Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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17 de junio de 2022

LA ILUSIÓN DEL PODER.


Rafael Varón Gabai
TEXTO COMPLETO

1Una característica de la conducta de la hueste conquistadora fue la alternancia entre la violencia y el trato amistoso, buscando simultáneamente generar el temor entre la población y las alianzas con determinados grupos nativos. Para ello, los españoles se sirvieron de indígenas que fueron utilizados como instrumentos de comunicación, en diversas modalidades, entre los que destacan los intérpretes o “lenguas”, los señores étnicos, las mujeres de la nobleza regional y cuzqueña, Villac Umu (el llamado “sumo sacerdote” del culto solar del estado) y el propio Inca Atahualpa y sus sucesores nombrados por los españoles. Escapa a las intenciones del presente capítulo realizar un análisis detallado de todos ellos, pero sí conviene detenerse en los casos menos conocidos o que tuvieron mayor relevancia para los vínculos iniciales entre conquistadores e indígenas, especialmente cuando se relacionaron con Francisco Pizarro y su familia.
2Cieza de León había hecho notar que cuando Pizarro llegó a Jauja, “procurava traer a su amistad a los Guancas e Yayos [sic por Yauyos] [pero] por entonces no pudo venir en efeto su propósito”.1 Resulta interesante plantear, dentro de este contexto inicial de la conquista, que, al igual que los españoles, los señores indígenas obraron con iniciativa política propia, decidiendo por sí mismos en qué momento les convenía efectuar el acercamiento al invasor europeo. Al explicárseles que los españoles venían “por mandado del Emperador a poblar aquellas tierras de cristianos y a que les diesen noticia de nuestra fe”, con sagacidad, según Cieza, respondieron, “lo que vieron que convenía para estar seguros”.2 Sin embargo, sería difícil determinar cómo les convenía actuar. El caso del cacique Çopeçopagua permite apreciar la situación, cuando recibió el mensaje enviado por Benalcázar para que se aproximase pacíficamente y así se evitaría que “lo tuviesen que prender de mano armada”. En palabras de Cieza, Çopeçopagua temía que le avían de apretar por el oro de Quito, porque estava claro [que] los cristianos no buscavan ni pretendían otra cosa [más] que ello y plata, mas no se hallava seguro en parte ninguna, porque ya los mismos naturales unos a otros se heran traidores, porque ni guardavan amistad, ni parentesco, ni querían más que sustentarse con el fabor de los nuestros.3
3La población indígena se enfrentaba a una situación novedosa a partir de la conquista y de la presencia española. No tenían más remedio que participar en el juego político de los europeos. Las jerarquías prehispánicas podían servirle al individuo como referente, pero ahora las reglas eran distintas y, para algunos, se presentaban posibilidades previamente inexistentes de acceder al poder político y a las riquezas.
4En las próximas páginas examinaré la situación del ámbito andino durante la conquista desde la perspectiva indígena, con énfasis en esa minúscula franja temporal en la que aún seguía vigente y predominante el aparato político prehispánico; es decir, hasta la ejecución del Inca Atahualpa. En la primera sección mostraré cómo hombres vinculados a la administración incaica recibieron la noticia de la llegada de los españoles. En las siguientes se verá el caso de algunos individuos que por sí mismos desempeñaron un papel importante en el mundo peruano de la conquista, como los conocidos intérpretes Felipillo y don Martín, las sucesivas mujeres de Pizarro, doña Inés y doña Angelina, y el gobernante “títere” Paullu Inca. Asimismo, se expondrá el caso de etnías que exhiben una estrategia política en sus acciones y en las que los actores individuales aparecen delineados con diverso grado de nitidez. Es el caso de los cañaris, los huaylas, los limas y, por último, las naciones charcas, todas ellas vinculadas estrechamente a los Pizarro.
LA PERCEPCIÓN INDÍGENA DE LA INVASIÓN
5Disponer de información sobre la percepción que tuvieron personas ligadas a la administración incaica acerca de la llegada de los españoles, la captura del Inca y el acopio del oro y plata del Tahuantinsuyo permitirá lograr una mejor comprensión de la reacción indígena. Utilizaré para ello como eje de la exposición un documento singular, que a pesar de su importancia no ha sido debidamente valorado: la declaración de testigos indígenas en el pleito seguido por Hernando y doña Francisca Pizarro contra la corona, para recuperar los gastos en que incurrió Francisco Pizarro en el levantamiento indígena de 1536.4 Los dieciocho declarantes afirmaron ser oriundos ya sea de la provincia de Yauyos o de Huarochirí, a excepción de un noble cuzqueño, “nieto que dijo ser de Pachacuti Yupangui”. Cada uno de ellos recibió la noticia de la llegada de los españoles en Yauyos, Huarochirí, Jauja, Cuzco o Huamachuco. Todos eran hombres adultos al momento de la invasión, habiendo llegado a presenciar el saqueo que hizo Hernando Pizarro de Pachacámac (salvo dos de ellos), y participando (excepto siete) en el sitio de Lima de 1536.5
6En 1573, cuando se realizó el interrogatorio, en opinión de los funcionarios reales los testigos aparentaron tener entre setenta y noventa años, menos uno que pareció cercano a los sesenta. Habían pasado cuatro décadas cataclísmicas en las vidas de estos hombres, cuya buena fortuna les había permitido encontrarse entre los pocos que sobrevivieron a las guerras, plagas y otros males de este período: uno de cada cinco en promedio.6 Sin importar las simpatías que cada personaje pudo haber despertado al momento de la invasión, que podríamos deducir de su ocupación, —de los que la indicaron, cuatro eran soldados del ejército de Huáscar; uno era “ovejero del Inca”, en Pariacaca; otro, “mayordomo del cacique Guacora Pacora”, en Jauja, y, el último, estaba en el ejército de Atahualpa, en Cajamarca—, no era difícil que concentrasen al unísono en las personas de los Pizarro el resentimiento que seguramente contendrían por la desgracia que les había ocurrido, coincidiendo así en sus propósitos con las intenciones del fiscal español que buscaba incriminar a los Pizarro.
7Los declarantes dejaron traslucir sus sentimientos y prejuicios y sus declaraciones no son precisamente ingenuas. Más aún, las preguntas fueron largas y detalladas, y expresaron, como era la costumbre de la época, la opinión inequívoca de una de las partes, en este caso del fiscal. Los declarantes se comunicaron por medio de intérpretes y en presencia del corregidor. El resultado fue que sus respuestas aparecieron sospechosamente parecidas y, en ocasiones, idénticas. Sin embargo, el examen detenido y la búsqueda de variantes en cada uno de los textos, así como la confrontación con otras fuentes en los pocos casos en que esto es posible, permiten obtener información valiosa.7
8Un testigo afirmó que apenas entraron los navíos de los españoles a Paita, “se dijo por todos estos reinos que habían llegado ciertas gentes barbudas en unas casas por la mar”.8 Otro aseguró que cuando se encontraba en el Cuzco, sirviendo al Inca Huáscar, llegó ahí la noticia de que los españoles habían desembarcado y “poblado un pueblo” en el valle de Tangarará.9 Otros agregaron que en la provincia de los Yauyos se anunció que “venían españoles y cristianos” contra Atahualpa, “que se llamaban los capacochas... y que ellos y sus caballos comían oro y plata”.10 Atahualpa, para verlos, los indujo a que avanzasen hasta Cajamarca, sintiéndose seguro debido al reducido número de los españoles y al respaldo del ejército que había congregado contra Huáscar
9Una vez que el Inca fue reducido y se comenzó a acumular el oro del rescate, Hernando Pizarro decidió proseguir el reconocimiento del país, a la vez que apuraba la recolección de oro y plata. Fueron unos capitanes de Atahualpa, Inga Mayta y Urcos Guaranga, quienes por temor que los matasen informaron a los conquistadores sobre la existencia del “tesoro y adoratorio y depósito” de Pachacámac, y luego acompañaron a la expedición.11 La nueva se oyó por toda la tierra. Hernando Naypa Xulca, “ovejero del Inga”, se encontraba en Pariacaca, adonde llegaron mensajeros de los “capitanes” indígenas que acompañaban a Hernando Pizarro ordenando se juntase “todo el oro y plata que tenían, y joyas de mujeres, y mamaconas y servicio de su casa, de plata, y chaperías de sus ropas, y guacas, y adoratorios y depósitos, ” todo lo cual debía llevarse a Pachacámac.12
10Un caso en el que se encuentran evidencias del uso que hicieron los invasores del sistema administrativo incaico en sus más altas jerarquías, para cumplir con sus propósitos de recoger los tesoros: un declarante informó que vio acopiar en Pachacámac “muy grandes tesoros, y muchas chaperías, y culebras, y sapos de oro…, y leones, y zorras…, y hombres y mujeres”, y, luego, todo ello “vio este testigo también dar y entregar al dicho Hernando Pizarro y meterlo todo ello en una casa muy grande que llamaban de Chumbe Sagua, mayordomo del inga”.13
11Otro testigo, don Diego Poma Ricuri, “mayordomo del cacique Guacora Pacora” —más conocido como Guacra Paúcar—, dijo que por mandato de su cacique hizo juntar gran cantidad de objetos de oro y plata, los que fueron cargados “en indios” y entregados “en la provincia de Bonbón, que es en los Atauillos” a los orejones del Cuzco, que eran “criados del dicho Ataualipa”.14 Un punto en el que todos los declarantes concordaron fue en su franco desprecio hacia el conquistador y sus hermanos. Un testigo manifestó que oyó decir a Manco Inca y a Villac Umu, que “antes se dejarían todos despedazar que no sujetarse a los Pizarros”.15 Este debió ser el testimonio más útil que pudo conseguir el fiscal en su causa contra los Pizarro, siempre que las autoridades judiciales metropolitanas considerasen dignas de crédito las declaraciones de los testigos indígenas.
12Parece importante destacar dos aspectos referentes a los testimonios citados. Por un lado, se trata de manifestaciones de indígenas pero transmitidas por españoles y por lo tanto sujetas a alteraciones debidas a los intereses de los funcionarios y dificultades del lenguaje. Por otro, estos testimonios definen una imagen aparentemente opuesta a aquella creada por las versiones de los cronistas de la conquista.16 Así, según esta nueva versión, al poco tiempo de llegados los españoles dejaron de ser vistos como una curiosidad exótica y sin riesgo, para ser entendidos como una amenaza por los indígenas. A partir de ese momento lograron introducirse en la política interna del Perú —especialmente para aprovechar en su favor las diferencias entre el grupo dominante de los incas y las etnías sujetas a ellos,— y controlar el sistema de autoridad, que llegaba a su cúspide en la persona del Inca. Una vez cumplido ese propósito, resultaba natural utilizar los servicios de comunicación, acopio y almacenamiento del Inca, sobre todo en cuanto a la persuasión para la recolección de todo tipo de objetos de oro y plata. De manera similar, los cristianos consiguieron proteger sus vidas en base a la actitud que asumieron frente al Inca.
13Estos meses tempranos pueden pensarse como un plazo de cálculos y cautela política desde ambos bandos. Guillén ha reivindicado la figura de Manco Inca en sus primeros tiempos, considerándolo un Inca auténtico y político planificador y no un conformista ante la presencia de los españoles.17 Desde esta perspectiva, Manco Inca, miembro de la facción adicta a Huáscar y, por tanto, opuesta a Atahualpa, resultó el soberano victorioso en la lucha por el poder del Tahuantinsuyo. Pizarro aparecería, entonces, como un aliado del nuevo Inca vencedor,18 nublándose así ante los ojos indígenas el manifiesto propósito español de conquistar el Perú.
LOS INTÉRPRETES
14Entre los indígenas que jugaron un papel de relevancia en la conquista destacan dos que fueron recogidos y preparados para cumplir la labor de intérpretes. En esa función participaron en la vida y conflictos de la sociedad española, influyendo en el curso de algunos renombrados acontecimientos. El más famoso de los intérpretes fue conocido con el nombre de Felipillo, ocasionalmente nombrado también Felipe y don Felipe. El otro fue conocido como Martinillo en su juventud, y luego llamado don Martín, usando con frecuencia el apellido Pizarro. Desde muy temprano en la conquista los dos intérpretes se enemistaron entre sí, quizá debido en parte a que don Martín debió proceder de la alta nobleza regional chinchana o aún Inca, mientras que el origen de Felipillo debe encontrarse entre los comunes tallanes,19 a lo que habría que agregar las diferencias de personalidad y ansias de poder de cada uno.
15Los dos intérpretes fueron llevados por Pizarro a España en 1529, y ambos participaron en la expedición desde sus inicios. Ambos estuvieron presentes en Cajamarca, pero las fuentes no permiten determinar cuál de los dos fue el que tradujo las conversaciones de los españoles con Atahualpa.20 Felipillo se unió al bando de los almagristas; partícipe de la expedición a Chile, huyó cuando se planeaba un alzamiento indígena contra los españoles, siendo luego capturado y ejecutado.21
16Don Martín se hizo pizarrista, manteniéndose leal a la familia del conquistador hasta el fin de sus días. Fue uno de los contados indígenas que casó con española, recibiendo de Pizarro la encomienda de Huaura. En Lima vivía en el solar que le correspondió en su condición de fundador y vecino de la ciudad. Vestía como español y frecuentaba a sus camaradas conquistadores.22 Cuando se produjo el asesinato de Francisco Pizarro y el consiguiente alboroto y saqueo que le siguió en Lima, don Martín mantuvo como pocos su fidelidad al conquistador, ocultando en su casa un arca que había pertenecido al difunto y que contenía documentos de deudas y escrituras de diversa naturaleza.23 Su actuación en favor de Vaca de Castro, a quien se ofreció con astucia, como la mayoría de españoles, para enfrentar a los almagristas, le permitió incrementar sus encomiendas, recibiendo otras en el valle de Huarmey.24 Su propia lealtad a los Pizarro determinó su fin a causa de su participación en el alzamiento de Gonzalo. Al hallársele culpable y ser sancionado, el intérprete-encomendero se dirigió a Sevilla para apelar el fallo en su contra, pero en ese frustrado intento encontró la muerte.25
17José Antonio del Busto ha considerado con acierto al indígena don Martín “no un hombre ejemplar en absoluto, pero sí el primer mestizo de pensamiento” en la historia del Perú.26 Sin duda la importancia de ambos intérpretes radica en su actuación como verdaderos partícipes de la conquista y, en el caso de don Martín, también de la participación de un indígena en el medio español de la sociedad colonial temprana. Más aún, los intérpretes indígenas, al igual que los españoles, se alinearon con las facciones constantemente en pugna, especialmente entre pizarristas y almagristas, transmitiendo sus tendencias e intereses a los grupos de indígenas con quienes se vinculaban. El cronista Cristóbal de Molina, El Al-magrista, ilustra claramente esta situación al decir que,
el marqués Pizarro tenía una lengua e intérprete, el cual amenazaba de palabra al Inga [Manco], porque sentía que no era amigo del Marqués y lo era del Adelantado Almagro; y Almagro tenía otra lengua que se llamaba don Felipe, que era gran familiar y amigo del Inga, y entre estas dos lenguas había envidias y con sus pasiones alteraban [a] los naturales, porque cada uno de ellos daba a entender a los naturales que su señor era el Gobernador y el que había de permanecer.27
18Así, el intérprete desempeñó un papel que fue más allá que el de un traductor de lenguas y culturas, interviniendo con su propio juego en los eventos de la conquista.
LOS CAÑARIS, CENTINELAS DE LOS CONQUISTADORES
19El territorio histórico de los cañaris se ubica al sur del Ecuador, pero sucesivas migraciones los llevaron a formar colonias que mantuvieron su identidad étnica en diversos lugares de los Andes centrales. Los cañaris se relacionaron con los españoles desde muy temprano, manteniendo vínculos amistosos hasta bien entrada la colonia. A título personal o grupal, colaboraron con el invasor en diferentes modalidades, evidenciando los conflictos del pasado prehispánico. La huella incaica en la región Cañar del Ecuador se remonta por lo menos a la época de Pachacútec, según las fuentes documentales.28 Los restos arqueológicos confirmarían la presencia incaica sólo en tiempos de Túpac Inca Yupanqui y Huayna Cápac.29 Esta diferencia entre las fuentes no resulta extraña debido a que es probable que cada uno de los soberanos Inca mencionados haya penetrado en la región Cañar, el primero a manera de expedición en búsqueda de botín y los otros, posteriores, con la suficiente fortaleza como para asentarse de manera permanente.




20Durante el gobierno de Túpac Inca Yupanqui y Huayna Cápac, poblaciones foráneas de mitimaes fueron trasladadas al país de los cañaris. En consecuencia, se ha detectado la presencia de caciques cuyos nombres muestran una etimología de origen quechua, aymara, araucana, mochica, chimú, uru y chincha, así como chiriguana.30 El cronista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti afirma que, llegando al Cañar, Guayna Cápac




manda traer agua de un río horadando al cerro y hace una ciudad y en ella éntrala [el agua] así que caracoleda de esta manera [signo]. Y otra mitad de gente se ocupa en edificios de casas de Coricancha, cosa temerario.31


21Esas construcciones indicarían, por un lado, una mejora en la infraestructura productiva y, por otro, la simbolización y sacralización de la presencia estatal. Simultáneamente, grupos de cañaris fueron apartados de su territorio: algunos fueron enviados a las guerras como soldados del ejército imperial, mientras que otros fueron constreñidos a trabajar en la colosal modificación del valle de Yucay, en el Cuzco.
22A la muerte de Huayna Cápac, los cañaris, de quienes se dice que eran “lanceros” y guardia personal de Huáscar, tomaron partido por la facción de este Inca cuzqueño.32 La decisión cañari desató la furia de los oficiales de Atahualpa, quienes en represalia asesinaron cruelmente a poblaciones enteras y destruyeron la sede estatal incaica de Tumipampa. Debió ser tan grande la matanza que el notorio descenso de la población de los cañaris se ha atribuido principalmente a este hecho.33 Cieza relata que el conquistador Sebastián de Benalcázar se enteró de la buena disposición de los cañaris hacia los españoles y llegó a un acuerdo con ellos, prometiéndoles tenerlos por amigos y dar castigo a sus enemigos. Los cañaris mantuvieron esta alianza con los españoles, a pesar de haber sido molestados y habérseles hecho “lo que suelen hazer en todos los demás”.34
23No debe sorprender, entonces, encontrar mensajeros cañaris en Tumbes —entre los que había un cacique—, iniciando el acercamiento político con los forasteros recién desembarcados, de quienes los norteños ya habían tenido noticia en el viaje anterior de los conquistadores.35 Esta actitud, en definitiva, tendría gran importancia en la conquista española del extremo septentrional del Tahuantinsuyo.
24La razón principal por la que Atahualpa se encontraba en Cajamarca cuando llegaron los españoles, era que, de haberse alejado de la zona y de haber enrumbado al Cuzco, se habría expuesto a un ataque de los quiteños y otros pueblos del norte del Tahuantinsuyo. Dice al respecto Cieza que porque los de Tomebanba y muchos de los comarcanos a Quito y a otras tierras de los Chachapoyas, Guancachupachos, Ingas36 de los llanos, se mostravan amigos de temor e no de amor, los quales tenían gran fe con Guascar e como le viesen çerca del Cuzco [a Atabalipa] todos se juntarían y darían en él por las espaldas, con que se vería en travajo de muerte e de perdición.37
25Un interesante documento consultado por Udo Oberem, con testimonios de ancianos indígenas, permite afirmar que el cacique cañari don Diego Vilchumlay y su gente marcharon con Pizarro a Cajamarca y presenciaron ahí la captura del Inca Atahualpa, para luego participar en el avance español sobre la provincia de Quito a cargo de Benalcázar.38 Sin embargo, la definición partidaria no era homogénea en Quito, ya que si bien los cañaris apoyaban a Huáscar, la tendencia general en la región era favorable a Atahualpa. Cieza agrega que, luego de muerto Atahualpa, “quedó todo el Perú rebuelto, porque muchos [indígenas] que estavan mal con Atabalipa se holgaron con su muerte”.39
26El testimonio del cronista Pedro Sancho, partícipe de los hechos de Cajamarca, induce a pensar que luego del ajusticiamiento de Atahualpa los españoles tuvieron la convicción de que la seguridad de Quito peligraba a causa del espontáneo alzamiento de los indígenas, y por ello Pizarro se apresuró a nombrar al sucesor del Inca. Dice el cronista que hízolo tan presto para que los señores y caciques no se fueran a sus tierras, que eran de diversas provincias y muy lejos unas de otras, y para que los naturales no se juntaran a los de Quito, sino que tuvieran un señor separado al que habían de reverenciar y obedecer y no se abanderizaran.40
27Así como los cañaris se habían diferenciado del resto de los quiteños al aliarse con Huáscar desde antes de la guerra de sucesión incaica, algo similar ocurriría cuando este reacio grupo indígena se uniese a los conquistadores españoles, en contra de la corriente que predominaba en la región quiteña. Por un lado se tenía a la mayoría de quiteños, que pretendió alzarse en apoyo de Manco Inca.41 Por otro, a los cañaris que se habían aliado con los españoles. Aquí considero relevante repetir la apreciación de Frank Salomon, quien afirma que la guerra de las tropas imperiales incaicas contra España pronto degeneró en una guerra contra los aborígenes aliados a España. Un veterano español recordaba pocos años después de los hechos que “Quizquiz, capitán de Atabalipa... dava mucha guerra en la dicha tierra [de los alrededores de Quito] matando a los naturales que abían venido de paz a [los] españoles”.42
28Avanzada la conquista, en el cerco indígena de Lima Diego de Sandoval, encomendero de los cañaris, marchó con sus guerreros indígenas al socorro de la capital, encontrándose entre los guerreros el mencionado cacique don Diego Vilchumlay. Un testimonio asegura que el encomendero “púsose en camino con ellos, y prosiguiéndolo, sabido por los indios cercadores [que] venían los cañares contra ellos, alzaron el cerco”.43 En este caso, al igual que en muchos otros en que los indígenas o sus encomenderos buscaban mercedes reales, el efecto de la presencia de los cañaris fue exagerado, al aparecer como los únicos protagonistas que habían defendido a los españoles. En realidad, numerosos casos individuales mencionados a lo largo de este capítulo muestran que fueron muchos los grupos indígenas que apoyaron a los españoles.


29El 15 de junio de 1540, Francisco Pizarro, con acuerdo del obispo Valverde, otorgó la encomienda de los cañaris a su hermano Gonzalo, debido a que los cañaris eran,




gente belicosa, e amigos despañoles, e que sienpre... les han ayudado e servido como leales vasallos de Su Magestad, y es bien que vos, el dicho capitán Gonzalo Pizarro, como gobernador de las dichas provincias los tengays en vuestra cabeza y encomienda... [para que] biban más contentos, y vos podays servir a Su Magestad en la guerra con su ayuda.44
30A causa de los desplazamientos migratorios prehispánicos y coloniales, los cañaris se establecieron en diversos lugares del Perú, especialmente en Cajamarca, Trujillo, Huánuco, Lima, Ayacucho, Cuzco y Jauja.45 Aquellos que llegaron a Lima durante la invasión española se apropiaron de algunas tierras del curaca Guachinamo. Posteriormente, don Gonzalo Taulichusco, sucesor en el curacazgo, entabló acción judicial ante la Audiencia de Lima para que le devolviesen esas tierras. Documentos únicos, aunque desafortunadamente muy deteriorados y de difícil lectura, permiten afirmar que Francisco de la Torre representó a Santiago Chincomasa y a los otros cañaris que, según su declaración, habían sido yanaconas de Francisco Pizarro.46
31Don Gonzalo, con apoyo de Jerónimo de Silva y Nicolás de Ribera, en su condición de autoridades edilicias, había conseguido que “se quiten sus lampas” a los cañaris, impidiéndoles así el uso de las chacras en conflicto. Los yanaconas cañaris aseguraron que éstas les habían sido entregadas por Pizarro y el cabildo de la ciudad “por los muchos y grandes servicios que hezimos a Vuestra Alteza… e que mediante nuestra ayuda y [roto] el dicho marqués pazificó y conquistó este dicho reyno”.47 Don Gonzalo se opuso, debido a que la chacra de Chuntay, objeto del litigio, era de su propiedad “desde el tiempo de los Incas”, y que los limas las necesitaban porque les habían tomado muchas otras para edificar la ciudad y dar huertas a los españoles, “y las que les que-[roto: dan] son sin provecho”. Pero a continuación don Gonzalo planteó un asunto de especial interés para comprender las relaciones entre el grupo indígena foráneo y el nativo. El curaca preguntó:
Yten, sy saben que los dichos yndios cañares que [roto: al pre-] sente pretenden la dicha chacara Chuntay nun-[roto: ca han] tenido ni poseído como cosa suya ni nunca ha si-[roto: do] y si algún tiempo han estado en ella ha sido con conse- [roto: ntimiento] del dicho don Gonzalo y aviéndosela prestado [roto] y por que le servían y tributaban y no [roto] de los dichos indios.48
32Don Gonzalo insistió que los encausados no habían sido yanaconas de Pizarro, y los que sí lo habían sido ya estaban todos muertos; éstos eran “yndios bagamundos que se han recogido y allegado a la dicha chácara por no travajar ny tributar a nadie, debaxo de dezir que heran yanaconas de [roto] dicho marqués”.49 La sentencia de los alcaldes favoreció a los cañaris, y ésta fue luego confirmada por la audiencia.50
33Los cañaris participaron en diversas operaciones durante las guerras de conquista. Según el cronista Diego de Trujillo, Francisco Chilche se habría aproximado a Pizarro para ofrecer sus servicios, diciendo: “Yo vengo a servir y no negaré a los cristianos hasta que muera”. Chilche acompañó a Pizarro al Cuzco, donde “se pusieron en favor de los cristianos los indios cañares y chachapoyas, que serían hasta cincuenta indios, los unos y los otros, con Chilche”.51 Pizarro nombró a Chilche curaca de Yucay, poniendo a un aliado extranjero sobre la autoridad de los propios orejones del Cuzco. En poco tiempo el cañari se había apropiado de gran parte de las tierras del valle sagrado de los Incas y disponía de fuerza de trabajo suficiente para hacerlo producir.52
34Además de las funciones conocidas de guardas de ciertas autoridades reales, los cañaris ocuparon oficios vinculados al ejercicio cotidiano del poder. Así, encontramos a un intérprete indígena llamado Diego de Cañar actuando en una información requerida para un proceso judicial entablado entre encomenderos españoles, en el lugar de Curacullu de la provincia de Huaylas, en el año de 1557.53 A mediados del siglo xvi, sin embargo, las autoridades coloniales iniciaron el proceso por el cual Chilche perdería las tierras en favor de los nuevos propietarios españoles.54
35A pesar del indudable apoyo prestado a los conquistadores y de su privilegiada posición inicial, en breve la mayoría de los grupos cañaris habían sido despojados de sus prerrogativas y eran tratados como cualquier otro grupo indígena.55 Sin embargo, es importante recalcar la habilidad que tuvo este pueblo para mantenerse aliado con la dirigencia de los invasores, en una época de enfrentamientos entre españoles. Así, los cañaris estuvieron de parte de Pizarro, García de Castro, Alonso de Alvarado, Gasca o Toledo,56 cuando convino a sus intereses y emulando el juego político cotidiano de la mayoría de los españoles.
LOS HUAYLAS, PAULLU INCA Y DOÑA INÉS57
36La relación más íntima que tuvo Francisco Pizarro con un pueblo indígena se dio, sin lugar a dudas, con los pobladores de Huaylas, región ubicada en la sierra norcentral del Perú.58 Esto se debió en parte al vínculo que mantuvo el conquistador con doña Inés, quien era natural de esa zona, pero también debieron entrar en juego otros factores que hicieron apetecible esta provincia para tomarla en encomienda y, a diferencia de muchas otras, mantenerla hasta el fin de sus días. Huaylas era una zona de grandes riquezas naturales, favorecida por el acceso rápido a diferentes pisos ecológicos. Las condiciones para la agricultura y ganadería de productos nativos eran excepcionales, y lo mismo sucedió al trasladar ahí plantas y ganados europeos. Tampoco faltaron minas de oro y plata que eran explotadas por los indígenas en tiempos prehispánicos y que despertaron gran entusiasmo durante la colonia.59 Al igual que otros pueblos sometidos por los incas, los huaylas decidieron apoyar a los conquistadores al poco tiempo de iniciada la invasión del Perú. Más aún, Paullu, quien prestó valiosos servicios a los españoles y fue nombrado Inca en remplazo del rebelde Manco, era hijo de Huayna Cápac y Añas Colque, una mujer de la élite de los huaylas.
37La llamada provincia de Huaylas (Guaylas en la documentación colonial), se encuentra inscrita en el Callejón de Huaylas, un hermoso valle interandino delimitado por la Cordillera Blanca y la Cordillera Negra, dos ramales de los Andes Centrales que corren paralelos, entre la desértica franja costera y la Amazonía. De sur a norte fluye el río Santa, que súbitamente cambia de orientación y gira hacia el oeste al llegar al extremo septentrional del Callejón, punto estratégico en el que se encuentra el sitio arqueológico de Atun Huaylas, posiblemente un centro administrativo incaico (ver ilustración 3).60
38Cuando llegaron los españoles, la provincia estaba dividida políticamente en dos mitades: Ruringuaylas (o Luringuaylas), al extremo sur, y Ananguaylas al extremo norte.61 Cada una de estas mitades estaba, a su vez, subdividida en seis guarangas, cuyo modelo ideal era abarcar a mil tributarios en cada una. La evidencia sugiere que, además del uso administrativo, esta división tenía también una significación social, económica y ecológica —tanto antes de la conquista, como en las primeras décadas que le siguieron—, que respondía a la abrupta geografía de la región.62
La encomienda de Ruringuaylas y el Inca Paullu
39Añas Colque era una mujer “principal”, es decir, perteneciente a la élite regional de Ruringuaylas.63 Como resultado del vínculo que sostuvo con el Inca Huayna Cápac nació su hijo Paullu, también llamado ocasionalmente Paulo o don Pablo y, luego de convertido al cristianismo, Cristóbal (ver ilustración 4). Cuando Manco Inca huyó a Vilcabamba y declaró su rebeldía contra los españoles, Almagro designó Inca a Paullu, quien se convirtió en gobernante “títere” y desempeñó un importante papel en apoyo de sus captores.
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Ilustración 3. Mapa de Huaylas
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Ilustración 4. Genealogía de los huaylas
40En 1556 se realizó una reveladora información en Lima resultante de las aspiraciones de Francisco de Ampuero sobre el repartimiento de Luringuaylas.64 Según la declaración de don Antonio Poma, curaca del vecino repartimiento de Ananguaylas, el Inca Huayna Cápac, dio a la madre de don Pablo, su hijo, que era natural de la dicha provincia de Guaylas, otros seis mil indios en el repartimiento que agora tiene Aliaga, e licenciado Torres, e Barba e Hernando de Torres, menor, e que asimesmo oyó decir cómo las dichas mujeres de Guayna Cápac habían tenido e poseído los dichos repartimientos e indios que el dicho Inga les señaló, no sabe qué tiempo porque este testigo no lo vio, más de haber oído a sus padres.65
41La situación de la madre de Paullu parece haber sido similar a la de Contarguacho, madre de doña Inés, que se detalla más adelante, en cuanto a su vínculo con Huayna Cápac y la gracia concedida sobre los recursos procedentes de una mitad de la provincia, aunque lamentablemente no se dispone de mayor información al respecto.
42Francisco Pizarro otorgó la encomienda de Ruringuaylas a Sebastián de Torres y Gerónimo de Aliaga, en conjunto, según provisión fechada en Jauja el 11 de agosto de 1534. Una información efectuada en el año 1557 entre los curacas, con motivo de un pleito entre los encomenderos que sucedieron a Torres y Aliaga, permite rescatar una única noticia referente a esta región.66 Torres y Aliaga eran “compañeros” en diversas empresas desde antes de la conquista del Perú.67 Aliaga declaró en Lima, el 23 de mayo de 1544, que “este testigo conosció al dicho Sebastián de Torres y fue amigo e conpañero suyo en los yndios que tuvieron encomendados en nonbre de Su Magestad”.68 Sin embargo, en algún momento que no puede precisarse pero que debió ser al tiempo de la concesión o poco después, los socios encomenderos debieron dividir sus tributarios, siguiendo la demarcación indígena de las guarangas.69
43Torres debió pensar en dejar temporalmente el Perú, debido a que en 1536 la reina lo autorizó a mantener su encomienda de indios en el Perú mientras durase su viaje a España, adonde iría a “casarse y recoger a su mujer” para llevarla al Perú.70 En 1537 Torres pidió la confirmación real de los indios que le había otorgado Pizarro en repartimiento, así como un escudo de armas.71 En la “Información” que acompañó, rubricada en Lima por Francisco Pizarro, declaró que había llegado al Perú, procedente de Nicaragua en la expedición de Benalcázar, a socorrer a Pizarro. Había estado en la captura del Inca en Cajamarca y luego integró un grupo que permaneció en Jauja, donde fue atacado por las tropas incaicas al mando de Quizquiz. Torres aseguró que doña Francisca Ximénez, su mujer, había sido la primera mujer “honrada y casada” que llegó a Jauja; con ella y sus hijos mantenía una casa en Lima al momento de efectuar la declaración.72 Hacia fines del mismo año, la reina firmó otra cédula por la que pedía a Pizarro que favoreciese a algunos conquistadores, entre los que se encontraba Torres.73
44Un curaca afirmó haber estado en Jauja al momento de la concesión de la encomienda, habiendo sido uno de los “que así repartió” Pizarro, mientras que los demás conocían los hechos por relatos de parientes cercanos o conocidos, y parecían tener la memoria muy fresca sobre los asuntos del interrogatorio. En teoría, la guaranga debía congregar a mil varones tributarios, pero la declaración de un testigo permite aclarar que, en la práctica, “en tiempos del ynga” las cifras eran bastante más reducidas, según se ha registrado en el cuadro l.74
45Es frecuente apuntar que en época tan temprana los españoles aún no tenían un conocimiento cabal de la región afectada ni de los recursos disponibles. En apoyo de esta opinión puede citarse que en las declaraciones de los caciques se insiste que algunos españoles equivocadamente llamaban Paribina al cacique Pariona, mientras que otros lo nombraban Oychuana, que era el lugar de su residencia y no su nombre.75 Sin embargo, considero que es importante destacar en este caso que los colonizadores sí lograron identificar, aunque a grandes rasgos, las unidades económicas que les interesaba repartir, especialmente en términos de tributarios, gracias a las tempranas declaraciones hechas por los curacas huaylinos en Jauja.
46El encomendero Sebastián de Torres tenía fama por sus crueldades contra los indígenas, a quienes sometió a diversos maltratos, como cuando “aperreó” a uno de los curacas, causándole la muerte.76 Los indígenas respondieron también con violencia y asesinaron al encomendero. El relato de un declarante demuestra que en 1557 su recuerdo aún se mantenía vivo, al decir que por mandado del dicho Sebastián de Torres hazían malos tratamientos a los dichos indios y los azotaban e breaban y aorcaban un negro y los yanaconas del dicho Sebastián de Torres... por que no le davan muncha plata por que en aquella sazón no estava tasado lo que avían de dar los dichos yndios... y por estos malos tratamientos que les hazía le mataron los dichos indios al dicho Sebastián de Torres.77

Cuadro 1. Repartimientos y guarangas de Ruringuaylas, 1534
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Fuente: AGI, Justicia 405-A, n. 1, r. 2, ff. 186-198.
Notas
1. Las fuentes designan a cada repartimiento como una "provincia" al igual que cuando se refieren a Huaylas en su totalidad.
2. También se nombra a este curaca Marca y Paribina.
3. "La Collana que se dice Marca" se ubica en la jurisdicción del repartimiento de Guaraz, pero los testigos indígenas la tratan de una manera especial por motivos que se desconocen.
4. También llamado Vilcacochache.
5. También llamado Guayna Collas.

47Cabe notar que tanto los esclavos negros como los yanaconas habían asumido una actitud al servicio de los españoles, al igual que los mestizos en otras ocasiones, enfrentándose a los indios del común. En cuanto al atentado contra la vida del encomendero, Pariona debió ser tenido por responsable, ya que se le castigó con la muerte.78 La situación de intranquilidad despertó temor entre los españoles de la colonia, especialmente porque la reacción indígena se convirtió en un levantamiento en Huaraz, Huaylas y la vecina provincia de Conchucos. Pizarro envió una expedición de represalia al mando del capitán Francisco de Chávez “a hazer la conquista e pacificación de las provincias... do los naturales estaban alzados”. El capitán Diego de Roxas, que integró la expedición, aseguró que había estado en ella “siete meses, hasta que los naturales quedaron pacíficos”.79 La represión española fue feroz y ejemplar, y la noticia trascendió las fronteras de la gobernación de Pizarro. Así, fray Tomás de San Martín, correligionario e informante de Bartolomé de las Casas, recordaba este espisodio tres lustros después en una carta que dirigió desde el Perú al Consejo de Indias.80
48Resulta interesante detenerse a examinar la trayectoria de Paullu, el Inca colonial. Como se vio líneas antes, era hijo de Huayna Cápac y Añas Colque, y por lo tanto hermano paterno de Manco Inca, a quien apoyó en los inicios y representó temporalmente cuando el Inca se ausentó del Cuzco para acompañar a Francisco Pizarro y luego a Hernando de Soto, en sus desplazamientos de 1534.81
49A su regreso al Cuzco, Manco Inca envió a Paullu y Villac Umu al mando de las tropas incaicas en la jornada a Chile organizada por Almagro y que partió del Cuzco en julio de 1535. El solo hecho de equiparar a Paullu con el poderoso Villac Umu sugería que el hijo de la noble huaylina había llegado a una de las más altas jerarquías incaicas. Esta condición parece haber sido la norma antes de la conquista. Respecto a la descendencia del Inca habida con mujeres que no fuesen la Coya dice Cieza: A los hijos que los señores avían en estas mugeres, después que eran honbres mandávanles prove[e]r de canpos y eredades, que ellos llaman “chácaras”, y que de los depósitos ordinarios les diesen ropas y otras cosas para su proveymiento, porque no querían dar señorío a estos tales, porque en aviendo alguna turbación en el reyno no quisiesen yntentar de quedarse con él con la presunción de ser hijo del rey.
Y así ninguno tuvo mando sobre provincia, aunque, quando salían a las guerras y conquistas, muchos dellos eran capitanes y preferidos a los que yvan en los reales; y el señor natural que ere-dava el reyno los faborescía, puesto que si ordían algúnd levantamiento eran castigados cruelísimamente; y ninguno dellos ha-blava con el rey, aunque más su hermano fuese, que primero no pusiese en su servir carga liviana y fuese descalzo como todos los demás del reyno a le hablar.82
50Por otro lado, a pesar de las repetidas sospechas, a Paullu nunca se le pudo demostrar traición a los españoles.
51En julio de 1537, mientras el Cuzco estuvo bajo el control de Almagro, éste organizó una ceremonia por la cual, en ausencia del Inca huido, despojó a Manco de la borla imperial, imponiéndosela a Paullu. La participación política de un hijo del Inca que procediese de un matrimonio que no fuese el principal, es decir con la Coya, no era permitido para los cuzqueños, y por la descripción de Cieza, referida líneas antes, parece haber sido una situación temida por los gobernantes del imperio. Paullu, el nuevo Inca, obtuvo de inmediato la obediencia de los indígenas, especialmente de aquellos que favorecían a los almagristas, apoyando a Almagro contra los Pizarro y proporcionándole guerreros e información sobre los movimientos del enemigo. Luego, en la batalla de las Salinas, que Almagro perdió contra los Pizarro, Paullu actuó a favor de su antiguo aliado apoyándolo con seis mil hombres. Sin embargo, poco después de vencido y muerto Almagro, Paullu no tuvo reparos en pasar al bando pizarrista. Para estas épocas Paullu estaba enemistado con Manco Inca, habiéndose convencido de que los españoles se quedarían en el Perú y, por lo tanto, su mejor opción era estar del lado de ellos.83
52Almagro entregó a Paullu el palacio de Colcampata en el Cuzco, que anteriormente había sido de Huáscar, y Pizarro le concedió el repartimiento de Hatun Cana, con una renta anual de 12,000 pesos. Además, Paullu reclamó el derecho sobre unos indios mitayos en Alca, cerca de Arequipa, que eran de su propiedad personal, así como algunas tierras en lȧ península de Copacabana y otras en el valle de Jaquijaguana. En 1543 Paullu aceptó su conversión al cristianismo, adoptando el nombre de Cristóbal, en reconocimiento de su simpatía hacia el gobernante Vaca de Castro. Lo siguieron numerosos indígenas que habían rehusado la conversión hasta entonces, entre los que destacan, por el vínculo familiar: su esposa, Mama Tocto Ussica, quien se convirtió en doña Catalina; su madre, Añas Colque, se convirtió en doña Juana, y su hermana en doña Beatriz Huaylas.84
53Muerto Paullu, sus funerales siguieron el ritual cristiano lo mismo que el indígena. El cronista fray Bernabé Cobo asegura que, Aunque Paullu-Inca murió cristiano y como tal fue enterrado en la iglesia, con todo eso, los indios le hicieron una estatua pequeña y le pusieron algunas uñas y cabellos que secretamente le quitaron; la cual estatua se halló tan venerada como cualquiera de los otros cuerpos de los reyes Incas.85
54Paullu cumplió también, luego de su muerte, su papel de intermediario entre el poder político incaico, ya subyugado, y el colonial que pugnaba por afianzarse. De acuerdo al testimonio anterior, Paullu fue reconocido como sucesor de los soberanos Incas a pesar de su madre provinciana y un nombramiento evidentemente irregular al trono imperial.
La encomienda de Ananguaylas y dona Inés86
55Doña Inés Huaylas, llamada Quispezira, Quispezisa o Mama Quispe antes de la conquista, era hija del Inca Huayna Cápac y de Contarguacho, mujer noble originaria del lugar de Tocas en Ananguaylas. Raúl Porras calcula que debía tener unos dieciocho años cuando, según el testimonio del veedor Salcedo, el propio Atahualpa se la entregó a Pizarro mientras le decía: “Cata ay mi hermana, hija de mi padre, que la quiero mucho”.87
56Es relativamente poco lo que se sabe de doña Inés —también llamada doña Inés Huaylas Ñusta e Inés Yupanqui—, a pesar de encontrársele mencionada en numerosas crónicas y documentos por haber sido la mujer de Francisco Pizarro y con quien tuvo a sus dos hijos mayores.88 Por un lado, las crónicas escasean en detalles; por el otro, los documentos administrativos y judiciales disponibles difícilmente pueden ser contrastados entre sí debido a que todos ellos tuvieron como finalidad promover los propios intereses de doña Inés o de Francisco de Ampuero —con quien Pizarro la casó luego de terminada su convivencia con ella— y, por lo tanto, resultan muy parcializados. Los principales de estos documentos son: primero, las peticiones de mercedes e informaciones de los años 1538, 1556, 1559 y 1572;89 segundo, una real cédula de 1552 que autoriza la elaboración de una información sobre la encomienda de Huaylas de doña Francisca Pizarro;90 y, tercero, el testamento de Francisco de Ampuero91. Puede agregarse a éstos la carta de poder que otorgó doña Inés a Juan de Samano, secretario real, el 13 de marzo de 1537, para que en su nombre obtuviese la autorización para efectuar su Información de méritos.92 Igualmente, son estas mismas fuentes las que proporcionan los datos sobre la madre de doña Inés, tanto antes de la conquista española como durante ella. Sin embargo, algunos documentos novedosos permiten ampliar esa información y confrontarla con versiones que reflejan intereses distintos a los de doña Inés y Ampuero, como se verá a continuación.
57En 1556, el curaca del repartimiento de Ananguaylas, don Antonio Poma, de treintaicinco años de edad, encomendado a Vasco de Guevara, declaró por medio del intérprete don Martín que no había conocido a Huayna Cápac pero sí a Contarguacho, “porque era su tía, hermana de Pornapacha, su padre deste testigo”. A Contarguacho le oyó decir que con Huayna Cápac había tenido un hijo varón, que murió, y luego tuvieron a doña Inés.93 En cuanto a la tan repetida “propiedad” de Contarguacho sobre la provincia de Huaylas, el mismo curaca aseguró que había oído decir a sus padres que Huayna Cápac le había “dado e repartido… y señalado en el dicho repartimiento de Guaylas seis guarangas que eran seis mil indios que son el repartimiento que era de doña Francisca Pizarro”.94
58Don Diego Cinchi, cacique principal del repartimiento de Huaraz (Guarás según la grafía antigua), en Ruringuaylas, encomendado a Ruy Barba,95 dio un testimonio valioso en cuanto a la información novedosa que proporcionó. Luego de manifestar que su padre, llamado Cinchi Caqui, había sido cacique principal del mismo repartimiento de Huaraz aclaró que oyó decir a los dichos sus antepasados cómo el ganado de ovejas de la tierra que en el dicho repartimiento de Guaylas había del dicho Guayna Capa, e a él le daban, así del dicho ganado como coca, ají, maíz y otras cosas que el dicho Inga tenía señalado para sí, mandó a los dichos caciques principales e indios de la dicha provincia que todo aquello, y aun lo que fuese suyo dello, se lo diesen e acudiesen con ello a la dicha Contarguacho su mujer…, pero que en cuanto si le dio la dicha provincia e repartimiento de Guaylas por suya o no, que n0 lo sabe ni tal ha oído decir.96
59Se desprendería de lo anterior que la merced que Contarguacho había recibido del Inca era, únicamente, el producto de los rebaños y tierras pertenecientes al Inca Huayna Cápac en la jurisdicción de Ananguaylas y no toda la producción o tributo, menos aún señorío de la provincia.
60El testigo Pedro de Alconchel relató que había estado en Huaylas y se había interesado en averiguar algunos pormenores. Dijo el conquistador que había estado en el pueblo de Hatun Guaylas, e oyó dezir como la dicha provincia era de la madre de la dicha doña Ynés, y este testigo preguntó que cómo era suya la dicha provincia siendo muger, y los dichos yndios respondieron a este testigo que porque abía sido muger de Guaynacapa e avía tenido en ella a la dicha doña Ynés por su hija.97
61Insatisfecho, Alconchel inquirió a sus informantes por qué Contarguacho tenía tanta gente, a lo que le respondieron “que el dicho Guaynacapa se lo avía dado todo e más que no parecían, que eran trecientas mugeres e muchos yanaconas para su servicio”,98
62Otro testigo, don Pedro Sulca Collas, curaca del repartimiento de Allauca Guaraz, en Ruringuaylas, informó que su padre “se llamaba Guaranca, que solía ser criado del dicho Guayna Cava, e como tal andaba siempre con él acompañando en la guerra y en lo que le mandaban”. Cuando murió Huayna Cápac, Contarguacho regresó del Cuzco a Huaylas con doña Inés, que fue cuando el testigo la conoció, siendo pequeño. El testigo agregó que Contarguacho era natural de la provincia de Huaylas, del pueblo de Tocas, y finalizó, con un aire didáctico, anotando que “su padre della era cacique principal de la dicha provincia, e que por tal hija de tal cacique el dicho Guayna Cava la tomó por mujer”.99 Puede verse aquí con nitidez la intención política de la alianza del Inca con el señor de Huaylas, que luego es transformada al ser empleada como justificación de méritos dentro del ordenamiento jurídico europeo. Así, según el petitorio del mestizo Martín de Ampuero, su abuela Contarguacho tenía el repartimiento “como vienes dotales... del tiempo de su infidelidad”, debido a que el Inca Huayna Cápac había sido “casado a su modo” con ella. Aquí puede agregarse una fuente a todas aquellas usadas tradicionalmente sobre este tema, y que las resume. Es la consulta elevada al rey por el Consejo de Indias para su opinión antes de emitir la sentencia final (ver anexo 2).100
63Pizarro debió encomendar el repartimiento de Ananguaylas a su hija doña Francisca, quien, en palabras del mencionado don Antonio Poma, “como tal repartimiento lo tovo e poseyó con las seis guarangas enteras, como e de la manera que este testigo oyó decir a sus padres que lo había tenido la dicha Contarguacho”.101 El mencionado don Pedro Sulca Collas afirmó haber oído decir a don Cristóbal Carima, curaca principal del repartimiento de Ananguaylas, lo siguiente:
Agora somos todos de su hija de doña Ynés Yupangue, doña Francisca, e hija del dicho marqués, que es apo que quiere decir ‘señor desta tierra’ e a ella le habemos de obedecer e acudir con los tributos.102
64A pesar de los nuevos datos obtenidos sobre las características de la merced de Contarguacho en Huaylas, es lamentable que la información disponible aún no permita realizar una aproximación hacia el interior estructural de Ananguaylas, como la elaborada previamente para Ruringuaylas.
65Resulta difícil establecer las características del vínculo que relacionó políticamente a Pizarro con Contarguacho. Waldemar Espinoza opina que estas alianzas lograron “suavizar el descontento de la nobleza del reino de Huaylla frente a los cusqueños, a quienes veían como a invasores e imperialistas”. Franklin Pease, por su parte, ha propuesto que “el matrimonio del Inka con hijas o hermanas de los curacas era justamente un canal para establecer relaciones de reciprocidad entre aquél y los señores étnicos”. El mismo autor se cuestiona, acertadamente, por qué se mantuvo la situación de privilegio de Contarguacho una vez caído el Tahuantinsuyo, si los huaylas eran enemigos del Cuzco (y por ende debían serlo de esta mujer que representaba el poderío imperial en su medio).103 Quizá pueda buscarse la respuesta en el hecho de que los huaylas, así como muchos indígenas peruanos, actuaron con iniciativa propia frente al conquistador y no como sujetos pasivos. Por lo tanto, no debiera extrañar que el acercamiento de Contarguacho a Pizarro —al brindar hospedaje a los españoles en Huaylas, o por medio de su hija—, hubiese tenido una voluntad política en previsión del peligro que se avecinaba.
El cerco de Lima en 1536
66José Antonio del Busto se planteó tiempo atrás dos preguntas que aún mantienen vigencia: la fecha del cerco de Lima y la causa de la retirada.104 Si nos ceñimos a la información de las fuentes, los mismos documentos citados anteriormente afirman que fue Contarguacho quien informó a Pizarro de la sublevación indígena de Manco Inca en 1536. Más aún, estas fuentes aseguran que el sitio impuesto por la resistencia imperial incaica sobre Lima se levantó a causa de los diez mil indígenas que envió Contarguacho desde Huaylas.105 En este caso no se dispone de nueva documentación que amplíe el panorama, pero debe tenerse en cuenta tanto la naturaleza y finalidad de los documentos citados como afirmaciones semejantes hechas por otras etnías. No son pocos los expedientes promovidos por los propios interesados, como en este caso, en los que se presentan a sí mismos como los únicos protagonistas de un acontecimiento que en realidad tuvo muchos. Por otro lado, no deja de llamar la atención una explicación generalizada, antigua y moderna, según la cual se atribuía la retirada indígena del sitio de Lima a la muerte del general Quiso, quien estaba al mando de las tropas incaicas.106 Una explicación complementaria es que el terreno llano de la capital favorecía el desplazamiento de la caballería española, dejando a los indígenas en desventaja,107 además del hecho de estar luchando fuera de su propio territorio y a merced de los despreciados costeños y numerosas etnías enemigas. Por último, resulta curioso el hecho de que, a pesar de tener la ciudad cercada, no se hubiese dado ningún enfrentamiento de importancia.108 En definitiva, no cabe duda alguna de que los indígenas de Huaylas —y, de ellos, especialmente los de Ananguaylas—, apoyaron a los españoles contra las fuerzas incaicas en la arremetida de 1536, pero no de manera exclusiva sino en conjunto con los cañaris, huancas y muchos otros grupos más, impidiendo que el cerco de Lima durase más de ocho días y ayudando a mantener el dominio español en el Perú.
67El fin del sitio de la capital y del alzamiento indígena coincidió con la ruptura entre Pizarro y doña Inés. El cronista Pedro Pizarro afirma que Azarpay, una noble indígena que había huido luego de que Pizarro la pretendiese entregar al contador Navarro, fue capturada durante los inicios de la insurrección, siendo trasladada a la casa de Pizarro en Lima. Doña Inés, acosada por la envidia que le despertó esta señora “que era más principal que ella”, dijo a Pizarro que debía matarla para que se levantase el sitio de la ciudad. Pizarro mandó que le dieran garrote, pena que se cumplió de inmediato.109 Este episodio debió motivar a Pizarro a deshacerse de doña Inés, quien fue entregada en matrimonio a Francisco de Ampuero. Según un testigo, Ampuero se casó con doña Inés “mucho después” del nacimiento de don Gonzalo Pizarro, hijo que tuvo con el marqués a continuación de doña Francisca. Pizarro “le dio en casamiento [un] repartimiento de indios”.110 Esta modalidad de entregar la mujer que se rechazaba en matrimonio a un allegado de posición inferior, era frecuente y, cuando se podía, se la acompañaba de un presente.111
68La información presentada para el período más temprano de la presencia española en el Perú reviste un interés que traspasa las fronteras de la provincia de Huaylas y que abre nuevas interrogantes relativas a la proyección incaica sobre las etnías que dominó. Tanto Añas Colque, madre de Paullu, como Contarguacho, madre de doña Inés, tuvieron privilegios especiales en sus lugares de origen. En su condición de hijas de importantes curacas regionales, el poder cuzqueño las usó como instrumento de alianza con los huaylinos. En contraste, visto desde la perspectiva de los huaylas, estas hijas de curacas incrementaron sus privilegios locales debido al vínculo matrimonial que habían establecido con Huayna Cápac. Es probable que durante la conquista debieran renovar su alianza con el poder hegemónico, ahora español, para mantenerse en su posición eminente, o aun para poder sobrevivir la caída del Tahuantinsuyo.
69El Inca había ordenado que el producto de sus ganados y sus tierras en Huaylas fuese entregado a Contarguacho, su mujer. Además disponía de trescientas mujeres y numerosos yanaconas para su servicio. Cabría pensar en la posibilidad de que la administración incaica, ya sea personal del Inca o de su panaca, estuviese empleando a esta mujer como cabeza de la representación del soberano en su región, en lugar de un curaca regional o un orejón cuzqueño, o además de ellos. El trabajo arqueológico podría esclarecer esta situación por medio de la excavación en Tocas, posible lugar de residencia de Contarguacho, o de Atun Huaylas, con la intención de buscar la presencia de patrones incaicos similares a aquellos de centros administrativos imperiales como Huánucopampa, Vilcashuamán o Chincha. El caso de Huaylas no es único y seguramente surgirán otros en la documentación. En una “visita” a Canta del año 1553, por ejemplo, se encontró a “una yndia muger que fue de Guayna Capac, que se llama doña Inés Gualca Suyo”.112 Mayores indagaciones seguramente producirán resultados de interés en esta región y en otras sobre el papel de las mujeres en las relaciones políticas de los Incas.
70Finalmente, resulta revelador el estudio de unidades regionales que pueden despertar incógnitas sobre aspectos de la organización política, social o económica del nivel estatal y del modo de relacionarse entre el centro imperial y las etnías. Paulatinamente se irá comprendiendo mejor la organización incaica y, también, la iniciativa propia de las etnías en su vínculo inicial con los invasores españoles.
LIMA, DON GONZALO Y LOS ANFITRIONES INDÍGENAS DE LA CAPITAL
71Para ser yndio, es buen yndio.
72Bernaldo Ruiz, vecino de Lima
73La actitud de los señores de Lima durante las guerras de conquista y sus relaciones con los gobernantes españoles pueden entenderse en gran medida gracias a documentos publicados por María Rostworowski. Se trata de dos probanzas efectuadas por don Gonzalo, curaca de Lima, sobre sus servicios en favor de la corona.113 A continuación examinaré estas probanzas como una manera de comprender las relaciones que se desarrollaron entre Pizarro y los limas, desde la conquista hasta ya entrada la colonia.
74Don Gonzalo era hijo del curaca Taulichusco, que fue quien trató con Pizarro en la época de la fundación de la capital.114 Los testigos que declararon en la primera probanza fueron los siguientes: don Juan, cacique principal del repartimiento de Surco, ubicado en el valle de Lima; don Pedro, natural de Tumbes, “ladino”, quien había sido intérprete de Pizarro; Enrique Hernández, morador de Lima; Francisco de Ampuero; don Pedro Guancabilca, criado de Pizarro, que conoció a Taulichusco en tiempos de Huayna Cápac; fray Gaspar de Carbajal, vicario de la orden de Santo Domingo y conocido pizarrista; doña Leonor, india natural del Cuzco y mujer del mencionado Hernández; doña Inés Yupanqui, esposa de Ampuero, y Juan de Grecia.
75Son destacables algunos asuntos que se desprenden de esta probanza. En primer lugar, llama la atención que la mayoría de los testigos sean indígenas, excepto tres europeos: un griego, un español de bajo rango y Ampuero. En segundo lugar, casi todos, indios y españoles, habían formado parte del entorno de los Pizarro, para entonces ya largamente desposeídos de poder e influencia. Sin embargo, y a pesar del tiempo transcurrido, resulta claro que se apoyaban mutuamente, posiblemente formando un grupo diferenciable al interior de la sociedad limeña de entonces. En tercer lugar, como lo hace notar Rostworowski en la introducción al documento, se afirma que los dos curacas de Lima eran yanaconas, respectivamente de Huayna Cápac y de Mama Vila, la mujer del Inca: el dicho Taulichusco hera yanacona e criado de Mama Vila, muger de Guayna capa, e otro primo hermano que tenía el dicho Taulichusco que se dezía Caxapaxa, que era principal tanbién en este valle, era yanacona e criado del dicho Guayna capa.115
76No resulta posible por el momento explicar el significado de este vínculo político prehispánico, existente también en algunas otras unidades étnicas de los Andes.116 Sin embargo, debió existir una relación especial y poco frecuente entre el Inca y el pequeño curacazgo de Lima. Tanto en el caso de Lima como en otros similares, Rostworowski propone que de esta manera el Inca podía recompensar a un criado suyo y, además, así se libraba de tener que acudir al engranaje de la reciprocidad con el señor étnico.117
77El interrogatorio de la probanza hacía hincapié en que don Gonzalo y sus indios habían prestado apoyo a las fuerzas del rey durante las alteraciones de don Diego de Almagro, Gonzalo Pizarro y Francisco Hernández Girón. Confirmando el tenor de las preguntas, pero desde una óptica opuesta, el testigo Enrique Hernández aclaró que como el dicho don Gonzalo e sus yndios tenyan e tyenen su asiento e tierras en la comarca e junto a esta cibdad… rescebían muchos daños, robos, fuerzas e agravios de la dicha gente de guerra.118
78Inevitablemente, el testimonio de Hernández presentaba una imagen más cercana a la violencia de la guerra que el apoyo caballeresco a la conquista que pretendía proponer el curaca limeño.
79En la segunda probanza, formalmente más elaborada y menos auténtica en sus testimonios, se presentaron algunos de los testigos anteriores y otros nuevos: Antón Sánchez, morador, había sido cobrador de los tributos del repartimiento de Lima para el fugaz encomendero Alonso Palomino, en tiempos del virrey Núñez Vela; Pedro de Alconchel, conquistador de los antiguos y trompeta de Pizarro; fray Gaspar de Carbajal; Marcos Pérez, vecino de Lima; Enrique Hernández, quien ahora se identificó como pregonero de la ciudad y agregó que había sido criado de Pizarro; Domingo de Destre, vecino de Lima; Francisco de Ampuero; Martín Pizarro, vecino y regidor de Lima; Pedro de Balboa, residente en Lima; Gómez Caravantes Mazuelas, vecino y fundador de Lima; la mujer de Hernández, quien esta vez dio su apellido y otros datos autobiográficos: doña Leonor Bilco Ciza, india ladina que había sido mujer del tesorero Riquelme, con quien “entró en Lima”; fray Miguel de Orens, vicario de la orden de la Merced; doña Inés Muñoz, viuda de Francisco Martín de Alcántara y casada con don Antonio de Ribera, vecino de Lima; doña Inés Yupanqui; Bernaldo Ruiz, vecino de Lima; don Hernando Llaxaguayla, “cacique prencipal de Pachacama”; Santiago Chimamaza, indio natural del pueblo de Anonos, en la provincia de Tomebamba, que había sido criado de Pizarro; don Pedro Chalanan, cacique de Guala, cerca de Lima, encomendado en Nicolás de Ribera El Mozo, y don Pedro Challamay, natural de la Isla de la Puná, que también había sido criado de Pizarro y con quien “entró en esta ciudad” de Lima.
80Puede notarse que en la segunda probanza se puso mayor esmero en la selección de los testigos españoles, especialmente en cuanto a su posición social. Sin embargo, otra vez el curaca de Lima basaba sus relaciones fundamentalmente en los antiguos allegados de Pizarro. Cabe destacar, entre los numerosos testimonios, aquél de doña Inés Muñoz referido a la rebelión de Manco Inca. En ese entonces, según la declarante, no se alzaron los indios de Lima “y serbieron sienpre al marqués [Pizarro] en todo lo que les mandava, que fue muy gran parte para que los españoles se pudiesen sustentar”.119
81En cuanto al lugar donde se fundó la ciudad y las circunstancias que rodearon el hecho, todos los testigos afirmaron que las tierras eran de Taulichusco y que “los indios estaban de paz”, aunque algunos hicieron notar que no todo el valle pertenecía a este curaca.120 Doña Inés Yupanqui introdujo una variante importante que sobresalía de los testimonios repetidos casi en coro, indudablemente con la ingenua intención de favorecer las pretensiones de don Gonzalo. Dice que oyó decir a Taulichusco que la ciudad estaba fundada en sus tierras. Cuando acudió donde Pizarro para preguntarle que “por qué le tomava sus tierras, que dónde abían de senbrar sus yndios”, el gobernador le respondía que “no abía donde poblar la ciudad si no hera aquí, y que de fuerza se abían de tomar”.121
82En la modalidad española de presentar los méritos propios en favor de la corona para a cambio recibir mercedes reales, don Gonzalo había procedido de manera correcta, en concordancia con su indudable comprensión y asimilación de las costumbres del colonizador, que se manifestaban, por ejemplo, en su hábito de vestir, hablar, montar a caballo y participar en el ritual religioso católico, según se repite constantemente en los documentos. Doña Inés y los otros testigos ponen en evidencia mayores dificultades para asimilar los elementos del protocolo social español.
83El interés de lo expuesto para el presente trabajo radica en tratar de comprender el vínculo que se había desarrollado entre Pizarro y su grupo de allegados en el Perú, especialmente los indígenas. Recordemos que la red de relaciones de parentesco y paisanaje existente entre Pizarro y los miembros de su hueste fue fundamental para el éxito de la conquista del Perú. Ahora encontramos que aún se podía distinguir un grupo indígena que rezumaba pizarrismo, a pesar de haberse terminado para siempre la primacía de los Pizarro en el Perú. Además del grupo que declaró en las dos probanzas del curaca de Lima, abundaban los compromisos personales de numerosos curacas y otras personas indígenas que asumieron como propia la causa de los invasores europeos.
LAS PODEROSAS NACIONES DE LAS CHARCAS
84Un vínculo de gran interés establecido desde muy temprano tanto por los Pizarro como por Almagro fue el trabado con los pobladores de las Charcas, región que los españoles tuvieron en gran cuidado debido a su riqueza ganadera, minera y poblacional en tiempos prehispánicos.122 En una Información efectuada en Panamá en 1534, que tenía como finalidad averiguar “los sucesos del Perú”, se hablaba de la fundación de San Miguel de Piura y del flujo de caballos y hombres que se dirigían a unirse a la expedición conquistadora. También se mencionaba que la porción de oro perteneciente al rey se encontraba en Jauja. En cuanto a las “entradas” o expediciones de conquista, se mencionaba a Quito, pero también se decía que Almagro se encontraba en el Collao, “donde estaban las minas”.123
85En años posteriores, la propia nobleza regional indígena elaboró documentos destinados a demostrar su apoyo a los españo les durante la conquista y, luego de ella, al régimen colonial que se estaba gestando. La información que sigue procede en gran parte de un extenso documento, en el que se incluyen dos Probanzas de los servicios realizados en favor de la corona. Ambas fueron presentadas ante las autoridades por don Juan Ayaviri Cuysara, “cacique principal del repartimiento de Sacaca y pueblo de San Cristóbal de Panacache y su provincia, alcalde mayor de los naturales de la provincia de los Charcas y capitán de las tres naciones della”,124 quien pretendía obtener una larga serie de beneficios, entre los que destacaban la concesión de indios de , la confirmación de sus títulos de encomiendacacique principal y alcalde mayor, la autorización para usar escudo de armas y llevar espada y daga, el otorgamiento del hábito de Santiago y, por último, la administración de los “bienes de comunidad” del partido de Chayanta.125
86La primera probanza, cronológicamente más tardía y menos relevante para nuestros propósitos, está fechada el año de 1592. Trata sobre los méritos del solicitante y, además, recuenta las acciones de don Fernando Ayavire Cuysara de Belasco, su padre y cacique principal “de toda esta provincia y capitán del Inga”; don Alonso Ayavire, su abuelo, y Cuysara, su bisabuelo.126
87La segunda probanza, efectuada en el año 1583, reviste mayor interés en tanto se refiere a los hechos tempranos de la conquista desde una óptica indígena. En ella se hace una relación de los méritos de don Fernando Ayavire y Velasco, remontándose a los tiempos de don Alonso Ayavire, su padre; Cuysara, su abuelo; Cohocoho, su bisabuelo, y Copacatiaraca, su tatarabuelo. De las preguntas del interrogatorio y las respuestas que le siguen, se desprende que quien “dio obediencia al Inca” fue Copacatiaraca, en tiempos de Inca Yupanqui. Este tuvo un hijo, Cooho, quien “le sucedió en el estado en tiempo del Inca Topa Ynga Yupangui y de Guayna Capa, su hijo. ”127
88Cuysara y el señor de Paria eran los dos capitanes principales del Inca en esta provincia. Al conquistar su tierra, según el interrogatorio de don Juan Ayaviri, los incas los dejaron “en su señorío e gobierno como antes lo estaban, y mediante esto atrajo su voluntad sin guerra y los tuyo por amigos”.128 Un testigo, Baltasar Condori, indígena natural de Huancané, relató que Cuysara era “respetado por los indios de las naciones de los Charcas, e Cochabamba y otras partes, y hera uno de los mayores señores que avía en esta provincia”.129
89De acuerdo a su jerarquía, Cuysara era el único señor de la provincia que se desplazaba en lanpa “ques a manera de una silla o asiento, traiéndole e sirviéndole munchos indios”, aparte de “un ynga questava puesto por governador, a guarda de las fortalezas desta provincia como señor tan grande e criado del ynga, principal señor deste reino e un Hausita [cacique de los soras] ”.130
90El testigo Domingo Titacallo, natural de Paria, que aparentó tener más de ochenta años de edad, declaró haberse dedicado a la guarda del ganado del Inca. El había visto a Cuysara ir a la conquista de los “chiriguanaes” acompañando a Huayna Cápac, que había sido el conquistador de las Charcas. Donde se detenían las fuerzas incaicas Cuysara hacía los fuertes.131 Los incas no lograron conquistar a los chiriguanos, quienes delimitaron una de las fronteras que los cuzqueños nunca pudieron traspasar, y que a los españoles les tardó por lo menos dos siglos.132
91En julio del año 1535 Almagro se dirigió al Collao para luego seguir camino a Chile. Manco Inca le había proporcionado tropas de apoyo, disponiendo que los doce mil hombres que enviaba fuesen comandados por Paullu y Villac Umu.133 Las huellas de Villac Umu se pierden luego de que abandonó sigilosamente las filas españolas con algunos hombres de su séquito, incitando al levantamiento general que ya se propagaba por todo el imperio.134 Fue capturado en 1539 y quemado vivo por Francisco Pizarro junto con algunos capitanes y nobles Incas.135
92Una pregunta del interrogatorio describe la reacción de los pueblos de las Charcas, que se consideraban como naciones diferentes, ante el avance de los españoles por su territorio. Aunque extensa, merece citarse por la originalidad de la información:
Iten, si saben quel tiempo que estava governando el dicho Cuisara, en aconpañamiento y por horden del dicho Gualcar Ynga, entraron los españoles en este reyno; y después de aver pacificado las demas provincias del Cusco y Lima, Hernando Pizarro y Gonzalo Pizarro subieron gente a esta provincia, para cuya resistencia hizieron consulta y junta general; y se hallaron en la villa de Cochabamba en la dicha resistencia y contradición y junta, de parte de los charcas, el dicho Cuisara, abuelo del dicho don Fernando Ayavire; y de la parte de los quillacas, Guarache, padre de don Juan Colque, difunto; y de los carangas, Chuquichanbi, abuelo de don Juan Soto; y de la nación de los caracaras, Moro Moro; y de la nación de los soras, Hausita y Huaita; y de la nación de los chichas, Corutari; y de la nación de los huros yanparaes, Xaraxuri y Aimoro; y de los mitimaes de Pocona de don Fernando Turumaya, y otros muchos desta provincia digan.136
93Las pocas narraciones de la expedición de Hernando y Gonzalo Pizarro a las Charcas en 1538 son excesivamente escuetas y no proporcionan mayores datos sobre los pobladores indígenas, menos aún sobre la estrategia de éstos ante el invasor. Por otras fuentes se conoce que, en la práctica, fue Gonzalo el verdadero fundador de La Plata (Chuquisaca), donde tomó una encomienda.137
94Motivadas por la invasión española, las naciones charcas decidieron organizarse, para lo que convocaron a una reunión que congregó a los representantes de la mayoría de los pueblos indígenas de la región, aparentemente al margen de la deteriorada autoridad cuzqueña. Sin embargo, según el mencionado Domingo Titacallo, el Inca Paullu cumplió una importante función persuasiva en favor de los españoles, demostrando, por consiguiente, el acierto de Almagro al ungirle la borla real. El testigo afirmó que “Paulo Ynga les dixo e mandó que no hiziesen resistencia a los españoles… porque en las provincias del Cuzco e otras partes de allá abajo estavan subjetos e vencidos”.138
95La respuesta concluye de la manera esperada, asegurando que luego de ese acontecimiento, Cuysara fue el primero en dar “obediencia e subjeción a los españoles”.139 Resulta interesante agregar que por esta época llegaron adonde Hernando Pizarro unos indígenas de Atun Collao, provincia que no se hallaba rebelada, pidiéndole socorro debido a que Cariapaxa (o Catari Apassa) —señor de la cercana provincia de Lupaqa, quien se decía casado con una hija de Huáscar— los había atacado por ser amigos de los españoles.140 Una vez más, los indígenas intervenían en las relaciones políticas de los conquistadores, y, simultáneamente, hacían que éstos intervinieran en las suyas, sin duda teniendo en cuenta también las alianzas que previamente se habían establecido con los Incas.
96Además de lo ya expresado, Cuysara había revelado a los Pizarro la ubicación de las minas de Porco, el más importante centro argentífero de la región hasta el descubrimiento de Potosí, por lo menos según los manifiestos de las personas convocadas por su nieto don Fernando. Martín de Lora, vecino de La Plata, aseguró que fueron Cuysara, señor de los charcas, y Moroco, señor de los caracaras, quienes “descubrieron las dichas minas de Porco, que los yngas poseían, [de] donde se sacaba mucha cantidad de plata” ”.141 Otro español, Martín de Lizalde, agregó nuevos detalles al declarar que Gonzalo Pizarro y Hernando Pizarro escribieron a Alonso de Alvarado a los Chachapoyas, donde se hallaba conquistando y con quien estaba este testigo, “quel dicho Cumsara [sic] dio al dicho Hernando y Gonzalo Pizarro las minas de Porco, y les enseñó y mostró la puerta por donde se solía labrar y sacar la plata para el yngenio de las dichas minas”.142 En consecuencia, desde época muy temprana los Pizarro comenzaron a labrar las minas de Porco, de las que obtuvieron por cuatro décadas importantes cantidades de mineral.
97Otro expediente, referente a los indios de Potosí en el año 1600, pero que se remonta a los tiempos del Inca, dice que las cuatro naciones charcas, —es decir, los charcas, caracaras, chuis y chichas— eran soldados de los soberanos cuzqueños Inca Yupanqui, Túpac Inca Yupanqui, Huayna Cápac y Huáscar. Aquí se repite que cuando llegaron los españoles el curaca Cuysara mostró a Hernando y Gonzalo Pizarro “todas las cosas que tenía el Inga en esta provincia de los Charcas” ”, como las minas de plata de Porco, minas de estaño y de oro.143
98El caso de los señores de Charcas parece indicar una gran flexibilidad de estos representantes de la nobleza regional para acogerse a las posibilidades favorables ofrecidas por el conquistador, tanto en el caso de los incas como durante el dominio español. Los Pizarro se vieron favorecidos por este vínculo que abarcó aspectos políticos, militares y económicos, mientras que los descendientes de Cuysara lograron ocupar, por varias generaciones, posiciones prominentes en la escala social de la colonia.
99El pedido de don Juan Ayavire Cuysara mereció una opinión favorable del Consejo de Indias.144 A continuación se despachó una real cédula al virrey, que resumía el petitorio del curaca sumiso y útil, y concluía pidiendo el parecer del delegado regio en algunos de los puntos (ver anexo 3).145 Se reconocerían así los servicios de un linaje de gobernantes étnicos vinculados, sucesivamente, a los poderes cuzqueño y español.
DOÑA ANGELINA, SEGUNDA MUJER DE PIZARRO
100Francisco Pizarro se relacionó con doña Angelina Yupanqui, que le dio dos hijos. Los datos sobre los orígenes de doña Angelina y aun sobre su vida luego de la conquista son escasos y contradictorios. Un inventario indica que Pizarro entregó propiedades a doña Angelina, entre ellas “diez topos de tierras” en el valle de Yucay, “que dicen que eran de la madre del Inca que se llamaba Mama Anaguarque”.146 Luego de muerto Pizarro, Gonzalo la casó en 1544 con Juan de Betanzos, quechuista de prestigio y autor de la Suma y narración de los Incas, obra de donde procede la mayoría de datos que se presentan a continuación sobre doña Angelina, en una evidente versión interesada por el lazo que los unió.
101Doña Angelina venía de la nobleza cuzqueña, aunque algunos autores afirman que era hija de Huayna Cápac y otros de Atahualpa. Es probable que estuviese emparentada con la panaca de Pachacútec, la llamada “Iñaca panaca”, de la que su esposo obtuvo importante información a juzgar por el relato de la crónica. Betanzos la hacía hija de un “primo hermano” de Huayna Cápac.147 Por otro lado, su vinculación con Atahualpa fue real y la versión del matrimonio descrito por Betanzos entre doña Angelina y Atahualpa quizá deba interpretarse como un compromiso o promesa de matrimonio y no como el vínculo en sí como pretendía Betanzos. Entre los nombres con que supuestamente se le llamaba antes de su conversión a la fe del conquistador se tiene los de Añas, Añas Collke y Cuxirimay Ocllo.148
102Siguiendo una cadena de suposiciones, Lockhart considera la posibilidad de que Pizarro ya se hubiese vinculado a doña Angelina aun antes de separarse de doña Inés, y fundamenta su opinión en la acusación efectuada por Pizarro contra Almagro de haber tomado “a su india”.149 Aunque no hay testimonio documental de una relación tan temprana, resulta posible pensar que Atahualpa hubiese hecho entrega de doña Angelina a Pizarro para establecer un vínculo de parentesco, como lo hizo con doña Inés, a la usanza del Perú prehispánico, aunque también cabe la posibilidad de que el conquistador la hubiese tomado por la fuerza como sucedió en la gran mayoría de casos durante los primeros momentos de la conquista.
103Pizarro tuvo con doña Angelina dos hijos: don Francisco y don Juan. Este último se bautizó en Lima, el 23 de mayo de 1541, y fue apadrinado por Francisco de Chávez y su mujer María de Escobar.150 Lockhart asegura que ambos hijos —al igual que doña Francisca y don Gonzalo, los dos que tuvo Pizarro con doña Inés—, se encontraban en Lima al momento de su asesinato. Pizarro trató con mayor cuidado a los hijos que tuvo con doña Inés, a quienes legitimó y concedió encomiendas, además de ponerlos bajo la custodia de su cuñada española doña Inés Muñoz. Don Francisco y don Juan no fueron legitimados aunque sí reconocidos, y siguieron viviendo con su madre en el Cuzco. Don Juan debió de morir muy joven, mientras que don Francisco fue llevado a España en 1551 junto con sus hermanos paternos y primos.
104Doña Angelina murió hacia el año de 1561. Tuvo una hija con Betanzos, doña María de Betanzos, o María Diez de Betanzos, quien un año antes había entrado al Monasterio de Santa Clara del Cuzco “por mandado y consentimiento de su padre”, quien “dio al dicho Monasterio once vacas de vientre, y le hizo donación dellas, que [las conservaría] quede monxa o no”.151 No debió gustarle la vida del claustro, ya que al poco tiempo y sin la autorización de su padre doña María se casó en secreto. Esta osadía le costó caro: Betanzos la desheredó.152
105Un intento de observar la invasión española desde la óptica del indígena, especialmente en sus relaciones con los Pizarro, presenta numerosas dificultades. Así, la documentación utilizada obliga a ser especialmente cauteloso. En todas las referencias encontradas en los pedidos de mercedes que dirigieron los curacas a las autoridades españolas con relación al levantamiento de Manco Inca en 1536, se observó que las acciones narradas no solamente adquirieron magnitudes hiperbólicas sino que también se omitió cualquier referencia a la presencia de otros participantes. El resultado fue que el solicitante apareció como el único actor en un medio en el que hubo muchos más, según se demuestra al confrontar la documentación de los diferentes grupos étnicos.
106La recompensa, sin embargo, se encuentra en que la riqueza y variedad de la documentación citada, tanto publicada como inédita, permite obtener una perspectiva global y aun comparativa entre diversas personas y etnías que buscaron a los españoles o respondieron a su llamado de alianza, con iniciativa propia y expectativas políticas y económicas. Se ha visto la reacción de aquellos individuos que en los primeros momentos recibieron la noticia de la llegada de los españoles, así como la orden de acopiar y trasladar los metales preciosos a Cajamarca, utilizando los medios imperiales cuzqueños. No fue un momento de reacción sino, por el contrario, de acatamiento debido a que los vasallos del Inca cautivo aún no habían desconocido su autoridad. Tampoco había llegado el momento de los ataques del ejército incaico, iniciado sólo cuando se advirtió que el soberano estaba perdido y no recobraría el poder.
107Entre los individuos, resulta importante recalcar la labor de intermediación de los intérpretes así como la participación que tuvieron en los enfrentamientos tanto contra los indígenas como entre las facciones españolas. Felipillo, almagrista, murió a manos del propio Almagro al plegarse a la sublevación de Villac Umu, que coincidió y probablemente fue acordada con Manco Inca. Don Martín, pizarrista y casado con mujer española, se integró a la sociedad colonial en la privilegiada posición de encomendero. Debe reconocerse, también, la presencia de las mujeres indígenas, algunas de las cuales acompañaron a los conquistadores por períodos prolongados. Este fue el caso de las dos mujeres con las que Francisco Pizarro tuvo descendencia: doña Inés y doña Angelina. La primera procedía del vínculo entre la nobleza regional y la cuzqueña, y la última de la élite cuzqueña.
108La relación que Pizarro sostuvo con doña Inés, así como con Paullu, llevó a un vínculo especial entre el conquistador y la provincia de Huaylas, que además él tomó en encomienda. Pero también los cañaris (encomienda de Gonzalo Pizarro) y los limas (encomienda de Francisco Pizarro) prestaron su apoyo a los españoles y en la documentación lo repiten y celebran; aunque en el caso de los limas, por lo menos, al poco tiempo del establecimiento de la capital comenzaron a aparecer las quejas por la pérdida de tierras que sufrieron los indígenas. No se encuentran testimonios similares de otras etnías, aunque tanto los cañaris, que habían sido un cuerpo de protección especializada de los Incas —y lo hicieron también con los españoles— como los charcas, que apoyaron a los conquistadores en sus expediciones, pacificación y descubrimientos mineros, debieron realizar comparaciones que no conocemos entre la dominación incaica y la española. Asimismo, cabe mencionar que con frecuencia los yanaconas y, en ocasiones los mitimaes, apoyaron a los españoles en sus guerras de conquista.153
109Todos los casos citados en este capítulo muestran vínculos que favorecieron a los españoles en su penetración del Perú y que llegaron a formar un círculo de indígenas, así como de españoles, adictos al pizarrismo, aun luego de erradicados los Pizarro del país. Asimismo, se ha encontrado que los indígenas se afiliaron a las distintas facciones españolas y participaron en el juego político del conquistador de la misma manera que los españoles. Sin embargo, no puede perderse de vista que también hubo variadas modalidades de resistencia contra el conquistador, que se mantuvieron por períodos prolongados luego de la invasión.

NOTAS
1 Cieza, Crónica del Perú. Tercera Parte, 196. Los trabajos pioneros sobre el papel de los huancas y los chachas como aliados de los conquistadores fueron publicados por Waldemar Espinoza Soriano, “Los huancas, aliados de la conquista” y “Los señoríos étnicos de Chachapoyas”. El curaca Guamán de Chachapoyas declaró haber apoyado a Francisco Pizarro, con quien estuvo en su encomienda de Hatun Huaylas (AGI, Patronato 28, r. 56. Agradezco por esta referencia a Fernando Iwasaki). Trabajos de María Rostworowski y otros autores relacionados a la actuación de diversas etnías aliadas aparecieron casi al unísono y serán citados en este capítulo.

2 Cieza, Crónica del Perú. Tercera Parte, 197. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que los textos de los indígenas pasaron por el filtro de escribanos u otros españoles que usaban el léxico y las fórmulas del conquistador.

3 Ibid., 286-287.

4 El documento se encuentra en AGI, Escribanía 496-A y ha sido publicado por Guillén, Versión inca de la conquista. Las referencias se tomarán del texto publicado.

5 Ibid., 135.

6 Cook, “Estimaciones sobre la población del Perú” y Demographic Collapse.

7 Guillén ha avanzado en este sentido, anotando extensamente a pie de página.

8 Guillén, Versión inca de la conquista, 78.

9 Ahí permanecieron desde mayo de 1532 hasta el 24 de setiembre del mismo año en que emprendieron la marcha a Cajamarca (Ibid., 63, n. 21).

10 Ibid., 20, 41.

11 Ibid., 58-59.

12 Ibid., 53.

13 Ibid., 61.

14 Ibid., 87-88.

15 Ibid., 128.

16 En relación a las condicionantes ideológicas de los primeros escritos españoles sobre el Perú, véase, Pease, “Las primeras versiones españolas sobre el Perú”.

17 Guillén, Versión inca de la conquista, 132-133.

18 El planteamiento de Pizarro como aliado del Inca es de Guillén, en ibid.

19 Lockhart, Men of Cajamarca, 448-455. Otro intérprete indígena allegado a Pizarro fue don Francisco, quien recibió la encomienda de Alconamba, en los Chachapoyas (Loredo, Los Repartos, 261-262).

20 Hemming, Conquest of the Incas, 82.

21 Ibid.

22 Busto, La hueste perulera, 307-326.

23 Lohmann, Francisco Pizarro, xxi.

24 Busto, La hueste perulera, 317.

25 Lockhart, Men of Cajamarca, 453.

26 Busto, La hueste perulera, 307.

27 Cristóbal de Molina, El Almagrista, Conquista y población del Pirú, 81.

28 Pérez, Los cañaris, 281, quien cita al cronista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui.

29 Alcina, “Tomebamba y el problema de los indios cañaris”, 420-422.

30 Pérez, Los cañaris, 479-480.

31 Citado por ibid., 482-483. Este autor identifica el río mencionado con el Culebrillas, agregando que los incas remplazaron el nombre autóctono del poblado de Guapdondelic por el de Tumipampa.


32 Arellano y Meyers, “Testamento de Pedro Milachami”, 97.

33 Alcina, “Tomebamba y el problema de los indios cañaris”, 409. Por otra parte, la mayoría de autores está de acuerdo en que la actual Cuenca es heredera de Tomebamba incaica y ésta, quizá, de otra ciudad cañari (ibid., 415).

34 Cieza, Crónica del Perú. Tercera parte, 184-185.

35 Ibid. Ver, también, Oberem “Los cañaris y la conquista española de la sierra ecuatoriana”, 131-134.

36 Por el sentido pareciera ser una mala lectura de “yungas”. En efecto, se transcribe “yungas” en la edición de Sáenz de Santa María, Cieza, Obras completas, 1:270.

37 Cieza, Crónica del Peni. Tercera parte, 115.

38 El manuscrito tiene la siguiente referencia: “Información de D. Juan Bistan-cela de su nobleza y ser hijo de cacique, 1594/95. ” (Copia del M.S. en el archivo particular del Lic. Guillermo Segarra J., Quito). Citado en Oberem, “Los cañaris y la conquista española”, 135. El cronista Herrera, por su parte, relata que en los primeros momentos de la conquista los cañaris “embiaron mensajeros a los castellanos, ofreciendo su amistad y, habiendo sido recibidos humanamente, embiaron sus embajadores con trescientos hombres armados, para que se asentasen su liga y federación, la cual fielmente siempre guardaron y Belalcázar les prometió su ayuda y amistad y de defenderlos de sus enemigos” (citado por Alcina, “Tomebamba y el problema de los indios cañaris”, 411).

39 Cieza, Crónica del Perú. Tercera parte, 172.

40 Sancho, Relación de la conquista del Perú, 64. Mis cursivas.

41 Moreno, Alzamientos indígenas, 9. En este episodio, según el mismo autor, Isabel Yaruc Palla, ex esposa de Atahualpa y luego mujer del conquistador Pedro de Puelles, teniente de gobernador de Quito, advirtió a los españoles de los preparativos. En consecuencia los caciques fueron capturados y se neutralizó el alzamiento.

42 Salomon, Los señores étnicos de Quito en la época de los Incas, 269.

43 Oberem, “Los cañaris y la conquista española”, 138, cuyas fuentes son el cronista fray Reginaldo de Lizárraga y el citado manuscrito de Bistancela. La cita entrecomillada procede de Lizárraga, Descripción de las Indias, 103. Véase, también, Pérez, Los cañaris, 486, quien se remite a un manuscrito procedente del AGI publicado en Vacas Galindo, Colección de documentos para la historia de la república del Ecuador, tomo 6.

44 Testimonio de la provisión de FP, Lima, 15.6.1540. La provisión fue presentada por Lorenzo de Aldana, vecino de Quito, en nombre de Gonzalo Pizarro para su reconocimiento recién un año después de otorgada, ante el alcalde ordinario de la ciudad (Quito, 31.5.1541. Ambos documentos en AGI, Patronato 90-A, n. 1, r. 23).

45 Miño, Los cañaris en el Perú, mapa entre pp. 14 y 15; y Arellano y Meyers, “Testamento de Pedro Milachami”.

46 Los documentos, lamentablemente muy deteriorados y de difícil lectura, se encuentran en BNP, A-15 y A-16. Véase también Miño, Los cañaris en el Perú, 9, 19.

47 BNP, A-15, f. 23.

48 BNP, A-16, f. 150.

49 Ibid.

50 Ratificación de la sentencia, 8.10.1560, ibid., f. 183.

51 Pérez, Los cañaris, 383-384, quien cita a Muñoz de San Pedro, Tres testigos de la conquista del Perú, 144-145.

52 Villanueva, “Documentos sobre Yucay”, 148.

53 AGI, Justicia 405-A, n. 1, r. 2, f. 175.

54 Villanueva, “Documentos sobre Yucay”, 25 y ss.

55 Oberem, “Los cañaris y la conquista española”, 140.

56 Miño, Los cañaris en el Perú, 30.

57 Una versión modificada de esta sección se publicó en Varón, “Estrategias políticas y relaciones conyugales”.

58 Para trabajos generales sobre la región véase Varallanos, Historia de Huánuco y Alvarez-Brun, Ancash.

59 La región de Huaylas ha sido productora de minerales, especialmente de plata, desde la época prehispánica hasta la actualidad. A fines del siglo xvii se dijo, aunque con evidente exageración, que una mina de Huaylas pomposamente llamada San Julián de Cuenca y Figueroa era “de donde el Ynga sacaba toda su riqueza” (Levillier, Gobernantes del Perú, 13:49).

60 Una visión panorámica de la arqueología de la zona se encuentra en Bennett, The North Highlands of Peru.

61 La nomenclatura de Ruringuaylas y Ananguaylas corresponde a la empleada por las fuentes.

62 Varón, Curacas y encomenderos.

63 El estudio de Espinoza, “Las mujeres secundarias de Huayna Capac” está dedicado al caso de Contarguacho y Añas Colque en su condición de mujeres del Inca, aunque algunas de sus interpretaciones difieren de las aquí propuestas.

64 Francisco de Ampuero y doña Ynés Yupanqui, su mujer, vecinos de la ciudad de Los Reyes, sobre la recompensa que pide se le haga del repartimiento de Guaylas, AGI, Justicia 1088, n. 4, r. 1. Documento publicado por Espinoza, “Las mujeres secundarias de Huayna Capac”, 272-295.

65 Ampuero y doña Ynés sobre recompensa, f. 22. Véase también Temple, “La descendencia de Huayna Capac”, para una evaluación de lo expresado al respecto en las crónicas. Por otra parte, Armas, Cristianización del Perú, 264, afirma que la conversión de Paullu Inca al cristianismo permitió la fundación, en el pueblo de Santo Domingo de Yungay, en Huaylas, de uno de los primeros monasterios que hubo en el Perú.

66 AGI, Justicia 405-A, n. 1, r. 2, (documento fuera del encuadernado), ff. 186-198. La provisión se encuentra en el f. 64v. Está incluida en el registro de Lohmann, Francisco Pizarro, 363.

67 Véanse sus biografías en Lockhart, Men of Cajamarca, 243-246, 258-263.

68 AGI, Justicia 405-A, n. 1, r. 2, f. 71r.

69 Un testigo dijo que había “oido decir a algunos indios que destos indios de Pariona se servió dos años Gerónimo de Aliaga, primero quel dicho Sebastián de Torres” (AGI, Justicia 405-A, n. 1, r. 2, f. 176). Luego de dividida, la encomienda de Torres correspondió a las tres guarangas de Huaraz, en Ru-ringuaylas. Ha sido estudiada por Espinoza, “Huaraz”, así como en Varón, Curacas y encomenderos.

70 R.C. de Valladolid, 20.7.1536, en Porras, Cedulario del Perú, 2:196.

71 Pedido de confirmación de encomienda e Información de servicios de Sebastián de Torres, Lima, 24.5.1537, en AGI, Lima 118. Estas mercedes debieron ser concedidas en caso de haberse seguido la recomendación anotada al margen en el documento original.

72 Ibid. No es claro si esta mujer es la que Torres recogió en España haciendo uso de la cédula mencionada líneas antes.

73 La R.C. está fechada en Valladolid, el 30.12.1537, en Porras, Cedulario del Perú, 2:391.

74 Este dato rectifica la interpretación de Espinoza, “Huaraz”, 20, quien supuso que el número teórico de 1,000 tributarios era el real.

75 AGI, Justicia 405-A, n. 1, r. 2, f. 193v.

76 Ibid., f. 177.

77 Ibid., f. 176. El declarante pertenecía a la élite local ya que dijo que el conocido curaca Pariona era su “tío hermano de su padre”.

78 Ibid., f. 185v.

79 Probanza del capitán Diego de Roxas. Traslado del 5.2.1563, en AGI, Lima 327. La expedición ha sido mencionada en numerosas Informaciones realizadas por los partícipes españoles. Véase, por ejemplo, la de Diego de la Canal, AGI, Justicia 1054, n. 3, r. 1, pieza 2.

80 La carta, recibida el año de 1550, buscaba que “en memoria de castigo” se pusiesen en la corona real los indios de Francisco de Chávez, y con el dinero del tributo se edificasen escuelas en la zona de la matanza y se hiciesen diversas obras en favor de indios y mestizos (AGI, Lima 118). En respuesta, Carlos V ordenó la construcción de escuelas de doctrina y el sostenimiento de 100 niños en la zona afectada con los bienes del difunto Chávez. La R.C. está publicada en Espinoza, “El curacazgo de Conchucos”, 13.

81 Hemming, Conquest of the Incas, 174. Véase su biografía en Temple, “Los testamentos inéditos de Paullu Inca, Don Carlos y Don Melchor Carlos Inca”.

82 Cieza de León, Crónica del Perú. Segunda parte, 26.

83 Hemming, Conquest of the Incas, 234 y Mendiburu, Diccionario histórico-biográfico, 8:354-356.

84 Hemming, Conquest of the Incas, 256-279.

85 Citado por Ellefsen, “Las concubinas de los Sapa Incas difuntos”, 12.

86 Era frecuente referirse a la encomienda de Ananguaylas —es decir, la que había sido de doña Francisca Pizarro y luego de Vasco de Guevara—, ya sea como Atun guaylas o, simplemente como Guaylas, hecho que ha causado algunas confusiones.

87 Porras, Pizarro, 37. Véase, también, Temple, “La descendencia de Huayna Capac”. Tanto Temple, “La descendencia de Huayna Capac”, 299, como Cúneo-Vidal, “Los hijos americanos de los Pizarros de la conquista”, 80, aseguran que Añas Collque era hija de Huacachillac, curaca de Huaylas.

88 Sobre la relación de Francisco Pizarro con doña Inés y, especialmente, la biografía de su hija mayor, véase Rostworowski, Doña Francisca Pizarro.

89 AGI, Lima 204; Lima 205; Justicia 1088, n. 4, r. 1. Extrañamente, estos documentos aún permanecen inéditos.

90 AGI, Justicia 1088, n. 4, r. 1, f. 9.

91 Publicado por Angulo, “El capitán Francisco de Ampuero”.

92 AGN, Protocolo 18, Pedro de Castañeda, f. 15.

93 Martín de Ampuero y doña Ynés, sobre recompensa, f. 21.

94 Ibid., f. 22. Porras, Pizarro, 42 repite que “los indios de Huaylas... habían sido vasallos de Contarguacho”. Por su parte, Espinoza, “Las mujeres secundarias de Huayna Capac” usa esta información como fundamento a todas luces equívoco para plantear la existencia de un feudalismo prehispánico en el Perú.

95 A la muerte de Sebastián de Torres, primer encomendero de Huaraz, Ruy Barba Cabeza de Vaca casó con su viuda y se apropió de parte de la encomienda, quedando el resto en poder de Cristóbal de Torres, sobrino de Sebastián. Años después Hernando de Torres, hijo de Sebastián, recuperó una porción de la encomienda. Al respecto ver, Varón, Curacas y encomenderos, 48-50.

96 AGI, Justicia 1088, n. 4, r. 1, ff. 23-24v.

97 Francisco de Ampuero y doña Ynés, sobre recompensa, f. 17.

98 Ibid., f. 17v.

99 Ibid., ff. 25-26v.

100 El documento es Consulta al rey, AGI, Lima 1, n. 146.

101 Francisco de Ampuero y doña Ynés, sobre recompensa, f. 22v.

102 Ibid., 26v-27.

103 Espinoza, “Las mujeres secundarias de Huayna Capac”, 249; Pease, Curacas, reciprocidad y riqueza, 116-118.

104 Busto, La conquista del Perú, 249-251.

105 Consulta al rey, AGI, Lima 1, n. 146.

106 Ejemplo de esta opinión la proporciona el declarante Sebastián Suyo, natural de Santo Domingo de Pilos, en Yauyos, quien estuvo en el sitio de Lima. El afirmó años después de los hechos, a la edad de 70, que Quiso Yupangui murió “con una lanzada que le dieron al pasar de un río” y por eso los atacantes se regresaron a sus tierras (AGI, Escribanía 496-B, f. 1072).

107 Molina, El Almagrista, Conquista y población del Pirú, 88.


108 Comparto la opinión de Rostworowski, Doña Francisca Pizarro, 25, quien considera la muerte del general Quiso como una explicación insuficiente para la retirada incaica.

109 Pizarro, Relación del Perú, 200-201. Según Temple, “La descendencia de Huayna Capac”, 152, este hecho es relatado además por Montesinos.

110 Declaración de Fernando Durán, AGI, Justicia 1054, n. 3, r. 1, pieza 2, f. [120]. Se trataba del repartimiento de Chaclla.

111 Muchos españoles adoptaron esta modalidad con sus mujeres indígenas cuando llegaron a una posición que les permitió casarse con una española.

112 Rostworowski, Señoríos indígenas de Lima y Canta, 236.

113 Rostworowski, “Dos probanzas de don Gonzalo”.

114 Como todos los documentos de su tipo y época, éstos exageran los hechos para exaltar las virtudes y, en consecuencia, las posibilidades de obtener mercedes del solicitante. Pero, aun así, resultan valiosos en su condición de fuentes, en muchos casos únicas, que se convierten en invalorables si se tratan con el debido cuidado.

115 Rostworowski, “Dos probanzas de don Gonzalo”, 115.

116 Ibid., 109. Otro caso similar véase en Espinoza, “Los señoríos étnicos de Chachapoyas”. Para una aproximación al yanacona prehispánico, basado en crónicas, véase Villar, “La institución del yanacona en el incanato”.

117 Rostworowski, Historia del Tahuantinsiuju, 197.

118 Rostworowski, “Dos probanzas de don Gonzalo”, 114.

119 Ibid., 158.

120 Los testimonios de Ampuero y don Hernando Llaxaguayla, cacique principal de Pachacama, se encuentran en ibid., 146 y ss., 163.

121 Ibid., 161.

122 Para una historia general de la región, véase, Barradas, Charcas.

123 Información al navio La Concepción, de FP, sobre los sucesos del Perú, Panamá, 7.4.1534, AGI, Patronato 185, r. 7.

124 En este caso se habla de tres naciones charcas, pero es más frecuente que se mencione a cuatro, como se verá más adelante.

125 Para este trabajo consulté el documento original que se encuentra en AGI, Charcas 45, así como la transcripción del texto completo realizada por Margarita Suárez. La transcripción será publicada en Platt, Bouysse, Harris y Saignes, eds., Qaraqara-Charka.

126 Primera probanza, 1592, AGI, Charcas 45. Cuysara es ocasionalmente nombrado Cumsara en la documentación. La variación de la grafía de los nombres en este trabajo responde a las diferencias del original.

127 Segunda probanza, 1583, AGI, Charcas 45, ff. 32-33.

128 Ibid., f. 14.

129 Ibid., f. 105.

130 Ibid.

131 Ibid., f. 108.

132 Véase al respecto Saignes, “Guerres indiennes dans rAmérique pionniére”; Renard-Casevitz, Saignes y Taylor, Al este de los Andes; Combés y Saignes, Alter ego. Naissance de l'identité chiriguano.

133 Según una versión, Villac Umu había mostrado las minas de Porco a Hernando Pizarro “para servir a Su Magestad”, pero Hernando las tomó para sí (AGI, Escribanía 496-B, f. 1107). Pedro Pizarro, en contraste, afirma que Hernando descubrió las minas de Porco cuando se hallaba “conquistando y apaziguan-do todo el Collao y los Charcas” luego de la muerte de Almagro, cuando fue enviado al rescate de Gonzalo Pizarro que se hallaba sitiado en Cochabamba (Pizarro, Relación del Perú, 188).

134 Villalobos, Descubrimiento de Chile, t. 2 de Mellafe y Villalobos, Diego de Almagro, 129.

135 Hemming, Conquest of the Incas, 255.

136 Segunda probanza, f. 33.

137 Lockhart, Men of Cajamarca, 180.

138 Segunda probanza, f. 110.

139 Ibid.

140 Temple, “La descendencia de Huayna Capac” (1940), 34. La fuente citada es la “Relación del sitio del Cuzco”, ed. Urteaga.

141 Segunda probanza, f. 43.

142 Ibid., f. 92.

143 Indios de Potosí, SCRMd, año 1600, AGI, Charcas 45. Espinoza, “El memorial de Charcas” transcribe una pequeña fracción del expediente.

144 Indios de Potosí, f. 1.

145 R.C. de Xerixo, 30.10.1599; AGI, Lima 581, lib. 13, ff. 201-203v.

146 Villanueva, “Documentos sobre Yucay”, 37.

147 Nicanor Domínguez ha concluido recientemente un trabajo de excepcional interés sobre Betanzos. Ahí confirma que aún es poco lo que se conoce respecto a doña Angelina, pero que, en su opinión, Betanzos exagera la calidad nobiliaria de su mujer. Véase Domínguez, “Juan Diez de Betanzos”, 146-161, 254.

148 Rostworowski, Doña Francisca Pizarro, 18-19.

149 Esto se produjo en Mala, en 1537, lo que implicaría que ella estaba en el Cuzco cuando entró Almagro en abril de ese año y, en consecuencia, también durante el sitio de la ciudad el año anterior (Lockhart, Men of Cajamarca, 154).

150 Urteaga, “Primer libro de bautismos de la catedral de Lima”, 226.

151 Angulo, “Monasterio de Santa Clara de la ciudad del Cuzco”, 81.

152 Domínguez, “Juan Diez de Betanzos”, 254.




ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
Leyenda Ilustración 3. Mapa de Huaylas
URL http://books.openedition.org/ifea/docannexe/image/2716/img-1.jpg
Archivo image/jpeg, 206k
Leyenda Ilustración 4. Genealogía de los huaylas
URL http://books.openedition.org/ifea/docannexe/image/2716/img-2.jpg
Archivo image/jpeg, 86k
Título Cuadro 1. Repartimientos y guarangas de Ruringuaylas, 1534
Leyenda Fuente: AGI, Justicia 405-A, n. 1, r. 2, ff. 186-198.Notas1. Las fuentes designan a cada repartimiento como una "provincia" al igual que cuando se refieren a Huaylas en su totalidad.2. También se nombra a este curaca Marca y Paribina.3. "La Collana que se dice Marca" se ubica en la jurisdicción del repartimiento de Guaraz, pero los testigos indígenas la tratan de una manera especial por motivos que se desconocen.4. También llamado Vilcacochache.5. También llamado Guayna Collas.

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