Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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http://www.jorgealiagacacho.com/

22 de julio de 2019

LA VIDA ENTRE LOS DOS

Por Julio R. Villanueva Sotomayor
A mi amada esposa LUCITA,
a los cuatro años de su partida

En el colegio, ¿te acuerdas?,
tú, sentada en la fila de mujeres,
carpeta de dos, junto a la pared.
Yo, en la fila de varones,
carpeta de dos, atrás.
Ambos, a la caza del último segundo
y, ¡zas!, luz en los ojos,
hermosas sonrisas al aire;
rumbo al recreo y roce de manos
en estrecho pasadizo; alegría, al tope.

Entre los dos,
la vida que me diste
con pureza de alma.

Nuestra felicidad se divertía en el recreo,
tú en el patio de mujeres, yo en el de varones,
hasta el sonido de campana y, de ahí,
¡corre!, a adueñarme de la puerta del salón
para esperarte con postura de tímido galán.
Y tú, con elegante y lento paso,
cada vez más cerca, … deslumbrante,
coqueta, acompasado mohín,
dientes perlados, sensuales labios.

Entre los dos
la vida que me diste,
en fascinante estampa juvenil.

Pocos años después
la carpeta para dos pasó al recuerdo,
porque en todo espacio y tiempo
los ojos ardieron como lamparines de amor,
los apasionados labios se encarcelaron,
mientras tu piel y la mía
se entregaron con frenesí,
en sublime amor,
de entrega total.


Entre los dos
fue la vida que me diste,
en intenso amor.

En momentos de tinieblas
se imponía tu noble espíritu,
con admirable resignación y paciencia,
buscando con inteligencia
la luz al final del túnel.
En momentos de claridad, los muchos más,
eras: traviesa mariposa,
ángel encantador,
rutilante estrella, con luminosidad sin par.

Entre los dos
fue la vida que me diste,
en horas del tiempo.

La vida que me diste fue llena de encanto,
con paz, armonía, compañerismo,
entrañable amistad,
íntima complicidad.
Esa vida que me diste me sostiene hasta ahora
y cada minuto que pasa vivo,
¡sí!, vivo, existo todavía, aún,
abriendo las páginas del recuerdo,
y, por ti, soy feliz.

Entre los dos fue la vida que me diste.
Entre los dos, la vida que me dejaste.
Infinitas gracias.

Me dejaste tu amor y aquí lo tengo,
puro, incólume, joya venerada.
Me dejaste tu generosidad y tu bondad,
trato de imitarte, a veces… no alcanzo.
Me dejaste tus caricias,
me cobijo y regocijo en ellas.
Tu alma se fue, pero tu espíritu está en mí,
lo cuido como único y preciado tesoro
porque es la razón de mi existir.

¡Por ti!, adorada Lucita,
soy feliz por la vida que me diste,
soy feliz por la vida que me dejaste.

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