Jean de la Fontaine |
Traducciòn del francès de Raùl Gàlvez Cuèllar.
Nada pesa menos que un secreto,
pues llevarlo lejos no es difícil a las damas;
y sé que sobre estos hechos
un buen número de hombres parecen mujeres.
Para probar a la suya, un marido exclama
en la noche ante ella: "Oh Dios, ¿Qué es esto?
¡Ya no puedo más! ¡Me desgarro!...
¿Qué?. ¡He parido un huevo!. ¿¿Un huevo??... Sí, aquí está
fresco y recién puesto. No lo digas a nadie;
me llamarían gallina. En fin, no lo hables más".
La mujer, nueva en este caso,
así como en otros asuntos,
cree la cosa y promete a sus dioses callar;
pero ese juramento se desvanece
con las sombras de la noche.
La esposa indiscreta y poco fina,
sale de la cama cuando el día apenas se levanta
y corre a casa de su vecina:
"Comadre -le dice-, tengo la última,
pero no lo cuente porque me haría usted azotar:
mi marido acaba de poner un huevo, grueso como cuatro.
En el nombre de Dios tenga mucho cuidado
de no divulgar este misterio"
¿Usted se burla? dice la otra. Ah! qué poco sabe
quién soy yo!. Vaya y no desconfíe de mí.
La mujer del ponedor vuelve a su casa,
y la otra ansiosa de contar la noticia
va a repartirla en más de diez sitios,
y en lugar de un huevo dice tres.
Esto no es todo, ya que otra comadre
dijo cuatro, contando el chisme a la oreja,
precaución poco necesaria,
ante lo que ya no era secreto,
porque el número de huevos iba creciendo,
y antes de acabar el día,
ellos se elevaban a más de un ciento.
JEAN DE LA FONTAINE
( Traducción del Idioma Francés, por Raúl Gálvez Cuéllar).
en la noche ante ella: "Oh Dios, ¿Qué es esto?
¡Ya no puedo más! ¡Me desgarro!...
¿Qué?. ¡He parido un huevo!. ¿¿Un huevo??... Sí, aquí está
fresco y recién puesto. No lo digas a nadie;
me llamarían gallina. En fin, no lo hables más".
La mujer, nueva en este caso,
así como en otros asuntos,
cree la cosa y promete a sus dioses callar;
pero ese juramento se desvanece
con las sombras de la noche.
La esposa indiscreta y poco fina,
sale de la cama cuando el día apenas se levanta
y corre a casa de su vecina:
"Comadre -le dice-, tengo la última,
pero no lo cuente porque me haría usted azotar:
mi marido acaba de poner un huevo, grueso como cuatro.
En el nombre de Dios tenga mucho cuidado
de no divulgar este misterio"
¿Usted se burla? dice la otra. Ah! qué poco sabe
quién soy yo!. Vaya y no desconfíe de mí.
La mujer del ponedor vuelve a su casa,
y la otra ansiosa de contar la noticia
va a repartirla en más de diez sitios,
y en lugar de un huevo dice tres.
Esto no es todo, ya que otra comadre
dijo cuatro, contando el chisme a la oreja,
precaución poco necesaria,
ante lo que ya no era secreto,
porque el número de huevos iba creciendo,
y antes de acabar el día,
ellos se elevaban a más de un ciento.
JEAN DE LA FONTAINE
( Traducción del Idioma Francés, por Raúl Gálvez Cuéllar).
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