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EL "Che" e Hilda Gadea |
Por Ricardo Gadea Acosta
Hilda Benita Gadea Acosta, la China, como la llamábamos todos, nació en Lima, en una vieja casona de la calle General, en el corazón de los Barrios Altos, el 21 de marzo de 1.921. Fue la mayor de los seis hermanos. A lo largo de su vida sobresalió como una mujer idealista, de gran carácter, dinámica y entusiasta, con inteligencia e ideas muy avanzadas para la época. No fue casual su entrañable relación con Ernesto Guevara en Guatemala y México.
Hilda estudió la educación primaria y secundaria en el colegio particular Hermanos Haro, de Lima. Concluyó la secundaria en 1.938. Se matriculó inmediatamente después en un curso acelerado de un año en el colegio particular Divino Maestro para titularse de Contadora Mercantil. Al mismo tiempo, con mucha dedicación, estudiaba 3 idiomas: francés, inglés y alemán, que años después le permitirían leer con Ernesto algunos textos clásicos en sus lenguas originales.
En 1.940 ingresa a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se matricula en la Facultad de Ciencias Económicas y en 1.944 egresa con el título de Contadora Pública. En 1.946 se gradúa como Economista. Quienes la conocieron en esa época concuerdan en que era una brillante estudiante en la universidad, pese a sus limitaciones económicas.
Porque la verdad es que mi familia no contaba con suficientes recursos
económicos para costearle los estudios universitarios a Hilda y ella tuvo siempre que apoyarse sobre todo en sus propios esfuerzos. Trabajó, durante años, como secretaria, ayudante de contabilidad, traductora. En 1.946, el año de su graduación, organiza y dirige la Peluquería de Señoras Amarilis, un pequeño negocio familiar, situado en la calle Amargura, en pleno centro de Lima.
Lo que definió su vida para siempre es que desde muy joven Hilda comienza a implicarse activamente en los conflictos sociales. Cuando muy pocas mujeres peruanas se atrevían a demandar el ejercicio de sus derechos ciudadanos y romper los convencionalismos machistas, ella opta tempranamente por el compromiso político y social. Algunos contemporáneos la recuerdan vivamente por su rol de lideresa y agitadora en las manifestaciones escolares contra la dictadura del general Benavides.
En la Universidad, la China Gadea pronto se hizo conocida como activista de la Juventud Aprista Universitaria (JAU). Combativa, gran oradora, vehemente, se convierte en dirigenta estudiantil universitaria y en cuadro político de la JAP. Fue elegida en varios períodos como representante estudiantil en el Centro Federado de Ciencias Económicas y en la Junta Directiva de la Federación Universitaria de San Marcos. Después de la definitiva derrota del gobierno de Benavides, el APRA pasó a liderar lan movilizaciones populares contra el gobierno oligárquico de Manuel Prado, con el movi miento estudiantil como uno de sus pilares fundamentales. La oposición popular al gobier no pradista jugó un papel decisivo en la victoria electoral del Frente Democrático, encabeza do por el jurista Bustamante y Rivero. El nuevo gobierno abrió un corto paréntesis democrático (1945-48), que hizo posible la legalización del Partido Aprista y el Partido Comunista. Entonces regresa del exilio Haya de la Torre y el APRA alcanza la primera mayoría parlamentaria. En medio de una inusitada ebullición popular, el país entra en una coyuntura histórica decisiva. Ricardo Temoche, que fuera dirigente aprista y parlamentario en el gobierno de Bustamante, recuerda a Hilda en esos días:
-La conocí cuando ella llegó al Parlamento, en 1946, presidiendo una comisión de estudiantes de Ciencias Económicas de San Marcos, que querían viajar al sur del Continente. Yo, entonces, presidía la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados y les conseguí una partida para que fueran a Santiago y Buenos Aires. Por su destacada labor en los medios juveniles y estudiantiles, Hilda alcanza en el II Congreso Nacional del APRA un sitial extraordinario. Es elegida Secretaria Nacional de Estadística a los veintisiete años de edad. Era una de las dos únicas mujeres y la más joven del Comité Ejecutivo Nacional del APRA. Mas la apertura democrática del gobierno de Bustamante y Rivero naufraga en una profunda crisis política. La oligarquía conspira con los jefes del ejército para derrocar al gobierno. Bustamante se muestra indeciso para enfrentar la conspiración. Con escasos recursos, las bases del APRA y los militares constitucionalistas se preparan también para combatir a los golpistas.El 3 de octubre del 48 se insurrecciona la base naval del Callao. La marinería con el apoyo del pueblo aprista se levanta en un confuso movimiento que es aplastado a sangre y fuego por el ejército. Los líderes apristas, que en realidad no respaldaron el levantamiento, son acusados por la derecha oligárquica de intentar tomar el poder por la fuerza. Es el pretexto para el golpe militar del 27 de octubre, que encabeza el general Manuel A. Odría en la ciudad de Arequipa. La dictadura desata una persecución brutal contra las organizaciones populares. El partido aprista es puesto de inmediato fuera de la ley. El gobierno militar entre sus primeras medidas dicta orden de prisión para todos los miembros de su dirección. Miles de militantes son llevados a los campos de concentración. Muchos son asesinados y torturados. Hilda tie-ne que pasar a la clandestinidad para salvar su vida.
En tan aciagas circunstancias la ayudan sus compañeros de partido y de San Marcos, Enrique Hermosa, Carlos Elguera y Pedro Lozada. Este último, junto con su esposa Irma, gran amiga de Hilda, la protege en su casa durante las primeras semanas de persecución. Finalmente Hilda se asila en la embajada guatemalteca de Lima.
El embajador y su familia recibieron a Hilda con mucha cordialidad y durante el corto tiempo que estuvo con ellos le tomaron gran afecto. Después de obtener el salvoconducto de las autoridades golpistas, Hilda viajó a Guatemala en la Navidad de 1948.
La hermosa tierra del quetzal vivía entonces un esperanzador proceso democrático, tras el derrocamiento cívico-militar de los generales Ubico y Ponce, en octubre del 44. Un año más tarde, en las primeras elecciones libres de su historia, había sido elegido presidente de la República el maestro Juan José Arévalo. La Revolución de Octubre despertó enormes expectativas de cambios y reformas sociales en el pueblo guatemalteco.
Al arribar a Guatemala, Hilda consigue trabajo en el Instituto de Fomento de la Producción (INFOP), institución creada por el gobierno de Arévalo para dar créditos a los agricul-tores. Como economista, ganaba un modesto sueldo equivalente a 350 dólares mensuales, que gastaba muy metódicamente según sus amistades más cercanas.
Quienes compartieron con ella el exilio guatemalteco recuerdan que Hilda era sumamente abnegada en su trabajo profesional y político en el hermano país que la había acogi-do. El referido Ricardo Temoche destaca:
-Ella elaboró muchos proyectos económicos que influyeron en el destino guatemalteco, entre otros sobre el cultivo del algodón y el aprovechamiento de las pepitas de esa planta en la industria oleaginosa, algo que ya se había experimentado en Perú.
En Guatemala se encuentran en el mismo período otros muchos dirigentes apristas exiliados y se constituye el Comité de Apristas en el Destierro, del cual formó parte Hilda como Secretaria de Asistencia Social.
Al terminar su período Juan José Arévalo, en las elecciones democráticas de 1950, asume la presidencia el coronel Jacobo Árbenz, artífice del derrocamiento de la dictadura. La prin-cipal bandera de su gobierno fue la reforma agraria, demandada por las mayorías campesinas. Al ser afectadas las tierras de la United Fruit Co., la mayor empresa latifundista del país y de Centroamérica, Guatemala se convierte en blanco de las maniobras agresivas de Estados Unidos, que la denigra como avanzadilla de la "intervención comunista" en el continente, mientras crecen la simpatía y la solidaridad internacionales hacia esta insólita revolución democrática.
Hilda logra reunir a un buen número de militantes latinoamericanos refugiados en esta suerte de oasis democrático agrarista. Peruanos, hondureños, nicaragüenses, venezolanos, cubanos, provenientes de las más diversas experiencias políticas, conforman un amplio colectivo fraternal. Hombres y mujeres de distintos países, animados de una gran pasión social y de ideas revolucionarias todos ellos. Hilda vincula a Ernesto Guevara y a Gualo García con este inquieto grupo de jóvenes, a fines del 53.
Era muy hábil para comprometer a sus amigos en la ayuda de los exiliados y para organizar fiestas, paseos y actividades culturales y solidarias. Myrna Torres, hija del gran intelectual nicaragüense Edelberto Torres, fue íntima amiga de Hilda en la época:
-Por Hilda conocimos a los cubanos exiliados que habían intervenido en el asalto al Cuartel Moncada: Antonio Nico López, Armando Arencibia, Antonio Gallego López y Mario Dalmau. También a otros dos cubanos, Benjamín de Yurre, auténtico, que después llegó a ser secretario del presidente Urrutia, cuando triunfó la Revolución Cubana, y José Manuel Vega, Cheché. Los primeros eran realmente buenos revolucionarios, aunque no muy preparados; los últimos eran simpáticos, y todos llegaron a ser buenos amigos. Pero al que llegué a apreciar verdaderamente como a un bermano fue a Nico López.
-Conocí también por Hilda a muchos venezolanos, peruanos y hondureños exiliados, pero los que mejor impresión nos causaron a mis amigas y a mí, fueron los argentinos Ernesto Guevara y Eduardo García, que se destacaban por su sencillez y naturalidad del resto de argentinos, demasiado atildados y suficientes.
La relación de Hilda con Ernesto Guevara crece al calor de los decisivos acontecimientos que se van produciendo en Guatemala. Surge entre ellos una fuerte atracción de ideales y de amor, que se prolonga durante tres años, hasta la definitiva partida del Che en el Granma
La-China, curtida en la militancia y dirigenta exiliada de uno de los principales partidos latinoamericanos de la época, y Ernesto, de enorme talento intelectual y político, sin experiencia partidaria previa, coinciden en una idéntica pasión revolucionaria. La flagrante intervención de los Estados Unidos contra Guatemala, definió su relación de pareja, les obligó a huir hacia México y a optar por nuevos proyectos políticos de mayor calado.
En los años decisivos de Guatemala y México, Ernesto e Hilda comparten múltiples experiencias felices, sus infinitos diálogos sobre literatura y política, los amigos, los viajes, el encuentro con los cubanos del Moncada, su matrimonio en Tepozotlán y el nacimiento de Hildita, la "pequeña Mao". Y también instantes terribles como el artero ataque contra Guatemala y el derrocamiento de Árbenz, la represión, la prisión de Hilda, su paso por la frontera a México, la clandestinidad y la cárcel poco antes de la invasión a Cuba. Hilda no pudo zarpar en el Gramma porque debía quedarse con su bebita de pocos meses de nacida.
Hilda regresa con su niña al Perú, después de 8 años de exilio, a mediados de diciembre del 56. Recién pude conocer familiarmente a la legendaria China, casi no la recordaba. Sabía que mi hermana era una mujer enteramente dedicada a la política, algo que entonces me parecía muy audaz y peligroso, pero no me imaginé que le gustara cocinar ni que cuidara de Hildita con tanto amor. De la mano de Hilda hice mis primeros pinitos "políticos": siendo cadete del colegio militar Leoncio Prado, me comprometió a dar clases de matemáticas a varios grupos de jóvenes apristas.
La dictadura odriísta había llegado a su fin, con el ascenso al poder por segunda vez de Manuel Prado". Hilda constata que al interior del APRA se han agudizado las divergencias internas acerca de la vigencia o no de las posiciones primigenias del partido. Sobre todo es polémica la convivencia con el pradismo, el precio que debía pagar el partido por su regreso a la legalidad.
En el III Congreso Nacional del APRA", Hilda es reelegida en la Secretaría Nacional de Estadística y miembro del Comité Ejecutivo Nacional. Con el apoyo de un sector de la dirigencia y la participación de muchas bases partidarias, se aboca de inmediato a promover el apoyo y la solidaridad con la Revolución Cubana. Aunque esta causa no es vista con simpatía por los viejos líderes, que temen el contagio revolucionario, la guerrilla de la Sierra Maestra despierta el fervor de la juventud.
Hilda fue la representante del Movimiento 26 de Julio en Perú hasta la victoria de los guerrilleros. Funda el Movimiento Pro-Liberación de Cuba, con el apoyo de la corriente izquierdista dentro del APRA. Acoge en Lima a varios exiliados y perseguidos cubanos. Su actividad se hace cada vez más intensa: organiza conferencias de prensa, promueve encuentros y debates, canaliza el apoyo moral y material para los combatientes.
Sin embargo, no está contenta con su papel de apoyo en la retaguardia. El día que Hildita cumple 2 años de edad, le escribe a Ernesto manifestándole su intención de incorporarse a la lucha guerrillera en las montañas de Cuba. La respuesta tarda varios meses. El Che le responde que no es el momento adecuado porque la guerra entraba en una fase decisiva con la ofensiva de la Sierra Maestra hacia Las Villas y que él mismo no iba a estar en un lugar fijo."
Cuando la revolución triunfa, Hilda viaja con su hijita, lo más pronto que puede, a La Habana. En medio de la efervescencia popular, las concentraciones de masas y las iniciales leyes revolucionarias, se encuentra con Ernesto, convertido por sus propios méritos en uno de los principales líderes de esta revolución "de verdad", con la que tanto habían soñado y que ahora se hacía realidad.
Ernesto, más allá del júbilo de la victoria, le dice con mucha franqueza que se ha comprometido con otra mujer, a la que conoció durante la ofensiva en Santa Clara. Fue un choque terrible para Hilda. Sufre inconsolablemente pero comprende que el destino los ha separado y decide continuar su vida política en Cuba y Perú. Se divorcia en mayo de 1959, por mutuo disenso, sin pedir ni exigir nada. Pese a la separación, ambos deciden mantener relaciones amistosas por Hildita y por los objetivos revolucionarios comunes.
El primer centro de trabajo de Hilda en Cuba es el Instituto de Reforma Agraria (INRA), en Viviendas Campesinas, un organismo abocado a la construcción de nuevas viviendas para los campesinos afectados por los bombardeos y represalias del ejército de Batista. Luego trabaja durante varios años en la Agencia de Noticias Prensa Latina, en el Departamento de Información Económica, formando parte de un destacado grupo de especialistas económicos, que la recuerdan con afecto por su calidad humana y profesional.
Hilda se mantiene informada de la evolución del APRA. En un primer momento son invitados a visitar Cuba los representantes oficiales del partido, que ven con creciente desagrado la definición antimperialista de la Revolución. Por su parte, Hilda aboga ante Ernesto y logra que sean invitados también los dirigentes de la corriente izquierdista dentro del viejo partido, los apristas rebeldes, que se identifican con el rumbo del proceso cubano.
En la IV Convención Nacional del APRA, los acontecimientos se precipitan. Luis de la Puente y sus seguidores son expulsados del partido. Surge formalmente el Apra Rebelde, escisión izquierdista del partido de Haya. A fines de diciembre de 1959, Hilda hace pública en Lima su carta de renuncia al APRA, el partido al que ha dedicado sus mejores años.