VENEZUELA Y EL ENVITE DE LAS ELECCIONES
Por Jorge Rendón Vásquez
La democracia es el gobierno del pueblo a partir de un voto por cada ciudadano, por el principio de la igualdad ante la ley. El voto de un burgués vale tanto como el voto de un proletario; el de un rico tanto como el de un pobre. Lo estableció así la Revolución Francesa de 1789, bajo cuya égida continuamos organizados en estados nacionales.
Entonces y ahora el quid del asunto para quienes quieren gobernar un estado, acatando las reglas de la democracia, es cómo ganar la mayoría de esos votos; en otros términos, cómo modelar la conciencia de los votantes desde su primera formación hasta el momento previo al acto electoral para inducirlos a preferir a determinados candidatos.
De arranque, la burguesía en el poder concedió el derecho de votar sólo a los que pagaban cierta cantidad de impuestos, y excluyó a los demás y a las mujeres y los analfabetos. Hubo de pasar más de un siglo de luchas para que la burguesía les acordara el derecho de elegir y ser elegidos. Pero en el ínterin había afinado las técnicas para hacerse cargo de la conciencia de la mayor parte de electores.
En algunos momentos de la historia los revolucionarios que luchaban por cambiar sustancialmente la sociedad burguesa clamaron por el voto universal, persuadidos de que las mayorías populares a quienes querían favorecer los aprobarían. Se equivocaron.
En Francia, la revolución popular de febrero de 1848, impulsada por socialistas y comunistas, abatió al rey Luis Felipe I. El gobierno provisional revolucionario convocó a elecciones universales, las primeras en la historia de este país. Los electores en su mayoría eran campesinos que votarían por primera vez. Un historiador dijo que esa masa era como la Esfinge que nunca había hablado. Habló con su voto y de qué manera. Los republicanos quedaron en minoría. La mayor parte de elegidos fueron de derecha y realistas. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue excluir a los socialistas y comunistas.
Hay una constante en el comportamiento de los seres humanos. Dominados por ciertas creencias y temores desde los primeros momentos de su existencia, su mente ha estado subyugada por los más fuertes y hábiles. Bajo el esclavismo y el feudalismo, los esclavos y siervos seguían a sus amos y sacerdotes ciegamente sin pensar si sus órdenes eran justas y lógicas, incluso para ellos mismos. El poder de los reyes, señores y clérigos se erigía sobre esa obediencia. Los sujetos dependientes, que se postraban humillados y hasta felices ante sus amos materiales y espirituales, podían herir, matar, saquear y destruir, henchidos de fanatismo, como ellos les dijeran. Poco tiempo después de advenir el capitalismo, la mente de los trabajadores continuaba marcada por el estigma de la dependencia. Los grandes ideólogos del anarquismo y del socialismo en el siglo XIX se empeñaron en la gigantesca tarea de liberar la mente de los trabajadores. Y lograron abrirse camino con una pedagogía paciente y luminosa, pero no del todo. La burguesía y la religión no cedieron sus posiciones y mantuvieron su poder sobre la conciencia de una gran parte de las mayorías sociales. Sabían que en ello les iba la vida. Las enormes tragedias bélicas del siglo XX ilustraron mucho a los ciudadanos sobre la necesidad de considerar con más atención sus intereses, y la democracia pudo cimentarse más sólidamente, aunque sin extinguir del todo el rescoldo de la sumisión ideológica y emotiva en la mente de muchos electores.
Lenin había captado bien la enseñanza de las elecciones. Contra viento y marea, polemizando con otras corrientes del socialismo e incluso con algunos cuadros del partido Bolchevique que él había creado, lo lanzó a la revolución para la cual los había preparado desde comienzos de la década del noventa. El 25 de octubre de 1917 (7 de noviembre del calendario gregoriano, universal ahora) tomó el poder político en Rusia y no soltó las armas. Los demás partidos lo combatieron con su prensa y sus discursos. A fines de noviembre de ese año se realizaron elecciones para la conformación de una asamblea constituyente. El partido de Lenin quedó en minoría. Los demás partidos, en particular el Menchevique y el Socialrevolucionario de Izquierda, se aprestaban ya a ilegalizar a Lenin y sus partidarios. Lenin respondió mandando cerrar el local donde la asamblea debía reunirse y declarando la disolución de esta.
Es que las elecciones buguesas son alérgicas a las revoluciones.
Lo que importa en política es llegar al poder y ejercerlo, utilizando las técnicas electorales o revolucionarias, que son distintas.
En Venezuela, Hugo Chávez y su grupo se lanzaron a una revolución contra el gobierno de Carlos Andres Pérez en 1992 que fracasó. Estuvo dos años preso hasta que fue liberado por el gobierno de Rafael Caldera. Convencido de que debía someterse a la democracia, en 1998 se presentó a las elecciones y obtuvo la presidencia de la República con el 56% de la votación. Ganada la adhesión y simpatía de la mayor parte de ciudadanos, siguió creyendo en las elecciones y aceptando su resultado.
En abril de 2002 un golpe de estado ejecutado por la cúpula militar, los más grandes empresarios y los dirigentes de los partidos Acción Democrática y COPEI se hicieron pis en la constitución, lo sacaron del poder y lo mantuvieron prisionero probablemente para ejecutarlo en secreto. Sus partidarios llenaron las calles y un comando de oficiales jóvenes lo liberó y devolvió al Palacio de Miraflores. No se sancionó severamente a los golpistas. Y estos, envalentonados, volvieron a la carga, sirviéndose de la democracia y del juego electoral.
Hugo Chávez falleció el 5 de marzo de 2013, siendo presidente de la República. Le sucedió su vicepresidente Nicolás Maduro, quien ya venía ejerciendo la presidencia desde tres meses antes por la enfermedad de Chávez.
En las elecciones de diciembre de 2012, Hugo Chávez ganó con una mayoría de 55,08% contra 44,30% de la oposición, una diferencia de 11%, no desdeñable.
Una pregunta que podría hacerse es ¿qué habría pasado si en las recientes elecciones Hugo Chávez hubiese estado vivo? Los caudillos siguen siendo emblemáticos para los electores y los fascinan.
Otras preguntas importantes son: ¿por qué una parte de los electores que votaban por el partido de Hugo Chávez, favorecidos con las medidas sociales del gobierno de Nicolás Maduro, le ha dado ahora su voto a la oposición? ¿Cuál es la parte de responsabilidad de Maduro y su entorno inmediato con su estilo triunfalista a favor del socialismo en los tres años que llevan en el control de los poderes Ejecutivo y Legislativo? El gobierno de Maduro administra una economía capitalista que sigue en gran parte en manos de los grandes, medianos y pequeños empresarios, cuya simpatía no es ni de lejos socialista, mientras los círculos imperialistas lo acechan como fieras en la pradera. A Maduro y su gobierno se les escapó el manejo económico, y se les vinieron encima la inflación y cierta escasez, pese a los ingresos estatales procedentes del petróleo. A ello se añadió la tolerancia con la indiferencia, la arbitrariedad y la indolencia de muchos burócratas dejados en sus puestos que trabaron gestión de ciertos servicios públicos y exasperaron a los administrados. Son las clases alta y media las ganadoras de la elección con el indispensable apoyo de una parte de las clases trabajadoras. Y, si el juego es electoral, ¿por qué haber descuidado sus mecanismos y retruécanos?
¿Qué sigue ahora?
Siga el baile, siga el baile, como dice un condombe argentino. Y hasta la próxima vuelta, salvo si la derecha en el control del congreso legislativo no tienta antes el golpe de estado, tratando de expulsar a Maduro de la presidencia de la República, en cuyo caso la mayoría perdería legitimidad y la confrontación podría trasladarse a las fuerzas en presencia directamente.
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