Jorge Aliaga Cacho en Bolivia |
"El deber de todo escritor"
Disertación presentada en la Universidad Autónoma "Juan Misael Saracho", en Tarija, el dìa mièrcoles 24 de octubre a las 4.00 p.m.
Por Jorge Aliaga Cacho
Si aceptamos como definición general que la literatura es un Arte que usa como instrumento la palabra. Nos toca entonces definir si los escritores y los valores estéticos, los textos de sus obras literarias, pueden influenciar el devenir histórico, político y social de los pueblos. La historia muestra evidencia que ello ha sido determinante en el desarrollo social de la humanidad.
En el marco de las transformaciones ocurridas, en el Perú, por ejemplo, durante la explotación del guano, cuando una burguesía fiscal, unida a los terratenientes, golpeó al militarismo con el partido civilista, plutocrático. En ese marco histórico, al finalizar la Guerra del Pacífico, Manuel González Prada dirigía un movimiento renovador llamado “Círculo Literario”.
Luego, también, el propio González Prada, en el Partido Nacional (1891), predicaba una política de desquite contra Chile y de unión nacional contra el centralismo limeño, contra la oligarquía política e intelectual, contra la hegemonía literaria española, contra la Academia y, sobre todo, contra el clero. Como lo afirma Mariátegui en sus “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, citando a González Prada, nos dice: ´toda actitud literaria, consciente o inconscientemente refleja un sentimiento y un interés políticos. La literatura no es independiente de las demás categorías de la historia´. González Prada, finalmente, nos dejaría su grito en el Teatro Politeama, en 1888, “los viejos a la tumba los jóvenes al poder”. Se refería a esos viejos que tenían responsabilidad por lo acontecido en el pasado. En materia literaria González Prada fue crítico severo de los arcaísmos y tradicionalismos. Luego vendría la generación de sus discípulos que continuarían y enfocarían su obra: José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Victor Raúl Haya de la Torre, Luís Alberto Sánchez, entre otros que se destacaron, además de la literatura, en la vida política del país. En Europa González Prada conocería a Renan, también a Pi Margall. En 1898 regresaría como siempre, combativo y con una evolución hacía un cierto tipo de socialismo que Luís Alberto Sánchez lo tipificaría como sentimental, a pesar de que Gonzáles Prada tenía respeto por la ciencia.
En mi opinión el escritor representa a su tiempo, no puede desligarse del compromiso social que tiene con su pueblo. Ejemplo digno es José Martí que se entregara, tanto a su obra estética como a la acción política. A José Martí a la edad de 16 años lo encarcelaron seis años, por considerarlo sospechoso de poseer ideas revolucionarias.
Luego lo deportarían a Madrid. Allí publica su obra “La república española ante la revolución de Cuba”. En su ensayo “Nuestra América” defiende magistralmente nuestros valores autóctonos y confronta las ideas que Sarmiento proponía en Argentina: es decir ´el mejoramiento de la raza por medio de la eliminación del indio´. Si no hubiera sido por las ideas y escritos de Martí, hoy no tendríamos población nativa en nuestros países, como ocurre obviamente, en Argentina o Uruguay, en este último eliminaron a los Charrúas. En los Estados Unidos, Mark Twain, (Samuel Clemens), 1835-1910, significó la reivindicación de lo humano. Aunque Luís Alberto Sánchez propone que Twain era un moralista incapaz de admitir la concupiscencia, que en la moral católica representa "el deseo de los bienes terrenos, el apetito desordenado de los placeres deshonestos” como lo plantea Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Otro registro de interés social se puede apreciar en “Las aventuras of Huckleberry Finn” donde Twain muestra la característica emprendedora, entusiasta y positiva del norteamericano. Lo saludable en Norteamérica. Obras de Twain como “Un yanqui en la corte del Rey Arturo”, y otras, ejercieron gran influencia en las mentes y el sentir de los habitantes estadounidenses. Geroge Orwell y Graham Greene, en el Reino Unido, son autores que denuncian las injusticias sociales; el primero desde posiciones socialistas y el segundo desde su fe católica. Orwell en su novela “1984”, publicada en 1949 anticipa ´un futuro controlado por un poder dictatorial que a través de los medios de comunicación manipula las conciencias´. Jean Paul Sartre, en Francia, fue crítico de la sociedad y el sistema imperantes. Fue un pensador influyente en los ambientes progresistas. También fueron bandera de la revuelta de mayo, junto a Sartre que rechazó el Premio Nobel en 1964, Albert Camus, Simone de Beauvoir, el escritor más joven del grupo existencialista, Boris Vian y otros escritores franceses. En Alemania le ocupó una gran labor política a Bertold Brecht que en 1933 había huido de las garras de Hitler al que llamó ´pintor de brocha gorda´. Brecht atacó a los nazis con reformulaciones de obras antiguas. En Rusia, Maiakowski tuvo una significativa actividad política en apoyo a la Revolución Bolchevique y, con ese objetivo, dirigió un gran número de revistas para impulsar la propuesta soviética. De igual forma, en Rusia, Serguéi Esenin, participó con optimismo en la primera parte de la revolución, pero por provenir del mundo del agro criticó luego el exceso de industrialización en el país que afectaba la vida agraria. En China, a la muerte de Mao, en 1976, los escritores purgados durante la Revolución Cultural fueron rehabilitados. De esta forma se superaba la crisis ocasionada por lo que se considera un error de Mao. Sin embargo, esta inicial apertura devino en los sucesos de la Plaza de Tiananmen en 1989.
El año 2000, Gao Xingjian se convierte en el primer escritor chino en recibir el Premio Nobel en Literatura. En México, se destaca la figura de José Vasconcelos, gran influencia en el pensamiento latinoamericano. Su obra “La raza cósmica” elimina la propuesta fascista de “la raza superior”, proponiendo el advenimiento de una raza nueva conformada por la suma de lo mejor de todas las razas. En Sur América, García Márquez con su fantasioso Macondo ha denunciado y golpeado a las bananeras que existían realmente cuando leíamos “Cien años de soledad”. Nicanor Parra y Neruda en Chile; Ernesto Cardenal en Nicaragua; Oscar Alfaro que en Bolivia que se preocupó por registrar las costumbres de la vida boliviana; José María Arguedas y César Vallejo en el Perú; todos ellos han amado a sus pueblos y, por esa razón, han luchado por un cambio social. Y este aporte al mensaje de liberación viene desde distintas perspectivas. Leoncio Bueno, en el Perú, por ejemplo, con su incorrupta posición anárquica cumple una función liberadora. El padre Gutiérrez, con su Teología de la Liberación, hace lo propio. La literatura oral de nuestras comunidades nativas, sus canciones, dramas, lenguajes y culturas, forman parte del material literario que alimenta el discurso del escritor.
Al decir escritor no me refiero al mal llamado escritor que el sistema imperante promueve. No, no me refiero a esos falsos escritores que son formateados en los espacios de la gran media, gente que se presta al juego del neo liberalismo permitiendo que la clase dominante implemente su hegemonía en el campo de la cultura. Ese sistema nos vende ese tipo de 'escritores' para confundir a la población y no le permitan reconocer a sus verdaderos escritores. Por ello, es importante que todas las organizaciones de quienes nos dedicamos a la literatura, sin discriminación alguna, se organicen para pedir la promulgación de leyes que defiendan al escritor en el cualquier país que se encuentre, que defienda la condición del mismo, dotarle de beneficios en seguridad social y promoción de su actividad literaria. Defenderlos de las mafias editoriales. El deber de todo escritor es buscar la unidad de todos para contrarrestar la hegemonía cultural, como lo propone Gramsci cuando nos dice que tenemos que luchar contra la hegemonía cultural que se manifiesta en la imposición de valores culturales que nada tienen que ver con los nuestros. Neutralizar los mensajes que embrutecen al pueblo y lo conminan a la ignorancia. Pero también como lo diría García Márquez: “el deber de todo escritor es escribir bien”.