Las Analectas

Jorge Aliaga Cacho en Edimburgo.

Por Jorge Aliaga Cacho.

"Las Analectas" son las charlas que diera Confucio, (551 - 479), antes de nuestra era. Eran enseñanzas a sus discípulos, las discusiones que sostuvieron entre ellos forman parte de esta obra. Esta colección de escritos es considerada de gran importancia y ejercen gran influencia entre los chinos y varios países asiáticos. En una epoca los funcionarios imperiales tenían que aprobar el conocimiento de esta obra antes de se aceptados en el servicio real. "Las Analectas" se propone rescatar el pensamiento original de Confucio, por esa razón sus discipulos se propusieron recopilar sus dichos, parábolas y los recuerdos que les inspiraba el maestro. El tiempo que vivió Confucio estuvo caracterizado por continuas luchas civiles y fue un periodo donde se vio a los pequeños nobles perder posición en vista del paulatino desarrollo del centralismo en los estados. En este escenario aparece el confucionismo para oponerse al caos y defender la paz y el orden que debieran ser garantizados por un monarca de buena voluntad para con sus gobernados. Otra obra importante es la que escribiera el segundo filosofo confucionista, Mencio (370- 289 a.n.e.), "El libro de Mencio" nos muestra el desarrollo posterior de la ideas de Confucio.

La enseñanza de Confucio nos dice que aunque la naturaleza humana es común también es cierto que hay "hombres superiores" y "hombres vulgares" y esto último, dice Confucio, no tiene nada que ver con el nacimiento sino con el nivel de perfección moral que es conquistada por cada individuo. En nuestros días es importante hacer esta reflexión pues pareciera que la sociedad moderna nos grafica a diario ese precepto, particularmente, cuando vemos la conducta de una recua de inmorales ocupando posiciones de gobierno.

“El hombre superior piensa en la virtud, el hombre vulgar en la comodidad.”

[Analectas, IV, 11].

"El trato con los amigos, el reconocimiento en el seno de la familia y la sociedad o la satisfacción de hacer el bien son ejemplos de alegrías o modos de felicidad superiores a la mera satisfacción de impulsos primarios. Ciertamente, las virtudes socio-cívicas son las que fundamentalmente debe desarrollar el hombre sabio. De estas virtudes una esencial es la benevolencia o amor a los demás que debemos ejercerlos sin mezquindad con la certeza de que el bien que le hagamos a otros nos beneficiará y perfeccionará interiormente. Aunque debemos una mayor atención a nuestros familiares que a nuestros vecinos y mayor a estos últimos que a los forasteros, los actos benevolentes no pueden circunscribirse al “pequeño círculo”. No es que seamos benevolentes para que “nos devuelvan un favor” o para ganar puntos ante los demás sino que el acto benevolente es, en última instancia, benevolencia hacia nosotros mismos".

“Zigong preguntó: “¿hay alguna frase que pueda servirme hasta el fin de la vida?”. Confucio dijo: “El perdón de los demás. Lo que no quieras que te hagan a ti no se lo hagas tú a los otros.”

[Analectas, XV, 23].