Eleodoro Vargas Vicuña |
Por Jorge Aliaga Cacho
Me toca hacer un esbozo de la vida y obra de Eleodoro Vargas Vicuña, gran escritor neo-indigenista peruano, autor de dos obras fundamentales en la literatura peruana: "Ñahuin", libro que contiene ocho cuentos y "Taita Cristo", que contiene también el mismo número de cuentos. Escribió también un libro de poemas titulado "Zora, imagen de la poesía", con el cual obtuvo un premio nacional. Sin embargo, su brillantez literaria ha recaído con mayor peso en la narrativa. Vargas Vicuña ha sido comparado, por su estilo, con el gran escritor mexicano Juan Rulfo, pues los dos cuidaban las palabras y tenían un decir preciso. Eleodoro se refería a Rulfo como a un hermano y Rulfo a él, de la misma manera. Pero no hay evidencia de que Vargas Vicuña haya sido influenciado por Rulfo antes que se publicará la obra del escritor peruano. Pues en 1953, se publicaría "Ñahuin" de Vargas Vicuña, y casi al mismo tiempo Juan Rulfo publicaría su primer libro en México pero tomaría todavía algunos meses para que su obra llegase al Perú. Eleodoro es uno de los narradores más importantes de la década de los años cincuenta. Él nació en La Esperanza, Cerro de Pasco, en 1924. Recuerdo haberle preguntado por su ciudad de origen a lo cual respondería que era arequipeño, esto solía decírselo a muchos y lo hacía seguramente en broma. La verdad fue que Eleodoro hizo estudios universitarios en Arerquipa y seguramente guardó gratos recuerdos de aquella majestuosa ciudad. Al igual que Juan Rulfo que en México escribiera su obra completa en dos volúmenes suscintos, de la misma manera, Vargas Vicuña completaría su obra con dos libros sucintos publicados en el Perú. Rulfo y Vargas Vicuña eran compadres en la manera pulcra de escribir. Eleodoro era un hombre de gran grandilocuencia pero que no abusó de las artimañas, frases recargadas o la retórica. Sus frases eran de una simple pero poética forma. Registró en sus textos literarios sus ansias de amar y de augurarnos siempre lo mejor. Eleodoro era un hombre humilde, sencillo pero con una prestancia de gigante. Fue un escritor en todo el sentido de la palabra. Nuestro autor supo impregnar a sus textos, cuentos y poemas, su apetito de amar, su benevolencia de brazos abiertos para todos los que cruzaban su camino. Se ha dicho que Eleodoro tuvo claridad en su humildad y también la certeza de que él no hacía otra cosa que ser escritor. A Vargas Vicuña se lo registra en la "Generación de los Cincuenta", él fue brillante animador de la vida cultural del país. Primero en Arequipa, cuando en esa ciudad vivió como estudiante de la Universidad San Agustín en los últimos años de la década de los años cuarenta, y luego en Lima. Participó en la bohemia de Lima, siendo asiduo visitante de los bares Palermo y el Zela, que en la historia de la literatura peruana vinieron ligados a los trajines de esos lugares que acogían a escritores, artístas, poetas e intelectuales. Conocí a Eleodoro cuando trabajábamos en el Instituto Nacional de Cultura que tenía su sede en la Casa Pilatos del Jr. Ancash, en Lima. Cuando me enteré de su fallecimiento me invadió profunda pena y me sentí muy mal por no haberle dado un último adiós. Me encontraba en Escocia y no me lo habían comunicado. Recuerdo que cuando nos encontrábamos en el patio de la Casa Pilatos me saludaba con su tradicional decir: "Viva la vida carajo". Era su afirmación, era su optimismo. La Narrativa de Vargas Vicuña es mágica, lllena de mitos de vida y de muerte, pero también es una hermosa postal de la realidad del mundo agrario. En su obra registra el sentir del campesino. En "Taita Cristo", historia trágica y desgarradora, a la vez que tierna, nos relata la historia de cuadrillas de cargadores del Cristo del pueblo , en este cuento nos pinta la historia de la realidad humana con significación universal y local. Es preciso en el uso de los adjetivos y en el registro de la cantidad exacta de palabras. No se extralimita con el uso de ellas sino que las registra en la exacta cantidad. Esto hace de su narrativa una verdadera obra de arte.
Eleodoro Vargas Vicuña escribió lo siguiente: "Las palabras sollozan, los árboles roncos se quejan, y nosotros vegetales, no tenemos tiempo para la palabra, solo hay un crecimiento, un algo oculto. Y es una violencia de siglos capaz de sacarle los ojos a ese que nos mira y ni siquiera escucha nuestros ruegos".
(Leído por el autor de esta nota en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos con motivo de la celebración del encuentro de Capulí, Vallejo y su Tierra, 2015).
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