Por Samuel Cavero
Me interesa destacar y comentar algunos ejes de interés que caracterizan al libro de cuentos Mufida, la Angolesa, del reconocido escritor Jorge Aliaga. Pero antes que nada debo resaltar la impecable edición a cargo de Ediciones Altazor, dirigida por el editor ayacuchano Willy del Pozo. Se trata de un libro revelador, novedoso y provocativo por el título:Mufida, la Angolesa, que llama a leerlo y comentarlo. El libro de casi un centenar de páginas está conformado por siete cuentos: Mufida, Los chicos de Montevideo, La Poza encantada, KLM 236, El retorno, Memorias de Festival y La Rectora. Son cuentos donde siempre hay personajes femeninos, una retrospectiva autobiográfica y una fina ironía que caracteriza el lenguaje del autor.
El primer cuento que da título al libro: Mufida, La Angolesa, que debió ser el más importante, es quizá el más llamativo. A mi juicio comienza magistralmente, tanto así que si leemos la primera página del cuento apreciaremos su impecable y sólida prosa, su lenguaje castizo, muy español, “Alonso nació en Mezquita de Jaque, un lugar yermo en la región de Teruel…”. Nos habla de La Villa de Aliaga y otras castellanas, que podría creerse emparentan con el autor. Y digo que hay expresiones muy españolas que el autor pone adrede, para crear la atmósfera espacial del lugar de donde proviene Alonso, en realidad torero. Así, por ejemplo, están La Virgen de Zarza, Valdeconejos, el hotel Aliste, las Cuevas de Almuden, el Bar Don Alfonso, para que los viejos esperaran el paso del tiempo entre carajillo y carajillo.
La historia de gran interés se traslada a Lima y luego lo hará al remoto poblado andino de Huasahuasi donde el gran diestro español Alonso debe lidiar al bravo toro Botafuego, con el mentado torero tarmeño Pepito Sifuentes. Allí la historia se vuelve truculenta, risible. ¿Por qué? Aquí interviene un curioso personaje llamado Gudrun, aparentemente varonil, rudo, “que trabaja en la chacra de su padre”, en Villa Rica; es en realidad una mujer y “la heroína del cuento”, quien vivía en La Merced, pequeño paraíso de la ceja de selva que el escritor lo conoce y relata bien, como en su anterior novela Secretos de Desamor. Comienzan a mezclarse las expresiones españolas con las muy peruanísimas, las a veces mal dichas, rimbombantes, desafortunadas, como: “todo huele a aire”, “restaurante horriblemente moderno”, “Celebración semanaria”.
El lector podrá preguntarse después de haber leído este cuento que hacían allí unos músicos trujillanos en un lugar tan alejado, Tarma, de La Libertad, habiendo tantas orquestas y bandas de músicos en Tarma y Huancayo para contratarlos. ¡Y muy buenos! Recordemos, siempre en corridas provincianas tocan las bandas del lugar o del pueblo cercano. Por qué tampoco nunca se mencionan a los demás toros ni tienen en absoluta participación en el desenlace. Una corrida no es de un solo toro, ni lo hace un solo toro. Sino por lo menos cuatro. Y por qué el autor, Jorge Aliaga, no hace socorrer al torero cuando está gravemente corneado. El desenlace es de Ripley, Gudrun, nos dice Aliaga, “se volvía loca, no lloraba, sino gritaba por Alonso”. Era su matador, ensartado, desangrándose en el asta del toro. Gudrun corre a la arena. Nadie más lo socorre. Dejan que se muera. Y “la heroína”, en un gesto poco creíble al ojo inquisidor del buen lector, le cubre con su chal rojo, como una maja. ¡Nada menos que chal rojo! Y por qué no le corneó a la heroína Gudrun también. Si el toro estaba allí, en la arena, y era bravísimo. ¿La presencia de Gudrun, vestida de rojo, acaso lo amansó? Además, fíjense ustedes que no hay toreros, banderilleros, ni nadie más que asistan a la imprudente y casquivana Gudrun quien se mete al ruedo justamente con un chal rojo, que es como una capa de torear igualmente roja y que llama al toro bravo. Y allí sí, disculpen, yo me reí mucho al ver este final tan curioso. Ella se arrodilla y le cubre con su chal rojo, mientras el torero está agonizando. El torero está ensartado del cuerno del toro. Pero el torero, muy romántico él, se da tiempo para entregarle en último aliento el amuleto de la buena suerte que le había entregado la prostituta Mufida, La Angolesa. El lector también se preguntará: ¿Esto es creíble? ¿En un gran diestro español? Sí justamente ese amuleto negro obsequiado por la prostituta en una aventura sexual en España, nunca al final le dio la buena suerte al torero, menos se lo iba a dar a Gudrun, su insólita admiradora. ¿Y por qué entonces entregarlo? Si más bien era signo de la mala suerte.
El final bufo, burlesco, de este cuento; no es como era de esperarse la gran Opera Mufa, de Mufida.
El cuento Los Chicos de Montevideo, es un cuento coloquial que nos remite a los circos limeños con personajes muy peculiares y simpáticos. Es un lenguaje que lo acerca a Juan Ramón Ribeyro, Vargas Llosa y Oswaldo Reinoso en cuanto al tratamiento de sus personajes de pueblo con sus particularidades. El recuerdo que el escritor nos hace de los cines de barrio de antaño, del nombre de los payasos y de las palomillas de barrio que tiraban bolsas de orines desde la cazuela o se orinaban sobre las cabezas de los de platea no deja de ser real e interesante.
El cuento La Poza encantada nos remite a chilca, a sus leyendas y sus mitos que recreados han servido de inspiración al escritor.
KLM Vuelo 236 es un cuento al parecer igualmente autobiográfico, con una dosis de contenido ideológico y político que merecería ser estudiado bajo esa sola perspectiva. Aquí ya no es Mufida, Gudrun, ni Olguita los personajes relevantes. Sino la bella Bzyana, felizmente menos torera. Imagino que hay mucho del personaje Flavio, enamorado de la rubia Bzyana y del partido comunista en el escritor Jorge Aliaga y por las referencias locales muy detallistas nos acercan al escritor, a su postura ideológica, a sus amores tormentosos, apasionados, también desgraciados por esas manos y ardides de ruletero, y a sus inolvidables viajes por Europa.
Los mejores cuentos vienen a continuación. Hay una propuesta más equilibrada y sus logros son mayores. Se trata de los cuentos El Retorno. A mi juicio el mejor y el más hermoso, con la humanización y personificación del escritor en el personaje Alcides. Le siguen en calidad Memorias de Festival, que como el anterior relato también tiene una fuerte dosis partidaria, ideológica, que nos hace conocer desde dentro como se vive (o vivían) en los países del eje socialista con ese espíritu fraterno, solidario, humanista, pero también de alianzas ante la agresión y el bloqueo capitalista norteamericano. Pero es también la historia de un personaje llamado Serafín, con muchos sueños e ilusiones, que consigue el éxito, como luchador social. Una desventura lo lleva a la muerte en manos de Sendero Luminoso de una manera terrible, que invita a leer este cuento, sin detenerse.
El último cuento que recrea historias juveniles de estudiantes y profesores, del desparecido colegio La Rectora de Barrios Altos, lugar donde vivió en su niñez el escritor, es el tipo de narración que nos acerca al cuento Los Chicos de Montevideo. Relato igualmente apasionado, de tinte autobiográfico, social, donde los personajes se mueven entre el orden y el caos, entre la indisciplina y la burla, así el escarnio. Interesante historia de discriminación, de redención del hombre, que equilibra los primeros cuentos, obsesivos, del escritor. Destaca el final, muy mordaz, de aliento filosófico dotado de una fuerte dosis de ironía.
Quiero terminar recomendando la lectura de un cuento de Cronwell Jara, que es un gran referente literario, un cuento de toreros y además brillantemente escrito, se titula: Fraicico, el esclavo sobre el toro ensillado. Antología de cuentos. San Marcos, 2004. Y el libroTauromaquia, que nos habla de esta tradición tan antigua y hoy polémica, de César Miró. También deseo terminar mi participación agradeciendo al escritor Jorge Aliaga, dilecto amigo, por apostar por mi opinión y modesto juicio que esta vez con él no ha sido benevolente. Lo importante es que Mufida, la Angolesa gustará mucho y será comentada desde diversas perspectivas. Y criticada. Máxime, si los escritores vivimos pensando: ¿Esta historia que estoy escribiendo, funciona, es creíble?