Harold Alva |
Por: Alberto Alarcón
Harold Alva es sin duda un poeta underground, un escritor en el filo de
la navaja, un sereno creador de catástrofes. Nació en Piura en 1978 y está
vinculado a Trujillo por los estudios de derecho que realizó en esta ciudad y
por el Grupo Literario Triángulo4 que
fundó en 1996. He aquí declaraciones suyas a propósito de la publicación de su
último libro CIUDAD DESIERTA, de próxima presentación en nuestra ciudad, algo
desierta también en acontecimientos literarios de importancia.
Quienes hemos leído
CIUDAD DESIERTA, estamos de acuerdo en considerar este poemario como una suma
de tus libros anteriores, pero una suma en la que todo está depurado, el
lenguaje, las imágenes, la intención ¿Te propusiste todo esto cuando lo
escribiste?
Yo
siento a CIUDAD DESIERTA como el eco de otro libro: La épica del desastre, que a medida que iba desarrollándolo, ese
eco fue independizándose. De eso me di cuenta cuando advertí que en CIUDAD
DESIERTA había un discurso cuyo eje funcionaba más allá de ese otro escenario,
Lima, sobre el que La épica se
construía. Quizá porque fue un trabajo que empezó a gestarse desde el
inconsciente, percibes la suma de mis libros anteriores. Digamos que el cuerpo
de cada texto de CIUDAD DESIERTA se fue construyendo sin mi autorización. Sin
que yo me dé cuenta.
Es difícil sentir
CIUDAD DESIERTA como un libro cuyos poemas han sido escritos como
independientes uno de otro. Esto me lleva a preguntarte si Lima, como un
escenario físico, real, no está tan enraizado ahora en ti que forma un
sustratum espiritual que se manifiesta en tu arte poética?
No,
yo no creo en el sustratum espiritual. Lima es una ciudad que ha ido sitiando
mi escritura porque identifico a su vértigo con mi naturaleza de hombre: Lima
es tan conflictuada como yo. Su desesperación me conmueve, su desarraigo,
porque Lima ahora es una ciudad poblada por desarraigados, es mi vocación
apátrida verbal. Pudo ser cualquier ciudad con el mismo caos, pero fue Lima.
A lo largo de tu obra,
y en especial en este último libro, la noche es un elemento bastante reiterado
¿Qué significado tiene la noche para un poeta al que, supongo, imaginando el
día como un tráfago insoportable y la noche como la paz, como lo bucólico?
Cuando
vivía en el campo, viví siete años en un poblado del norte habitado por casi
cien familias, aprendí a esperar la noche para escucharme. Ese silencio, ese
temor que me produce poder escucharme, fue lo que hizo que asalte a la noche
para sobrevivirme. La noche es el escenario al que acudo para escribir, para
reconciliarme con el miedo. En ella he aprendido a identificar las pérdidas.
Tú naciste en un
villorrio del norte piurano, donde todo es luz, alegría y calor. ¿Cómo ocurrió
tu paso a Lima, y cuánto has ganado y has perdido en esta ciudad?
Mi
padre fue policía, la vida de mi familia fue una vida de gitanos, nací en
Piura, en El Alto, viví allí dos meses, después viví en Trujillo mi primera
infancia, luego en Cascas, Cajamarca, Tumbes, en casi todos sus distritos, después
nuevamente Trujillo y finalmente Lima. Radico en Lima desde 1998. Pienso que
todos los que llegamos a Lima perdemos algo: aquí se produce nuestra primera
muerte, lo que viene después son acciones de sobreviviente. Literariamente
ambos, Lima y yo, nos retroalimentamos.
Pero resulta que el
sobreviviente es un poeta, y los poetas se resisten más que los mortales
comunes a la muerte. Como sobreviviente en Lima uno debe elegir, según tu
lírica, entre ser lobo o cuervo, al parecer tú elegiste lo segundo ¿Por qué?
¿Recuerdas ese vallejiano, vámonos cuervo a fecundar tu cuerva?
Si
existe la reencarnación, yo elegiría en una próxima vida ser un cuervo. El
cuervo, estoy seguro que esto lo sabía Vallejo, es el pájaro que asume con
mayor precisión el sentido de la libertad, es egoísta, es desarraigado, el
cuervo es el más humano de los pájaros. Los lobos le temen a los hombres, por
eso los atacan. El cuervo no, el cuervo convive con ese peligro. La poesía es
un peligro, a mi me gusta convivir con ese peligro. Quizá por eso no sólo
Vallejo se asumió cuervo; Poe, Yeats, Panero, eligieron al cuervo para
reescribir su voz. Yo guardo mucho respeto por la muerte.
Cuando llegaste a Lima,
ya habían acontecido varios hechos literarios importantes en el Perú, las
generaciones del 50, 60 y 70, con lenguajes poéticos distintos. Tú estabas más
cercano a la experiencia de Hora Zero. ¿Qué tomaste de ellos y de los
anteriores? Me interesa sobre todo, lo que tomaste de ellos respecto a tu
lenguaje poético.
Quizá
porque viví hasta los 20 lejos de Lima, mi discurso poético no se influenció
por la estética anglosajona. Yo crecí leyendo a la generación del 27, a los
surrealistas, que fueron las lecturas más cercanas a los poetas del 40 (Moro,
Westphalen) y del 50 (Sologuren, Romualdo, Valcárcel), por eso a mí no me chocó
la experiencia de Hora Zero. La forma cómo yo percibí o percibo mi realidad no
la proceso en mi discurso como ellos, a mí no me dice mucho las tradiciones con
las que ellos se alimentaron. He leído a los beat, por citar un ejemplo, pero mi sensibilidad no los procesa. Mi
formación es de lengua española, francesa, Pessoa inevitablemente y Kavafis. Me
interesa sin embargo los discursos de Nájar, Málaga y Mora, poetas del 70.
¿Tienen algo que ver
los PEQUEÑOS POEMAS EN PROSA de Baudelaire con tu prosa poética? Yo siento que
tu obra se vincula más a la literatura española, por su sencillez, ciertamente
a la generación del 27, y al surrealismo, como un modo de trabajar con la mayor
libertad posible tus imágenes.
Baudelaire
es un tótem, sus Pequeños poemas en prosa
y la carta a su madre son excepcionales, pero, y aunque se trata de narrativa,
empecé a escribir poemas en prosa después de leer a Onetti y los Dichos de Luder de Ribeyro. La prosa
poética de Baudelaire influyó inconscientemente, la prosa poética de Artaud,
también. La libertad de la expresión en prosa poética y el modo surrealista
para crear es lo que le da consistencia a mi poética. En cuanto a la influencia
española, el Lorca de Poeta en Nueva York
y León Felipe, sin duda.
Tú perteneciste al
Grupo Neón de los años 90. Ellos, como fue el caso de Carlos Oliva, tenían la
visión de un mundo urbano desquiciante, veloz, caótico. ¿Compartiste ese punto
de vista? ¿Lo sigues compartiendo? Te lo pregunto porque si bien es cierto en
tu obra hay bastante de eso, sin embargo, lo que exhalan tus versos no es una
angustia exasperada sino más bien la voz de un hombre que recibe la violencia
de la ciudad con una cierta resignación.
El
Grupo Neón fue fundado en San Marcos el año 90. Efectivamente la poética que
cruzaba al grupo tenía como pilar la violencia urbana, propio del contexto.
Recuerda que vivíamos la recién instaurada autocracia de Fujimori. Los 90 en
realidad fue una década siniestra en la que los discursos no sólo literarios se
lumpenizaron, se achoraron, por utilizar un término propio de la calle. Yo
llegué al grupo en su segundo momento y sí compartí esa visión del mundo urbano
desquiciante, ahora no es que yo me haya resignado, quizá lo que sucedió es que
esa visión fue procesada y un hombre de 35 mira el mundo distinto al de un
joven de 20 años. Ahora observo la angustia y la depresión y yo mismo seguro
soy esa angustia y esa depresión, pero mi apuesta es por reconstruir. En ese
discurso también se encuentran algunos de los poetas que caminaron en Neón.
Pienso en la poesía de Ildefonso.
Cuando dices: mi
apuesta es por reconstruir, ¿te refieres a una acción civil, política?
Me
refiero a una acción civil y a una acción poética. Civil, efectivamente,
política. Y poética porque considero que el discurso coloquial y hegemónico
debe subvertirse. Hay poetas cuyas propuestas lo han superado, poetas que
empezaron a publicar a partir del 2000.
¿Qué es necesario para
"proyectarse hacia el futuro? ¿Abrir la escritura, como dijo Antonio
Cornejo Polar en el prólogo a Manuscrito del viento de Escribano, hacia una nueva épica que nos permita salir del yo, del
exclusivo yo poético?
Abrir
la escritura dijo Cornejo, romperse la lengua, digo yo. Algo que tengo como ley
es que si alguien quiere proyectarse debe empezar por vencerse a sí mismo, hay
poetas que no han logrado vencerse a sí mismos, ellos son los prescindibles.
Rimbaud se destruía a sí mismo, Baudelaire se destruía a sí mismo, Antonin
Artaud, se vencía a sí mismo, Leopoldo María Panero, se destruye a sí mismo. En
ellos coinciden sus vidas como tragedia, cierto, pero vayamos a quienes no
llegaron a extremos vivenciales, Huidobro rompiéndose la lengua en el último
canto de Altazor, Borges en su Libro de los dones, o Kavafis en Esperando a los bárbaros. El poeta
finalmente debe entender que no está sólo en el planeta y como los primeros
juglares está condenado a interpretar y cantarle a su época para trascenderla.
Como Homero, como Dante, como Darío, como el Vallejo de España aparta de mí este cáliz o como el Neruda de Canto General. El poeta debe tener
consciencia épica.
En tu poesía hay un
intento épico. Lima es un espacio físico, pero más aparece como una atmósfera
lírica. ¿Cuál sería el escenario real, los hechos reales que te alentarían a
ingresas en la neoepicidad que reclamaba Cornejo Polar?
Esta
época es un momento de desastre. Los discursos ideológicos están en crisis, los
discursos literarios ya no la interpretan, por eso hablaba de subvertirlos. Por
eso mi intento de La épica del desastre
en donde CIUDAD DESIERTA fue creciendo como un eco que logró, por sus
elementos, independizarse. Ahora yo no describo los espacios físicos de Lima.
Yo escribo desde esos espacios físicos. Algo así como que Lima es el significante
y mi poesía el significado. Eso veo, pero esto es.
Un elemento aturdidor
en tu poesía es que uno nunca sabe si la noche, la nocturnidad, es también la
imagen de una mujer, de una mujer real, con la que el poeta tiene una relación
contradictoria, a quien llena de elogios y reclamos al mismo tiempo ¿Existe esa
mujer real?
Yo
escribo en estado de asociación con intención centrífuga. Lima es un escenario
físico que me interesa no como territorio concreto sino como escenario verbal,
en esa categoría la mujer real existe. La oscuridad de lo pueril, lo trágico de
ese elemento moderno, el amor, como sinónimo de pérdida, de noche, de lo que
empieza y se termina. Es contradictorio cómo el hombre, ese animal que tanto
tiene que ver con la civilización y la destrucción pueda quebrarse por alguien,
o lo que es más raro, cómo sugestionado por esa otra construcción pueda sentir
que se redime. Existe el hombre, entonces existe esa mujer real.
¿Cómo ama el poeta de
CIUDAD DESIERTA a su hembra real? ¿Cómo es ella? ¿Si más siniestra, más
distante, más inasequible, más transitoria, es mejor para ti esta mujer real?
¿Eres también un cuervo en el amor? Es decir ¿También un animal carnívoro?
Tengo
a mi cuerva y ambos somos complejos, pero en esa complicación somos hedonistas
y entonces nos complementamos. Nos construimos así, con nuestros picos de
felicidad y de pelea. Estoy seguro que si yo soy siniestro, ella debe tener
mucho de siniestra. Por supuesto nuestra lectura no tiene consistencia
occidental ni judeocristiana. Vivimos a un océano de distancia y cuando nos
reunimos somos eso: dos cuervos que se encuentran, dos cuervos intensos, un
pájaro con su pájara para quienes solo importa esa unión, ellos, amurallados
para el resto.
Wagner aparece en tu
poesía. Su música tiene una gran componente político y al mismo tiempo una
enorme sensación de fatalidad, ¿lo elegiste por esto?
Lo
elegí por épico. Escribo con Wagner.
Mencionas también al
pintor Delacroix, ese pintor que oscila entre el cielo y la tierra, entre el
misterio y la realidad. ¿Cuánto ha hecho la pintura en tu concepción literaria?
Antes
de empezar a escribir, aprendí a dibujar y a pintar. Cuando viví en Cascas,
frente a mi casa vivía un pintor: Segundo Flores, el famoso Shemere, y en la esquina de la calle
Progreso el pintor Romero. Shemere
era paisajista y retratista y Romero pintaba frescos de estilo renacentista. Yo
tenía 8 años y pasaba casi todas mis tardes en el taller de Shemere aprendiendo a matizar el color y
los sábados iba donde Romero a aprender a dibujar anatomía. Así me pase esos
dos años. Con ellos llegué a los impresionistas, al trabajo del color, a la
intensidad, a ese temblor frente a los cuadros de Delacroix, a su carga
romántica. Entiendo como romanticismo el apasionamiento por ser original: eso
me marcó desde niño. A veces pienso que debí ser pintor. Gracias a Shemere y Romero me importa la
construcción visual. Por eso me preocupo por el escenario de las imágenes. La
intensidad es sensorial. Gracias a esos dos pintores de mi niñez, crecí
admirando a Delacroix, a Goya, a Egon Schiele.
¿Y por qué Led
Zeppeling y el poeta Gelman? A Zeppeling lo entiendo, por tu juventud, pero lo
de Gelman no por tu conocida opción por el neoliberalismo.
A Zeppeling lo escucharé siempre. Yo no soy
neoliberal, Alberto. El neoliberalismo no existe. Yo soy un liberal primigenio,
por eso me declaro un jacobino. Un liberal es alguien que lucha contra los
conservadurismos, yo soy ese tipo de liberal, el problema es que nuestras
izquierdas leyeron mal a Marx y se declaran en su mayoría mariateguistas cuando
ni siquiera han leído a Sorel. Hablo de la izquierda peruana. Alguna vez le
dije a un poeta que si yo hubiese nacido en Chile habría sido de la
concertación, admiro a Allende, repudio a Pinochet. He crecido leyendo a
Gelman.
Los liberales
primigenios luchaban contra la monarquía, ahora hay que luchar contra este
capitalismo oscuramente leonino, voraz y sangriento. La poesía no debe
instrumentarse para esto, ni tampoco es una obligación de las personas comunes
y corrientes. Te lo preguntaba sólo para saber quién es Harold Alva, desnudo de
poesía, el Harold de la calle, de la vida cotidiana.
Y
te agradezco la pregunta, Alberto. Efectivamente ahora la lucha debe ser contra
ese otro gran opresor. El capitalismo salvaje, la corrupción y aquí volvemos a
la necesidad de la responsabilidad por lo épico, porque se necesita de una
hazaña épica para vencer al nuevo opresor. Harold Alva en la calle, en su vida
cotidiana es un hombre que se compromete con su contexto histórico, por eso mi
compromiso político. El poeta debe ser un hombre comprometido. Yo no creo en
poetas como islas.
Quiero destacar algo
importante en CIUDAD DESIERTA: la serena inserción de elementos andinos en tu
logos poético. Entran sin estridencias, sin romper la línea española de tu
poesía. ¿Qué es la peruanidad para ti? ¿Crees que los poetas peruanos han
logrado hacer una poesía con características propias?
Yo
no soy partidario de los nacionalismos. El lenguaje poético es universal, pero
puede incorporar elementos identitarios de determinadas culturas. Nosotros
somos un país pluricultural y por lo tanto hemos asimilado varias tradiciones.
Particularmente yo he vivido en varias regiones, por eso quizá he asimilado
elementos del norte o de la sierra. Elementos que cruzados por el mismo
lenguaje no rompen mi tradición literaria, sin embargo aprendo todos los días y
como soy un ser que se construye constantemente podría repetirte como Darío: "Hermano,
tú que tienes la luz, dame la mía. / Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a
tientas. / Voy bajo tempestades y tormentas / ciego de ensueño y loco de
armonía."
A propósito de Darío y
los versos que citas, destaco también la persistencia del verbo TOCAR en tu
poesía. Tocar es más propio de los ciegos que de los videntes. Esa ceguera tuya
¿Es la ceguera del hombre y del poeta que nunca sabrá qué es la poesía, qué es
el mundo ¿Es una ceguera ética? ¿Es la ceguera del ciego que aparece en El Túnel de Sábato?
Saludo
que hayas identificado mi persistencia en el verbo tocar. Yo siento que el
poeta persiste como un ciego porque teniendo consciencia de lo que vive,
insiste tercamente en ir contra la corriente, no sé si motivado por alguna
categoría moral o ética. Quizá por instinto, por sobrevivencia. En el fondo sabemos
que nada está bien, sabemos que estamos rodeados de inmundicia y sin embargo
soñamos y continuamos escribiendo a pesar que el mundo se despedaza en nuestras
narices. Pero continuamos porque guardamos discretamente la esperanza de
mejorarlo, por eso vuelvo a la palabra reconstruir. Considero que nosotros
hemos heredado un mundo para reconstruirlo.
Se trata de la ceguera del poeta que nunca
sabrá que es la poesía y qué es el mundo.
Sobre esa ceguera, escribo.
27 de octubre de 2013. Diario La Industria,
Trujillo.