Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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31 de enero de 2025

Una visita a Lurigancho

Mario Vargas Llosa 

Por Mario Vargas Llosa

Los presos del pabellón número 2 de la cárcel de Lima me invitaron a la inauguración de una biblioteca, a la que alguien tuvo la idea de bautizar con mi nombre, y decidí asistir, movido, supongo, por la curiosidad de comprobar si eran ciertas las cosas que había oído sobre Lurigancho. Sí, lo son, y tan deprimentes que me cues-ta trabajo resumir con objetividad mis recuerdos de esa mañana.

Para llegar a Lurigancho hay que pasar frente a la plaza de toros, atravesar Zárate y después pobres barriadas y, por fin, muladares donde se revuelcan y alimentan los chanchos y donde la pista pierde el asfalto y se llena de agujeros. En la húmeda mañana, entonces, medio borrados por la neblina, aparecen los pabellones de cemento, incoloros como los arenales del contorno. Incluso a esa distancia se advierte que las innumerables ventanitas han perdido todos los vidrios, si alguna vez los tuvieron, y que la animación que se percibe en los cuadraditos simétricos son caras, ojos, atisbando el exterior.

Concebidos para un millar y medio de personas, esos locales albergan ahora cerca de siete mil. ¿Qué instalaciones pueden fun-cionar con semejante sobrecarga? Ese hacinamiento, que desindi-vidualiza a los reos y los torna una masa constreñida y asfixiada -sin espacio, sin servicios, sin trabajo, sin actividades, explica buena parte de los problemas de la cárcel y está, con el alcoholis-mo y la drogadicción, en la raíz de esa violencia que estalla perió-dicamente en refriegas y crímenes entre los propios reclusos. De mi ya remota experiencia de un internado (que, en comparación con Lurigancho, era, claro está, un paraíso) saqué una certidum-bre que hasta hoy ninguna experiencia ha podido corregir: el re-sultado de cualquier sistema en el que los hombres son tratados como animales es que aquéllos terminan fatalmente por conducirse como tales.

Aunque quizá sea injusto decir que los reos de la cárcel de Lima viven como animales: éstos tienen, por la común, más espacio para moverse y las perreras, pollerias, palomares, exalilos chiqueros que recuerdo eran más higiénicos y menos in que los pabellones de Lurigancho.

No acuso a nadie en particular y menos que a nadie al actual director, a quien, por lo que vi, los reclusos tratan con deferencia, ni a los médicos y otros funcionarios de la administración cárcel cuya tarea, penosísima, dificilísima, está lejos de ser envidiable. El mal, obviamente, viene de atrás y de todo un contexto económico y social del que los casos de ineptitud, incuria y corruptos de ciertos funcionarios son apenas un aspecto. Lo evidente, en todo caso, es que la cárcel nunca será saneada mientras la ateste una población cinco veces más numerosa de la que cabe realmente en el establecimiento y que, por lo mismo, ha convertido a algo tan invivible como inmanejable.

Todas las personas con las que hablé me aseguraron que cuando menos una tercera parte de los reclusos que están allí han cumplido ya su condena, hace meses o años, y esperan una libertad que nunca llega. ¿Y por qué no llega? Por la atrofia del Poder Judicial, sobrecargado, también, como el penal de presos, de expedientes, de un papelerío que la burocracia no alcanza a dar curso. Como es natural, son los reos que pueden costearse un abogado, ejercitar alguna influencia o pagar una coima los que primero salen. Los otros languidecen, en la desesperación o la rabia, a la espera del golpe de suerte que venga a liberarlos. ¿Es de extrañar que acuchillen, a veces, por el pretexto más nimio?

Los pabellones están alineados en dos hileras, los iimpares adelante, los pares atrás. Estos últimos son de presos reincidentes o autores de delitos mayores, en tanto que ocupan los impares los que cumplen condena por primera vez. Entre los pabellones corre el llamado Jirón de la Unión, un pasadizo al que antes se podía acceder desde aquéllos, pero esas entradas fueron tapiadas porque, al parecer, en ese corredor se producían los choques más sangrientos entre las bandas e individuos rivales del penal. La índole delito no es el único factor que determina la ubicación del reo; también, el lugar de procedencia, pues se ha comprobado que la convivencia es menos dificil entre los vecinos de un mismo barrio.

En el pabellón número 2 la mayoría de los reclusos viene de El Agustino. Para llegar hasta allí circundamos los pabellones impares y tuvimos que franquear dos alambradas. Los guardias no entran a este sector (salvo en las emergencias) ni nadie que tenga un arma de fuego; unos celadores con bastones se encargan de la vigilancia. Desde que cruzamos la primera reja, una pequeña multitud nos rodeó, gesticulando. Se dirigían al director, hablaban a la vez, expo-nían «su caso», protestaban por algo, pedían diligencias. Algunos se expresaban con coherencias y otros no. Más que violentos, se les notaba desasosegados, impacientes, aturdidos. Mientras avanzábamos, teníamos, a nuestra izquierda, la explicación de la sólida hediondez y de las nubes de moscas que nos acosaban: un basural de por lo menos un metro de altura en el que deben haberse ido acumulando los desperdicios de la cárcel a lo largo de meses y años. Un reo semidesnudo dormía a pierna suelta entre la inmundicia. Me indicaron que era uno de los locos del penal, a los que se acostumbra distribuir en los pabellones de menos peligrosidad, los impares.

Separado de los otros, asimétrico, en una esquina del penal, se halla el pabellón de los homosexuales. Está tapiado, como medida de protección, y se ha erigido además un muro en la parte trasera de los pabellones vecinos. Pero esta última barrera es más nominal que efectiva, pues, mientras pasábamos, vimos descolgarse por ella a varios reos para venir al encuentro del director, el que era solicitado, también, a voz en cuello, por las caras aplastadas detrás de los barrotes de aquel pabellón especial. Se ha escrito ya todo sobre lo que significa el mundo carcelario en el dominio sexual: las violaciones, el bestialismo, la vertiginosa degradación a que puede precipitar al ser humano. Y ciertamente que es mucho más difícil pedir un control de sus instintos y formas elevadas de conducta a quienes se tiene viviendo en promiscuidad, en socavones en los que ha desaparecido todo rastro de servicios higiénicos y donde la posesión de un espacio para tenderse a dormir, entre excrementos, bichos y desperdicios, es una lucha cotidiana. Entre los hombres que nos rodearon, hablando en tropel, había dos, borrachos perdidos, que desvariaban. Cuando llegamos al pabellón número 2 habían pasado apenas unos minutos y, sin embargo, tenía la impresión de haber hecho un largo viaje por el infortunio humano.

Una doble fila de reos flanqueaban las gradas desportilladas de local. La biblioteca que ibamos a inaugurar estaba casi a la entrada en un recinto de techo bajo, oscuro - la luz se hallaba cortada - frío y húmedo, con unos ventanales altos por los que entraba un canto, el rumor de una disputa, y la pestilencia del muladar. Sentí una extraña sensación al ver escrito mi nombre y pintada mi cara en una pared, sobre el estante, un cajón pintado, en el que se alineaban, pobres y maltratados, como la humanidad apretada en torno a nosotros, el puñado de libros que componían la biblioteca. Juraría que no llegaban a veinte. En otra esquinoa de la habitación había un botiquín de primeros auxilios, igualmente modesto, creado también por iniciativa de los presos.

De la ceremonia que siguió conservo, sobre todo, más elocuentes que las palabras de los reos que hablaron, las expresiones de quienes escuchaban: impaciencia o resignación, rabia contenidas una lúgubre indolencia en la que parecía empozarse algo más amenazador todavía que la cólera. En media ceremonia se presentó un recluso del pabellón número 8. Quería hacer una denuncia y traía el discurso aprendido de memoria. Lo recitó con una vehemencia que caldeó la atmósfera. Dos o tres días antes habrían entrado los guardias a su pabellón, disparando a diestra y siniestra, y el resultado serían dos muertos y varios heridos. Exigía una investigación o caso contrario, él y todos sus compañeros iniciarían una huelga de hambre. Emulado por su ejemplo, otro orador denunció abusos, habló de malos tratos y de los tráficos y corrupción que cometerían ciertos funcionarios. Pero, a la vez, tanto él como los otros oradores exoneraban de sus protestas al director, a quien le reconocían buena voluntad y empeño para mejorar las condiciones de vida en penal. Cuando éste les habló, felicitándolos por haber creado esta biblioteca y este botiquín, exhortándolos a no emborracharse ni drogarse y a evitar las peleas, el clima volvió a distenderse. El acto pudo acabar, con un vaso de chicha de yuca fermentada, fuertísima, fabricada para la ocasión.

Cuando desandábamos el camino hacia la entrada, a través de alambradas y pabellones, asediados como a la ida por figuras en hdistinto grado de excitación, y volvíamos a divisar al loco semidesnudo tumbado en el basural, pensé en lo que hubiera debido decirles a los inquilinos del pabellón número 2, cuando me toco hablar. Había sido torpe y fuera de lugar referirme a Cervantes, a Dostoievski y a otros escritores que pasaron por la experiencia de la cárcel y sacaron de ella libros que el mundo admira, porque lo que hubiera debido decirles es que, sean cuales fueran los delitos que los han llevado a Lurigancho -y desde luego que no me hago ilusiones al respecto y me imagino muy bien el caudal de latrocinios y violencias que representa ese lugar, ninguna sociedad tiene derecho a tratar a sus reos como bestias y a hacerlos vivir en la abyección y esperar que cuando se reincorporen a la calle sean seres respetuosos de la ley y del prójimo. Hubiera debido, también, decirles que lo que, en verdad, quería agradecerles, no era la ocurrencia de poner mi nombre a su biblioteca, sino haberme permitido, con ese motivo, comprobar, una vez más, hasta qué punto es triste y horrible nuestro subdesarrollo y lo insensatos que somos para no darnos cuenta que, a menos de reformarla y humanizarla, esa ignominia que es Lurigancho nos será devuelta con creces en inseguridad y toda clase de crímenes.

Lima, 19 de diciembre de 1981

28 de enero de 2025

La carta de Gandhi a Hitler

Gandhi

Mahatma Gandhi a Hitler, 24 de diciembre de 1940

Esta carta es el choque definitivo entre la decencia seráfica y el mal diabólico. A finales de 1940, con el imperio nazi en su apogeo, Europa conquistada y Alemania aparentemente invencible, Hitler recibe una carta de su opuesto diametral, Mahatma Gandhi, que participa activamente en el intento de expulsar a los británicos de la India. Gandhi hizo campaña contra cualquier participación india en la guerra, argumentando que su país no podía involucrarse en un conflicto por la libertad cuando tal derecho se le negaba a la propia India (no obstante, dos millones y medio de sus compatriotas se unieron a las fuerzas aliadas).

El activista indio de setenta y un años había intentado en 1939 aconsejar a Hitler contra la guerra, y ahora apela a la mejor naturaleza del Führer recordándole sus propias luchas contra el imperialismo británico. Escribe desde su ashram en Sevagram, Maharashtra, donde vive con su esposa y sus cuatro hijos. La carta es tan inútil como admirable. Hitler nunca responde, y luego perpetra el Holocausto, invade Rusia y se suicida en las ruinas de Berlín. La campaña de Gandhi fue exitosa y consiguió que los británicos le dieran la independencia a India y Pakistan. Poco tiempo después después, Gandhi fue asesinado por un fanático hindúista.

Aquí la carta:

24 de diciembre de 1940

ESTIMADO AMIGO,

No es ninguna formalidad que me dirija a usted como amigos. No tengo enemigos. Durante los últimos 33 años, mi misión en la vida ha sido ganarme la amistad de toda la humanidad, haciéndome amigo de seres humanos, independientemente de su raza, color o credo.

Espero que usted tenga tiempo y deseo de saber cómo ve su acción una buena parte de la humanidad que ha vivido bajo la influencia de esa doctrina de la amistad universal. No dudamos de su valentía ni de su devoción por la patria; ni creemos que usted sea el monstruo descrito por sus oponentes. Pero sus propios escritos y pronunciamientos, y los de sus amigos y admiradores, no dejan lugar a dudas de que muchos de sus actos son monstruosos e indignos de la dignidad humana; especialmente a la vista de hombres como yo que creemos en la amistad universal. Tales son su humillación de Checoslovaquia, la violación de Polonia y la absorción de Dinamarca. Soy consciente de que su visión de la vida considera tales expoliaciones como actos virtuosos. Pero a nosotros nos han enseñado, desde la infancia, a considerarlos actos que degradan a la humanidad. Por lo tanto, no podemos desearle éxito a sus armas.

Pero la nuestra es una posición única. Resistimos al imperialismo británico tanto como al nazismo. Si hay una diferencia, es de grado. Una quinta parte de la raza humana ha sido sometida a la bota británica por medios que no resisten el escrutinio. Nuestra resistencia a ella no significa daño al pueblo británico. Buscamos convertirlos, no derrotarlos en el campo de batalla. La nuestra es una revuelta desarmada contra el dominio británico. Pero, ya sea que los convirtamos o no, estamos decididos a hacer imposible su gobierno mediante la no violencia. no cooperación. Es un método indefendible por su propia naturaleza. Se basa en el conocimiento de que ningún saqueador puede lograr su fin sin un cierto grado de cooperación, voluntaria obligatoria, de la víctima. Nuestros opresoress pueden tener nuestra tierra y cuerpos pero no nuestras almas...

Sabemos lo que significa el talón británico para nosotros y para las razas no europeas del mundo, pero nunca desearíamos acabar con el dominio británico con la ayuda alemana. Hemos encontrado en la no violencia una fuerza que, si se organiza, puede sin duda igualarse a una combinación de todas las fuerzas más violentas del mundo. En la técnica no violenta, como he dicho, no existe la derrota. Todo es cuestión de "hacer o morir" sin matar ni herir. Se puede utilizar prácticamente sin dinero y, obviamente, sin la ayuda de la ciencia o la destrucción que vosotros habéis llevado a tal perfección. Es una maravilla para mí que no veáis que no es monopolio de nadie. Si no son los británicos, alguna otra potencia mejorará vuestro método y os derrotará con vuestras propias armas. No estáis dejando a vuestro pueblo ningún legado del que pueda sentirse orgulloso. No pueden enorgullecerse de un relato de hechos crueles, por muy hábilmente planificados que estén. Por tanto, os pido en nombre de la humanidad que detengáis la guerra.

Ya sabéis que hace poco hice un llamamiento a todos los británicos para que aceptaran mi método de resistencia no violenta. Lo hice porque los británicos me conocen como amigo, aunque soy un rebelde. Soy un extraño para vosotros y para vuestro pueblo. No tengo el valor de haceros el llamamiento que hice a todos los británicos. No es que no se aplique a vosotros con la misma fuerza que a los británicos. Pero mi propuesta actual es mucho más sencilla porque es mucho más práctica y familiar.

En esta época, en la que los corazones de los pueblos de Europa anhelan la paz, hemos suspendido incluso nuestra propia lucha pacífica. ¿Es demasiado pedirles que hagan un esfuerzo? ¿Por la paz en un momento que no puede significar para usted personalmente, pero que debe significar mucho para los millones de europeos cuyo mudo grito de paz oigo, porque mis oídos están atentos a escuchar a los millones de mudos?

Soy su sincero amigo

M. K. Gandhi

(Extracto del libro: ''Written in History - Letters that Change the World'', de Simon Sebag Montefiore). Traducción: Jorge Aliaga Cacho.

27 de enero de 2025

La Taberna del Camino

  
Jorge Aliaga Cacho 
The Path Tavern, (La Taberna del Camino), en Kirkcaldy, Escocia, es un pub muy antiguo, que data del an̈o 1750. Este es uno de los establecimientos más conocidos y populares de la ciudad, y famoso por sus platillos durante las horas del lunch escocés..
Se dice que este pub habría sido uno de los lugares preferidos de, el hijo más famoso de Kirkcaldy, Adam Smith. Él, frecuentaba el lugar para beber allí, su dram de wiskey, el elixir de la vida. Entre los patrones modernos, de 'La Taberna del Camino', destaca la banda británica Snow Patrol. Ellos solían ensayar allí en sus inicios.
El pub está administrado con un ambiente familiar, y abre sus puertas de lunes a sábado. Los días miércoles, de 5.00 pm a 7.30 pm, ofrece el tradiciinal pescado frito escocés.
La próxima vez, que visites Escocia, recuerda pasar por el lugar. (7 Mid Street, Kirkcaldy, Escocia).

26 de enero de 2025

Ensayos de Resistencia

Jorge Aliaga Cacho

¿Por qué los americanos quisieron independizarse de España y Portugal?

Por Jorge Aliaga Cacho

En febrero de 1583, el virrey Martín Enriquez de Almanza escribió a Felipe II, rey de España y Portugal: 'Quiero comenzar manifestando que todas las cosas en esta tierra están en buen estado, con mucha paz y calma'. Cincuenta años después de la conquista, el peligro de una reconquista indígena de América era mínimo en opinión de los españoles. Los 'indios' de Pernambuco estaban subyugados; la resistencia de los incas en Vilcabamba y otras regiones de América había terminado. De un período de asentamiento, los españoles habían pasado a un período de consolidación y estabilidad.

Casi doscientos años después, los 'indios' se rebelaron de nuevo. En 1742, José Santos se resistió a la autoridad española. Los esfuerzos de los españoles por penetrar en las montañas de Tarma y Jauja, en Perú, para aniquilarlo terminaron en fracaso y el movimiento de José Santos sólo terminó con su propia muerte catorce años después. En la provincia de Chayanta, Alto Perú, también se rebeló Tomás Catari, y en 1781 sus tropas atacaron y aniquilaron a varios realistas cerca de Chuquisaca, mientras que en Perú el cacique José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru, al mando de un ejército de cuarenta mil (algunos estiman sesenta mil) personas, sacudió las bases del colonialismo español.

Sahuaraura Titu Atauchi, un 'indio' realista y enemigo de Tupac Amaru escribe: 'Desde el sacrificio del corregidor Arriaga nuestras pérdidas alcanzan la cantidad de dos millones de pesos a causa de las obras públicas arruinadas, y esto es diecinueve días después de la muerte del corregidor' (Titu Atauchi Sahuarara, "Estado del Perú", página 166).

En Nueva Granada, en 1781, cuatro mil 'indios' americanos al mando de Javier Mendoza se alzaron contra los españoles y los derrotaron. El valiente pueblo, en su mayoría desarmado, rodeó a los doscientos peninsulares, bien armados', que en lugar de contraatacar, prefirieron rendirse y abandonar sus fusiles. Algunos españoles huyeron, y otros se unieron a los insurgentes. Creemos que estos hechos, en los que los 'indios' americanos desempeñaron el papel de principales protagonistas, deben ser considerados para establecer un balance, cuando abordemos las causas posteriores de la independencia en la América del Sur.

Tupac Amaru y sus seguidores, es cierto, no plantearon la independencia, pero creo que su reclamo de reforma representa un paso firme en esa dirección. Básicamente, Túpac Amaru quería la revocación de los corregidores y poner fin a los repartimientos. Quería que cada provincia elija un alcalde de origen 'indio', y una Real Audiencia en el Cusco. Finalmente, querían que el rey de España tratara directamente con las colonias. Tupac Amaru, escribió: 'Mi deseo es que este tipo de jefes, funcionarios, penitenciarios, sean suprimidos por completo: que cesen sus repartimientos; que en cada provincia haya un alcalde de la misma nación india... que en esa ciudad, Cusco, se erija Real Audiencia... dejando al Rey de España como negociador directo con las colonias'.

'Daniel Valcárcel, en su libro "La Rebelión de Túpac Amaru", afirma que la rebelión de Túpac Amaru tuvo consecuencias inmediatas, y también otras que siguieron después (página 162). John Lynch, en su contribución a la Enciclopedia de Cambridge de América Latina, escribe: 'El ataque napoleónico de 1808, fue la ocasión más que la causa de la independencia. Los hispanoamericanos, ya habían comenzado a poseer un orgullo por sus países de origen, una conciencia de sus propios intereses e identidad, una convicción de que eran americanos, no españoles'.

Creo que esta convicción de identidad por parte de los hispanoamericanos no es de causa desconocida. Me gustaría argumentar que la cultura precolombina tuvo un papel que desempeñar en esta convicción sostenida por criollos y mestizos. En México, el hambre y la indignación de los indios se demostraron en una violenta revolución social que estoy seguro influyó en el padre Hidalgo, su líder, en 1810. En la Nueva Granada, Francisco Miranda y Simón Bolívar fueron influenciados por los filósofos franceses y, a pesar de la 'lealtad' pasiva a la corona demostrada por los 'indios', creo que los criollos también fueron influenciados por hombres como Tomás Catari, Túpac Amaru y muchos otros representantes de la población nativa que sin duda representaron el cambio social.

Creo que la tesis del "patriotismo criollo", o la del "republicanismo clásico", que pretende diferenciar los movimientos de la independencia, no ayuda a expresar la unidad de la población nativa, en su resistencia a la dominación extranjera en todo el 'nuevo' continente, incluida la resistencia de los 'indios' norteamericanos. La apatía que muestran los 'indios' hacia las ideas criollas sobre la 'independencia' se demuestra hoy como correcta, cuando vemos a América, ​​y a los habitantes de este continente, más dependientes que nunca y castigados por 500 años de explotación, irrecuperable, de sus mejores recursos.

En 'defensa' de los españoles, sólo podemos decir que su forma depredadora de colonialismo fue denunciada constantemente en la corte de Madrid por muchos miembros del clero y altos funcionarios.

Richard H. Stephens, en su libro 'Riqueza y poder en el Perú', escribe: 'La ley vivida existe en los 'haceres y no haceres' transmitidos de madre a hijo. Existe en los proverbios y la sabiduría popular. Se expresa en la frase 'las formas del mundo'. La ley vivida, o 'cultura viva', determina lo que sucede en la práctica. Existía en las ideas que guían la moral, la filosofía, la religión, la ética y los sistemas ideológicos. En la América Latina rural, cuya civilización no conoció el alfabeto, las reglas que conforman la `cultura viva' se transmiten por tradición. Los cuentos, los poemas, las canciones y la enseñanza oral son los vehículos. Las reglas se transmiten también por el arte'.

Desde los primeros tiempos coloniales podemos ver en América los choques entre culturas. Estos se reflejan en la estructura social y económica de las colonias. La clase criolla era una clase 'importante' en la América colonial. Estaba compuesta por miembros de sangre española 'pura', y otros que llevaban una mezcla, de sangre española e 'indígena'.

En la época colonial, América tenía una jerarqía social: los peninsulares, o chapetones, ocupaban la cima de la jerarquía social. Los criollos, eran numéricamente muy superiores a los espan̈oles. Sin embargo, los puestos militares, políticos y eclesiásticos, más altos, estaban monopolizados por los peninsulares, que se consideraban superiores a los criollos. Los criollos, por su parte, monopolizaban las profesiones y los puestos administrativos menores. Poseían grandes propiedades de tierra y dominaban la actividad minera y el comercio.

La condición inferior de los criollos, creó descontento durante todo el período colonial y esta situación empeoró cuando, en los siglos XVII y XVIII, llegaron a América, ​​españoles de "clase baja" que no eran importantes en España, pero que llegaron a América, ​​aventurándose a colocarse en un nivel de igualdad con los más altos de los criollos. La 'aristocracia', en América, ​​era odiada por los criollos que no aceptaban su posición secundaria en la jerarquía social. Por debajo de ellos, habían numerosas gradaciones sociales que incluían: mestizos, 'indios', esclavos negros y varias mezclas de español, 'indio' y negro.

Esta injusta división en la estructura de la sociedad, y el descontento que produjo, se reflejó en las relaciones antagónicas entre las clases sociales en América colonial, y fue la razón principal de las aspiraciones de independencia de los criollos, mestizos y esclavos negros que veían perspectivas de libertad individual.

La guerra de 1796, entre España e Inglaterra, produjo un bloqueo y escasez que agudizó, aún más, el conflicto entre los comerciantes españoles y los productores criollos. Los primeros, daban a los criollos el precio mínimo por sus productos, y cobraban el máximo por sus importaciones; los segundos, se quejaban de las leyes comerciales que favorecían a la metrópoli. Protestas en este sentido, se oyeron con fuerza en Caracas, en Lima y en Buenos Aires, donde exigían la apertura del comercio con Gran Bretaña. El conflicto entre españoles y criollos, pasó del ámbito económico al terreno político, cuando los Borbones aumentaron el poder de la corona, y presionaron a los peninsulares, para que recuperaran su dominio en el poder judicial, la burocracia, la Iglesia y la milicia. La lucha de los criollos no se limitó, por tanto, a conservar sus puestos de trabajo, sino también a defender su posición tradicional y controlar la formulación de políticas.

Expuesto lo anterior, es necesario dejar en claro que, la lealtad de los comerciantes hacia la corona, fue hasta muy tarde en su reinado. Los comerciantes, contribuyeron económicamente a la derrota del movimiento de Túpac Amaru. Entre 1777 y 1814, según Alberto Flores Galindo, los comerciantes limeños habían donado cinco millones de pesos a la corona, para ayudar a la empresa militar de España en Europa. Cuando las Juntas de Gobierno protestaron en La Paz, Quito, Caracas, Buenos Aires, etc., los comerciantes, el Tribunal del Consulado, reunieron un millón de pesos para combatir el desorden. En 1812, la misma fuente limeña recaudó 496.000 pesos para sostener a las tropas reallistas en el Alto Perú, y, en el mismo año, se dieron 45.285 pesos para organizar expediciones contra los rebeldes del Altiplano y Buenos Aires. Más tarde, esta fuente limeña, proporcionó un préstamo de un millón de pesos para el virrey y la corona. El mismo año, los comerciantes donaron 100.000 pesos para la recuperación de Quito.

Lima, sostuvo a las tropas realistas de todo el continente. La prevista crisis económica de la colonia, fue otro factor que debilitó la autoridad colonial. Las condiciones subyacentes, que esta crisis puso de manifiesto, prepararon el ánimo de los criollos y mestizos progresistas para presionar por la 'libertad'. La crisis, vino con una disminución de la producción minera. A partir de 1812, el rendimiento del centro minero de Cerro de Pasco comenzó a declinar. El intercambio comercial con España también disminuyó. Sin embargo, esta crisis mercantil terminó en 1814, cuando los comerciantes mejoraron nuevamente su situación económica, proporcionaron otro millón de pesos a la Corona; y 40.000 pesos para apoyar el plan militar del virrey Abascal en el Río de la Plata.

Para 1815, la ayuda económica brindada por los comerciantes y la 'aristocracia' de Lima no era suficiente.

Los comerciantes limeños pusieron su marina mercante, a disposición de las autoridades españolas, para impedir cualquier incursión patriótica. Cuando la flota patriota llegó a la costa central del Perú, los barcos fueron capturados o destruidos. Este hecho, marcó otro golpe para los realistas que perdieron el puerto del Callao. El puerto limeño, tenía la hegemonía del Pacífico. Cuando los realistas lo perdieron, esa perdida se constituyó en el golpe, económico y político, más duro para los comerciantes. En el pasado, los comerciantes, habían dominado los puertos de Guayaquil y Valparaíso. Las guerras por la independencia de América, fueron guerras alimentadas por el antagonismo, entre terratenientes y comerciantes, un conflicto de intereses entre productores e intermediarios. La guerra de España con Inglaterra, en 1796, encontró a los productores, aún más abusados, ayudados por el bloqueo, impuesto a las colonias, el mismo que permitió a los comerciantes pagar precios mínimos por las exportaciones, y máximos por las importaciones.

Desde muy temprano, en la historia de América, vemos que las causas que llevaron, a los americanos, a convertirse en 'independientes', tuvieron orígenes complejos, internos y externos. Las contradicciones se encuentran, no sólo entre las colonias sino, también fuera de ellas. Madrid, por ejemplo, insistió en el derecho de registrar a los barcos británicos que navegaban en aguas españolas. En marzo de 1738, el capitán Jenkins hizo una denuncia en la Cámara de los Comunes: se quejaba de la indignidad que había sufrido a manos de los españoles, blandiendo un ataúd que, supuestamente, contenía su propia oreja, que se la había cortado un español. La guerra 'no declarada' por los mercados de Ámérica del Sur, era obvia. La actividad del contrabando aumentó, hasta el punto de ser considerada una industria nacional, si consideramos el estímulo que recibió de las autoridades británicas.

En la América colonial, el contrabando ayudó a las economías de las colonias en el siglo pasado, pero se trataba de dinero del mercado negro que no estaba destinado a aumentar el poder de las autoridades españolas, ni de la clase de sangre mestiza, que ansiaba más libertad, y resentía el desprecio en que los tenían los colonos de pura cepa europea. Esta, era la clase mestiza que intentó rebelarse primero en Perú en 1741, y en México en 1742. Su misma existencia, fue otra buena razón para las aspiraciones de independencia de los pueblos americanos.

Varioss historiadores, han señalado que la Revolución Francesa de 1789 fue un factor importante que impulsó la revolución en América. Sugiero, que la revolución en Haití, ocurrida en 1793, donde los negros bozales expulsaron a los colonialistas franceses, y proclamaron una república independiente; y la rebelión de Tupac Amaru, en la que participaron mestizos, 'indios' y negros, también influyeron en los líderes del movimiento independentista. Sin embargo, el objetivo, de estos esfuerzos por la independencia, no era lograr una revolución social, sino política.

La verdadera motivación que movía a los criollos, era ganar la libertad de desarrollar la producción de exportación, y su interés era comerciar directamente con Gran Bretaña.

La independencia de Brasil, fue proclamada por el príncipe Pedro de Barganza en 1822. Sin embargo, la lucha por la independencia había comenzado, en 1789, con la conspiración republicana en Oruro Preto, Minas Gerais. La división en Brasil, también era evidente en sus élites, que se dividieron según líneas que correspondían a sus vínculos con Portugal, es decir: los plantadores y comerciantes. La facción portuguesa, se convirtió en el Partido Conservador y apoyó una monarquía fuerte y centralizada en Brasil. La facción antiportuguesa, se convirtió en el Partido Liberal, que apoyaba una monarquía limitada.

En mi opinión, las élites criollas de América secuestraron el curso real de la revolución. Los ideales de Tupac Amaru, nunca fueron los ideales de los criollos en la América del virreinato. Finalmente, puedo afirmar: que las causas del fin del colonialismo, en América, están vinculadas a la necesidad de la clase dominante de reestructurar su maquinaria de poder: de no dar este paso reformista, fuerzas revolucionarias habrían propuesto medidas radicales para cambiar la estructura social dl econtinente. Los primeros años reformistas de los precursores de la 'independencia', fueron rápidamente eclipsados ​​por los caudillos, y representantes del viejo orden, que subyugan hasta el día de hoy a nusetros pueblos.

Bibliografía

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