Por Gustavo Espinoza M. (*)
En enero de 1919 los trabajadores peruanos libraron la primera gran lucha de su historia. Fue la batalla por la instauración de la Jornada de 8 Horas, que tuvo como corolario dos acontecimientos paralelos: el triunfo de la organización sindical naciente, y la impronta de José Carlos Mariátegui, que se solidarizó con esta acción decisiva y recibió la adhesión multitudinaria de una masa entusiasmada que desfiló agradeciendo su predisposición al combate.
En verdad, la lucha por las 8 horas en el Perú fue librada por iniciativa y conducción de un núcleo anarco-sindicalista que agotó su programa de acción en esta jornada. Mariátegui recogió esa posta, y enrumbó al movimiento obrero bajo los principios del sindicalismo de clase, con la idea de fortalecer la organización proletaria. Varios años tuvieron que pasar para que la voluntad del Amauta cuajara. Los mensajes a la organización sindical escritos por Mariátegui en 1924, 1927 y 1929, fueron el sustento ideológico del pensamiento más avanzado de la época, preñado ya de una definida orientación socialista.
Cuando en mayo de 1929 se dio por constituida la Central Sindical Peruana –la CGTP- no sólo se coronó un esfuerzo resuelto y combativo, sino también se afirmó un espíritu rebelde y solidario. Pero en esa circunstancia, el miedo de la clase dominante pudo más, y la CGTP fue reprimida, disuelta e ilegalizada en 1932.
Desde aquel año, hasta 1968 el Perú vio acosado por diversas dictaduras y gobiernos oligárquicos, con la sola excepción del interregno democrático del 45, que duró menos de tres años. El escenario no fue suficiente, como para permitir la recomposición de los trabajadores y el ascenso de su estructura organizativa. De todos modos, la formación –en mayo de 1944- de la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP) fue un aliciente para nuevas jornadas, a mediados de los años 50.
La CTP de la época, no hizo honor s sus antecedentes. Dominada por la dirección del Partido Aprista, jugó las cartas del reformismo y la capitulación ante la ofensiva patronal e hizo de la “colaboración de clases” su principal bandera. A partir de ella renació en la base misma el sentimiento de lucha legado por el Amauta, y él abrió cauce para que en 1968, fuera posible recomponer la unidad proletaria desde nuevas bases, y dar nacimiento de la CGTP en una segunda etapa.
No se hubiese podido concretar ese esfuerzo, sin librar dos luchas complementarias. La sindical, que se expresó en numerosos conflictos de clase; y la ideológica que pasó por repensar el papel y la tarea de los trabajadores en ese escenario concreto. Para ambas expresiones de madurez del movimiento, fueron indispensables el surgimiento del Comité de Defensa y Unidad Sindical (CDUS) en 1966; y el debate en torno a la manera de entender la lucha por la unidad sindical.
Y es que el CDUS, permitió aglutinar a significativos segmentos de la clase obrera; y el análisis de la táctica a seguir nos llevó a romper el viejo esquema de la unidad abstracta, para sustituirlo por la unidad en la acción clasista. Y es que aún en la conciencia de algunos estaba impregnada la idea que no se podía “romper” la unidad sindical a través de la formación de una central “paralela” a la CTP.
Fue la vida misma la que nos condujo hacia la tarea de acabar con mitos falsos y buscar en el terreno de la acción, las fórmulas adecuadas que nos posibilitara recuperar para el movimiento obrero peruano la unidad en nuevas condiciones. Sólo así fue posible, en junio de l968, el renacimiento de la Central de Mariátegui,
Fue por breve tiempo que Isidoro Gamarra en solitario debió asumir la conducción del nuevo equipo sindical surgido del Primer Congreso Clasista. Antes que concluyera 1969, nos vimos forzados a ampliar el núcleo dirigente de la Central y asumir responsabilidades de conducción, en el más alto nivel.
La CGTP reconstituida en junio del 68 no debió su fortalecimiento al “apoyo” brindado a ella por el gobierno del general Velasco Alvarado. Dicho apoyo, nunca existió. La CGTP fue legalmente reconocida por el gobierno militar sólo en enero de 1971. Ni antes de ese episodio, ni después del mismo, varió el trabajo ni la línea de la Central Sindical peruana. Apoyó al proceso revolucionario iniciado en 1968 sin condiciones, ni dádivas.
Fue la identificación de los trabajadores con un rumbo realmente democrático, patriótico y antiimperialista el que alentó esa voluntad, que se mantuvo enhiesta en toda esa etapa de la historia del Perú.
Para la CGTP estaba muy clara la idea que alentar y profundizar el proceso de cambios revolucionarios que se operaban en el país, era la manera de afirmar un futuro socialista en nuestra patria.
Es bueno subrayar que ese espíritu se asentó en la acción del Partido Comunista, que jugó todas sus cartas a fortalecer la CGTP, y no valerse de ella; alentar sus luchas, y respaldarlas en la práctica; y dotarla de una visión realmente patriótica, pero también internacionalista.
No en todos los casos los gobernantes de entonces apreciaron las cosas así. Pesaron los prejuicios anti obreros existentes en la época, y el mensaje anticomunista heredado del pasado. Por eso, en lugar de valorar el aporte valioso de los trabajadores, se alentó, a través del SINAMOS -el llamado Sistema de Apoyo a la Movilización Social, y en particular de su “área laboral”- la formación de la denominada Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP) que hizo mucho más daño que bien al proceso en marcha, y se creó el “Movimiento Laboral Revolucionario”, realmente rechazado por las bases sindicales.
No obstante estas dificultades, el movimiento sindical clasista no rehuyó sus responsabilidades. Combinar la lucha de los trabajadores con el apoyo al proceso en marcha, no era sólo un deber político, sino también una necesidad imperiosa. Y eso lo confirmó la historia.
Por eso se valoró en el acto conmemorativo a los 50 años de la fundación de la CGTP celebrado el 14 de junio en el Sindicato Telefónico, la valiente intervención de la Secretaria General del Partido Comunista, Flor de María Gonzales, quien formuló un vigoroso llamamiento a la unidad partiendo del reconocimiento –sin mezquindad alguna- al papel de todos quienes lucharon con la bandera de la CGTP, arriesgando sus vidas en acciones perdurables.
Si hoy la CGTP es una organización vigente en la vida del país, eso no se debe sólo al trabajo y la acción que desarrolla en nuestro tiempo. Es el resultado, también de una escuela de lucha sindical que asomó con vigor en el país hace más de 50 años. (fin)
(*) Secretario General de la CGTP (1969-1976)