Jorge Rendòn Vàsquez |
Por Jorge Rendón Vásquez
Las expresiones clase media y clases medias han sido convertidas en lo que los franceses llaman passe-partout, noción equivalente en Castellano a comodín, llave maestra o lugar común, con un significado que cada uno entiende a su manera de situación ni alta ni baja en la posesión de los bienes, la ubicación en la burocracia, el nivel cultural, el barrio donde se vive, las preferencias políticas, etc.
Con este vasto e incierto significado les es muy útil a los opinólogos de los medios de comunicación para explicar el resultado de las elecciones políticas: por ejemplo, informando que ganó la derecha o que ganó la izquierda (dos términos inventados para explicar la posición de los partidos políticos) porque la clase media voto en su mayor parte por una u otra opción.
Antes de la Revolución de 1789, la sociedad francesa había sido dividida en tres estamentos o capas sociales: la nobleza, el clero y el pueblo o Estado Llano. Se era noble por sucesión hereditaria, designación por el rey, compra de un título nobiliario y matrimonio en ciertos casos. El clero estaba compuesto por hijos de familias de nobles y, para los grados subalternos de las órdenes religiosas y curas de parroquia, por gentes del Estado Llano. Esta clasificación se generalizó en Europa.
En América Hispana, el Consejo de Indias hizo establecer además una clasificación legal de la población por castas, basada en la pureza de la sangre y las razas. En el nivel más elevado se colocó a los españoles nacidos en España, seguían los españoles nacidos en América, luego los mestizos hijos de un español y una india y así sucesivamente, según la raza de cada progenitor. En los niveles más bajos estaban los indios (siervos y de comunidades) y negros (esclavos). Sólo los españoles tenían derecho a educarse, ser parte del entorno de los virreyes y ejercer las profesiones universitarias.
Cuando San Martín estuvo en el Perú, desde 1820 hasta 1822, abolió este sistema de estamentos y castas. Pero, como había sucedido también en Europa luego de las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, persistió en la mente de las gentes. Las castas blancas y blancoides continuaron considerándose de alta posición y titulares exclusivas de la riqueza, la educación y la política, y las castas mestizas y otras siguieron destinadas al trabajo, la discriminación y el desprecio de aquellas.
La expresión clases medias se decantó en la primera mitad del siglo XIX en Europa cuando entre las clases altas (las de mayor riqueza o con ínfulas nobiliarias) y las clases bajas (las que tenían que trabajar y eran pobres en grado diverso) se señalaba a varios grupos intermedios en riqueza y posición social.
Era evidente que esta división sólo servía para designar la existencia de estos grupos y justificar los privilegios de las clases altas. Y para nada más.
Carlos Marx cambió totalmente esta manera de ver a la sociedad.
Si esta se halla en permanente evolución, como todo lo que existe —dijo—, para determinar su manera de cambiar es preciso hallar en ella los términos de la oposición dialéctica que generan su movimiento interior: la tesis y la antítesis. Los encontró en la actividad productiva de los bienes que son necesarios para la vida de los seres humanos, a la que denominó estructura económica. Esta estructura se halla integrada por dos elementos o términos: las relaciones de producción que se establecen entre la clase propietaria de los medios de producción y la clase que no posee estos medios y tiene que trabajar para aquella, relaciones que tienden a reproducirse como son; y las fuerzas productivas de las que son parte también los trabajadores y que cambian sin cesar. Ambas clases sociales constituyen una unidad, pero, al mismo tiempo, se oponen. Su enfrentamiento perenne, manifestada como lucha de clases, es la manera como la estructura evoluciona. El desenlace de esta lucha es necesariamente el cambio de la sociedad y la aparición de una nueva estructura que, evidentemente, no permanece estática, puesto que sus nuevos términos se enfrentarán, a su vez.
Junto a la estructura de la sociedad capitalista, hay, además, otras clases sociales como restos de las estructuras pasadas, o como grupos constituidos a partir de ellas. Marx las denominó clases medias. Eran los pequeños industriales y comerciantes, los rentistas, los artesanos y los campesinos independientes. A los que ejercían sus actividades en las ciudades se les designó también como pequeños burgueses. Sus caracteres eran: tenían la propiedad de los medios de producción o disponían de un capital; empleaban fuerza de trabajo asalariada, se apropiaban del valor creado por el trabajo de esta; trataban de asemejarse culturalmente a los grandes capitalistas; y eran aliados de estos en cuanto al mantenimiento y reforzamiento de la explotación de sus trabajadores y, al contrario, sus enemigos en cuanto los desplazaban y aniquilaban por la competencia.
Esta clasificación de las clases sociales en la sociedad capitalista continúa en vigencia, puesto que expresa la conformación de esta y de su estructura económica, y se ha sobrepuesto a las tentativas de distorsionarla o ignorarla.
En cada país hay, sin embargo, ciertas variaciones de ella en atención a la evolución de sus estructuras pasadas y a ciertos rasgos superestructurales propios.
En el nuestro, el desarrollo del capitalismo, por impulso de las inversiones extranjeras, la creación de algunas empresas nacionales, la parasitación del Estado, la corrupción, la descomposición de la propiedad agraria y el crecimiento de los mercados externo e interno, fue modelado también por la residual estratificación de la sociedad en castas heredada de la dominación hispánica. De este modo, las empresas capitalistas pasaron a ser el patrimonio casi exclusivo de la supérstite casta blanca, revitalizada por la asimilación matrimonial de inmigrantes blancos llegados como comerciantes, empleados y obreros de las firmas extranjeras o buscadores de fortuna.
Al lado de estas empresas, fueron apareciendo grupos de pequeños burgueses en las ciudades y en los poblados de la Sierra por la división hereditaria de la propiedad en aplicación del Código Civil de 1852, la competencia ruinosa de ciertas empresas extranjeras y oligárquicas, el desgano para modernizarse y progresar, la molicie, etc. Estos pequeños burgueses, blancos y mestizos muy blancos, reproducían los hábitos y la soberbia de las familias coloniales de las que descendían y compartían con sus parientes ricos el desprecio por los indios, mestizos y negros.
Desde fines del siglo XIX, una parte de los varones de este grupo se incorporó como empleados en las empresas y la burocracia estatal, civil y militar, gracias a las recomendaciones de sus parientes y amigos con influencia; otra parte llegó a la universidad en la que algunos se titularon para instalarse luego como profesionales independientes y tratar de hacer carrera en la política; otra, la mayor, se estableció como pequeños empresarios, sobre todo en el comercio, estimulados por el mercado que crecía y por sus vinculaciones de familia con los grandes empresarios.
Es a este grupo al que se comenzó a denominar clase media desde comienzos del siglo XX. Bastaba ser blanco o blancoide o portar un apellido de raigambre virreinal o extranjero para quedar incorporado en sus filas. Los cholos, mestizos e indios, y quienes tenían rasgos negroides no podían ser parte de esta pretendida clase.
Los nacientes partidos políticos de esa época reclutaron a sus dirigentes en ella, en particular Haya de la Torre que hizo de la clase media la razón de ser y el núcleo de su movimiento.
Luego la noción de clase media se fue desdibujando. Para ciertas interpretaciones sociológicas engloba a todo el que posee ingresos de cierto monto, como quiera que sea que los obtenga, sin dejar de lado los rasgos raciales de sus componentes.
Obviamente, esta manera de verla carece de toda significación en la dinámica de la evolución social y es, por lo tanto, falsa.
La economía continúa manifestándose como una estructura integrada por relaciones de producción y fuerzas productivas, y como la unidad de las clases sociales capitalista y trabajadoras.
La pequeña burguesía o clase media no ha dejado de ser un grupo capitalista con ingresos extraídos del trabajo de sus empleados y obreros. En la reciente nomenclatura legal es poseedora de las micro y pequeñas empresas con un máximo de 50 trabajadores, es muy numerosa y tiende a residir en ciertos barrios de composición racial preferentemente blanca, no obstante que va conformándose en mayor número por personas de tez más oscura. Su enriquecimiento y satisfacción son evidentes por el régimen laboral disminuido de sus trabajadores y el momento de bonanza del mercado. Correlativamente, sus preferencias políticas se orientan, en su mayor parte, hacia los partidos tradicionales y de aventureros, prescindiendo de examinar la catadura moral de estos, puesto que estiman que los mantendrán en la posición económica que tienen.
Esta pequeña burguesía o clase media es distinta: del grupo de trabajadores independientes que efectúan por sí mismos el trabajo; de los trabajadores profesionales dependientes de la empresa privada y del Estado que obtienen sus ingresos por su trabajo; y de los jubilados que son una subclase laboral ya fuera del trabajo.
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