Placa recordatoria a Florencio Aliaga y Fernando Vera. |
Hacia fines del siglo XIX un obrero textil en el Perú trabajaba 16 horas diarias, es por eso que las primeras huelgas del sector nos remiten a 1896, diez años después de los sucesos trágicos de los Mártires de Chicago, en Estados Unidos.
En 1904, el 1 de mayo, tuvimos nuestro primer mártir por las ocho horas laborales: el jornalero Florencio Aliaga. La revista Los Parias, n° 4, Julio de 1904, "Tribuna obrera. Ecos de la huelga del Callao" [incluye los discursos pronunciados por M. Caracciolo Lévano por la sociedad obrera “Estrella del Perú”, Benjamín E. Fernández del gremio de panaderos, Leopoldo E. Urmachea y Pantaleón Salcedo por los gremios de jornaleros en el sepelio del huelguista Florencio Aliaga].
Ese año, 1904, se formaría la Federación de Panaderos Estrella del Norte, con participación directa de un grupo de anarquistas, inspirados en el pensamiento de Manuel González Prada.
El movimiento obrero adquirió fuerza durante la década siguiente con los panaderos y los zapateros, que eran los gremios más importantes de la época. Al año siguiente se realizará la primera huelga de los estibadores del puerto del Callao.
En 1911 se efectuaría la primera huelga general por libertarios en la industria textil. En 1912 se crea la Federación Obrera Regional Peruana (FORP), que luchará por las ocho horas; y al año siguiente se dará vida a la Unión General de Jornaleros, que además de la disminución del número de horas laborables, reclamaba la atención médica por accidentes laborales.
Entre 1894,y 1906, el presupuesto nacional se incrementó en 338%, a una tasa anual de 26%. Es en estos años donde se ubica la gran explosión de gastos, ya que entre 1907 y 1912 el incremento fue de de apenas 30%, significando un promedio del 6%. anual.
Entonces se dio una orgía presupuestaria en la primera etapa, aunque las cantidades variaron sustancialmente ya que el incremento del presupuesto de 1911 a 1912 fue de 660 558 Lp., que significó un 89% del presupuesto de 1894.
A excepción de la administración de López de Romaña (1899-1903), tanto Piérola (1895- 1899), Pardo (1904-1908) y Leguía (1908-1912), incrementaron los gastos presupuestales de manera considerable.
¿Se justificó este desmanejo presupuestario?
¿El gasto presupuestal sirvió de base, de palanca para el inicio de un desarrollo y crecimiento sostenido del Perú?
¿Sirvió el presupuesto para una redistribución a nivel
nacional?
Las exportaciones e importaciones se habían incrementado considerablemente en este período, pero los trabajadores y las clases medias vivían mal, no satisfacían sus necesidades primarias. De modo que procede formularse la pregunta:
¿Dónde crecen más los gastos de nuestros presupuestos en este período?
Billinghurst y su entorno asesor habían llegado a la conclusión de que un elemento distorsionador de nuestra economía, en las últimas décadas, había sido el incremento sostenido, y en algunos años desbocado, de los presupuestos en el tránsito del siglo XIX al :xx,
Lima experimentaba una interesante modernidad en ese período a raíz de la introducción de la electricidad, el tranvía, el automóvil, la pavimentación de pistas, la edificación de plazas públicas, paseos y monumentos.
INCREMENTO PRESUPUESTOS 1907-1912
Por regla general en este período, a excepción de López de Romaña -reiteramos-, cada presidente que ingresaba aumentaba sustantivamente sus gastos, para luego estabilizarlo al final de su mandato.
Los presupuestos en este período no se liquidan en diciembre, sino se sigue gastando hasta marzo del año siguiente, incluso en algunas oportunidades hasta junio, dando posibilidad al gobierno y legisladores -que tenían iniciativa de gastos-, para que el presupuesto aumente.
La práctica cotidiana de la utilización de los presupuestos por parte del presidente y sus mayorías parlamentarias para retribuir a sus partidarios o allegados con cargos burocráticos y aumentos salariales selectivos, se convierte en algo natural.
Los ministerios eran lugares para solucionar el empleo, fueron una vía para lograr un enriquecimiento indebido gracias a los cargos que se adquirían, no por la capacidad, sino por una pésima práctica de reciprocidad política, familiaridad o amiguismo.
Mientras tanto Lima experimentaba una interesante modernidad en este período, objetivado por la introducción de la electricidad, el tranvía, el automóvil, ia pavimentación de pistas, la edificación de plazas públicas, paseos y monumentos.
Una intensa politización vivía el Perú en el tránsito del siglo XIX al XX, con partidos sólidos como el partido Civil o Demócrata, con otros más caudillescos como el Partido Constitucional del mariscal Cáceres, o el Liberal del terrateniente huanuqueño Augusto Durand, que tienen por objetivo la toma del poder, encarnado en la presidencia de la república pero, atado evidentemente a la administración política y económica de la nación y cuyo sustento básico fueron los presupuestos.
El partido político, una vez en el poder, tuvo que satisfacer las demandas ocupacionales de «sus militantes» vía su ingreso en los ministerios y los aumentos salariales de la burocracia que heredaba para ganar su apoyo.
Lima pasaba por un proceso de transformaciones donde las industrias, los servicios y los espacios públicos de diversión veían incrementarse y eran frecuentados por distintos sectores sociales.
La «modernización de Lima. sin embargo, no justificaba el constante crecimiento de los presupuestos.
Billinghurst en 1913 afirmaba: «Si bien es cierto que el costo de vida y el precio de las cosas han aumentado durante los últimos diez años, esa alza no ha podido dejarse sentir en forma tan exagerada que haya dado lugar al incremento de los gastos».
A la sombra de los cuantiosos gastos presupuestales, la tensión social se expresó en movilizaciones y huelgas de los trabajadores que fue creciendo en este período, exigiendo aumento de salarios para afrontar el incesante costo de vida. disminución de la jomada de trabajo y baja de precios de los productos de primera necesidad.
El aumento del costo de vida en el Perú en la primera década del siglo xx, también se explicaba en la medida que una buena cantidad de tierras cercanas a las ciudades (en especial Lima). fueron convertidas en cultivos de algodón y azúcar, productos de alta demanda y cotización en el mercado mundial, en desmedro de los cultivos de pan llevar destinados al consumo popular.
Por supuesto que el incremento presupuestal no explicaba toda la tensión social que comenzó a vivirse en Lima y provincias sino que a ello coadyuvó la mentalidad de las clases propietarias que mantenía la idea del "cholo barato".
Tudela y Varela: «Nada ha contribuido al encarecimiento de la vida entre nosotros, como la sustitución de los valles inmediatos a nuestras ciudades por otros destinados a producir artículos de exportación».
Los grandes beneficiarios fueron los hacendados, base social del Partido Civil, hegemónico entre 1899 y 1913, pues de su sector salieron tres presidentes en el lapso de 12 años: López de Romaña, Leguía y Pardo. (L.Tejada: 325).
En la sociedad peruana en tiempos de auge económico, de exportaciones, de buenos precios, los que ganaban eran las clases propietarias y los que perdían las clases trabajadoras, como se observa entre 1900 y 1913.
El 10 de enero de 1913, bajo el gobierno de Guillermo Billinghurst, se decretó la jornada laboral de 8 horas diarias para los obreros del Muelle y Dársena del Callao.
El 13 de enero de 1919, en Lima, los panaderos, iniciaron una huelga, le siguieron los tejedores, curtidores, motoristas, transportistas de buses y tranvías, así como los trabajadores de la baja policía.
Hubo incluso un comité «Pro Paro», que funcionó independientemente de los huelguistas, en el cual se buscaba la adhesión de los demás gremios de Lima y Callao. El alcalde de Lima, Manuel Irigoyen, trató de intermediar entre obreros e industriales, proponiendo a los primeros que aceptaran «una jornada de 9 horas», sin embargo, la propuesta fue rechazada.El miércoles 15 de enero, al llegarse a un punto extremo del conflicto, el paro general terminó, gracias a la lucha de los trabajadores y al decreto que el gobierno del presidente José Pardo firmara, estableciendo obligatoriamente la jornada de 8 horas y un arbitraje en cada caso. Hoy, los trabajadores peruanos, después de un siglo de haber alcanzado esas conquistas han sido nuevamente sumergidos a un régimen de explotación que se creyó haber sido superada hace más de cien años. Los trabajadores necesitan iniciar una lucha en el terreno cultural, los sindicatos deberían empezar una cruzada de educación que temple la conciencia de clase de sus agremiados y extender la misma al pueblo en su conjunto. Esa es la tarea pendiente que los líderes sindicales deben cumplir para sacar a las masas de la alienación en la que viven. La educación y el desarrollo cultural es lo que nos llevará, como lo propondría el amauta, a la conquista de la belleza.
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