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René de la Barra Saralegui y Jorge Aliaga Cacho en Coquimbo, Chile, 2016 |
Nació el 15 de junio de 1962, en Valdivia, Chile. Su infancia y gran parte de su juventud las vivió en la ciudad de Temuco, experiencia determinante para su vocación literaria, en la medida en que su generación se vio nimbada por la atmósfera nerudiana, omnipresente tanto en sus talleres y conversaciones, como en sus paisajes y calles. Estudió en el Colegio de la Salle y en el Liceo Pablo Neruda, prodigando ambos establecimientos un ambiente propicio para la cultura; como antípodas sociales, ambas instituciones aportaron al autor una visión de mundo en que las tensiones psicológicas, políticas y sociales, generaron una alquimia compleja y no exenta de contradicciones.
Sus primeros arrestos creativos se remontan a su infancia; uno de sus juegos favoritos era dibujar historietas, que solía vender entre sus amigos. A los doce años escribió sus primeros cuentos. Durante su adolescencia, compuso poemas con un entusiasmo torrencial, participando en recitales, junto a otros escritores, como Hurón Magma y Hernán Díaz Arcos. Quemó la mayoría de sus poemas al terminar su enseñanza media, por considerarlos carentes de todo valor. Escribió también un par de comedias, de las que no se conserva copia.
En 1980 inició sus estudios de Medicina en la Universidad Austral de Chile, por lo que lo retornó a la ciudad de Valdivia. En plena dictadura militar, formó parte de las Juventudes Socialistas, participando activamente en la recuperación democrática, formación de militantes y creación de la revista de la Escuela de Medicina, que a su vez dirigió. Durante ese período su actividad literaria continuó siendo de naturaleza lírica; sin embargo, es en ese período que retoma la narrativa y escribe varios cuentos, que no sobrevivieron a su autocrítica, a excepción de «El peso de los días» (1984), un descarnado relato en el que la injusticia social y la burocracia, conducen a un drama humano insoluble, y «El último juego de invierno» (1982), una metáfora de la dictadura pinochetista, y a la vez una reflexión corrosiva en torno al orden, la religión, la estructura social, las costumbres y la violencia. El primer relato, luego de algunas correcciones, fue recogido en «Barrio bullicioso», a la sazón su primer libro (2012). «El último juego de invierno», en cambio, debió ser corregido y reescrito una y otra vez, para finalmente ser incluido en el libro homónimo, el año 2016.
Su lírica siguió las mismas tendencias y tensiones que jalonaron su biografía: la angustia, la soledad, el amor, la lucha por la libertad, la crítica social y los conflictos existenciales. Poemas como «Lejanías», «Si bastara con llorar», «Hambre» y «Angustia», son producto de esta etapa de su vida.
El período final de la dictadura fue para él un período convulso. Como médico recién titulado debió enfrentar un ambiente complejo en el que intentó conjugar la obligación de mantener una familia con la aspiración de progresar profesionalmente; optó por ofrecer seguridad económica a su familia y cuando aún no había trascurrido un mes después de titularse, comenzó a trabajar en Trovolhue, un pueblo de alrededor de dos mil habitantes, perdido en la cordillera de Nahuelbuta, del cual fue el primer médico. Las tensiones del aislamiento, el exceso de trabajo y las diferencias reiteradas con el alcalde de la comuna –un hombre corrupto, cuya camarilla no vacilaba en robar los fondos destinados a la cloración del agua potable del pueblo, con los consiguientes brotes de diarrea en la población infantil–, lo llevaron a renunciar al cargo y a la vez, dar a conocer lo que ocurría a un pariente que ostentaba un cargo de cierto poder, lo que determinó una investigación a fondo y la huida del alcalde a la Argentina. Posteriormente, obtuvo un cargo en el Hospital de Traiguén. Fue en esta ciudad, de ocho mil habitantes, donde nació su segundo hijo. Y fue allí también donde encontró la oportunidad de retomar su actividad política, militando en el Partido Comunista y desarrollando una breve pero intensa actividad. La detención por parte de la policía civil de uno de los militantes más jóvenes, acusado de delitos comunes, motivó un juicio político en su contra. Se le acusó de haberlo delatado a los servicios de inteligencia del régimen, y de ser miembro de uno de éstos. En el juicio, sumarísimo, que no alcanzó a durar media hora, se lo encontró culpable; ni siquiera se realizó una investigación y se desoyeron sus argumentos. La decepción que le produjo le llevó a cuestionarse la democracia interna del partido, y en una forma más amplia, sus propios conceptos acerca de la disidencia soviética. El caso de Bujarín le parecía demasiado cercano.
Se iniciaba ya por aquel entonces la decadencia de su matrimonio y las discusiones de la pareja era frecuentes.
En el plano literario, había terminado de escribir su primera novela, «La lluvia y las horas», de intenso contenido social, que más tarde merecería una mención honrosa en el «Concurso nacional de novela Oscar Castro», pero que el autor se resistiría a publicar, por considerarla aún muy imperfecta. Su poética ya casi no admitía otra temática que la política; Ernesto Cardenal y el propio Neruda eran sus referentes más importantes. En narrativa, la influencia de Manuel Puig, Cortázar y Vargas Llosa, lo inmunizaban contra el panfleto.
El retorno a la democracia, una vez pasado el minuto de jolgorio, desencadenó en él una crisis inesperada: «Falta de asuntos, enmudeció la lira». Su producción se estancó por unos meses, y sólo con el cuento «¿Dónde andará la Clementina?», incluido en «Barrio bullicioso», definió un nuevo derrotero, abordando la cotidianidad, los conflictos de pareja, el adulterio, las pasiones y dificultades del día a día, como temática de una narrativa que será menos proselitista y, despojada de todo afán didáctico, más libre y rica que la desarrollada hasta entonces, permitiendo un desarrollo formal que, sin embargo, no experimentará el crecimiento esperado. Las razones: las dificultades que planteaba seguir viviendo en Traiguén, enfrentando la hostilidad persistente de sus antiguos compañeros, y la esperanza de salvar su matrimonio de la catástrofe, lo obligaron a emigrar a Puerto Montt, residencia de la familia de su esposa, imponiéndole la necesidad de reorganizar su existencia, aceptar varios empleos, rebajar su nivel de vida, tolerar las injerencias de la familia de su esposa y resolver una serie de problemas, que le llevaron al estancamiento literario. Nada de esto impidió la disolución del matrimonio.
El año 1994 retomó su actividad literaria. La experiencia con los lectores que tenía en aquel entonces, lo llevó a simplificar su estilo y a concentrarse en el relato breve, cercano a la gente. De este período son casi todos los cuentos de «Barrio bullicioso». La mayoría de los relatos que conforman «El extraño hechizo de la noche», pertenecen a una etapa previa, y sin embargo, este libro se publicaría dos años más tarde.
El año 1999 obtuvo una Mención Honrosa en el «Concurso Nacional de poesía de la Cámara Chilena de la Construcción». Posteriormente, obtuvo una Mención Honrosa en el «7° Concurso Regional de Cuentos ESSAL» (1999), el tercer lugar en el «Concurso de Cuentos del Colegio Médico de Chile» (1999), y finalmente, Mención Honrosa en el «Concurso Nacional de Novela Corta Oscar Castro» (2000).
Participó en la creación del grupo «Sueños» y de la revista «Insomnio», en la que publicó poemas, relatos y aforismos. La Antología «Recitario Nacional», publicada por el Colegio Médico de Chile, recoge dos de sus poemas: «Hambre» y «Manos».
El año 2001, la revista «Casa de las Américas» publicó su cuento Historia con doble fondo, por haber sido considerado uno de los diez mejores relatos enviados al «Concurso Casa de las Américas».
Ese mismo año, se trasladó a Buenos Aires, República Argentina, para cursar la especialidad de Psiquiatría, retornando a Chile el año 2004. Este fue un período de formación muy importante para su producción literaria, si bien escribió poco mientras vivió en Buenos Aires; apenas algunos poemas, entre los que se encuentra «Nocturno de un barrio del sur», «Hoy no es tiempo de poesía», «Tarde en San Telmo», «Elegía», «Epitafio para Germán Aburto» y «Pequeña paranoia diurna». Sin embargo, su narrativa posterior ya no será la misma: sus personajes alcanzan una densidad psicológica que antes no tenían. La primera evidencia de este cambio se aprecia en «Amor enardecido», relato escrito el año 2012, un monólogo interior que a la vez es el relato de un crimen. Años más tarde el autor se enteraría de que dicho relato estaba siendo usado como material para reconocer distorsiones cognitivas en el trabajo de rehabilitación de reos en la cárcel de Alto Bonito, Puerto Montt.
El año 2011 comenzó a aventurarse en el micro-cuento. El 2012, participó en el «Concurso de Cuento Breve Ágora entre Signos», resultando finalista; como consecuencia de esto, su micro-relato, «El Atraco», fue publicado en la antología «Épica Batalla y otros cuentos breves». El mismo año, resultó finalista en el «Concurso de literario de la revista Punto de libros», que publicó su obra «Lluvia» en la edición de noviembre. La revista «Palabras diversas» publicó la primera versión de su ensayo «El pañuelo de Desdémona», y «Acantilados de papel», hizo lo propio con su cuento «La final», que forma parte de su libro «Barrio Bullicioso». En 2013, «Acantilados de papel», publicó su ensayo «Jurel tipo atún» y sus poemas «Entrégame» y «Rogativa». Uno de sus relatos, «El secuestro», fue publicado en esta misma revista el año 2014. Este último relato, incluido en «El último tren a casa» (2016), ya es parte de una nueva etapa en la producción de René de la Barra. El estilo es más complejo, el narrador se convierte en un personaje con características propias, con una cultura propia y un lenguaje propio. Los cuentos de este período son más extensos y exigen del lector una lectura atenta y reflexiva.
El año 2014 publicó «El extraño hechizo de la noche», que en su mayor parte reúne relatos de principios de los 90. Ese mismo año culmina un proyecto completamente distinto: escribir, aprovechando las enseñanzas de Monterroso, Arreola y Anderson Imbert, un volumen de cuento fantástico. El resultado fue un libro que se publicó el 2014, con el nombre de «La bañera de Efraín». Nada más alejado de la veta realista, a menudo cruda, de sus otros proyectos narrativos, pero que el autor reivindica enarbolando la tesis de la absoluta libertad del escritor. Es este libro, según propia confesión, uno de sus favoritos.
El 2015 logró fusionar la escritura fantástica con el realismo más descarnado, en una novela breve, sin duda alegórica: «Cielo de cristales rotos».
El año 2016 pudo dar forma a un proyecto que venía meditando desde hacía ya algunos años: escribir una novela usando el formato del micro-cuento. El resultado fue «La carta», una novela breve de cien capítulos, alguno de ellos de una o dos líneas. El estudio de Chejov y su famosa tesis de que si un fusil aparece colgado en la pared en el capítulo uno, debe usarse en el cuarto –es decir, que nada debe haber superfluo o meramente ornamental en una narración–, es el sustento sobre el que se construye este experimento formal. Posteriormente, usando esta misma técnica, escribió «Prohibido estacionar» y «La traición del sargento Owen». Estas tres novelas constituyen una serie que aborda tres períodos de la historia reciente de Chile: «La carta», los tiempos de la dictadura pinochetista, vista desde el exilio, la represión y el quehacer, a menudo desquiciado, de los organismos de seguridad. «La traición del sargento Owen», se centra en el período siguiente, en que se investigan las violaciones de los derechos humanos, en un esfuerzo por reconciliar el país, que no siempre resulta claro ni justo, y a menudo no logra ir más allá de lo formal. «Prohibido estacionar» se instala en el presente y es una crónica de la precariedad, en un país cuyos habitantes se encuentran siempre al límite, al borde del desastre, la locura y el fracaso. Estas tres novelas breves constituyen un cuerpo que el autor ha titulado «Trilogía de Chile». Una lectura detenida de su obra encontrará antecedentes de esta preocupación por su país en muchos de sus cuentos, incluso los de corte fantástico, como «La compra», pero sobre todo en la novela «La lluvia y las horas», escrita entre 1986 y 1989, novela que permanece inédita, aunque probablemente no por mucho tiempo, ya que el autor se encuentra corrigiéndola.
Más avanzada aún se encuentra su novela «El oficio de la fuga», hoy por hoy en la fase de revisión.
En forma simultánea, está trabajando en otros proyectos, entre los que destacan la novela «Bolero sentimental» y la recopilación de sus poemas en un libro que ha llamado «Lejanías».