Fotografía: Rodolfo Moreno
Manuel Mosquera y Jorge Aliaga |
Por Manuel Mosquera
Un encuentro casual
La semana pasada,
viernes para ser exactos, recibí un mensaje vía Facebook de Rodolfo Moreno: He
pensado en ti para presentar un libro de poesía. Me sorprendió. Al día
siguiente quedamos en encontrarnos y no pudimos porque él no había localizado
el lugar. Ese sábado después de veinte llamadas fallidas a mi celular, el
fotógrafo poeta me indicó que fuera antes de las 8:30 de la noche a recoger el
libro. El dependiente del laboratorio fotográfico me preguntó mi nombre, se lo
di y me entregó el poemario. Miré la carátula y me llamó la atención ver a una
mujer tan bella, cosa que no es usual en un texto de poesía. El titulo también
me intrigó: Mujeres malas Mujeres buenas.
Esa noche llegué
tarde a la reunión que tenía en un chifa del centro de Lima y casi no entendí
lo que decían mis contertulianos, puesto que cavilaba con el título del
poemario. Pensaba, será acaso la obra de algún personaje que posee algún tipo
de fobia hacia las mujeres, por desengaño u otros motivos, como haber tenido
quizá una madre castradora. O, será la catarsis de algún sujeto poseedor de una
fuerte identificación religiosa de esos que tanto abundan en Lima. Pensé
también en un excelente marquetero.
Todas esas conjeturas
pasaban por mi cabeza, hasta que llegué a mi casa y de un tirón disfrute con
cada uno de los poemas.
II
Desgranando
al poeta
La vida de un poeta
es un quehacer de búsqueda y transgresiones continuas. Ningún niño o
adolescente que no posee un espíritu
anárquico, buscador de anagramas azules, con una lealtad a prueba de
todo y todos, no podrá ser poeta. Ese es el sino de Jorge Aliaga Cacho, del
cual sabemos que fue un alumno rebelde, de esos que los profesores dicen: Este muchacho es inteligente, sin embargo,
su conducta sabe Dios a dónde lo llevará.
En su bio-data nos
narra: Cursó estudios primarios en la “Rectora,” y asistió a la escuela secundaria de forma
intermitente, en diversas instituciones. A los 16 años incursionó en la
política. Participó en el Comité Peruano para la Liberación de Angela Davis, y
también en el Comité de Apoyo a la lucha del pueblo Vietnamita.
Podemos afirmar, por
el momento histórico en que vivió su adolescencia, que esta se encontró marcada
por los procesos sociales que acaecieron
en la década del 60 del siglo que pasó. El ciclo guerrillero aperturado
por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, conducida por Luis de la
Puente Uceda, el surgimiento del Ejército de Liberación Nacional,ELN, cuyo
principal dirigente fue Héctor Béjar. La inmolación del Che y el Chino Chang,
en Ñancahuazú. Los grandes movimientos campesinos que remecieron al país y a la
dominación oligárquica. La lucha contra el Apra en los sindicatos peruanos y el
proceso de reorganización y unidad sindical clasista. El rompimiento del
Partido Comunista Peruano y la división entre moscovitas y maoístas. La derrota
del imperialismo norteamericano por
parte del pueblo cubano y el fortalecimiento de la revolución y el liderazgo de
Fidel Castro a nivel continental.
Fueron estos procesos
históricos los que permitieron el surgimiento en el Perú y Latinoamérica, que
un grueso sector de la juventud hiciera
suya las ideas de liberación e independencia nacional. Lo que permitió la
eclosión de una nueva hornada de poetas.
Hemos visto que
estudió en la “Rectora,” colegio fiscal
ubicado en los Barrios Altos, muy cerca del Mercado Central, de la plazuela de
Santa Catalina, la calle La Confianza y colindante con Siete Jeringas y parte
de Mesa Redonda. Por esos años en que estudió su primaria, todavía por la
“Rectora” pasaba el viejo tranvía que de la Plaza Unión llegaba hasta Cinco Esquinas. Esta calle era
un mercado persa. Se encontraban tiendas, un enjambre de vendedores ambulantes,
cargadores, camiones, desocupados que buscaban un cachuelo, las tiendas que
vendían muebles y prostitutas. Muchas de ellas eran mujeres de mucha edad. Andinos,
negros, chinos, japoneses, árabes y judíos eso era el mundo de las relaciones
interétnicas expresándose en cada calle aledaña al Mercado Central, cuando
todavía era conjuntamente con el Jirón de la Unión el corazón comercial de Lima,
todo un mosaico sociocultural con sus particularidades que se entretejían sea
en las uniones interétnicas, entre personas de origen andino y
afrodescendientes, uniones que
cristalizaban sus vidas en los callejones, con historias traspasando sus
paredes de quincha, voceándose en las calles y en las aulas.
Frente al colegio, donde
estudió el poeta, había una Iglesia
Católica y a su costado existía un hotel, de viajeros, desocupados, amantes
furtivos y de diez minutos de placer al paso.
Cuando un descuidado marchante, dejaba abierta las ventanas, los
muchachos de la “Rectora” eran testigos de una sesión amatoria completa.
Existe una estrecha relación dialéctica entre la
experiencia visual y la memoria poética. El aeda coge los elementos más
significativos de lo que vio y vivió para transmutarlo en poesía. Ese es el
proceso por el que pasó Jorge Aliaga, a lo que hay que agregar que fue el
lector voraz, que provenía de un hogar culto y rebelde.
III
Acampando en el
corazón del poeta
En las últimas cuatro
décadas, nuestro país ha visto partir a más de dos millones de sus hijos;
muchos salieron huyendo de la pobreza y el desempleo y otros, un ínfimo
porcentaje marcharon buscando ya sea su profesionalización o la especialización académica.
Como nunca en su
historia cultural nuestro país posee una diáspora de artistas tan grande.
Muchos de los poetas y escritores peruanos se encuentran asentados en el
universo socio-académico, sea este, anglosajón, sueco, español, francés,
italiano alemán y latinoamericano. Mucha de la diáspora cultural se encuentra
marcada por el sello de la posmodernidad. De ahí que poetas, narradores y
críticos literarios hayan exiliado de sus creaciones, puntos nodales en la
construcción de la literatura peruana: La dimensión de los conflictos
anticoloniales e interétnicos y la historicidad de las relaciones y conflicto
sociales. La primera relación nodal citada fue el cimiento literario en nuestro
país, establecida por el Inca Garcilaso de la Vega y desarrollada en su
contexto independentista por Mariano Melgar, lo que le permitió sentar las
bases de la poesía peruana y latinoamericana. Ya en el S. XIX las novelas de
los indigenistas como Narciso Aréstegui, Clorinda Matto de Turner, el poeta y ensayista Manuel Gonzáles Prada,
Abraham Valdelomar, JC. Mariátegui y César Vallejo, diseñarán en las letras
peruanas contextos anticoloniales y de opresión étnica, articulados a la
historicidad de las relaciones y conflictos sociales.
Jorge Aliaga Cacho,
es una de las contadas voces de la diáspora literaria del Perú, que asume la
peruanidad desde las vertientes que insuflaron sus procesos de socialización: La andina y la urbana popular y socialista. Por
eso no es de extrañar que su poemario se inicie con Khuyapapay, tener
compasión, donde en la más honda tradición de la poética andina que nos
recuerda al Amauta Mario Florián, es un alegato contra la destrucción del
hábitat andino, alegato que no es una voz externa a ella, más bien le da voz a
los agredidos y resemantiza el código cultural de la minera transnacional, la
que para sus apologistas lleva progreso y civilización a los andes, dándole la
imagen del diablo.
Barrito bañado en agua
cianuro
hijo del diablo
Por
qué matan mi tierra
que
otrora papa me daba
La vida enfrentada a
la muerte, la vida entendida como la protección de la naturaleza y de su
economía familiar campesina, en versos
diáfanos donde la exclamación
campesina: ¡Atatay! No es el “malaya
sea mi suerte” expresión propia de una concepción fatalista, es todo lo
contrario, es una percepción diáfana de la lógica capitalista clarificada por
la codicia.
Por
anillo matas mis ojos
vanidad
de tu manito
por
oro matas mi vida
Será en el poema Los Hijos
de Dios, donde el lenguaje poético ya no partirá de un hablante campesino,
más bien será épico y dónde el mundo estará dividido, entre el pueblo y tal
como se suele escuchar en asambleas o discursos políticos, hay una inversión de
códigos, donde al pueblo se le da la connotación de Dios y a la burguesía la
del Diablo. Esta inversión de códigos no significa que el poema este inmerso
dentro de un discurso escatológico, más bien sirve para establecer una línea
divisoria clasista muy marcada, o sea, el nosotros y ellos nuestros enemigos,
con su estado que lo protege:
Ya bajan por la montaña
los
hijos de Dios
a
defender la laguna-
El
diablo la acecha
cargado de mercurio
y
guardias fusiles prestos
El poema nos señala
con claridad el rol de la cultura y las tradiciones en sus procesos de lucha. La cultura como
forma espiritual en la que se desenvuelve la resistencia andina, de hombres y
mujeres contra la opresión: Ya bajan los
campesinos/ De Celendín/Sus pututos//polleras multicolores/carnaval de lucha y
alegría/Ya bajan por la montaña/del corazón de la tierra/a defender la vida.
Amauta de Celendín,
el poema en homenaje a la muerte de su padre, no es una elegía propia de la
tradición poética castellana inaugurada por Jorge Manrique en las Coplas a la
muerte de su padre. Escrito con el tintero del corazón es un poema pleno de
regocijo, admiración y esperanza. No existe la identificación filial, más bien
esta es desplazada por la identificación ideopolítica. En mucho, nos recuerda el poema de Jorge Tellier: Retrato de mi padre, militante comunista, por su énfasis en la
ética revolucionaria que acrisoló la vida de su padre:
Te fuiste como quisiste
puño
en alto camaradas,
La
Internacional Comunista
la
familia acongojada.
Profesores,
sindicalistas
te
rindieron homenaje
ante
la corona de flores blancas
de
tu partido proletario
…
Te
fuiste como quisiste camarada
con
la luz de la honradez, brillando
…
Tus
enseñanzas nos dejaste,
insigne
camarada,
Jorge
Aliaga Merino
Amauta
de Celendín
maestro
del proletario
La filiación
urbana popular del bardo se decanta con
mucha estirpe en Vamos Campeón.
Poema, totalmente polifónico, existe en su interior las diferentes voces que se
encuentran en la tribuna de un estadio. Trabajo lingüístico cincelado con tal
esmero que encontramos el dejo propio del habla de los afrodescendientes: Falta un minuto pa’ la final.
Su destreza en
el manejo de los diferentes registros del habla popular nos hace escuchar todas las voces diferentes a la de
los afroperuanos: Allí la tienes
moreno/Pícala al centro,/corre mulato quimboso,/la victoria cercana está/.
Incluso en este mosaico verbal registra poéticamente la de los conductores
deportivos:
Allá viene el
rodillo, señoresss
Las tribunas
se agitan
Alianza Lima
es uno de los equipos de fútbol más importantes del Perú, sin embargo este club
tiene una serie de simbologías al interior de la cultura popular urbana; desde
ser el conjunto de la negritud el cual engloba a los diferentes sectores
sociales oprimidos de la sociedad y posee un
vínculo muy estrecho con una
serie de representaciones de la religiosidad popular. El poema hurga en la
relación existente entre el héroe cultural religioso, graficada en la imagen de
San Martín de Porres, y la clase trabajadora, como simbologías presentes al
interior de Alianza Lima:
San Martincito
Danos el gol.
¡Goooool!!!!!!!!!!
Gracias,
Diosito Negro
Festeja Matute
Sur
Tus hijos
Tu pueblo
trabajador
La
identificación que muestra Jorge Aliaga Cacho, con lo andino popular posee tal
profundidad, que recorre otros caminos, caminos que no son la de esos poetas
que han hecho suyo los conceptos cuasi oligárquicos de Sebastián Salazar Bondy,
que denominó a Lima, como una ciudad horrible, al constar los cambios que se
venían produciendo en su matriz urbana y cultural producto de la migración, su
proceso de urbanización promovido desde las tomas de tierras al interior de la
urbe y su proletarización. Procesos que traen consigo que se caiga la careta de
la ciudad construida por los epígonos de la aristocracia limeña. Porque nuestra
ciudad capital, desde la invasión española, es una ciudad de indios y negros,
plebeya y pobre a pesar del gran boato de sus minorías aristocráticas. Esto se
refleja en toda su magnitud en el poema Limeña.
Donde encontramos un canto a la belleza de la limeña y a su musicalidad.
Sin embargo, en el poema existe un hálito de nostalgia, porque en sí la
exaltación de la mujer es también una metáfora de la ciudad que él conoció y
amó:
Mi guitarra llora
en su trino
Te vas por las
calles de antaño
Camino del
puente te alejas,
Dolor mío ignoras,
dolor que
causa el no tenerte.
Aliaga cierra el poema con versos
hasta cierto punto elegiacos donde la agonía amorosa se funde con el
sentimiento de desarraigo:
Tuviérate en
mi última noche,
tuviérate
aunque sea
hasta el alba.
Iriáme después
con el río.
Existe en el
castellano amazónico que se habla en Loreto, una palabra a la vez hermosa y
fulgurante: Mozandero. Palabra con la
que muy bien se puede motejar a este bardo. Mozandero, porque su poesía rinde
un elevado tributo al amor, con mayúscula, pícaro y aventurero.
Si no te
molestas
Te doy un beso
Pero si te
molestas
Te abrazo
Te beso,
Y te llevo al
río
Su yo poético
es versátil y asume lo mejor de las tradiciones poéticas del Perú y la hispana.
Como un río desbordado hallamos eco de Mario Florián, César Vallejo, las
jarchas mozárabes y Federico García Lorca, con el sabor impregnado de cada uno
en el tacto, el sabor, el lenguaje y la sonoridad. Lo que le permite entrecruzar
en un poema a la mujer-deidad, expresión del arrobamiento hacia la belleza en
sus manifestaciones etéreas y carnales, por eso es que leemos en Alhambra:
Besada por el
astro enamorado
que en tu
pecho juega una caricia.
Coronada por
la nieve
Eres gracia de
la gracia,
Santísima
Virgen de las Angustias,
me declaro tu
último abencerraje,
guitarra en
mano para fandango.
¡Oh! deliciosa damisela que paseas
tu encanto por
la Alhambra,
el Cerro del Sol
apagó sus luces
ven, acércate
a mí, para besarte.
Hallamos en el
poemario Mujeres malas Mujeres buenas, un discurso ubicado en varios planos y sus letras sutilmente circulan libres
por el camino de la ironía y el de eros. No existe en sus poemas de des-amor
aquel espíritu tánatico que muchas veces lleva a los poetas, a escribir al modo
de los Embajadores Criollos. Por filosofía, herencia y vivencia, entiende el
bardo que el amor como la vida es finita y lo único que nos queda es su
estilete glorioso:
Princesa del
río Almond,
nuevos versos,
nuevas
ilusiones
¡Otro vendrá!
otro.
Y mis lágrimas
inundarán el
Almond
con mi dolor,
su río.
Sus letras
desenrolladas nos llevan de peregrinaje por el planeta. Celendín, Lima,
Tsvetnoy, Barcelona con su Rambla del Raval y Venecia. Cada uno de estos lugares
es una estación diferenciada del amor. El amor al pueblo, a la ciudad y su
cultura popular y la geografía desfalleciente de romanticismo, con sus
peculiaridades, lenguajes y sobre todo
con el morar en la arboleda de la esperanza, ahí donde el amar sabe ser: Alba, pan, vino.
Como todo
rapsoda que asume como propia la estación del nosotros, Jorge Aliaga, vive
enamorado del amor con la intensidad no de un Sade, que fue un depredador de
mitos, ni de un Casanova, el mago que convertía a las mujeres como simples
objetos de placer, menos la de un don Juan Tenorio, cuyas aventuras amorosas
servían para esconder su homosexualidad. La pasión que muestra por el amor este
poeta, la encontramos en los caminos trazados por Cyrano de Bergerac, lo que
nos permite explicarnos por qué su lírica es una exaltación perenne a la mujer,
la vida y la pasión: /Henchidos de
luz/tus senos son embelesos,/albura de amor/azuzando la vida
Ser parte de
las huestes líricas del buen Cyrano no significa para nada descarnar el hondo
querer. Todo lo contrario, y eso nos lo demuestra con el poema Tu Boca en el que encontramos un fino
lirismo erótico:
Rompí el
embrujo de tus labios rojos
duchos en
placeres, libidinosos,
lácteos.
Agradecemos a Jorge
Aliaga Cacho, por haber escrito este bello poemario, donde lo peruano popular y
oprimido en sus diversos registros va de la mano con su cosmopolitismo y además
porque su poesía fluye como manantial donde sólo encontramos áureos
guijarros.
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