Jorge Aliaga Merino en la ciudad de Edimburgo, Escocia. |
Por Jorge Aliaga Merino
El hombre aparece en los comienzos del periodo actual, o lo que llamamos periodo cuaternario de la Historia de la Tierra, cuyos orígenes sitúa la ciencia hace más de un millón de años, según la Academia de CIencias de la U.R.S.S., en diversas regiones de Europa, Asia y África, que se distinguían por su clima templado y húmedo, habitaba una raza de monos antropoides altamente desarrollada, los que como consecuencia de un larguísimo proceso de desarrollo, que abarca varias fases intermedias, surgió el hombre, aparición que representa una de las más grandiosas transformaciones operadas en el desarrollo de la Naturaleza. Esta transformación se consumió cuando los antepasados del hombre comenzaron a producir sus propios instrumentos de trabajo, por muy rudimentario que estos fueron, ya que ningún animal llegó a producir ni siquiera el más rudimentario instrumento. Los antepasados del hombre vivían en manadas o en hordas y simultáneamente con la aparición del ser pensante surgió la sociedad primitiva.
Constituido el hombre, y siendo parte integrante de una sociedad, a lo largo de un proceso de desarrollo bastante dilatado, fueron creándose entre ellos las relaciones que en el mundo animal no existían, ni podían existir, y, entres estas relaciones, la más importante fue la que se creó en torno al trabajo. Es en esta época en que el hombre comienza a crear sus herramientas para producir los medios de sustento necesarios para la vida.
En los tiempos primitivos el hombre se hallaba supeditado en medida muy considerable a la Naturaleza que lo rodeaba, y se vio obligado a luchar para dominar las fuerzas ciegas de la Naturaleza, lucha que hubo de discurrir con una lentitud extraordinaria a causa de los instrumentos rudimentarios que en aquella época se emplearon.
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