Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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26 de marzo de 2018

MARTÍN VIZCARRA: UNA PIEZA DE REPUESTO

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Por Jorge Rendón Vásquez

¿Qué puede hacer de nuevo el nuevo Presidente de la República? ¿Hasta dónde puede llegar?
Algunos y algunas en los medios de prensa y en el llano ya han manifestado sus esperanzas, imaginando en el cielo una aurora de luminosos haces promisorios, extendiéndose sobre este país medio sumergido en una ciénaga de corrupción.
¿Desde cuándo hay corrupción en el Perú?
Un joven me preguntó si en el Incanato había corrupción. ¡Buena pregunta!, pero difícil de responder, puesto que era una sociedad ágrafa. Entre las evidencias que tenemos están su saludo cotidiano y su comportamiento en la conquista.
Se sabe que, en lugar de buenos días —que es la versión castellana de la venturosa expresión occidental usada en todas partes (good morning, bon jour, guten morgen, bon giorno, bon dia)— los peruanos de esos tiempos, o por mejor decirlo los tahuantinsuyanos, se saludaban diciendo: ama quella, ama lulla, ama súa, que en castellano quiere decir: no sean ocioso, no seas mentiroso, no seas ladrón. Todos los días se recordaban entre ellos estas máximas, más que legales, morales, respaldadas por castigos que debieron de haber sido inmediatos y drásticos, de manera que todos en el pueblo no conocían otra actitud que la austeridad, el espíritu de trabajo, la disciplina y la honestidad.
Apenas, los conquistadores españoles pisaron las tierras del Nuevo Mundo instauraron la corrupción. Engañaban y robaban a la corona a la que debían entregarle el quinto de cuanto depredasen, y se engañaban y robaban entre ellos, con frecuencia matándose. Cuando en el Consejo de Indias, ese ministerio de las colonias de España repleto de abogados recibidos en la Universidad de Salamanca, se investigaba y enjuiciaba a los conquistadores, virreyes y otros funcionarios de las colonias, las sentencias se tasaban según lo que los acusados y acusadores ponían en los platillos de la balanza de Temis.
Como el Imperio de los Incas no había tenido tiempo de crear una civilización unitaria en su vasto territorio, en sus noventa y tantos años de existencia, tan pronto como los pueblos periféricos recientemente integrados se dieron cuenta de que los conquistadores querían destruir el poder incaico se dejaron convencer por estos y se convirtieron en las fuerzas que abatieron realmente a los gobernantes incas. Vale decir que los corrompieron y se dejaron corromper. Luego los españoles se ocuparon de ellos, permitiéndoles, no obstante, conservar sus tierras comunales para seguir teniéndolos de su lado y extraer de allí los indios que necesitaban en las minas y los obrajes.
Desde entonces nunca dejó de haber corrupción en el Perú. (¿Han leído el libro de Alfonso W. Quiroz Historia de la corrupción en el Perú, IEP, 2013?).
La república, dominada por la casta blanca sucesora de los encomenderos españoles, emuló y superó largamente a la conquista y al virreinato.
En ciertos momentos se levantan oleajes en esta ciénaga que alarman a las buenas gentes y ofrecen un tema que puede llenar las páginas de los periódicos y los espacios audiovisuales.
Poquísimos presidentes de la República se salvan ¿En la llamada clase política hay algún grupo exento de esta pandemia? (brutti, cattivi e porchi) Y, qué decir de los electores, quienes, en definitiva, colocan con sus votos a esos grupos en la burocracia electiva y administrativa.
Martín Vizcarra fue un eficiente escudero de Kuczynski en la campaña electoral de 2016; luego, probablemente por su residual herencia ideológica paterna, se interesó en el proyecto del aeropuerto de Chinchero, de donde lo sacaron a tiempo aislándolo en la Embajada del Perú en Canadá, sin que renunciara, sin embargo, a su fidelidad por su señor por quien estuvo dispuesto a inmolarse en el pedido de la primera vacancia.
A estas alturas, los equipos empresariales ya deben de haber resuelto el entorno ministerial que le conviene a Vizcarra, y los grupos políticos planeado sus siguientes movidas.
Se habló de que podría ser el hombre de la transición. ¿Transición a qué? ¿A un país impoluto?
La carga de la historia sigue pesando.
Aún suponiendo que este nuevo presidente, de origen provinciano y con una endeble y disgregada base, quiera “hacer algo” es muy difícil admitir que pueda hacerlo. Concediéndole el beneficio de la duda, se le ve como una solitaria figura en el Palacio de Gobierno. Para ordenar este país se requiere CARÁCTER y contar con un grupo coherente  con ideas y dispuesto a jugarse en la ejecución de esa tarea, más descomunal y trascedente que los trabajos de Hércules juntos.
Pienso en los jóvenes y, entre ellos, en los estudiantes universitarios aún limpios y en las personas que nunca renunciaron a la Ética, quienes deberían internarse en la Filosofía. Hannah Arendt recuerda: “El mismo Marx explicó la esencia de su relación con Hegel y su distancia con él en una frase de la 11ª Tesis sobre Feuerbach: «Los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversas maneras, lo que cuenta es transformarlo». Situando en el contexto de su obra total y su objetivo global esta afirmación de 1845 del joven Marx, se le podría reformular de la manera siguiente: Hegel interpretó el pasado en tanto que historia y, esto dicho, descubrió en la dialéctica la ley fundamental de todo cambio histórico. Este descubrimiento nos permite avizorar el futuro en tanto que historia. Para Marx, es revolucionaria la acción política que hace coincidir la historia con la ley fundamental de todo cambio histórico.” (The Promise of Politics, 2005; en francés Qu’est-ce que la politique ?, Éd. du Seuil, 2014, pág. 143).

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