- Deliras. ¿Cómo vamos a hacerlo? No bien pongamos un pie en el umbral nos sacarían a patadas.
- No, Chaparro. Justamente de eso se trata. Nos fingiremos grandes catedráticos y nos recibirán hasta con honores.
- Para eso requeriríamos papeles y no los tenemos.
- En Lima hay una calle donde se puede mandar hacer cuanto diploma, documento personal o papel se quiera. Iremos allí y retornaremos cuando tengamos todo listo, aunque demoremos meses.
Así lo hicieron. Y, provistos de los diplomas correspondientes, Tobías Chaparro y Jeremías Siluro se convirtieron en abogados, doctores en derecho y catedráticos de una gran universidad de Bogotá. Un peluquero de La Colmena acabó sus mostachos y sus apelmazadas cabelleras y les dio un aspecto distinguido. En seguida un sastre del jirón Puno, que vestía a los abogados de campanillas y a numerosos magistrados del Poder Judicial, proveyó a cada uno de cuatro ternos a medida. No descuidaron nada del resto de la ropa y del calzado que necesitaban.
Cuando estuviero de regreso, se instalaron en el hotel Sucre, el mejor de la ciudad, y luego alquilaron una casa en la avenida Goyeneche, que amobló el mejor ebanista. Todo a lo grande...
(Extracto de la novela Una ráfaga de amable brisa de Jorge Rendón Vásquez).
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