Jorge Aliaga Cacho, Luis Yáñez Pacheco, Jorge Rendón Vásquez, Fanny Palacios Izquierdo |
Jorge Aliaga Cacho, Luis Yáñez Pacheco, Judith Quinteros, Jhocer Gonzáles, Fanny Del Rocío Palacios Izquierdo. |
Por Jorge Aliaga Cacho.
La casa de Washington izquierda se vistió de gala el día de hoy.
Era como si el amauta Mariátegui hubiera venido para acompañar a esa audiencia que continua reuniéndose, reteniendo el alma matinal en el rincón rojo, para dilucidar temas que corresponden a la realidad peruana. El motivo de la noche fue el justo reconocimiento a la vida y obra de Luis Yáñez Pacheco, gran maestro no solamente de Literatura sino, como los grandes hombres de la historia: maestro de la vida. La realidad nos dice que no se podría concebir a un poeta que se dedique solamente a escribir versos, no, eso no. De así serlo serían poetas incompletos, porque el hombre y sobretodo el poeta no puede separar su creación con el compromiso de su sangre, de sus venas, de su posición ante la vida. Y por llenar todos estos requisitos es que al maestro Luis Yáñez Pacheco se le considera como a un poeta ejemplar, maestro de maestros. Luis Yáñez Pacheco nació en Arequipa el 23 de abril de 1931, año de dos efemérides importantes: el ascenso de los republicanos al poder en España y el derrocamiento, tras cruenta lucha, de la dictadura de Sanchez Cerro en el Perú, sucedieron el 14 de abril y el 20 de febrero de ese año, respectivamente. Don Miguel de Cervantes ya mencionaba a la tierra de Luis Yáñez Pacheco en, su obra, la Galatea. Y Arequipa tiene varias etimologías, algunas con raíces aimaras, otras con raíces en el runa simi. La que me gusta es la que cuenta que cuando unos soldados del Imperio de los Incas llegaron a un bello lugar, que hoy conocemos como Arequipa, estos le pidieron al Inca que les conceda autorización para quedarse en esa bella tierra. La leyenda cuenta que el Inca les contesto: "Ari qhipay", que traducido al castellano sería: "Sí, Quedaos'. Además la bella tierra de Luis Yáñez Pacheco, se puede decir que además de bella, es revolucionaria. Eso lo demuestra el gran número de levantamientos y revoluciones que, a través de los siglos, se sucedieron en su territorio. La académica británica Leslie Bethell en la Cambridge History of Latin America ha comentado que: 'Ninguna de las numerosas insurrecciones apristas en las tres décadas, incluyendo la de Trujillo en 1932, han garantizado tanta influencia política como estos movimientos surgidos en Arequipa". Entonces podemos volver a afirmar que la tierra de Luis Yáñez Pacheco es revolucionaria. En 1930, un año antes del nacimiento de Luis Yáñez, ya se sentía la protesta social. En dicho año, el dictador Sánchez Cerro declaró ilegal la huelga de los mineros de Cerro de Pasco, Morococha y Malpaso, la misma que dejó 14 mineros masacrados y muertos en Malpaso. Luego se instauró en Lima y Junin, el estado de emergencia. El embajador americano y el administrador de La Cerro de Pasco Coorporation, presionaron a Sánchez Cerro para que ponga fin a las protestas de los mineros, incluso el Secretario de Estado norteamericano le comunicó al embajador peruano, en los Estados Unidos, Manuel de Freyre y Santander que, de ser necesario, el Perú tenía que enviar al ejército para sofocar la huelga de los mineros. Jorge Rendón Vásquez registra en su obra, “Esos días de junio”. lo siguiente: 'En junio de 1950, una huelga de los alumnos del Colegio Nacional de la Independencia de Arequipa, provocada por reclamaciones desatendidas a las que fueron empujados por las autoridades docentes, detonó un movimiento de protesta popular en la ciudad que tomó la forma de protestas armadas para resistir la agresión militar dispuesta por la dictadura. La revuelta popular de Arequipa de esos días de junio fue la respuesta, altiva, digna e inmediata del pueblo a la arbitrariedad y al abuso, aun sabiendo que no podrían derrotar a las fuerzas armadas con algo más de treinta fusiles, unas pocas carabinas y algunos fusiles ametralladoras arrebatados a los soldados e incautados en el Casino Militar y el Club Internacional de Tiro. Mucho hicieron aquellos héroes civiles que salieron a las calles solo con sus manos y la convicción de que no se humillarían ni arredrarían ante la fuerza y el menosprecio, sin importarles que fuera a costa de su sangre y de su vida, y, sin proponérselo tal vez, sembraron en la conciencia colectiva semillas frescas y perdurables de coraje popular.'
Refiriéndose a la historia de Luis Yáñez Pacheco, Rendón menciona lo siguiente:
'El martes 13 de junio de 1950, ya bien entrada la tarde, una multitud, indignada, recorría la plaza de armas de Arequipa tras el cuerpo de un obrero, transportado sobre una puerta, que había caído en la calle Moral por el sablazo de un policía a caballo. Luis Yáñez Pacheco tenía, entonces, dieciocho años y cursaba el primero de Letras en la Universidad de San Agustín. Vivía con su madre y sus dos hermanas en un vecindario de la calle Bolognesi, el antiguo tambo de la Cabezona. Era un poeta en ciernes y un espléndido declamador, y simpatizaba con el comunismo. Ardiendo de rabia por lo que estaba sucediendo con el pueblo, formaba parte de la manifestación. Héctor percibió en su semblante sus ganas de decir algo, y paró a los manifestantes en la esquina con la calle San Agustín para que lo escuchasen. La rubia y pequeña figura de Luis Yáñez subió a la vereda, frente al atrio de la Catedral, y con su voz metálica y alta recitó el poema de Arturo Serrano Plaja, “¡Aquí no llora nadie”, propalado entre los combatientes republicanos en el frente de lucha, durante la guerra civil española. La multitud escuchó conmovida a Luis Yáñez . Retemplado su carácter con esa poesía, la multitud continuó su marcha por las calles de Arequipa'. Yo interpreto que esta era una arenga que nuestro querido Luis Yáñez daba a su pueblo, como la que hicieran, a sus tropas que iban a la lucha, Bolívar, o Sucre, en Junín o Ayacucho. Este poema que leyó Luis Yáñez Pacheco a los estudiantes arequipeños también fue leído en altavoces a los soldados republicanos en el frente, durante la Guerra Civíl Española, y junto a los poemas de Rafael Alberti, fueron bien difundidos entre los combatientes. El poema en referencia fue publicado en Barcelona, Hora de España, el año 1938.
¡Aquí no llora nadie!
Las madres de España van vestidas de negro
y cubren su cabeza con pañuelos oscuros.
¡Aquí no llora nadie!
Las novias en los pueblos comen de un pan moreno
y pisan, en pequeño, lo mismo que los hombres,
cuando van tras los bueyes por el flaco terreno,
dirigiendo con mano firmísima el arado.
¡Aquí no llora nadie!
Por los míseros montes se desgarra la tarde
y un niño con descuido de hombre grave con
rebaños reducidos de escuálidas ovejas.
Mas allá tras los montes, ronca y siniestramente,
la muerte permanece.
¡Aquí no llora nadie!
El ansia entre dos luces va fingiendo descuido
con menudos quehaceres. Mientras humildemente,
las vecinas escuchan, con un silencio llano,
la voz grave de un viejo, sus noticias severas.
¡Aquí no llora nadie!
Los hijos y los novios, hermanos y maridos,
hombres que se visten con géneros de pana
y tienen la piel dura de sol y vendavales,
se van y se despiden y forman batallones.
¡Aquí no llora nadie! Se van sencillamente.
Nadie, no. Aquí nadie.
¡Que lloren otros pueblos su libertad perdida!
Aquí las hachas talan durísimos pinares,
que los martillos clavan en féretros desnudos.
Que otras mujeres lloran sus maridos vivientes:
para los hombres muertos hay respeto en España,
y un silencio mordido y un esperar callado
y un campo de batalla para sus sucesores.
¡Que rompan los pañuelos!
¡Que rasguen a tiras blanquísimas de hilo!
¡Que ciñan bien frescos a la herida caliente
o que cubran con ellos la herida prematura
de un joven soldado!
¡Aquí no llora nadie y el corazón domina.
Y si se vierte sangre, las lágrimas se ahogan
por la noche, en silencio, contra la dulce almohada,
junto a la espesa niebla de un presagio nocturno.
¡Aquí no llora nadie!
Aquí la muerte pierde.
Aquí se alzan los pueblos con sangre a borbotones
y aquí se muere a golpes durísimos de plomo.
¡Aquí no llora nadie!
El poema también está publicado en “Esos días de junio”, bella obra de Jorge Rendón Vásquez.
Marco Aurelio Denegri, intelectual que admiro, ha manifestado que sus programas no tienen ni pretenden tener una teleaudiencia masiva, me imagino que también se referiría a sus libros. Ha dicho: "A mí me ven preferentemente, los intelectuales y pensadores, los artistas y los espíritus libres; es decir la inmensa minoría". Para nuestro querido Luis Yañez esa respuesta no es determinante, pues, para nuestro gran poeta arequipeño la preocupación está encapsulada en su habitual pregunta, ¿Para quién escribimos? dejando prever que si nuestro proyecto es cambiar al mundo, debiéramos acabar con la practica de leernos solamente entre nosotros, los convictos, los confesos, y que deberíamos proyectarnos a las masas que, con su acción, podrían crear el milagro de la liberación. César Vallejo escribiría al respecto: «El tipo perfecto del intelectual revolucionario, es el del hombre que lucha escribiendo y militando, simultáneamente».
Luis Yañez Pacheco, ha sido integrante de prestigiosas organizaciones:
Director en Revista Canto General
Trabajó en Universidad de San Martín de Porres
Trabajó en Universidad Nacional Agraria La Molina
Trabajó en Universidad San Cristóbal
Trabajó en Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco
Trabajó en Universidad Jaime Bausate y Meza.
rabajó en Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle - La Cantuta UN
Trabajó en Universidad Ricardo Palma
Trabajó en Universidad de Lima
Estudió en Universidad Nacional de San Agustín
Luis Yáñez Pacheco es una voz, comprometida con su pueblo, reconocida internacionalmente.
Ha publicado Nueva poesía arequipeña (1955), Ventana nuestra (1963), Cuento Peruanos
(2 volúmenes), “Clase de poesía”, entre otras obras. El maestro Luis Yáñez Pacheco, aparece en antologías internacionales y hasta el día de hoy dirige CANTO GENERAL.
Aquí registro la belleza de algunos versos de la autoría de este gran poeta peruano y universal.
ARTE POÉTICA
Por si acaso,
Por si necesitáis
mi filiación
para que las teorías y la metafísica
no sean requisitorias
contra mi muerte,
voy a decir
cómo se escribe un verso.
Nacer a la vida
y ser apaleado.
Cruzar con urgencia la niñez
y ser apaleado.
Amar
y ser apaleado.
Estar en la verdad
y ser apaleado.
Una pausa,
porque el lomo del hombre
no es tan fuerte.
La casa donde viviera José Carlos Mariátegui, en la calle Washington izquierda 1946, dio la bienvenida a la voz del gran poeta que ha dado cátedra de compromiso social a varias generaciones de peruanos. Me refiero al gran Luis Yáñez Pacheco. El autor de esta nota tuvo el honor de tenerlo como profesor de Literatura en el "Colegio Nacional Daniel Alcides Carrión", de los Barrios Altos, en Lima. Y qué gran honor haber tenido la oportunidad de dedicarle algunas palabras en el merecido homenaje que le rindieran la Asociación Amigos de Mariátegui y la Casa Museo Mariátegui. Luis Yáñez Pacheco es el primer poeta peruano que recibe la Medalla "José Carlos Mariátegui" instituida por la Asociación Amigos de Mariátegui y la Casa Museo José Carlos Mariátegui.
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