Cuando apenas conocía este mundo,
sentado en silla alta para niños,
veía que mis abuelos
mojaban su pan en el desayuno.
En los ochentas compré tres camisas
para mis tres jóvenes hijos
a quienes pedí probárselas.
Entonces pensé que las desabotonarían toda,
pero por sorpresa solo aflojaron un botón...
y al bajárselas por la cabeza,
en un segundo pasaron cincuenta años.
Y hoy que remojo mi pan,
en un segundo pasaron ochenta años.
RGC. Lima, 09 de julio del 2022
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