Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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15 de septiembre de 2015

¡Pueblo imbécil que me escuchas!





Por Hugo Salinas

¡Pueblo imbécil que me escuchas!, es una frase que expectoran las personas en estado de ebriedad, con los brazos en alto y dos botellas de licor entre las manos. Pero se dice, también, que las personas ebrias de licor son más sinceras que las personas en estado “normal”. ¿Cuánto de cierto existe en esta frase?

Hay otra frase que también es corrientemente utilizada. Y dice así: “¡Pueblo imbécil, tienes el gobernante que te mereces!”. Esta frase es tan dura como la primera, pero refleja la misma inquietud. Y, al parecer, todo indica que el “pueblo” tiene este comportamiento.

Si no, ¿cómo entender al pueblo que vuelve a elegir como Presidente de la República a aquel que lo esquilmó sin piedad, a través de una tasa de inflación que superó el mil por ciento, y sin que hubiera existido una circunstancia excepcional? ¿O el pueblo que facilitó el retorno a la presidencia de la República, de aquel que fuera expulsado del país por esconder la página 11 de un contrato atentatorio a los intereses del país?

Y estos dos ejemplos no son los únicos en la historia del país. Existen tantos otros como aquel Presidente de la República que, en medio de la Guerra del Pacífico contra Chile, sale del país con el dinero recolectado para comprar armas, las mismas que no se compran. Y una vez terminada la Guerra del Pacífico, vencido el Perú, vuelve al país con todos los honores.

Diríamos que este “pueblo” no tiene autoestima. ¿Será el resultado de la expansión Inka, de la invasión española, del dominio francés, inglés, americano y quizás también luego chino? Un pueblo tratado peor que un estropajo, tanto que los Quispe prefieren llamarse Waisman, y los Chamamé optan por Aspillaga o De la Piedra. Lo que al final cuenta es supervivir, sin importar si lo haces en condición de ser humano o de bestia de carga.

Este comportamiento del “pueblo” parece ser una constante porque, en estos tiempos, la hija de un Presidente de la República está a unos pasos de hacerse elegir Presidente de la República,  teniendo como objetivo fundamental liberar de la prisión a su padre, quien robó y vendió los activos de su pueblo, asesinó a diestra y siniestra, y renunció por fax a su cargo de Presidente de la República. La hija que prefirió ser la Primera Dama, aceptando que su padre, el Presidente de la República, secuestre y torture a su madre.

Y la decadencia de este miserable “pueblo” parece haber llegado al colmo porque, ahora, se ha impuesto esta frase. “No importa que robe, pero que haga obras”. Esto, al parecer, nos estaría indicando que su “imbecilidad” es racional, pero egoísta, individualista. Ante la escasez de trabajo, todo se puede soportar con tal de tener algunos ingresos que les permita supervivir. Este es el lema que, en la práctica, ha transmitido el partido político “más organizado” del país, y cuyos militantes, desde el nivel más bajo hasta sus grandes líderes, han invadido todas las instituciones del país para delinquir con toda impunidad. “¡Sólo el APRA salvará al Perú”! nos dicen con sorna sus dirigentes.

Pero este “pueblo” no es homogéneo. Existen aquellos “vivos que viven de los sonsos y los sonsos de su trabajo”. Es el caso típico de los políticos, tanto de los de la derecha como de los auto-llamados “izquierdistas”. Por un lado, más del 20% del Producto Bruto Interno del país lo manejan a su antojo a través del Presupuesto Público. Prometen sacar de la pobreza al pueblo y, al final, son ellos los que se convierten en los nuevos millonarios del país. Por otro lado, promulgan leyes con nombre propio, y abren cuentas en los bancos acreditados por el “secreto bancario” ¿Serán, sobre todo, ellos, quienes en los grandes mítines su alter ego dice? ¡Pueblo imbécil que me escuchas!

El 80% restante del Producto Bruto Interno del país lo manejan los empresarios que, según dicen, lo hacen en bien del interés común, y no hay mejor que ellos para hacerlo. Hay que ser realmente imbécil para creerlos y seguirles el juego, como lo hacen los auto-llamados “izquierdistas”.

Éstos se hacen los ciegos, y el “pueblo” desconoce, que los empresarios internacionales, aquellos a quienes el Gobierno ayuda graciosamente, se llevan el 100% de las utilidades de sus empresas, los bienes intermedios lo compran en su país de origen con cargo al dinero de nuestro país, y los millonarios sueldos de sus dirigentes se gastan en el extranjero. Por su parte, los grandes empresarios nacionales se han especializado en vivir de las rentas que produce nuestra Naturaleza y de las tetas del Presupuesto Público a través del manejo de las “inversiones públicas” que, en definitiva, son gastos henchidos de coima, y obras ejecutadas en las peores condiciones técnicas.

¿Por qué después de tantas promesas incumplidas, de tantos engaños, de ser el que produce y que no vive del resultado de su trabajo, ese “pueblo imbécil” sigue cayendo en la trampa tendida por sus enemigos y “amigos”? Al parecer es un conformismo que raya en la degeneración y en la depravación humana. Pareciera que para ese pueblo convertido en bestia de carga, le es suficiente un programa de “inclusión social”, que no es otra cosa que la humillación ante el ladrón, el asesino y el vende patria convertidos en gobernantes del país. No hemos dejado de ser los pongos del gamonal o los esclavos al servicio del amo.

¿Y qué pensar de sus “líderes” ya sean vecinales, sociales, políticos e intelectuales? De acuerdo a la experiencia vivida en este “valle de lágrimas”, ellos no tienen el menor interés de comprender la problemática de su pueblo. Su único objetivo, cada uno a su nivel, es sacar el máximo provecho de la ignorancia del “pueblo” en el manejo de la actividad socio-económica, y de su incapacidad para reaccionar como un ser humano.

Mientras nuestros “líderes”, de abajo como de arriba, no cambien de actitud o el pueblo, en reacción suprema, los desplace definitivamente, seguiremos pensando que en verdad es cierto lo de ¡Pueblo imbécil que me escuchas! Líderes como Túpac Amaru quien mientras no le tocaban sus recuas vivía tranquilamente, mientras a Atusparia no le cortaron su digna melena seguía permitiendo el trabajo gratuito de sus hermanos, mientras sigamos cantando “somos libres” cuando en realidad nos descuartizaron en pequeños países al servicio de la nueva burguesía, seguiremos siendo esos imbéciles al que se refiere la frase.

Este comportamiento aparentemente malsano del “pueblo” y de sus “líderes” tiene mucha semejanza a la situación de los campesinos en el tiempo de los tenderos de las haciendas, quienes no sabiendo ni sumar ni restar, sus deudas nunca terminaban de pagarse. Hoy en día, ¿con qué criterio el “pueblo” puede hacer la diferencia entre la verdad y el engaño si no sabe ni sumar ni restar; es decir, no conoce un ápice de socio-economía, ni ha practicado en su integralidad la actividad económica a no ser como bestia de carga?

Pero sería bueno llegar a comprender que, así como actualmente el obrero sabe sumar y restar sin necesidad de ser un matemático, el pueblo está obligado saber cómo se conduce una actividad socio-económica de Buen Vivir, sin necesidad de ser ni un economista ni un especialista en socio-economía. Es de su interés, y en ello va su dignidad y calidad humana, saber manejar la actividad socio-económica. Entretanto seguiremos soportando esta verdad: ¡Pueblo imbécil que me escuchas!

Y esto es verdad no solamente para los pueblos de los países del Sur, sino también para los pueblos de los países del Norte. En este sentido, últimamente, los pueblos de Francia y de Grecia, liderados por un socialista y un izquierdista, respectivamente, han dado el claro ejemplo de ¡Pueblo imbécil que me escuchas!

Ferreñafe, el pueblo de las dos fe, 7 de setiembre del 2015
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