Viaje del Parnaso´, `puede pintar en la mitad del día la noche, y en la noche más escura el alba bella que las perlas cría... Es de ingenio tan vivo y admirable que a veces toca en puntos que suspenden, por tener no se qué de inescrutable´.

A la poesía hoy se premia, como fuera premiada ayer y aún antes en este histórico Paraninfo donde voces muy altas resuenan todavía. Y es algo verdaderamente admirable en estos “Dürftiger Zeite”, estos tiempos mezquinos, estos tiempos de penuria, como los calificaba Hölderlin preguntándose “Wozu Dichter”, para qué poetas.

¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán fallecido desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía: de pie contra la muerte.


Safo habló del bello huerto en el que “un agua fresca rumorea entre las ramas de los manzanos, todo el lugar sombreado por las rosas y del ramaje tembloroso el sueño descendía”, Mallarmé conoció la desnudez de los sueños dispersos, Santa Teresa recogía las imágenes y los fantasmas de los objetos que mueven apetitos, San Juan bebió el vino de amor que sólo una copa sirve, Cavalcanti vio a la mujer que hacía temblar de claridad el aire, Hildegarda de Bingen lloró las suaves lágrimas de la compunción, y tanta belleza cargada de más vida causa el temblor de todo el ser. ¿No será la palabra poética el sueño de otro sueño?

Santa Teresa y San Juan de la Cruz tuvieron para mí un significado muy particular en el exilio al que me condenó la dictadura militar argentina. Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron. Ese es un destino “que no es sino morir muchas veces”, comprobaba Teresa de Avila. Y yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado. La dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra “desaparecido” es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanas y ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto. El Quijote me abría entonces manantiales de consuelo.

Lo leí por primera vez en mi adolescencia y con placer extremo después de cruzar, no sin esfuerzo, la barrera de las imposiciones escolares. Me acuciaba una pregunta: ¿cómo habrá sido el hombre, don Miguel? Conocía su vida de pobreza y sufrimiento, sus cárceles, su cautiverio en Argel, su Lepanto, los intentos fallidos de mejorar su suerte.

Pero él, ¿quién era? Releía el autorretrato que trazó en el prólogo de las Novelas Ejemplares: “Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada”, que nada me decía, salvo la mención de sus “alegres ojos”. Comprendí entonces que él era en su escritura. Me interno en ella y aún hoy creo a veces escuchar sus carcajadas cuando acostaba al Caballero de la Triste Figura en el papel. Sólo quien, desde el dolor, ha escrito con verdadero goce puede dar a sus lectores un gozo semejante. Cómico es el rostro de la tragedia cuando se mira a sí misma.

"Y yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado"
Declaro que, en verdad. quise recorrer ante ustedes, con ustedes, los trabajos de Persiles y Sigismunda, o la locura quebradiza del licenciado Vidriera, o compartir la nueva admiración y la nueva maravilla del coloquio de los perros, o el combate verdaderamente ejemplar entre los poetas malos y los buenos que tiene lugar en “Viaje del Parnaso” y en el que cualquier buen poeta podía caer herido por un pésimo soneto bien arrojado. Pero tal como la lámpara alimentada a querosén que los campesinos de mi país encienden a la noche y alrededor de la cual se sientan a cenar, cuando hay, y luego a leer, cuando hay y cuando hay ganas, y a la que mosquitos y otros seres alados acuden ciegos de luz y la calor los mata, así yo, encandilado por don Alonso Quijano, no puedo sustraerme a su fulgor.

Muchas plumas hondas y brillantes han explorado los rincones del gran libro. Por eso, parafraseando al autor, declaro sin ironía alguna que, con seguridad, este discurso carece de invención, es menguado de estilo, pobre de conceptos, falto de toda erudición y doctrina. Sólo hablo como lector devoto de Cervantes, pero quién puede describir los territorios del asombro. Con mucha suerte y perspicacia, es posible apenas sentarse a la sombra de lo que siempre calla.

Cervantes se instala en un supuesto pasado de nobleza e hidalguía para criticar las injusticias de su época, que son las mismas de hoy: la pobreza, la opresión, la corrupción arriba y la impotencia abajo, la imposibilidad de mejorar los tiempos de penuria que Hölderlin nombró. Se burla de ese intento de cambio y se burla de esa burla porque sabe que jamás será posible terminar con la utopía, recortar la capacidad de sueño y de deseo de los seres humanos. Cervantes inventó la primera novela moderna, que contiene y es madre de todas las novedades posteriores, de Kafka a Joyce. Y cuando en pleno siglo XX Michel Foucault encuentra en Raymond Roussel las características de la novela moderna, éstas: “el espacio, el vacío, la muerte, la transgresión, la distancia, el delirio, el doble, la locura, el simulacro, la fractura del sujeto”, uno se pregunta ¿qué? ¿No existe todo eso, y más, en la escritura de Cervantes?

Su modernidad no se limita a un singular universo literario. La más humana es un espejo en el que podemos aún mirarnos sin deformaciones en este siglo XXI. Dice Don Quijote: “Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar la maldita máquina) y corta y acaba en un instante los pensamientos y la vida de quien la merecía gozar luengos siglos”.

Desde el lugar de presunto caballero andante quejoso de que las armas de fuego hayan sustituido a las espadas, y que una bala lejana torne inútil el combate cuerpo a cuerpo, Don Quijote destaca un hecho que ha modificado por completo la concepción de la muerte en Occidente: es la aparición de la muerte a distancia, cada vez más segura para el que mata, cada vez más terrible para el que muere. Pasaron al olvido las ceremonias públicas y organizadas que presidía el mismo agonizante en su lecho: la despedida de los familiares, los amigos, los vecinos, el dictado del testamento ante los deudos. La muerte hospitalizada llega hoy con un cortejo de silencios y mentiras. Y qué decir de los 200.000 civiles de Hiroshima que el coronel Paul Tobbets aniquiló desde la altura apretando un simple botón. Piloteaba un aparato que bautizó con el nombre de su madre, arrojó la bomba atómica y después durmió tranquilo todas las noches, dijo.

Pocos conocen el nombre de las víctimas cuya vida el coronel había segado. La muerte se ha vuelto anónima y hay algo peor: hoy mismo centenares de miles de seres humanos son privados de la muerte propia. Así se da en Irak.

Creo, sin embargo, como el historiador y filósofo Juan Carlos Rodríguez, que el Quijote es una gran novela de amor. Del amor imposible. En el amor se da lo que no se tiene y se recibe lo que no se da y ahí está la presencia del ser amado nunca visto, el amor a un mundo más humano nunca visto y torpemente entrevisto, el amor a una mujer que no es y a una justicia para todos que no es. Son amores diferentes pero se juntan en un haz de fuego. ¿Y acaso no quisimos hacer quijotadas en alguna ocasión, ayudar a los flacos y menesterosos? ¿Luchando contra molinos de aspas de acero, que ya no de madera? ¿Despanzurrando odres de vino en vez de enfrentar a los dueños del dolor ajeno? ¿“En este valle de lágrimas, en este mal mundo que tenemos –dice Sancho–, donde apenas se halla cosa que esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería”?
He celebrado hace dos años, con ocasión de la entrega del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, mi llegada a una España que no acepta las aventuras bélicas y que rompe clausuras sociales que hieren la intimidad de las personas. Hoy celebro nuevamente a una España empeñada en rescatar su memoria histórica, único camino para construir una conciencia cívica sólida que abra las puertas al futuro. Ya no vivimos en la Grecia del siglo V antes de Cristo en que los ciudadanos eran obligados a olvidar por decreto. Esa clase de olvido es imposible. Bien lo sabemos en nuestro Cono Sur.

Para San Agustín, la memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llama a los recuerdos que a uno se le antojan. Pero hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares desaparecieron. Pesan en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas incesantes: ¿cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.
Enterrar a sus muertos es una ley no escrita, dice Antígona, una ley fija siempre, inmutable, que no es una ley de hoy sino una ley eterna que nadie sabe cuándo comenzó a regir. “¡Iba yo a pisotear esas leyes venerables, impuestas por los dioses, ante la antojadiza voluntad de un hombre, fuera el que fuera!”, exclama. Así habla de y con los familiares de desaparecidos bajo las dictaduras militares que devastaron nuestros países.

Y los hombres no han logrado aún lo que Medea pedía: curar el infortunio con el canto.
Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego.

Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. Sólo así es posible el olvido verdadero. La memoria es memoria si es presente y así como Don Quijote limpiaba sus armas, hay que limpiar el pasado para que entre en su pasado. Y sospecho que no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad quieren la destitución de su pasado en particular.

Pero volviendo a algunos párrafos atrás: hay tanto que decir de Cervantes, de este hombre tan fuera del uso de los otros. De sus neologismos, por ejemplo. Salvo él, nadie vio a una persona caminar asnalmente. O llevar en la cabeza un baciyelmo. O bachillear. Don Quijote aprueba la creación de palabras nuevas, porque “esto es enriquecer la lengua, sobre quien tienen poder el vulgo y el uso”. Hace unos años ciertos poetas lanzaron una advertencia en tono casi legislativo: no hay que lastimar al lenguaje, como si éste fuera río coagulado, como si los pueblos no vinieran “lastimándolo” desde que empezaron a nombrar. Cuando Lope dice “siempre mañana y nunca mañanamos” agranda el lenguaje y muestra que el castellano vive, porque sólo no cambian las lenguas que están muertas. La lengua expande el lenguaje para hablar mejor consigo misma.

Esas invenciones laten en las entrañas de la lengua y traen balbuceos y brisas de la infancia como memoria de la palabra que de afuera vino, tocó al infante en su cuna y le abrió una herida que nunca ha de cerrar. Esas palabras nuevas, ¿no son acaso una victoria contra los límites del lenguaje? ¿Acaso el aire no nos sigue hablando? ¿Y el mar, la lluvia, no tienen muchas voces? ¿Cuántas palabras aún desconocidas guardan en sus silencios? Hay millones de espacios sin nombrar y la poesía trabaja y nombra lo que no tiene nombre todavía.

Esto exige que el poeta despeje en sí caminos que no recorrió antes, que desbroce las malezas de su subjetividad, que no escuche el estrépito de la palabra impuesta, que explore los mil rostros que la vivencia abre en la imaginación, que encuentre la expresión que les dé rostro en la escritura. El internarse en sí mismo del poeta es un atrevimiento que lo expone a la intemperie. Aunque bien decía Rilke: “[...] lo que finalmente nos resguarda/es nuestra desprotección”. Ese atrevimiento conduce al poeta a un más adentro de sí que lo trasciende como ser. Es un trascender hacia sí mismo que se dirige a la verdad del corazón y a la verdad del mundo. Marina Tsvetaeva, la gran poeta rusa aniquilada por el estalinismo, recordó alguna vez que el poeta no vive para escribir. Escribe para vivir".

14 de enero de 2014

César Vallejo 1892 - 1938

https://www.facebook.com/pages/Jorge-Aliaga/226455030733062?ref=hl

1892–1938
Source: Poetry Foundation
http://www.poetryfoundation.org/bio/caesar-vallejo

César Vallejo
Peruvian expatriate César Vallejo was a major poet, known for the authenticity and originality of his work. Deeply rooted in his mixed European and Peruvian Indian heritage, his poetry expressed universal themes related to the human condition. Sometimes called a surrealist poet, “Vallejo created a wrenching poetic language for Spanish that radically altered the shape of its imagery and the nature of its rhythms. No facile trend setter, Vallejo forged a new discourse in order to express his own visceral compassion for human suffering,” Edith Grossman writes in Los Angeles Times Book Review. “A constant feature of his poetry is a compassionate awareness of and a guilt-ridden sense of responsibility for the suffering of others,” observes James Higgins in The Poet in Peru: Alienation and the Quest for a Super-Reality. His compassion was informed by his own painful experience as an inmate in a Trujillo prison, as an expatriate political activist, and as a witness of the devastating Spanish Civil War. He also endured poverty and a chronic illness of which he died in 1938. Grossman relates, “He saw the world in piercing flashes of outrage and anguish, terror and pity. . . . A passionate, tragic poet, he mourned our loss of moral innocence and despaired of the injustice that moves the world.”

Vallejo was born in Santiago de Chuco, a small village in the northern Andes mountains. Raised Catholic and encouraged to become a priest, he discovered that he could not adhere to the requirement of celibacy. His family relationships remained secure and close. For a time, he was a clerk in his father’s notary office. His mother’s friendship, in particular, was a sustaining force in his life until her death in 1923 (some sources say 1918). The comfort of his rural life set for Vallejo a standard against which all later experiences seemed arduous and painful.

Early poems in his first collection Los heraldos negros (“The Black Messengers”) relate Vallejo’s bewilderment when struck with the harshness of city life in Trujillo and Lima, where he studied medicine, literature, and law. Introduced to the ideas of Marx, Darwin, and Rationalist philosophers, Vallejo felt that the faith in which he was raised was no longer viable. Together with other intellectuals, he became actively interested in his pre-Columbian heritage and was anguished to learn of the suffering of aboriginals in his country. When the parents of his lover broke off their relationship for reasons he did not understand, he attempted suicide. Higgins summarizes that Vallejo’s “arrival in Lima therefore, marks his initiation into a seemingly absurd and senseless world whose meaning escapes him.” Unable to replace the caring family he had lost, Vallejo felt alienated in the city. Alienation and the apparent senselessness of his suffering became his recurrent themes.

Poems in Los heraldos negros, like most Latin American poetry of that time, follow the conventions of the modernista movement. The modernistas, D. P. Gallagher explains in Modern Latin American Literature, highlighted the melodic quality of language; breaking a taboo, Vallejo added erotic lyrics to the descriptions of beautiful landscape common to this style. Modernista poets Leopoldo Lugones and Julio Herrara y Reissig influenced the young Vallejo significantly. “They were both masters of the violently surprising image, and their poetry is free of the jaded air of fatigued mimicry that many modernista poems had come to display,” Gallagher comments. By the end of Los heraldos negros in the “Canciones de hogar” (“Songs of Home”) section, Vallejo had given voice to concerns which would remain his major themes: he lamented his status as an orphan unprepared for the brutality of life in a world where God himself seemed powerless to intervene. In addition, the urgency of personal statement and original idiom in these poems show that Vallejo had outgrown his dependence on traditional literary models. Thus he presented a mature original voice having more social relevance and literary importance than his modernista mentors, Gallagher adds.

After a number of years in Trujillo and Lima, in 1920 Vallejo returned to his birthplace where he became involved in a political insurrection during which the town’s general store burned down. He was accused of instigating the conflict and was jailed for three months. Added to the death of his mother, the isolation and savagery of jail conditions affected him deeply. “The subject of a number of poems, that experience reinforced his belief in the world’s arbitrary cruelty and his sense of inadequacy in the face of it,” Higgins writes in A History of Peruvian Literature. Accordingly, poems written in prison (collected in Trilce) are markedly different from the idyllic poems of Los heraldos negros.

Trilce is more difficult, more intense, and more original than Vallejo’s first volume. Pared of all ornamental language, these poems convey the poet’s personal urgency as he cries out against the apparent meaninglessness of his suffering. Trilce introduces the wrenched syntax that allows Vallejo to get beyond the constraints of received linguistic conventions to a language that is true to his experience. Writing in A History of Peruvian Literature, Higgins catalogues the elements of Vallejo’s diction: “Vallejo confounds the reader’s expectations by his daring exploitation of the line pause, which often leaves articles, conjunctions and even particles of words dangling at the end of a line, by his frequent resort to harsh sounds to break the rhythm, by employing alliterations so awkward as to be tongue-twisters. He distorts syntactic structures, changes the grammatical function of words, plays with spelling. His poetic vocabulary is frequently unfamiliar and ‘unliterary,’ he creates new words of his own, he often conflates two words into one, he tampers with cliches to give them new meaning, he plays on the multiple meaning of words and on the similarity of sound between words. He repeatedly makes use of oxymoron and paradox and, above all, catachresis, defamiliarising objects by attributing to them qualities not normally associated with them.”

Vallejo’s wrenched syntax is not a mere literary performance; it is the means necessary “to discover the man that has been hitherto hidden behind its decorative facades. The discovery is not a pleasant one, and the noise in the poems make it consequently aggressive and not beautiful,” Gallagher observes. Out of Vallejo’s self-discovery comes an “unprecedented, raw language” that declares Vallejo’s humanness despite his confinement to make a statement “about the human problems of which Vallejo is a microcosm,” Gallagher adds. New York Review of Books contributor Michael Wood explains, “With Vallejo it is an instrument—the only possible instrument, it seems—for the confrontation of complexity, of the self caught up in the world and the world mirrored in the self. It is an answer, let us say, to the simultaneous need for a poetry that would put heart into an agonizing Spain and for a poetry that will not take wishes for truths.” Gallagher suggests that Vallejo was “perhaps the first Latin American writer to have realized that it is precisely in the discovery of a language where literature must find itself in a continent where for centuries the written word was notorious more for what it concealed than for what it revealed, where ‘beautiful’ writing, sheer sonorous wordiness was a mere holding operation against the fact that you did not dare really say anything at all.”

The facade separating Vallejo from the truth about himself—and all men—was one of many boundaries he strove to break through by means of writing. This is most evident in Trilce where the poet recognizes his imprisonment as a symbol of the human struggle against all limitations. For example, for Vallejo, the Spanish Civil War points to the existence of man’s greater struggle, a predetermined conflict between an individual and his desires for transcendence, as he phrased it in Poemas humanos. “More than a political event,” states Gallagher, to Vallejo the war was yet another facet of entropy, “that dismemberment of unity which we have seen him observing even in his own body.”

Vallejo saw that beyond the obvious constraints of government, society, and culture, man is incarcerated by time, space, and his biological limitations. Repeatedly the later poems complain of “the frustration of the poet’s spiritual aspirations by the limitations of the flesh,” relates Higgins in The Poet in Peru. The poet’s hope of freedom seems to be precluded by an inescapable biological determinism, Jean Franco notes in César Vallejo: The Dialectics of Poetry and Silence. “While his spirit holds up to him a vision of a higher life, his experience of hunger and illness brings home to him the extent to which his existence is lived on an elemental level, through that frail, decaying body of his which constantly demands satisfaction of its appetites and repeatedly breaks down under the effects of illness and age,” Higgins elaborates. He adds, “Much more serious, the poet-doctor insinuates, is the malaise brought on by reasoning which, by destroying illusions and laying bare the vanity of things, insidiously undermines his spiritual health. Since man is unable to find any meaning to life, he has no real existence and lives only through the anguished sense of futility which is slowly destroying him and which has become contagious in an age when all human values seem to have failed.” Though it becomes more subtle in later books, the theme of man versus his limits continues throughout Vallejo’s work.

In 1923, Vallejo moved to Europe. Until 1930, when he was expelled from France for his unorthodox politics, he lived in Paris, where he wrote articles about the need to get beyond the superficiality of much contemporary poetry. Literary posturing sustained by simple mimicry of the style currently in vogue may disguise a poet’s lack of talent but will not render a vital contribution to life or art, he maintained in Literatura y arte. The harshness of his standards is perhaps forgivable in that he applied them relentlessly to his own work, Gallagher comments. By achieving authenticity in innovative language, Vallejo influenced many younger poets to embrace nontraditional techniques.

In the 1920s and 1930s Vallejo became more engaged in politics. His three visits to the Soviet Union—the first in 1928—aided the formulation of his political views, and he subsequently produced political tracts including Rusia en 1931 and Reflexiones al pie del Kremlin, first published in Spain and not printed in Peru until almost thirty years later. He also wrote the novel El tungsteno (“Tungsten”), which condemns an American company for exploiting its Peruvian workers to get the element it needed to make weapons. Political statements emerge in his other works as well, but they do not dominate. Vallejo was an ambivalent Marxist. Gallagher reports, “Vallejo regards Communism, in Poemas humanos and ‘Espana, aparta de mi este caliz,’ as . . . just the vague sighting of a way out from a world that nevertheless remains as hermetically frontier-bound as that of Trilce.” Higgins finds evidence in Poemas humanos that Vallejo sometimes admired the single-mindedness of those who could submit themselves to “the cause,” but again found it impossible to subject himself without question to Marxist or communist ideals. He moved to Spain during its war years to work as a journalist and lend support to his friends in defense of the Spanish Republic. At the same time, Vallejo admired the brotherhood achieved among the activists who gave their lives to serve what they believed was the improvement of life for the poor.

After he died in 1938, his widow Georgette de Vallejo selected poems for publication in Poemas humanos. Gallagher maintains that the style of this volume is best described as “eccentric,” in two senses of the word. Poemas humanos was written in a highly personal idiom. Vallejo expressed the suffering of people in general, for instance, in the terms of his own specific experience in a violently contorted language. Secondly, Vallejo’s word choice was often “ex-centric” or off center to parallel the ambiguous nature of contemporary experience. In Vallejo’s poems, things and events do not function as symbols; they signify no apparent cause, no meaning behind the objects and events of daily life. At the same time the poems are haunted by the dread that meaning does exist, but humanity cannot grasp it. If man’s “a priori” contest is “beyond reckoning,” as Vallejo wrote in Poemas humanos, it must also lay somewhat beyond words. Vallejo’s unique diction is a natural extension of his personal crisis.

Though he won little critical acclaim before his death, Vallejo came “to be recognized as an artist of world stature, the greatest poet not only of Peru but of all Spanish America,” Higgins sums up in The History of Peruvian Literature. Gallagher concludes, “There is no poet in Latin America like Vallejo, . . . who has bequeathed so consistently personal an idiom, and no poet so strictly rigorous with himself. It is a curiously subtle, menacing world that he has left us in his mature works.” Vallejo will be remembered for discovering a unique poetic language that expresses what he perceived as the frustration inherent in the human condition and the chaos of the world. Franco comments that for Vallejo, using that language was a vital exercise of freedom: “Vallejo knew that with every automatic word and gesture man contributes to his own damnation and imprisonment. His great achievement as a poet is to have interrupted that easy-flowing current of words which is both a solace and the mark of our despair, to have made each poem an act of consciousness which involves the recognition of difficulty and pain.” Vallejo is seen as the progenitor of many innovations in poetic technique. New York Times Book Review contributor Alexander Coleman observes that Vallejo, “the standard for authenticity and intensity” in Hispanic literature, opened the way for future poets by leaving to them “a language swept clean, now bright and angular, ready for the man in the street.”

Career

Poet and freelance writer. Worked in his father's notary office, in mine offices, as a tutor, and in an estate accounts office; teacher, Centro Escolar du Verones and Colegio Nacional de San Juan, 1913-17; lived in Lima, Peru, 1917-23; teacher, Colegio Barros, 1918-19, and another school, 1920; involved in political riot, Santiago de Chuco, Peru, and imprisoned, 1920-21; teacher, Colegio Guadalupe, 1921-23; lived in Europe after 1923; secretary, Iberoamerican press agency, 1925. Worked as journalist and helped publish Nuestra Espana in Spain during the Spanish Civil War, 1936-38.

Bibliography

POETRY
  • Los heraldos negros (title means "The Black Messengers"), includes "Canciones de hogar," [Lima], 1918, Peru Nuevo, 1959, published as Los heraldos negros, 1918, Losada (Buenos Aires), 1961, translation by Kathleen Ross and Richard Schaaf published as The Black Heralds, edited by Yvette E. Miller, introduction by Jean Franco, Latin American Literary Review Press, 1990.
  • Trilce, Talleres Tipografia de la Penitenciaria (Lima), 1922, second edition with introduction by Jose Bergamin, Cia Iberoamericana de Publicaciones (Madrid), 1931, published with essays by Antenor Orrego and Bergamin, Fondo de Cultura Popular, 1962, translation by David Smith, Grossman (New York, NY), 1973, translated by Rebecca Seiferle, edited by Stanley Moss, Sheep Meadow Press (Riverdale-on-Hudson, NY), 1992.
  • Poemas humanos, Presses Modernes (Paris), 1939, Peru Nuevo, 1959, translation by Clayton Eshleman published as Poemas Humanos: Human Poems, Grove Press, 1969.
  • Espana, aparta de mi este caliz, with introductory essay "Profecia de America" (title means "Prophecy of America"), Seneca (Mexico), 1940, translation by Alvaro Cardona-Hine published as Spain, Let This Cup Pass from Me, Red Hill, 1972, translation by Eshleman and Jose Rubia Barcia published as Spain, Take This Cup from Me, Grove Press, 1974.
  • Antologia de Cesar Vallejo, compiled by Xavier Abril, Claridad, 1942.
  • Antologia, compiled by Edmundo Cornejo U., Hora del Hombre, 1948.
  • Poesias completas (1918-1938), compiled by Cesar Miro, Losada, 1949.
  • Los mejores versos de Cesar Vallejo, [Buenos Aires], c. 1956.
  • La vida, y quince poemas: antologia poetica, compiled by Jose Escobar and Eugenio Martinez Pastor, Baladre, 1958.
  • Poemas, compiled with notes by Ramiro de Casabellas, Perrot (Buenos Aires), 1958.
  • Poemas escogidos, compiled with prologue by Gustavo Valcarcel, Latinoamericana, 1958.
  • Poemas humanos (1923-1938) [and] Espana, aparta de mi este caliz (1937-1938), Losada, 1961.
  • Poesias completas, Volume 1: Los heraldos negros, Volume 2: Trilce, Volume 3: Espana, aparta de mi este caliz, Volume 4: Poemas humanos, Peru Nuevo, 1961.
  • Cesar Vallejo: Sus mejores obras, (includes Los heraldos negros, Trilce, and Rusia en 1931: Reflexiones al pie del Kremlin), Ediciones Peru, 1962.
  • Twenty Poems (bilingual edition), selection and translations by Robert Bly, James Wright, and John Knoepfle, with essay by Wright, Sixties Press, 1962.
  • Antologia poetica, with introduction by Valcarcel, Impresiones Nacional de Cuba, 1962.
  • Los heraldos negros y Trilce, Ediciones Peru, 1962.
  • Poesias completas, with prologue by Roberto Fernandez Retaman, Casa de las Americas (Havana), 1965.
  • Antologia, edited with notes by Julio Ortega, Universitaria, 1966.
  • Cesar Vallejo, edited by wife, Georgette de Vallejo, P. Seghers (Paris), 1967.
  • Seven Poems, translation by Eshleman, R. Morris, 1967.
  • Obra poetica completa, with manuscript facsimiles, edited by G. de Vallejo, (includes Los heraldos negros and Poemas humanos), F. Moncloa, 1968.
  • Obras completas (three volumes), Mosca Azul (Lima), Volume 1: Contra el secreto profesional: A proposito de Pablo Abril de Vivero, 1968, Volume 2: El arte y la revolucion, 1968, Volume 3: Obra poetica completa, with revised biographical essay by G. de Vallejo, 1974.
  • Cesar Vallejo: An Anthology of His Poetry, edited with an introduction and notes by James Higgins, Pergamon Press, 1970.
  • Un hombre pasa, translation by Michael Smith, New Writers' Press, 1970.
  • Ten Versions from Trilce, translations by Charles Tomlinson and Henry Gifford, San Marcos Press, 1970.
  • Neruda and Vallejo: Selected Poems, translation by Bly, Wright, and Knoepfle, edited by Bly, Beacon Press, 1971, edited and a new preface by Robert Bly, Beacon Press (Boston), 1993.
  • Poesias completas de Cesar Vallejo, J. Pablos (Mexico), 1971.
  • Selected Poems, edited by Gordon Brotherston and Ed Dorn, Penguin, 1976.
  • Cesar Vallejo: The Complete Posthumous Poetry, translation by Eshleman and Barcia, University of California Press, 1978.
  • Perfil de Cesar Vallejo: Vida y obra antologia poetica, edited by Juan Larrea and others, Grafica San Andres, 1978.
  • Poesia completa, Premia (Mexico), 1981.
  • Canciones de hogar: Songs of Home, translation by Richard Schaaf and Kathleen Ross, Ziesing Bros., 1981.
  • Selected Poems of Cesar Vallejo, translation by H. R. Hays, Sachem, 1981.
  • Obra poetica completa: Cesar Vallejo, with introduction by Americo Ferrari, Alianza, 1982.
  • Palms and Guitar, translation by J. C. R. Green, Aquila/Phaethon Press, 1982.
  • Asi es la vida, tal como es la vida, edited with introduction by Juan Antonio Massone, Nascimento, 1982.
  • Poemas humanos; Espana, aparta de mi este caliz, Laia (Barcelona), 1985.
  • Selected Poetry, edited by Higgins, F. Cairns, 1987.
  • Poemas en prosa; Poemas humanos, Espana, aparta de mi este caliz, Catedra, 1988.
  • Poesia completa, Ediciones Consejo de Integracion Cultura Latinoamericana, 1988.
  • Cesar Vallejo, a Selection of His Poetry, with translations, introduction, and notes by James Higgins, F. Cairns (Wolfeboro, NH), 1988.
  • Cesar Vallejo en El Comercio, Edicion de El Comercio (Lima, Peru), 1992.
  • Cesar Vallejo en Europa, 1926-1938, Ediciones Imago Mundi (Buenos Aires, Argentina), 1992.
  • De Cesar a Cesar: Poesia escogida, Ediciones del banco de los Andes (Quito, Ecuador), 1994.
Works also collected in Poesia completa, edited by Larrea, 1978. Contributor to literary magazines in Peru and Europe.

FICTION
  • Escalas melografiadas (short stories), Talleres Tipografia de la Penitenciaria (Lima), 1923.
  • Fabla salvaje (novella), [Lima], 1923, Editorial Labor, 1965.
  • El tungsteno: La novela proletaria, Editorial Cenit (Madrid), 1931, first Peruvian edition published as Tungsteno, Ediciones de Cuadernos Trimestrales de Poesia, 1958, translation by Robert Mezey with preface by Kevin O'Connor published as Tungsten: A Novel, Syracuse University Press, 1988.
  • Novelas: Tungsteno, Fabla salvaje, Escalas melografiadas, Hora del Hombre, 1948.
  • Tungsteno y Paco Yunque, J. Mejia Baca & P. L. Villanueva, 1957.
  • Novelas y cuentos completos, F. Moncloa (Lima), 1967, 2nd edition, Moncloa-Campodonico, 1970.
  • Paco Yunque, [Lima], 1969, first Honduran edition with illustrations by Pablo Picasso, Girandula (Honduras), 1981.
  • Rusia en 1931: Reflexiones al pie del Kremlin, Ulises (Madrid), 1931, published in two volumes, Peru Nuevo, 1959.
  • El romanticismo en la poesia castellana, Juan Mejia Baca & P. L. Villanueva, 1954.
  • Articulos olvidados, compiled with prologue by Luis Alberto Sanchez, Asociacion Peruana por la Libertad de la Cultura, 1960.
  • Rusia ante el segundo plan quinquenal, Grafica Labor, 1965.
  • Literatura y arte, Ediciones del Mediodia (Buenos Aires), 1966.
  • Desde Europa, edited by Jorge Puccinelli, Instituto Raul Porras Barranchea (Lima), 1969, Ediciones Fuente de Cultura Peruana, 1987.
  • Cartas a Pablo Abril, Rodolfo Alonso (Buenos Aires), 1971.
  • Battles in Spain, translation by Eshleman and Barcia, Black Sparrow Press, 1978.
  • Teatro completo, two volumes, La Catolica, 1979.
OTHER
  • Epistolario general (letters), Pre-Textos, 1982.
  • Autopsy on Surrealism, translation by Schaaf, edited by James Scully, Curbstone, 1982.
  • The Mayakovsky Case ( "El caso Maiakovski," a critical essay), translation by Schaaf, edited by Scully, Curbstone, 1982.
  • Cronicas (prose works; in several volumes), Volume 1, Universidad Nacional Autonoma de Mexico, Direccion General de Publications, 1984.
  • La cultura Peruana: Cronicas (collected essays), selection by Aguirre, Mosca Azul, 1987.
  • Desde Europa: Cronicas y Articulos, 1923-1938, Ediciones Fuente de Cultura Peruana (Lima, Peru), 1987.
  • A lo major, soy otro: 27 neuvas cartas, Delgado Villanueva Editores (Lima, Peru), 1998.
Also author of "Lockout," a play. Translator of L'Elevation, by Henri Barbusse, 1931. Works represented in Espadana, published in Leon, Spain, 1944-51, and in Aula Vallejo, a serial publication of Instituto del Nuevo Mundo, Universidad Nacional de Cordoba, 1961—. Contributor of articles to Mundial, El Comercio, Variedades, and to newspapers in Spain and France. Cofounder and contributor, Favorables-Paris-Poemas.

Further Reading

BOOKS
  • Adamson, Joseph, Wounded Fiction: Modern Poetry And Deconstruction, Garland (New York, NY), 1988.
  • Niebylski, Dianna C., The Poem on the Edge of the Word: The Limits of Language and the Uses of Silence in the Poetry of Mallarme, Rilke, and Vallejo, P. Lang (New York, NY), 1993.
  • Clayton, Michelle, Poetry in Pieces: César Vallejo and Lyric Modernity, University of California Press (Berkley, CA), 2011.
PERIODICALS
  • Amaru, number 13, October, 1970.
  • Americas, November-December, 1968, pp. 46-48, 48-49.
  • Aula Vallejo, number 1, 1961; number 2/4, 1963; number 5/7, 1967; number 8/10, 1971; number 11/13, 1974.
  • Bulletin of Hispanic Studies, Volume 43, number 1, 1966, pp. 47-55.
  • Courier, June, 1988.
  • Cuadernos Americanos, January, 1957.
  • Fiction International, summer, 1986.
  • Hispamerica, April 6, 1974.
  • Hispania, September, 1987; March, 1989, pp. 42-48.
  • Hispanic Review, Volume 50, number 3, 1982.
  • Hudson Review, winter, 1979.
  • Kentucky Romance Quarterly, Volume 17, number 3, 1970, pp. 247-58.
  • Library Journal, June 15, 1992, p. 79; August, 1992, p. 106.
  • Los Angeles Times Book Review, January 1, 1989.
  • Nation, October 28, 1968.
  • New Republic, July 12, 1993, p. 34.
  • New York Review of Books, December 21, 1978.
  • New York Times Book Review, March 23, 1969; June 8, 1969; February 26, 1989; May 7, 1972.
  • Poetry, June, 1969; January, 1981.
  • Publishers Weekly, May 4, 1992, p. 52; July 13, 1992, p. 51.
  • Revista Hispanica Moderna, January-April, 1969, pp. 268-84.
  • Revista Iberoamericana, April, 1970 (special Vallejo issue).
  • Times Literary Supplement, September 25, 1969, p. 1098; August 5, 1977, p. 964; January 18, 1980; June 14, 1989.
  • Tri-Quarterly, fall, 1968.
  • Village Voice, March 21, 1989.
  • Virginia Quarterly Review, winter, 1980.
  • Vision del Peru, number 4, 1969.
  • Western Humanities Review, winter, 1969.
  • West Indian Review, July, 1939.