Por David Lerma Gonzàlez.
Por carta, le dice a Adolfo Salazar: ''Me voy a Granada para despedirme de mi familia''. No se refiere a sus padres o su hermana Isabel, que estàn en Madrid, sino a Concha y sus hijos. Quiere hacerlo porque tiene pensado ir a Mèxico en busca de Margarita Xirgù. Pero al final, el planeado viaje en coche no se realizarà. Lorca no sospecha que jamàs volverà a salir de España. De esta forma el 28 de junio, todavìa en la capital, acude con unos amigos a la verbena de San Pedro y San Pablo, entre los que se cuentan Rodrìguez Rapùn, Salazar y Eduardo Ugarte. Lorca es muy feliz. Estàn celebrando la recuperaciòn de una cornada de Pepe Amoròs, el nuevo torero del grupo. Pero, en esos instantes, sus amigos comunistas le inquietan. Quizà por eso el 30 de junio rechaza la invitaciòn al homenaje de Màximo Gorki, que acaba de morir, aunque firma un telegrama de pèsame al Gobierno soviètico. No pasa un dìa en el que los periòdicos no hablen del poeta, que sigue firmando manifiestos o leyendo a sus amigos. La casa de Bernanrda Alba.
Una noche, a principios de julio, el poeta cena en casa de Carlos Morla Lynch, a la que asiste un abrumado Fernando de los Rìos. ''No hay que engañarse. El momento es de gravedad extrema'', les explica, quizà porque sabe que los rumores de un golpe de Estado son dìa a dìa màs ciertos. Lorca llega tarde. Le han informado erròneamente, de que su hermano, miembro de la Legaciòn Española, ha sufrido un atentado en El Cairo. Su estado de ànimo es tenebroso. Dìas despuès, se presenta en la redacciòn de Cruz y Raya, que dirige Josè Bergamìn, que se ha ausentado. No volveràn a verse màs, pero es muy posible que le dejara el manuscrito de Poeta en Nueva York, el mismo que editarà en Mèxico en 1940. El 11 de julio, Lorca cena en casa de Neruda. Esa tarde un grupo de galangistas, adelàntandose a los acontecimientos, toman Radio Valencia para anunciar la revoluciòn fascista. España es un pozo sin fondo lleno de rumores. Ante la incertidumbre, Lorca toma un decisiòn. ''¡Me voy a Granada!''. Todos sus amigos coinciden que estarà màs seguro en Madrid. Incluso Agustìn de Foxa, notorio falangista, le recomienda que vaya a Biarritz. Pero no se deja convences. El 12 de julio, por la noche, se producen dos asesinatos. Primero, ell del militar antifascista Josè Castillo, a manos de miembros de la Falange; màs tarde, ya de madrugada y como respuesta violenta, el de Josè Calvo Sotelo, jefe de la ultra-derecha, que aparece en el cementerio municipal, transformado ya en el martìr que los insurgentes emplearàn para justificar su alzamiento. Ambas muertes son brutales y coinciden con la ùltima lectura que Lorca ofrece de La Casa de Bernarda Alba. Eso ocurre en la casa de Eusebio Oliverdonde se reunen Guillèn, Alonso Salinas y Guillermo de Torre. Segùn Dàmaso Alonso, el poeta muy angustiado exclamò: ''Yo nunca serè polìtico. Yo soy revolucionario, porque no hay verdaderos poetas que no sean revolucionarios''.
Los padres de Lorca ya habìan regresado a Granada, no sin antes prometerles que se reunirìa con ellos el 18 de julio en la huerta de San Vicente. Instintivamente, siente que tiene que irse cuanto antes, convencido de que, en caso de estallar la guerra, serà màs cruenta en Madrid que en provincias. El 13 de julio, con Rafael Martìnez Nadal recien llegado de Estocolmo, tiene una premoniciòn: ''Rafael, estos campos se van a llenar de muertos'', refirièndose a los alrededores de Puerta de Hierro. Ya està convencido. ''Me voy a Granada y que sea lo que Dios quiera''. Con Martìnez Nadal regresa a Madrid esa misma tarde, hace las maletas y le entrega un paquete: ''Si me pasara algo lo destruyes todo. Si no, ya me lo daràs cuando nos veamos''. Contiene el manuscrito de El pùblico y diversos papeles personales, que nunca destruirà. Despuès, se despide de su hermana Isabel y de su gran amiga, Laura de los Rìos. En la estaciòn de Atocha, Lorca toma el tren en direcciòn a Granada.
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