Por Mary Oscátegui
El sol irradia sus rayos tenues e intensos, desde el amanecer hasta el atardecer, al ocultarse.
El nacimiento de un niño o niña es una gran alegría para nuestros padres, familia, amigas y amigos de casa.
Juan Rivera Saavedra nació el 4 de setiembre de 1930, con la alegría de doña Ercilia y de don Juan, sus padres, así como la de sus hermanos, porque Juan fue el último vástago de la familia.
Juan tuvo una vida fructífera como escritor, dramaturgo, maestro, multifacético artista, gran ser humano, y al decir del padre Miguel Garnett, también escritor: Juan Rivera Saavedra contaba con un espíritu libre.
Juan, ahora cumpliría 91 años de edad -siempre pensamos ambos, que él llegaría a los 100 años de edad, y más. Él amaba la vida.
Él deja una gran huella como creador. Disciplinado, imaginativo, investigador, arriesgado en sus experiencias creativas, ocurrente, con inteligente humor. La sencillez, humildad, generosidad: características personales. Motivador, didáctico para enseñar mediante parábolas, resaltaban su labor de maestro. Gran conversador. Como padre, era querendón con su hija e hijos.
Como compañero de vida: hombre bueno, sensible, respetuoso, colaborador, amoroso, con alegría y gran humor vivimos 25 años juntos, compartiendo la vida y el arte.
Por lo mencionado brevemente es duro saber que Juan haya sido tratado con insania, humillación, poniéndolo en una situación indignante hasta que partió en una gran soledad y abandono, todo ello, realizado por miembros de su propia sangre, que antes no se interesaron por él.
Ahora Juan está en paz, sin dolor ni sufrimiento.
El sol irradia sus rayos tenues e intensos, desde el amanecer hasta el atardecer, al ocultarse. Mi Juan nació para dar alegría e iluminar. Sus rayos de vida y arte permanecerán por siempre. Es un sol que brilla aún tras las nubes.
Celebración y alegría por el día que naciste, mi amadísimo Juan.
Mary Oscátegui
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