Por Elda Margarita Rosario Ruiz
Tristeza del alma mía
al sentir que no existía,
cuando más necesitaba
quien me supiera comprender.
Me ahogaba la emoción
y el silencioso grito dolorido,
moría dentro mío.
¡No le importaba mi sufrir!.
No festejaba la alegría,
ni le llegaba el sufrimiento
la certera puñalada que ha abierto,
partió el atribulado corazón.
¡Vete! Le pedí con efusión,
¡Vete! Con ese alguien
a quien sabes querer,
mi amor está muerto,
no lo puedo renacer.
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