Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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20 de abril de 2024

RESFRIADO


... - Perdóname, pero no sé cómo esto pueda ayudarme.
Sólo recordándolo no puedo contener mis lágrimas y mi dolor - Gladys se quebró nuevamente.

Gladys rompió nuevamente en llanto, pero continuó de una manera entrecortada. La noté temblorosa. Tomé sus manos para alentarla y las descubrí frías. Presentí que se le avecinaba un resfriado, porque estos, a veces, vienen porque ell cuerpo y la mente ya no dan más. Entonces, el cuerpo se tumba, se afiebra y transpira en su vano intento de congeniar con la vida. Necesitará algunos días para recuperar sus defensas y poco a poco empezar de nuevo a circular en el mismo camino del bien y del mal.

''Secreto de desamor''
Jorge Aliaga Cacho

19 de abril de 2024

Pincelada: Las callecitas del niño Mariátegui




El niño José Carlos Mariátegui, aproximadamente 9 años de edad.
Posiblemente vestido con su mejor atuendo. También recordemos que su madre era costurera.

Por Jorge Aliaga Cacho

José Carlos Mariátegui, nació en una época de cambio en el Perú. Este empezó con la llegada al país de Agusto B. Leguía, procedente de los Estados Unidos; este se convertiría en exitoso comerciante y agente de seguros, actividades que lo llevarían a amasar una considerable fortuna. Después, Leguía alcanzaría la presidencia del Perú, en dos oportunidades: de 1908 a 1912; y de 1919 a 1930).

Durante el tiempo de Leguía se emprende la modernización del Perú con la construcción de importantes obras públicas. José Carlos Mariátegui tenía 14 años de edad, cuando Leguía asume su primer gobierno (1908) y, cumpliría 36 años cuando Leguía terminaba su último gobierno en (1930), año en el que fallece José Carlos Mariátegui. Mariátegui creció en ese ambiente de modernidad que vivía el Perú, aunque, para ser más exactos, debiéramos decir: 'que vivía Lima'. Ya lo había sancionado Abraham Valdelomar, cuando manifestaba:

“El Perú es Lima; Lima es el jirón de la Unión; el jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo”.




En la cuadra 5 del Jr. Moquegua vivió el Amauta José Carlos Mariátegui

Cuando la madre de Mariátegui quedó embarazada, Francisco Javier Mariátegui, el padre del Amauta no cumplió con darle apoyo. En esas circunstancias nacería una niña, hermana del Amauta, que moriría al poco tiempo. Al suceder esto, el abuelo materno del Amauta le llamaría la atención a Francisco Javier quien, luego de escucharlo, aceptaría casarse el 1 de mayo de 1882 con María Amalia La Chira, la madre del Amauta. Después, Francisco Javier Mariátegui, se marcharía nuevamente. Esta vez, por el lapso de 7 años. Regresó en 1893. María Amalia La Chira ya estaba, viviendo en Huacho, ayudando a su hermano que confeccionaba artículos de cuero (Talabartería).
Mercado La Aurora
Además, Amalia era costurera. En este encuentro, con Francisco Javier, resultó nuevamente embarazada. Cuando parecía que su situación era insostenible, una joven amiga, de apellido Chocano, la convence para que viajara con ella al departamento de Moquegua, que queda en el sur del Perú, a 1174 km de Lima.

En esa ciudad nace Mariátegui en 1894. Amalia La Chira se registra, en la partida de nacimiento del Amauta, como viuda de Mariátegui y no apunta información, acerca del padre del niño Mariátegui. Luego de unos meses, Amalia La Chira regresaría a Lima con su bebe.

Cuando María Amalia La Chira regresa a Lima, reaparece Francisco Javier quien logra una reconciliación con María Amalia. Este reencuentro devino en el nacimiento del hermano de José Carlos. Este, que llevaría por nombre Juan Clímaco Julio, nacería el 9 de diciembre de 1895. Luego vino un periodo en el cual Franciso Javier, abandonaría el hogar y regresaría a él, intermitentemente, hasta que un día desapareció para siempre.

María Amalia La Chira, continuó realizando trabajos de costura. Nos imaginamos su situación difícil en esa época. Posiblemente, sufrían deficiencia alimentaria, lo que más tarde, afectaría la salud del Amauta José Carlos.

Cuando el Amauta cumplió los 6 años, sufriría un debilitamiento físico; fue entonces cuando Amalia La Chira decidió viajar con sus hijos a Huacho.

Allí, en Huacho, recibiría la ayuda de su hermano Juan. Ciertas fuentes sostienen que los hacendados de Sayán la obligaron a dejar el pueblo e irse a Huacho.

En Huacho, Amalia La Chira, matriculó a José Carlos en la escuela, pero sólo atendería primero y segundo año de primaria. Cuando se iniciaba el tercer año, un niño de apellido Marcenaro, le golpeó la rodilla y le dejó con una herida que no pudieron curar.

Gracias a una de sus clientas, de su trabajo de costura y corte confección, Amalia La Chira, consigue que José Carlos, sea internado en la Clínica Maison de Santé.

En esa clínica estuvo internado 3 meses y medio. El Amauta fue diagnósticado con tuberculosis ósea o anquilosis. (DISMINUCIÓN DE MOVIMIENTO EN LA ARTICULACIÓN DE LA RODILLA IZQUIERDA).

Lo enviaron luego a su casa, donde adoleció escasa movilidad y renguera. José Carlos, no regresaría a la escuela y pasaría dos años en reposo. Ese tiempo los dedicó a la lectura de algunos libros que su padre había dejado en casa de María Amalia. Los libros, en realidad, pertenecían a su bisabuelo, Mariátegui.

Cuando el Amauta tenía 8 años, tal como mencioné anteriormente, María Amalia ocupaba dos cuartos que alquilaba en una casa, ubicada en la 5.a cuadra del Jirón Moquegua. Cuando vivían en esa casa, José Carlos se encargaba de algunos quehaceres domésticos, mientras su madre trabajaba en varios oficios: costurera, lavandera, obrera textil. El niño Mariátegui solía hacer las compras, en el mercado de “La Aurora”, en el Jirón Cañete. El día de hoy, este mercado tiene también una puerta de entrada por la nueva Av. Emancipación.

Mientras la vida seguía su curso en aquella casa de 5.a cuadra del Jirón Moquegua, con las restricciones ocasionadas por la pobreza, el niño José Carlos continuaba con sus síntomas de debilidad, agotamiento físico y delgadez.

A la edad de 14 años, el Amauta conoció a un obrero del diario “La Prensa”: Juan Manuel Campos. Este personaje, siendo testigo de la pobreza en la cual vivía la familia de María Amalia, ofrecería llevar a José Carlos a trabajar al diario “La Prensa”.

De esta manera, con el concurso de Juan Manuel Campos, el Amauta empezó a trabajar en la imprenta de dicho periódico. Mariátegui empezó como mensajero, luego aprendió el manejo del linotipo, y se convertiría en asistente de linotipista; luego en corrector de textos, y finalmente, en columnista del prestigioso ''diario de Baquíjano'', en la cuadra 7 del Jirón de la Unión. El Amauta escribía sobre temas varios. Empezando con la hípica y temas policiales. Luego cubriría temas artísticos, literarios, sociales y políticos.

A pesar de su cojera, Mariátegui se movía con rapidez, cumpliendo con su trabajo, tanto dentro como fuera de la imprenta. En ese empleo, el adolescente Mariátegui, empezó a leer a los cronistas de ''La Prensa'', y los materiales de las agencias de noticias. El Amauta, participaba en tertulias con obreros de la imprenta. Estos eran de tendencia anarcosindicalista.

Un día, Juan Manuel Campos le llevaría al Amauta a la casa de Manuel González Prada, en esa visita conoce a Alfredo, el hijo menor del patriarca, quien le prestaría libros de la biblioteca del autor de "Pájinas Libres".

Recordemos que Mariátegui leía el francés, idioma que había aprendido con las monjas que lo atendían en la clínica Maison de Sante y con las revistas de modas que tenía su madre.

El Amauta firmaba con el seudónimo de Juan Croniqueur. Con su sueldo de cronista, Mariátegui, hizo mejoras en la situación de su hogar. Después, se mudó a una casa que quedaba en la 2.a cuadra del Jirón Rufino Torrico. Allí vivió con su madre y, su hermano menor, Julio.

Para el sociólogo y filósofo, franco-brasileño, Michael Löwy, Mariátegui es: "indudablemente, el pensador marxista más vigoroso y original que América Latina haya conocido”. ​ En la misma línea, José Pablo Feinmann, filósofo y crítico cultural argentino, declaró que Mariátegui fue: "el más grande filósofo marxista de Latinoamérica".
Cuadra 4 del Jr. Moquegua, Calle Quemado o del Quemado,
Mariátegui vivía en la cuadra 5 cuando tenía 8 años

LAS CALLECITAS DEL NIÑO JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

Antes de que esta calle fuera llamada Jirón Moquegua, cada una de sus 7 cuadras tenía un nombre distinto.

Cuadra 1: 
Llamada Jesús María por el Monasterio de Jesús, José y María (abreviado como Jesús María) que existió ahí a mediados del siglo xvii.

Cuadra 2: 
Llamada Mogollón en honor a don Antonio Mogollón de Ribera, que fuera regidor del Cabildo en el siglo xviii.

Cuadra 3: 
Llamada Mariquitas por la tradición que señala que, en el siglo xviii, vivían en esa calle cinco mujeres llamadas "Mariquita".

Cuadra 4: 
Llamada Quemado, o calle del Quemado, a razón de que, en esa calle, aproximadamente en el año 1826, ocurrió una tragedia: Allí, un italiano de nombre Doménico se dedicaba a la venta ilegal de pólvora. Una noche, a la hora del cierre del negocio, Doménico, accidentalmente hizo caer su candelero sobre la pólvora, que tenía en su establecimiento. Como resultado hubo una fuerte explosión que terminó con la vida del comerciante y lo redujo a contados pedacitos. Desde entonces, el imaginario popular bautizó esa calle como la calle del Quemado. Recordemos que un siglo después, José Carlos Mariátegui ocuparía una casa en la siguiente cuadra a unos metros del establecimiento que viera volar a su propietario.

Cuadra 5: 
Llamada León de Andrade por, ubicarse en ella durante el siglo xviii, la casa de don José de León y Andrade. En esta calle vivió el Amauta José Carlos Mariátegui. A escasos metros de su vivienda, en la esquina que forma el Jr. Moquegua con el Jr. Camaná se encuentra el Templo y Monasterio de Jesús María y José, de la orden capuchina. 

Cuadra 6: 
Llamada Animitas, por un establecimiento, donde se recogía limosna para las "almas del purgatorio". Esta calle fue abierta hacia principios del siglo xvii.

Cuadra 7: 
Llamada Callao porque al ser la última, en ella se iniciaba el camino al puerto del Callao. 

En 1797, el Virrey Ambrosio O'Higgins dispuso la construcción de la Portada del Callao, formando una alameda. Esta alameda, llamada Malambito, por ser más pequeña que la alameda de Malambo del barrio de San Lázaro, en el actual distrito del Rímac.
En esa calle, hubo un pulpero italiano con negocio de venta ilegal de pólvora.
Una noche sucedió lo que tenía que suceder y, en un descuido, se encendió la mecha que dio origen el nombre de la cuarta calle de jirón Cañete. Estas calles están ubicadas en los alrededores de la antigua huerta, o jardín de La Aurora, donde hoy se encuentra el mercado del mismo nombre.
Mercado de La Aurora

Jirón Rufino Torrico antes llamado Calle Arica.
/Como sabemos, José Carlos Mariátegui, trabajó en ''La Prensa'', en sus inicios, cubriendo noticias policiales e hípicas. El joven Mariátegui, en una de sus notas policiales, le haría una entrevista a Emiliano Wilman, alias 'Carita', delincuente del barrio de Malambo, quien había matado en un duelo, al reconocido faite ''Tirifilo''. Años más tarde, esta historia, que fuera escrita por el Amauta, también sería inmortalizada por Ciro Alegría en su relato titulado: “Duelo de Caballeros”, publicado allá por los años 50. Ciro Alegría escribió el cuento en la Penitenciaría de Lima, cuando cumplía pena por su participación en la Revolución de Trujillo. Allí, en prisión, 'Carita' y Ciro Alegría se agenciaron de dos sillas, y conversaron largo y tendido acerca de la verdad de los hechos ocurridos ese aciago 2 de mayo de 1915.   

Los apuntes, que Alegría tomara de esta conversación con 'Carita', fueron requisados por los gendarmes penitenciarios. Sin embargo, esto no sería obstáculo para que el escritor, recordara la plática para perennizarla en la historia.

''Serie: Déjame que te cuente rímense VII
Un 'Duelo de Caballeros'

Un lejano 2 de mayo de 1915, está registrado en la historia policial del Rímac, el que probablemente sea el duelo más famoso en los anales de nuestro distrito, el encuentro entre "Carita y Tirifilo”, que tuvo lugar en una zona conocida como el Montón, donde estaba ubicado en ese entonces el botadero más antiguo de Lima, cercano a los rieles del ferrocarril que iba hacia Ancón.
Los protagonistas no fueron dos caballeros en procura de limpiar su honor, tampoco hubo padrinos, como se estilaba en esos encuentros entre limeños de noble alcurnia; apenas unos cuantos “ayayeros” de uno u otra persona, aparte de vecinos y testigos ocasionales.
La pugna armada enfrentó a dos de los delincuentes más notorios de la época: Emiliano Willman (a) “Carita” y Cipriano Moreno (a) “Tirifilo”, la manzana de la discordia fue una trabajadora sexual por ambos codiciada (Teresa, “La Pantera” (1*), quien había preferido a “Carita”, en vez de a su rival) y en lugar de espadas, ambos facinerosos utilizaron filudas chavetas. "Carita” era un ladrón apuesto y fino, elegante y gran bailarín, según sus numerosas admiradoras de “abajo el puente”, “Tirifilo”, por su parte, era alto y fornido ladrón, pero también soplón de la Policía. Luego de causarse mutuamente varias heridas superficiales, “Carita” logró hundir su chaveta en el corazón de “Tirifilo”, causándole su muerte inmediata. La noticia corrió como reguero de pólvora por todo la Lima de entonces y fueron muchos los que acudieron a la morgue para ver el cadáver del legendario “Tirifilo”.
Por su parte, “Carita” fue apresado cuando acudió a un hospital a curar sus heridas, durante su convalecencia fue entrevistado por José Carlos Mariátegui.

(1*). Nota de Jorge Aliaga Cacho: En el cuento de Ciro Alegría se consigna como causa del duelo, la falta de respeto a la madre de 'Carita' por parte de ''Tirifilo''.

(Fuente: "La Bitácora de Kike").

18 de abril de 2024

La llaman CAUTIVADORA NOVELA: ''Secreto de desamor''

Jorge Aliaga Cacho en Londres

Muchas gracias a copilot.com por esta concisa pero estimulante reseña.

Jorge Aliaga Cacho, un escritor y sociólogo peruano, ha dejado su huella en la literatura con su novela “Secreto de desamor”. Publicada por Rentería Editores en Lima en el año 2007, esta obra nos sumerge en un mundo de emociones, secretos y desencuentros.Sinopsis de “Secreto de desamor”:La novela nos lleva a través de las vidas entrelazadas de sus personajes, explorando los misterios del amor y la pérdida.
En un escenario limeño, los protagonistas enfrentan dilemas, pasiones y decisiones que afectarán sus destinos.
El título sugiere que hay secretos ocultos detrás de cada relación, y la trama se desenvuelve con giros inesperados.

Puedes encontrar más detalles sobre esta cautivadora novela en el blog de Jorge Aliaga Cacho.

16 de abril de 2024

Tánger

 Por Jorge Aliaga Cacho


Decidimos viajar a Marruecos. Pasaríamos unos días en Tánger, bello puerto marroquí en el estrecho de Gibraltar. Tomamos un vuelo de Edimburgo a Madrid. Desde allí, por tierra, nos dirigimos a la frontera meridional española. Para ello bordeamos las ciudades que miraban al Atlantico: Valencia, Alicante, Almería, Málaga, Algeciras, y finalmente llegamos a Cádiz. En Algeciras, la ciudad más grande del campo de Gibiraltar, el autobús hizo una parada  para que los pasajeros beban  café y usen los servicios higiénicos. Allí, en el pasillo que llevaba a los servicios, un gitano se cruzó en mi camino, rozándome con su brazo, y propinándome miradas poco amigables y hasta  insultos. No me quedó otra opción que retarlo. Le pedí que saliera del lugar 'para dar un par de vueltas', le dije. Desde luego, que no podía permitirle que me vejara delante de Sylvia. ¿A mi, limeño de los Barrios Altos? -me dije- no me va a amedrentar un gitanillo bravucón- pensé, un poco confundido. Al final, para mi suerte, el gitano nunca salió del restaurante. Sylvia quedó conmovida, y me abrazó de regreso al ómnibus que esperaba con el motor encendido.

En Algeciras, hicimos transbordo para Tánger, una ciudad situada al extremo norte de Marruecos, en el estrecho de Gibraltar. Yo llevaba mi pasaporte peruano. El tratamiento, que me brindaran las autoridades de migración marroquíes, fue cordial. Los oficiales  estamparon nuestros pasaportes a bordo de la embarcación que nos llevaría al otro lado, al África. El trámite migratorio de Sylvia, mujer británica, tomó más tiempo que el mío. Años atrás, había sido testigo de algo similar: ingresábamos a España por la frontera francesa. Allí, los policías hicieron bajar del vehículo, 'arreando', a los pasajeros británicos. Cuando me disponía a hacer lo mismo, blandiendo mi pasaporte 'peruviano' con la diestra, un policía, muy educadamente, me dijo con acento andaluz: 'usted no señor, usted siéntese'. Fue entonces que me di cuenta que, los españoles, se traían algo contra los anglosajones: 'disputas sobre el Morro de Gibraltar' -me dije. Ese incidente sucedió hace ya muchos años. En esa época, España no era miembro de la Comunidad Europea. Fue una situación un tanto inusual: 'ver a un peruano, comfortablemente sentado, con su pasaporte 'inca', al tiempo que los anglosajones, sudorosos, eran víctimas de las preguntas migratorias de estilo y la revisión de maletas. ¡Qué satisfacción! Ver, por primera vez en la vida, la tortilla volteada.

Nos trasladaron al hotel que aprobé por, el simple hecho de, anunciarse, en los 'brochures', con alfabeto latino. Tánger, es una ciudad que ha heredado gran influencia extranjera, particularmente en la arquitectura mixta que compone sus calles. Poco a poco, iban bajando los británicos del autobús, para dirigirse a sus respectivos hospedajes. Nosotros también, esperábamos llegar pronto a nuestro hotel. El autobús quedó casi vacío. Solo quedábamos Sylvia y yo. Nuestro destino demoraba. Yo empezaba a sospechar que, ese Hotel Internacional, sería un cuchitril. Pero en eso, lo divisamos. El hoel lucía impresionante. Tenía su frontis embanderado. Flameaban todas las banderas europeas, 'alto', 'alto' -me dije, cuando me di cuenta que también flameaba, entre ellas, ¿o lo estaba soñando?; la blanquirroja peruana. Sylvia y yo, bajamos del vehículo. Entramos al lobby donde nos esperaba un mulato que lucía como virrey:  llevaba puesta una peluca blanca, y camisa con puños de encaje con un singular brillo que resaltaban los empeines.  Sylvia lucía contenta. Yo, sentía pánico sólo de pensar en la futura que recibiría al terminar mi estadía en ese hotel. Además, parecía que eramos los únicos huéspedes del lugar. Nos preguntábamos si veríamos turistas más tarde. Tal vez, los veríamos en el restaurante, a la hora de la cena. Teníamos tiempo para dar un paseo, un 'stroll', como dirían los escocéses. Paseamos por las estrechas callejuelas de Tánger, Pasamos por la Plaza 9 de Abril, los Jardines de la Mendoubia. Le echamos un ojo al Cinema Rif, hoy reformado y convertido en un centro cultural que aloja talleres, y una espléndida biblioteca que valía la pena visitar. Nos impresionaron las baldosas blanquiazules que decoraban el Gran Teatro Cervantes. A nuestro paso, sus mujeres, de rostro cubierto, encendían sus ojos, algunas con curiosidad; otras de preocupación. Ahora, ya habíamos sentido el vibrar de la ciudad. Era tiempo de regresar al hotel, tomar una ducha y bajar a las instalaciones del impresionante comedor. Sylvia y yo, parecíamos flotar cuando descendíamos por esa fina escalera de caracol. El mármol crema de sus peldaños, hacía juego con la sonrisa del botones que lucía como virrey. Cerca al comedor, no vimos a nadie. Los corredores continuaban vacíos. La decoración era de fino gusto morisco. 
De repente, no podía creerlo, empezamos a escuchar por la pista musical, valses peruanos para darnos la bienvenida. Sylvia reconoció la música, me miró contenta. A mí, me volvió a dar una sensación de pánico. Éramos los únicos comensales. Los platos se sucedieron unos a otros. Tres mozos atendían nuestra mesa. Al fondo del comedor había una entrada grande que daba al bar,  donde un barman, enano, parecía deslizar su cabeza por el filo del mostrador. Al termino de la cena, y el  baño musical de peruanidad, decidí acercarme al enano que nos seguía con la mirada desde el filo del barra.  Sus ojos, apenas llegaban a alcanzar la altura del tablero de la barra.  El enano era un conversador. Hablaba bien, muy bien debo decir, el español. Había trabajado en Alicante. Sylvia y yo, brindamos con 'gin and tonic'. Trago viene trago va, y pum: el enano nos dijo que eramos los únicos huéspedes en el hotel. Se aceleró la pulsación de mi 'reloj'. No supe que decir. Esperaba que el enano hablase y zas: habló, me preguntó: "¿Usted sabe, mi amío, como nació el nombre de la ciudad de Alicante?". Me quedé pensando, lo miré y le dije: 'No', que en realidad no lo sabía. 'Mire señor', me dijo: 'había una vez, en Alicante, un hombre que hacía la limpieza de la mezquita. Su nombre era Ali. Un día, al imán de dicha mezquita, que conducía el ritual de la oración con gran esmero, le vino un dolor de garganta, razón por lo cual, los cánticos no iban a realizarse de la manera acostumbrada. Yo escuchaba al enano que prosiguió hablando, y mirándome a los ojos me interrogó: '¿Sabe usted lo que el imán le pidió a Ali, el chaval que hace la limpieza?'

'No, no lo sé', le respondí. 'Pero, ¿Quiere saberlo?, me volvió a preguntar el enano, que ahora se encontraba trepado en un banco sirviéndome una ginebra. 'Sí, sí, claro', le contesté. Entonces, el enano, me miró fijo y luego de respirar hondo gritó lo siguiente haciendo vibrar las copas de cristal: 'Ali, cante'. Yo no pude evitar la risa y, para festejarlo, le pedí que me sirviera otro 'gin and tonic'. Definitivamente, había aprendido algo nuevo para contarlo. Han pasado los años y Sylvia ya no está conmigo. Me pregunto si recordará. Me pregunto si sabrá que a esa ciudad, y posiblemente a ese hotel, supieron llegar, aunque el enano no nos lo dijo: Sean Connery, Jimmy Hendrix, Pío Baroja. Winston Churchill, o el mismo Paul Bowles, escritor y compositor estadounidense, que alternara con Orson Welles, John Houston y Salvador Dalí.

Amor en Siena

Jorge Aliaga Cacho en el Callao

Por Jorge Aliaga Cacho


Por fin, habían decidido realizar ese viaje a Roma. Lo habían planeado juntos, contentos. Contaba los días para ver realizado ese sueño: llegar al lugar mismo donde se encontraba el Coliseo Romano. Llegó el día esperado y ya se encontraba acomodándose en el asiento de la aeronave, que le pareció algo estrecho e incómodo. Emilio ponía su equipaje en la . El sueño de Karen empezaba a cristalizarse. Entonces, se acomodó en su asiento, se removió los tacones, estiró las piernas, le miró a los ojos y le preguntó:

- ¿Me amas, Emilio?

Él, sin dejar de hojear el periódico le respondió:

- Esa sería una buena idea – habló sin voltear para mirarla.

El vuelo duraría tres horas. Ella tendría tiempo para considerar la respuesta de Emilio más tarde. No quiso pensar más en ella y se dispuso a dormir. Durmió casi todo el vuelo. Se despertó cuando el capitán estaba próximo a anunciar el aterrizaje en Roma. Europa y el mundo vivía una crisis causada por los ataques terroristas de Al Qaeda. Había salido de Edimburgo un poco nerviosa. Los policías estaban dispuestos con metralletas. Llegaron al Aeroporto di Roma-Ciampino y de allí se dirigieron a la estación del tren donde un policía amenazó a Emilio con su metralleta. Le puso el cañón en el pecho. El militar estaba nervioso, sudaba. Sus ojos locos.

- ¡Alto! - gritó el policía: luego balbuceó otras palabras incomprensibles.


Karen quedó sorprendida pero no se asustó. A Emilio, por el contrario, lo invadió el pavor en los ojos, aunque solo un instante. Luego, de reojo, le sonrió a Karenina que tenía los ojos más lindos de la ciudad. Continuaron su camino en la estación de tren hasta que, de pronto, apareció en el lugar un hombrecillo que llamaba: ´Emilio, Emilio´, y Emilio, sorprendido volteó, y se sorprendió aún más, cuando calculó que, efectivamente, a él lo estaba llamando. El hombrecillo se acercó, con ademanes italianos. Ahora recordaba que se habían conocido en una fiesta, en Edimburgo. El italiano ahora lo abrazaba. Karenina quedó impresionada al ver la 'popularidad'de Emilio. Al salir de la estación, era ya el medio día. Se dispusieron a buscar el hotel, dejar el equipaje y salir en busca del Coliseo. Cuando salían de la estación, por una puerta que conducía a una calle angosta, Emillio divisó, entre dos automóviles, un culo grande, blanco y brilloso, cuya propietaria había dispuesto que miccionara allí, en el mismo centro de Roma. Emilio se quedó estupefacto, Karenina, por su parte, anonadada y los dos, finalmente, rieron juntos. Siguieron caminando por unas callejuelas simples, sin la grandiosidad que presenta París, ni lo compacto que te puede ofrecer Madrid o Barcelona. Iban contentos aunque el calor de Roma arreciaba, iban sin dirección propuesta, sin mapa, sin brújula. Parecían un par de caninos guiados por el olfato. Llegaron a una avenida ancha. Algunas viviendas estaban embanderadas con la bandera de la paz, colores que se le atribuye a la ciudad del Cusco. La diferencia era que esta bandera inka que recibía en su centro la palabra llevaba inscrita la palabra PACE, italiano por PAZ.

Karen intuyó que había algo de político en todas esas manifestaciones. Y aunque no se preocupaba mucho de a política si se preocupaba por las condiciones del sistema de salud de su país. Ella tenía una niña que padecía una condición difícil y procuraba que los estándares en la provisión del servicio de salud no disminuyera en Escocia. Hasta allí, era el límite de su preocupación política en el sentido que la palabra implica. La belleza escocesa de Karen se hacía notar por las calles. Los hombres volteaban al verla pasar. Yo entre alegre y celoso. Ella entre alegre y pudorosa. Sus ojos, grandes uvas, su cabellera rubia, larga y sedosa, no podrían dejar de admirarse.
Su cuerpo era un deleite para las miradas de aquellos hombres latinos.
El mal recibimiento por parte de la policía romana, había quedado atrás. Karenina se sentía segura con Emilio. Él era mayor que ella, con más experiencia de calle, de vida, un viajero. Y ella,en Roma, lo seguiría a cualquier parte. Y así caminaron por toda la ciudad buscando el Coliseo. Karen llevaba puestas sandalias blancas de cuero. Sentía que las correas le habían producido ampolllas en sus pies. El calor arreciaba. Ellos querían descubrir los misterios de Roma. En ello estaban cuando, al llegar a una avenida con gran fluido vehícular, se cruzaron con un hombre octogenario que llevaba un bastón en la diestra el cual agitaba al ritmo de los insultos que le lanzaba a un motorista que pasaba  haciéndole zumbar el cuerpo. Karen estalló de risa dejando al anciano colérico en medio de la pista, echando ajos y cebollas por todas partes. La risa que ocasionó este hecho les acompañó varias cuadras de su camino. 
Y tal vez pasen muchos años de sus vidas pero siempre recordarán este incidente que los vio reir juntos en tan prolongada manera que parecía que el tiempo no terminaría nunca. En eso estaba entre el zumbido de la ciudad, los recuerdos, la arquitectura tan distintas a la de Edimburgo, cuando de pronto, ipso facto, allí estaba, frente a sus ojos, entero como un sol: el Coliseo Romano, la escena histórica en frente de ellos mismos, justo en medio de la modernidad. 
Les parecía extraño al principio, pero, poco a poco, Roma se proyectaba circundada por su propia historia. Todo ello era la simbiosis de la ciudad, la conciliación de la Roma antigua con la modernidad. Además de la arquitectura clásica a Karen le llamó la atención como personas mayores se concentraban formando grupos en diversas partes de la ciudad: conversaban, hacían vida socia y disfrutaban del sol. Era el mes de abril y el astro rey arreciaba con fuerza y Karen descubría el espíritu franco y comunitario de Roma. Le agrado ver la aceptación que los jóvenes brindaban a las generaciones mayores. Emilio y Karen pasaron días felices en Roma. Una vez cuando disfrutaba la paz que le ofrecía un parque de maduros árboles, Karen sintió que la miraban y efectivamente, era cierto, cuatro jóvenes romanos la estaban mirando. Más tarde, cuando se dirigían a comprar a una tienda cercana, Karen se dio cuenta que esos jóvenes la venían siguiendo desde el parque. Los osados cruzaron la pista y se dirigieron hasta la tienda misma. Allí los atrevidos silbaban, flirteaban, trataban de llamara la atención. La cabellera rubia, rubia, rubia, de Karen, les animaba los bríos. En otra ocasión Emilio y Karen decidieron salir a cenar a una trattoria, propiedad de una pareja de mediana edad quienes atendían el negocio. La mujer trabajaba en la cocina y el hombre hacía de mesero. El lugar olía el olor a la quinta esencia de la comida  italiana. Cuando llegaron nuestros comensales se dieron cuenta que, entre los propietarios de la trattoria, se venía sucediendo una pelea de conyugal, la misma que subió en tensión, provocando mutuos insultos en italiano, Karenina no comprendió ninguna palabra pero sí logro entender por los tonos de voces y gestos que entre ellos había en marcha un argumento pasional latino. Emilio y Karenina continuaron disfrutando de la cena a pesar de la discusión doméstica que se desarrollaba alrededor de ellos. Karenina disfrutaba la pasta. Los dos brindaban, por momentos preocupados cuando se encendía fuego en la discusión. Podría suceder, pensaban, que algún utensilio, podría volar alrededor de ellos, cuando empezara la guerra. Hacía brindis con el vino de casa casi agachando la cabeza y sonreían. En ello iban cuando escucharon un cambio de tono en aquella conversación hasta ese momento acalorada. Alguno de ellos dijo algo que motivó un cambio de temperatura ambiental, pues, empezaron palabras que sonaban a ternura, sonidos de besos. La curiosidad los hizo mirar hacia la zona de la cocina para ver lo que pasaba. Lo que vieron fue a una pareja abrazada y entregada a la ternura de un beso. La tormenta había pasado. Esa noche cenando, en medio de esa trifulca amorosa Emilio y Karenina se habían olvidado que en el hostal donde se alojaban no se permitía el ingreso hasta después de las once de la noche, y ya eran las once. Al percatarse de la hora, pagaron la cuenta y salieron corriendo por las que parecían interminables calles. El hostal era administrado por un chino, que, cuando llegaron, al escuchar el timbre de la puerta, salió renegando en su idioma oriental y renegando también les abrió la puerta. Se habían salvado. Esa noche conversaron de lo sucedido en el restaurante e hicieron el amor entre risas y muestras de ternura. Pasaron unos días en Roma. Luego Karenina y Emilio alistaron maletas para viajar a Siena, lugar de nacimiento, lo sabía Emilio, de Anna Chiappe, esposa del gran pensador peruano José Carlos Mariátegui. Emilio era limeño y así como el sueño de Karenina era conocer Roma y visitar la Catedral de San Pedro, para Emilio su sueño era visitar Siena, caminar las calles que, tal vez, habría caminado ese intelectual peruano. El viaje que realizaron a Siena fue colorido, cruzaron campos de variados verdes, flores rojas, azules, amarillas, lilas y de todos los colores. El ómnibus que abordaron lo conducía un hombre de temperamento singular, un poco desajustado. Conducía el autobús bamboleándolo sobre el paisaje de Siena. Pasaría por pueblitos. En uno de ellos divisaría, en una callejuela, a un amigo suyo que caminaba relajadamente vistiendo un sombrero valentino. El conductor al verlo decidió frenar el vehículo. Estacionó el vehículo y encendió un cigarrillo para luego empezar una conversación amena con el dicho amigo. Los pasajeros abrasados por el sol de Toscana quedaron insólitos. La pareja de amigos dialogaba entre bocanadas de humo y carcajadas. Al terminar el cigarrillo continuaría el viaje. Siena estaba situada entre tres colinas llenas de color. Tenía un aspecto medieval. En la ciudad se destaca La Piazza del Campo, bella plaza. Dominan la vista la Torre dei Mangia construida en el siglo XIV. En esta plaza se realiza una carrera de caballos denominada Palio. Es una de las fiestas toscanas más importantes que se celebra desde 1283. El Duommo de Siena es uno de los más grandes del país, tiene en su colección varias obras de grandes maestros: Donatello, Miguel Angel, Bernini. En 1966, Siena cerró la plaza y calles al tráfico vehicular. Llegaron a Siena. Una pequeña calle tenía una joyería antigua, pequeñita. A Emilio le llamó la atención una sortija con la cabeza de un puma. También vio una con la cabeza del león clásico de la cultura romana. Luego se animaría a comprarla. También le compraría a Karenina una sortija con una piedra grande, con ello quería decirle que sí, que sí la amaba. El hotel en el que se alojaron en Siena quedaba cerca a la plaza, tenía como nombre “La Perla”. Era pequeño. El baño y la ducha ocupaban un espacio reducido y cuando se usaba la ducha el agua inundaba toda la habitación. Emilio solía bajar a una pasticcería que quedaba cerca al hostal. Allí compraba croissants, pan y café para el desayuno. Una tarde cuando hacían una siesta, Karenina se levantó para curiosear a través de los visillos de la ventana. Ella vestía solamente sus bragas. Iba hacía la ventana en puntillas, y en puntillas trataba de asomarse a la ventana para curiosear que pasaba allí, abajo, en esa calle de Siena. Karenina miraba a través de los visillos pero presentía que Emilio estaría ahora despierto, mirándola, como de puntillas curvaba su cuerpo, ahora ella estaba segura que él la observaba, entonces decidió darle el placer de su vida. Levanto el brazo hacía el cerrojo de la ventana para suavemente jugar con él, con los deditos al tiempo que estiraba una pierna hacía atrás e inclinaba su cabellera rubia hacía el marco de la ventana. Emilio efectivamente estaba observando con inusitado placer. Ella bajaba los dedos por sus piernas y los llevaba hasta el centro de las bragas, separaba las piernas para luego, lentamente, deslizar sus dedos entre las bragas. Emilio solo podía ver el espectáculo por detrás. No podría ver lo que ella hacía adelante pero podría imaginarse. Ella imaginaba su cara y lentamente repetía los movimientos con sus dedos. Su espalda desnuda se curvaba hacía adelante para ofrecerle a Emilio su delicioso trasero, y exploraba la humedad de su templo para mirar de reojo como Emilio acumulaba placer como un burro. Karenina y Emilio pudieron haberse comprometido en ese viaje pero no lo hicieron. Karenina le compró a Emilio un reloj que todavía él conserva. Emilio le compró a ella una sortija que también ella guarda. La sorpresa de su viaje todavía les esperaba cuando llegaron a la estación de autobuses. Llegaron a la estación de autobuses, tomaron sus asientos, en ello estaban cuando se percataron que quien iba a conducir el autobús a Roma sería el mismo chofer desajustado que los habría traído a Siena. Algunos pasajeros lo reconocieron y dijeron: Oh no! Y empezaron a apurarlo en italiano, sbrigati! sbrigati! Karenina y Emilio explotaron en risa. El chofer sin importarle los sbrigatis ni las carcajadas se sentó en el volante y encendió la radio para escuchar tangos. Emilio deseaba que esos días se alargaran para que el tiempo sellara esa posible relación futura. Habían hecho la parte turística y disfrutado el aroma cultural de la ciudad. Karenina guardó las fotos de esos momentos de amor en Siena en una caja, en su ropero. La relación terminó un día pero ella seguía conservando las fotos en aquel lugar. Un día empezó una relación con un marroquí y las fotos de Siena, especialmente las fotos que posaba con Emilio, fueron desapareciendo en forma misteriosa. Karenina, ha terminado ya la relación con el marroquí, tal vez lo esté empezando a olvidar pero todavía guarda escondidas con celo, en su ropero, las fotos de su viaje con Emilio que nunca podrá olvidar.

14 de abril de 2024

Jorge Aliaga Cacho

Jorge Aliaga Cacho and Andina Aliaga

Jorge Aliaga Cacho is a Peruvian writer and sociologist. He was born in Lima, Peru, and has made significant contributions to literature, politics, and cultural discourse. Let’s delve into his background and works:Background:Jorge Aliaga Cacho completed his primary education at “La Rectora” and attended secondary school at various institutions, including the same military school attended by renowned author Mario Vargas Llosa (Leoncio Prado).
At just 16 years old, he ventured into politics, participating in the Peruvian Committee for the Liberation of Angela Davis and supporting the struggle of the Vietnamese people.
His experiences on the streets of Lima influenced his writing, capturing the city’s architecture and the idiosyncrasies of its people.
Notable Works:“Secreto de desamor” (2007): A novel published by Renteria Editores in Lima.
“Mufida, La angolesa” (2011): A book of short stories published by Altazor Editores in Lima.
“Mujeres malas Mujeres buenas” (2013): A collection of poetry exploring themes of vice and virtue.
His essays, journalistic notes, and stories have appeared in various virtual media outlets.
Life Beyond Peru:Jorge Aliaga Cacho is of Peruvian-Scottish descent and splits his time between Peru and Scotland.
His work is not funded by corporations like Nestlé or Monsanto, emphasizing independent journalism.

For more insights, you can explore his blog, where he shares thoughts on politics, literature, ecology, and socialism1. Additionally, he has a website2 where you can find further information about his literary endeavors.




Publicado por: Copilot con GPT-4 (bing.com)