Una experiencia extra-sensorial, histórica y fantástica
Por Samuel Cavero Galimidi
Comentaré su libro. La fuerza de los Ayars se trata de un cuento muy interesante donde el mito y la leyenda están muy presentes. Me inspiró la relectura de Narraciones y Leyendas Incas de Gustavo Valcárcel, que es una antología de cronistas y narradores contemporáneos.
Guillermo Chávez nos dice: “Era Kuntur el ave sagrada de los Ayars que volvía otra vez al hermoso aposento de Pinahua. Yacía en un profundo sueño y su mente inquieta viajaba sobre las aguas del Vilcanota-Urubamba”. Efectivamente, el escritor reconstruye la leyenda situándola en esta región del histórico Cuzco. Nos recuerda la Fábula del origen los Incas, escrita por el cronista español Pedro Sarmiento de Gamboa, a quien le debemos la llamada Historia Índica. Aquí los cuatro suyos, los “cuatro” camayocs, tienen como el cuatro su propia simbología. Sino no estaríamos hablando de Las Cuatro Edades, escrita por el célebre cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala, autor del monumento folklórico que es Nueva Crónica y Buen Gobierno, que divide la historia en cuatro grandes edades: 1) de los Uariuiracocha runa, 2) de los Uariruna; 3) de los Purun Runa 4) de los Auca Runa.
En este cuento de Guillermo Chávez están también el simbólico y mítico jaguar y el cóndor, considerados dioses naturales, animales totémicos sagrados, tan venerados por nuestras culturas precolombinas y el Imperio Inca. Están presentes para recrear la leyenda dentro de un mundo mágico ónice.
Nos hablan de los códigos de la sabiduría. Me pregunto cuando dice con mayúsculas en su libro: “ESPIRAL DE PIEDRA” no será la piedra filosofal que tanto buscaron después los alquimistas. Porque los alquimistas también buscaban la sabiduría y la eternidad.
Recuerdo con nostalgia y ternura, porque viví primero muchos años en los Andes, entre Huancavelica y Ayacucho, ciudades donde se enseña justamente a todos los niños aprenderse, tanto como el catecismo, como la leyenda de Manco Capac y Mama Occllo, al que rememoramos todos por su grandeza, sabiduría y lección de vida, al haber fundado el Imperio Inca desde el Lago Titi Caca. Y además otra gran leyenda la de los cuatro hermanos Ayars. Que como he dicho recrea a su manera la Fábula del origen los Incas, escrita muchos años atrás por el cronista español Pedro Sarmiento de Gamboa. Y entonces, retomando lo mío, a los niños se nos paraba frente al profesor para que contásemos la leyenda y para que por lo menos no nos olvidásemos de decir que estos hermanos se llamaban: venía o iban a los cuatro suyos: Chinchaysuyo, Collasuyo, Antisuyo y Contisuyo. Recién el año pasado que conocí bien toda la zona del Altiplano, el lago Titi Caca y viajé incluso por toda Bolivia pude reparar que los lugareños desde Juliaca y Puno hasta los paceños se llaman Collas, provienen de este gran pueblo guerrero que está presente en historia, mito y leyenda desde tiempos inmemoriales.
Guillermo Chávez tiene la gran virtud de llamarnos a la lectura, mezclar reflexiones y hasta filosofar para como los personajes del cuento que buscan su propio tesoro, cuando hace un cuento, buscar el nuestro. Además puede hacer algo que pocos narradores cuentistas hacen, poner versos de su propia cosecha personal, como la elegía del Inca, los que se amalgaman para enriquecer la historia, darle mayor sentido poético y hasta metafórico. Debo decirles que escribir un cuento o una novela histórica o recreada en mitos y leyendas no es nada fácil como pudiera parecer. A mí me ha sucedido eso cuando me puse a escribir mi novela Amaru o la Tentación que recrea el amor de una bella ñusta pocra llamada Yuraj Shulla con el guerrero Amaru dentro del apogeo y la destrucción del Imperio Wari. La misma fue publicada en los 80 y cuando la terminé después de leer muchos libros, crónicas, historias fabuladas, sentí que algo de mí, quizá mi otro Yo, había renacido dentro de ese Imperio, de tanto leer, fascinado, les había dado viva a personajes que quizá nunca existieron. Y cuando publiqué el libro y cada catedrático presentador se despachaba con análisis tan sesudos y extraños para mí, a mi edad, yo quedé peor. Quedé pues poco menos que abrumado y turbado por mis propias historias reconstruidas en torno a otras historias aparentemente reales. Y entonces hay quienes buscan el verismo, como Guillermo Lumbreras, quien leyó mi libro y yo antes de escribir, por supuesto que leí incluso los libros dd Lumbreras sobre la cultura Wari. Lumbreras, notable investigador, me hizo algunas observaciones sobre el terma de “la verdad histórica”. Yo, entonces muchacho, escritor en ciernes, me sentí como dolido, apenado por mis errores. Pero después, consultando con otros catedráticos especialistas en Literatura como Ricardo Gonzáles Vigil, porque yo ya estaba estudiando en la Universidad Católica justamente la carrera de Literatura y Lingüística supe que Lumbreras estaba en lo cierto como historiador o antropólogo, no así en el plano de la ficción literaria, la del narrador. Porque lo que no sabe Lumbreras, prestigioso antropólogo y hombre muy culto y disciplinado, toda una autoridad, es que el escritor apartándose a veces de la propia historia, incluso del mito y la leyenda, puede recrear otra historia que no necesariamente tiene porque ser cierta y concordar con un mito, la historia o la leyenda al que se ciñen los historiadores, cronistas y antropólogos, por ejemplo. En ese sentido mal haríamos por reprocharle a Guillermo Chávez, como lectores, si la historia que nos cuenta es cierta o no y si se ajusta a la historia.
Hechas las precisiones felicito a Guillermo Chávez por el coraje y mérito que tiene, como narrador, de contarnos en estos tiempos novísimos, de la modernidad y la globalización, historias como estas, que hemos escuchado o leído en la escuela o el colegio, pero que aquí, bajo la pluma de un escritor que cada vez se está construyendo con una mejor armadura, armadura de artista intelectual y de acucioso lector, sale a la palestra con su libro de cuentos titulado Desde el Zaquizamí.
Zaquizamí es un nombre bonito, sonoro, fácil de atrapar en la magia de la lectura, para el Plan Lector en Huacho y otras ciudades. El siguiente relato de este libro se titula Siluetas Perfumadas, como las mujeres, que nos adornan la vida. Como buenos lectores captemos que aquí el escritor Guillermo Chávez busca de Martha y Alfredo Cherrepano, sus personajes, recrear una historia cargada de ironía, de humor, de irreverencia. Me llamó la atención el uso del lenguaje coloquial que hace el escritor, quizá para provocar sonrojos o sonrisas en el lector. El uso de expresiones puestas en sus personajes, como: “Ya me dio una cachada”; -¡Qué coños! Nada más grandioso que sentir una chupada en el pito”; “somnífero pedo”; “tremendo cague de risa”. Preguntémonos, no es así que habla nuestros escolares, entre ellos, claro que sí, con la advertencia que “coños” o más bien “coño” es españolísimo. Y allí sí se le fue la mano al escritor, para irse a la otra orilla: España y su joder, España y su coño, hombre. Y lo que me ha llamado más la atención es que el escritor pudo construir toda su historia con humor, con ese lenguaje de barrio, tal sucede con escritores como Oswaldo Reynoso pero algo lo retiene, quizá su oficio de maestro educador. Y entonces se pone al final de su historia ciertamente escrupuloso con el lenguaje para decir en vez de mujer, hembra: “fémina”. O en vez de observar, mirar, aguaitar, husmear, nos dice Guillermo Chávez palabras bonitas como “oteando el horizonte” o en vez de un chape, beso, le llama el “romántico ósculo”. Lo que no está mal. Pero fémina es un vocablo del lenguaje culto. Es más nadie en un pueblo, en un barrio, en la calle, entre gente coloquial diría “fémina”, sino hembra, gila, culo, perdonen.
Y entonces esto no es una crítica, menos si en la solapa de la contraportada de su libro: Guillermo Chávez, siempre mi buen amigo, al que yo lo critico y siempre trato de hacerlo cada vez mejor narrador y poeta, dice en lo que llama una Guichada, y me digo, quizá también es una advertencia para mí: “Todos los animales me agradan, menos el animal que critica”.
Y bueno, En Busca de la Tilapia es un cuento acaso formidable. Cuento de misterio. Cuento con magia y recreación mitológica que nos permite recordar el viaje de Ulyses y las tentaciones de la mujer-mar, mujer-pez y un gran final. El título, igualmente sugestivo. Un cuento donde el narrador Guillermo Chávez parece que se siente muy a gusto narrando. Cuento donde se recrea la leyenda griega-romana, que nos viene del mar, donde una bella mujer con cuerpo de pez tilapia, antes de sirena, se aparece ante los incautos y encanta no solo con su belleza sino además con su bella voz. La misma doña Cori, uno de los personajes de la Casa Hacienda rural, dicen escuchó esta historia, nos cuenta Guillermo Chávez. Y lo recrea así: “en esa montaña, montaña azul, primero se escucha se escucha en la cima el llanto de una criatura, tanto al amanecer como al caer de la tarde”. Huacho es una ciudad con mar. En el libro Mitos y Leyendas de Huacho, de Samuel Cornelio Abad está igualmente la leyenda de La Sirena de Tauca, asimismo una leyenda muy ayacuchana, de Víctor Cabrera, Cerro Infiernillo, en Huamanga hay incluso también el cerro y la cueva de “El Infiernillo”, lo que demuestra que los mitos y leyendas se transmiten de un pueblo a otro, de una cultura a otra, se funden en la tradición oral.
El cuento Besos Azules es una historia que fue recreada en la cálida Chanchamayo, donde los escritores Jorge Aliaga, Guillermo Chávez y quien se suscribe, Samuel Cavero, también nombrados en el cuento al que agradezco, coincidimos. En realidad todo viaje es como en Proust, Allan Poe, Kafka, Milan Kundera, levedad, sensación de vacío, un sueño, un acto mágico de ascender y descender. En el caso de Guillermo Chávez de deslumbrarse con la naturaleza y los ecosistemas que el Perú ofrece, también con los ríos de montaña y las ancestrales costumbres y rituales de las comunidades nativas. Y así fue. Llegar desde la costa hasta la parte más alta de los Andes, Ticcllo, La Oroya, y luego de allí descender hacia Tarma y finalmente a Chanchamayo, en la selva baja central no sólo fue para nosotros una experiencia soberbia, memorable, llena de gozos y ternuras, sino también para Guillermo Chávez, a quien le ha permitido contar con lujo de detalles de este Encuentro de Escritores, al que fuimos invitados sino también del viaje-periplo con sus amados hijos, entre ellos Yeshua. Pensemos en el viaje como una razón existencial revisando los conceptos del gran poeta Antonio Machado. Ya que hablamos de Machado, El Poeta español Antonio Machado en su libro: Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, define la poesía como diálogo del hombre con su tiempo. La poesía, palabra en el tiempo y cómo el deber de un maestro de Poética consiste en enseñar a sus alumnos a reforzar la temporalidad de su verso. Nosotros, meros aprendices de poeta, debemos elegir para nuestros ejercicios de clase formas sencillas y populares que nos pongan de resalto cuanto hay de esencial en el arte métrica. Y un viaje también es poesía. Amar es poetizar. Escribir es también ensoñar, ilusionarse, enamorarse. Y Guillermo Chávez completa ese viaje existencial con las palabras, como un buen poeta peruano. Estoy pensando en César Vallejo, Martín Adán, César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, el mítico Juan Gonzalo Rosé, César Calvo, Rodolfo Hinostroza, Gustavo Valcárcel, entre otros.
Pero hay una linda chica que lo cautivó a Guillermo Chávez en ese viaje, su amiga cognitiva, su amiga en esa experiencia extra-sensorial, que es más bien la amorosa Tilapia de nombre María que cautivó al escritor con sus besos azules, como el cielo, como el lapislázuli. Hasta un poema adorna, como en los demás cuentos, este cuento de viajes, cuento de aventuras, de aprendizaje sentimental, de lección de vida y en busca del tiempo perdido, para hacer más excelsa, enigmática y escurridiza la presencia de María, su inspirada muchacha estudiante nacida en Junín.
El cuento último de esta colección llamada Desde el zaquizamí se titula: Ronquido fantasioso. Recreado al parecer en Huacho, si es que aquí hay la discoteca “La taberna del abuelo”. Se trata de un cuento urbano, coloquial, igualmente interesante que invita a la lectura, con algunas disquisiciones filosóficas, existenciales, políticas o sociológicas. Y eso en un cuento le resta fuerza. Bien dicen que en un cuento no debe sobrar ni faltar una sola palabra. ¡La precisión ante todo! Aquí hay un desborde de palabras con personajes muy bien descritos y donde el narrador omnisciente es el que más bien se va por el Zaquizamí. Perdón, por las redes. En tanto historias juveniles, me recuerda a Los Jefes, Los Cachorros, esas historias con apodos, con un lenguaje desenfadado, como el que alguna vez usó el prestigioso escritor Mario Vargas Llosa para recrear la vida de los muchachos, las pandillas, la gente del barrio donde todos tienen un apodo que les cae preciso. Los personajes de Guillermo Chávez son caricaturescos parroquianos del bar “La Sirena”, forman un variopinto clan de amigos. Ellos son: Sacacorchos, Destapy, humilde, laborioso, Poka, Llobeta, la fina mujercita en el vestir; luego Servi, Mister Money.
Con todo este libro Desde el Zaquizamí que fue presentado con un gran público y una obra de teatro que represeentò un pasaje de un cuento de este libro, no deja de ser un esfuerzo muy meritorio y enaltecedor de uno de los artistas, poetas y narradores que actualmente más está prestigiando a Huacho y la Sociedad de Poetas y Narradores de Huacho, que dirige el destacado escritor Julio Solórzano. Guillermo Chávez busca la sabiduría en la convivencia con la palabra, el pincel, los ritmos, los sonidos, la vida secreta y las fuerzas invisibles de la naturaleza. Por eso será que dentro de este viaje iniciático educado y transmitido por nuestros venerables ancestros, ha ido adquiriendo el viejo lenguaje de la naturaleza en este otro mundo palpitando, oculto, el viejo tesoro de la verdad, de la sabiduría. Se trata de un viaje circular hacia esa sabiduría donde el lector viajero vuelve transfigurado.
Felicitaciones por ese encomiable y perseverante esfuerzo, amigo Guillermo. No es fácil publicar. Y yo sé que no es fácil pintar. Menos hacer en carboncillo obras artísticas de gran performance a tono con cada uno de estos cuentos. Tampoco es fácil ser poeta y a la vez buen narrador. En esa brega, la de ser muy buen pintor, notable poeta, docente y un narrador de talla, se halla el profesor Guillermo Chávez, a quien tuvo el generoso gesto de invitarme a presentar su novela. André Maurois, recordando la labor del lector, del alumno lector, nos decía: “La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en el que el libro habla y el alma contesta. Es un diálogo incesante en el que el libro habla y el alma contesta”.
Desde el Zaquizamí nos invita a eso, la lectura, a reflexionar, a ser parte de esa magia de ese esfuerzo de imaginación. Termino con una cita mía, de mi última novela recientemente publicada: Ícaro. Ícaro, un jovencito que busca ser escritor, le dice al viejo Glen: “Ser escritor, intentar serlo cuesta horrores, deseo escribir versos en el agua, deseo escribir la más sublime novela que se lee como el agua que se bebe y lava todas las sensibilidades, es lo esencial para lo que sirvo con toda mi alma y dolor. Y mientras no lo sea, viajaré, me hundiré en mí ser, me arrastraré, escarbaré, tejeré silencios, naufragaré siempre en el pozo sentimental en que me he metido”.