Copular fue, y es, para los hombres, penetrar. Un hombre que no penetra a una mujer, no es hombre.
Por Marco Aurelio Denegri:
EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC. (Mihály Zichy; Hungría; 1827-1906.)
Copular fue, y es, para los hombres, penetrar. Un hombre que no penetra a una mujer, no es hombre.
Por Marco Aurelio Denegri.
Entenderemos en el presente artículo por penetración la introducción del órgano sexual masculino en la vagina de la mujer. Sé que la relación coital no se limita a eso, pero en aras de la claridad y con propósito didáctico, la circunscribiré esta vez a la inserción vergal en la vagina.
La inserción vergal en la vagina es una demostración de virilidad, una manifestación de hombría, un signo inequívoco de machez. La Naturaleza o la Filogenia había previsto la penetración y la había programado, porque sin penetración no hay perpetuación de la especie. El fin original y primario, el propósito substantivo de la penetración, fue, pues, reproductivo.
Podemos suponer fundadamente que en la prehistoria los cavernícolas ignoraban ese fin y desconocían semejante propósito. Hoy mismo, digámoslo de pasada, hay muchos pueblos primitivos que no tienen ni idea de la paternidad biológica. Pero estos primitivos saben una cosa que también supieron los cavernícolas: aludo al goce que depara la copulación, o por mejor decir, la penetración, porque copular fue, para los varones de ayer, y es, para los hombres de hoy, penetrar. En el imaginario social, un hombre que no penetra a una mujer, no es hombre.
Después de esta explicación se verá fácilmente que al parecerle al hombre, como le parece, lo más natural del mundo introducir su miembro en la vagina de la mujer, a ésta, según cree el varón, habrá de parecerle lo mismo. O dicho de otra manera: si el hombre atribuye a la penetración grandísima importancia: ochenta, noventa o ciento por ciento de importancia, se supone que la mujer le atribuye también la misma importancia. Es decir, él y ella concordarían respecto a la importancia de la penetración. Para los dos, supuestamente, la penetración tendría la misma importancia.
Hace quince años que vengo investigando este asunto. Me había propuesto averiguar si la mujer atribuye la misma importancia que el hombre a la penetración. Comencé preguntando a las parejas que conocía, alrededor de treinta, y después solicité la colaboración de parejas de la clase popular, la clase media y la clase alta. Las indagaciones fueron muy trabajosas, habida cuenta del tema, que para las más de las personas es muy incomodante. La investigación duró varios años y logré reunir las declaraciones, informaciones, datos y noticias de quinientas parejas. Y todo con la sola ayuda ocasional de dos asistentes. No nos ayudó, por cierto, ninguna institución ni fundación, y por supuesto ninguna entidad estatal.
Hallé lo siguiente: en ninguna de estas quinientas parejas, la mujer atribuía la misma importancia que el hombre a la penetración. Entre los hombres, el porcentaje más bajo de atribución de importancia fue del setenta por ciento. La mayoría atribuía el ochenta por ciento, aunque hubo testimonios de porcentajes más altos e incluso varios correspondientes a una atribución de importancia del ciento por ciento.
Entre las mujeres, el porcentaje más alto fue del cincuenta por ciento. El más bajo, diez por ciento. El promedio, treinta por ciento.
De esto se deduce, clarísimamente, que la penetración es para la mujer mucho menos importante que para el varón..
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