Javier Heraud |
Por Milciades Ruiz
La coyuntura electoral no debe hacernos olvidar la heroicidad de aquellos revolucionarios que ofrendaron su vida combatiendo en la lucha armada bajo los ideales por una patria socialista en la década de 1960
OPÚSCULO SOBRE LA INSURGENCIA GUERRILLERA PERUANA
DE 1965 EN SU 50 ANIVERSARIO
I. INTRODUCCIÓN
El siglo XX fue pletórico de grandes acontecimientos en el mundo y de muchas proezas. Fueron muchos los grandes progresos científicos y tecnológicos como también, los logros de las luchas sociales contra el sistema de dominación capitalista. La humanidad pasó por sucesos de efervescencia de la ideología socialista, luchas sangrientas del proletariado por la jornada de las ocho horas y el sindicalismo, dos guerras mundiales capitalistas, la revolución bolchevique, luchas de liberación colonial subsistentes en África y otros lugares, el crecimiento del bloque de países socialistas y su posterior disolución, etc.
En el continente asiático se registró el triunfo de la revolución china y la derrota militar de EE UU en Vietnam. En América Latina, la lucha guerrillera sandinista contra la ocupación yanqui de Nicaragua, la revolución mexicana, la revolución boliviana, el triunfo de la Revolución Cubana y su expansión revolucionaria en la región. Estos son solo algunos hitos históricos de la lucha revolucionaria mundial en el siglo pasado.
La humanidad puede disfrutar ahora de muchos beneficios científicos, tecnológicos y sociales aún a costa de la explotación del hombre por el hombre, pero también logros de la creatividad humana y la capacidad de lucha de los trabajadores. Muchas vidas han sido sacrificadas para lograr el seguro de salud, libertad de opinión, jubilación, vacaciones, gratificaciones, sufragio universal, derechos femeninos, derecho a la tierra, libertad sindical y muchos otros derechos que han quedado establecidos en la jurisprudencia internacional.
Todos estos grandes acontecimientos mundiales repercutieron en nuestro país cuya historia en el siglo XX también está marcada por las luchas heroicas de nuestro pueblo contra el sistema de explotación capitalista, contra el poder feudal y la oligarquía terrateniente. Los movimientos estudiantiles, la organización sindical urbana y rural y el surgimiento de partidos políticos revolucionarios, también dejaron huellas históricas.
Quienes no han vivido las dramáticas jornadas de lucha, ignoran el sufrimiento de tener que pasar por persecuciones, torturas, destierros, prisiones y demás abusos represivos hasta perder la vida en muchos casos. Es incalculable, la cantidad de sacrificios que los luchadores sociales les han ahorrado a las generaciones posteriores, las cuales han encontrado ya el camino allanado. Lo que hagan los luchadores sociales de ahora, servirá también para la posteridad.
En 1932, militantes de base del Partido Aprista Peruano, contraviniendo a su cúpula, optaron por la insurrección armada en el norte del Perú bajo los ideales revolucionarios por un gobierno popular justiciero y contra el imperialismo yanqui. A la victoria militar inicial de los revolucionarios, siguió la cruenta represión con bombardeos, fusilamientos y persecuciones, pero esta gesta volvió a rebrotar en 1965, bajo otras condiciones.
A mediados del siglo pasado, persistían en nuestro país las estructuras de dominación virreinal. La aristocracia colonialista seguía manteniendo su poder en la república sin permitir la liberación de la población colonizada. En la serranía y pueblos del interior del país, el señor feudal o “gamonal”, imponía su poder en contubernio con las autoridades religiosas, judiciales y policiales.
En la capital de la república y la costa, la aristocracia terrateniente erigió un super poder económico y político. Acapararon los negocios en todos los sectores económicos conformando conglomerados empresariales en alianza con inversionistas extranjeros. Así levantaron un imperio oligárquico con intereses en la agricultura, industria, minería, transportes, comunicaciones, banca, prensa, comercio y otros rubros.
Pero además, capturaron la administración del país ejerciendo directamente su dominio en el poder ejecutivo, legislativo, electoral, judicial y en todos los organismos de control estatal. La oligarquía tenía el poder absoluto sobre nuestra patria. Los oligarcas eran los dueños del Perú.
Contra ese poder y sus arbitrariedades hemos tenido que luchar reclamando derechos democráticos aun cuando se tuvo que soportar brutales represiones incluyendo pérdida de vidas humanas. En la misma época y en otros países, los líderes sociales latinoamericanos también se enfrentaban a las dictaduras más atroces sufriendo crímenes y barbaries represivas.
Finalizada la década de 1950, la insurgencia armada que se desarrollaba en Cuba contra la dictadura de Fulgencio Batista obtuvo la victoria militar y el movimiento guerrillero al mando de Fidel Castro, asumió el poder iniciando en 1960 una revolución socialista mediante reformas estructurales en beneficio del pueblo cubano.
Así como la revolución bolchevique repercutió en nuestro país con el surgimiento de partidos políticos populares y revolucionarios, la triunfante revolución cubana también motivó en nuestro país, el surgimiento de nuevas opciones políticas acordes con la época: Surgieron así, entre otras organizaciones sociales, el Frente de Liberación Nacional- FLN, el Movimiento Social Progresista y otros movimientos sociales que cuestionaban el entreguismo de nuestros recursos naturales y defendían la revolución cubana.
La onda revolucionaria se impregnó como ala izquierdista del partido Acción Popular y también del partido Demócrata Cristiano. El Partido Aprista por el contrario, al claudicar abiertamente de sus principios primigenios, virando hacia la derecha, generó un movimiento de repulsa entre sus militantes revolucionarios. Una facción se separó con el nombre de “Apra Rebelde” expresando su disconformidad con las artimañas de la vieja dirigencia adicta al acomodo con la oligarquía.
Los logros de la Revolución Cubana acrecentaron el ánimo revolucionario en nuestro país. En los claustros universitarios resaltaba el fervor por dicha revolución. El debate ideológico era intenso comparando la realidad peruana con la cubana y se enarbolaban las banderas de la recuperación de los recursos naturales en manos extranjeras, la reforma agraria, reforma urbana y otras demandas populares.
Por entonces, un sector de la iglesia cristiana también se puso del lado de los trabajadores y generó una corriente ideológica hacia la teología de liberación. El sacerdote colombiano Camilo Torres proclamaba que para asegurar la justicia social, los cristianos tenían la obligación de participar en la lucha armada. Este sacerdote caería combatiendo en la guerrilla de su país por ese ideal. En el Perú, un sacerdote era líder del Frente de Liberación Nacional. La iglesia católica promovía el sindicalismo. El movimiento estudiantil cristiano hacía trabajo político entre obreros y campesinos.
EE UU consideraba que la revolución cubana era un mal ejemplo para los otros países bajo su dominio dando por ello, órdenes de romper relaciones diplomáticas con Cuba. Así lo hicieron nuestros gobernantes además de quemar y prohibir libros supuestamente “comunistas” y hacer redadas policiales para encarcelar a los “castristas”.
Contra todo este “Estado de Derecho” oligárquico luchaba el pueblo peruano de aquella época. Las movilizaciones campesinas por la recuperación de sus tierras arrebatadas por los terratenientes se hacían más frecuentes. En todos los círculos políticos se admitía la necesidad de una reforma agraria. EE UU también propugnaba una reforma agraria modernista a fin de contrarrestar la influencia de la Revolución Cubana, lanzando para ello el programa “Alianza para el Progreso”.
La oligarquía, teniendo bajo su dominio a los partidos políticos gobernantes lograba que toda ley de reforma agraria fuese saboteada tergiversando sus fines y solo aplicable a tierras del Estado, tierras en “abandono” y zonas marginales pero en todo caso, de manera gradual a largo plazo.
Entre los grupos políticos de izquierda se debatía sobre si existían las condiciones objetivas y subjetivas para iniciar la lucha armada en el Perú. Mucho se especulaba pero no se pasaba a la acción. El bloque socialista mundial estaba dividido por posiciones encontradas entre los líderes soviéticos y sus pares chinos acusándose mutuamente de revisionistas y aventurerismo. Esta discrepancia se repetía en nuestro país y aparecieron los grupos pro chinos y pro soviéticos que estaban por la coexistencia pacífica con el imperialismo.
Gobernaba por entonces, el oligarca aristocrático y dueño del diario “La Crónica”, Manuel Prado Ugarteche del partido civilista, enemigo del aprismo. Este había sido ungido a la presidencia con el apoyo del partido aprista peruano para el periodo 1956- 1962 llamándose a su gestión como el gobierno de la “convivencia” de ambos partidos. El primer ministro era el terrateniente y dueño del diario “La Prensa” Pedro Beltrán Espantoso.
Estaban próximas las elecciones políticas de 1962 y los partidos políticos preparaban sus programas más atractivos incluyendo promesas de reforma agraria. Algunos partidos de izquierda también participaban con sus candidatos en discrepancia con los partidarios de la lucha armada.
Los trotskistas resolvieron constituir el grupo político “Frente de Izquierda Revolucionaria- FIR” y se fueron al campo a promover sindicatos campesinos como vía al socialismo. Hugo Blanco desarrolló la agitación sindical en el Valle de La Convención pasando a las acciones de fuerza mediante invasiones de tierras.
Por su parte el Apra Rebelde resuelve asumir la ideología marxista y toma más tarde en marzo de 1962, el nombre de “Movimiento de Izquierda Revolucionaria- MIR” decidiéndose por la opción de la lucha armada bajo el liderazgo de Luis De la Puente Uceda.
II. LA GENERACIÓN REVOLUCIONARIA DE LA DÉCADA 1960
En aquellos años, muchos líderes socialistas latinoamericanos acudían a los actos celebratorios de la Revolución Cubana comprobando sus beneficios y el fervor popular, lo cual despertaba en ellos el deseo de hacer lo mismo en sus respectivos países. La juventud estudiantil peruana se ilusionaba con una revolución similar.
A fines de 1961 llegó la noticia de que la Revolución Cubana otorgaba becas de estudios universitarios a jóvenes peruanos de bajos recursos, por intermedio de la Federación de Estudiantes del Perú. En Abril de 1962 los becarios tuvieron que salir por Arica al estar cortadas las relaciones diplomáticas con Cuba.
En la isla, los estudiantes peruanos quedaron impactados por el fervor revolucionario de aquellos días. Ver a los milicianos y milicianas andando armados por las calles, hablando de la revolución era un espectáculo inusual para nosotros. Había retratos y postales de todos los líderes guerrilleros que admirábamos con mucho fervor. Con gran entusiasmo remitíamos cartas a nuestros padres informándoles las maravillas de la revolución cubana, sin saber que esas misivas nunca llegarían a destino al ser interceptadas.
Las visitas a la Universidad de La Habana eran muy alentadoras ya que hasta las mujeres que habían trabajado en servicio doméstico podían estudiar medicina. El domingo 24 de abril, Fidel nos visitó por segunda vez y las vecinas del barrio corrieron a abrazarlo con mucho cariño. Nos sentamos en el piso como él, para conversar sobre la revolución cubana, los estudios universitarios y sobre la situación en el Perú. Nos dejó la alternativa de ayudar si estábamos dispuestos a luchar por la revolución en nuestra patria.
El entusiasmo nos embargó a muchos, pero había que pasar una primera prueba subiendo a toda marcha al cerro más alto de Cuba –“El Turquino”–, para luego bajar a “la Sierra Maestra” y recorrer los ex campamentos guerrilleros. Algunos fueron quedando en el camino por incapacidad física. El laureado poeta Javier Heraud hacía esfuerzos por ayudar a sus amigos escritores a continuar la caminata pero algunos desistieron.
Los que logramos pasar la primera prueba nos alistamos decididamente para iniciar la lucha armada en nuestra patria con miras a una revolución socialista, previa preparación político militar. En nuestro centro de adiestramiento recibíamos instrucciones sobre estrategia y tácticas alternando incursiones al monte con mochila y armamento.
En plena preparación, ocurrió la crisis que enfrentó a Estados Unidos con la Unión Soviética por la presencia en Cuba de cohetes nucleares teledirigidos. La alarma mundial por una posible tercera guerra mundial empezó a rondar y el peligro de invasión a la isla era inminente. Manifestamos nuestro deseo de integrar una brigada internacional para intervenir en la guerra en defensa de Cuba. No fue necesario. Los cohetes fueron retirados negociándose la seguridad de la revolución cubana.
En la preparación guerrillera, ejercíamos rotativamente el mando del pelotón y nos identificábamos con un número. Cuando le tocó el turno al compañero Jorge Bernia, este nos llamó prontamente a formación pasando lista en orden numérico pero llegó a uno que no respondía. Entonces dijo muy enérgico: ¡Qué pasa con ese número que no contesta! ¿Es que se ha quedado dormido? De pronto Bernia se dio cuenta y dijo: ¡Ay carajo. Ese número soy yo! con el consiguiente relajo general.
En una de las marchas de entrenamiento por el monte, llegamos ya avanzada la tarde a una zona enmarañada para acampar y pasar la noche. Cada uno limpiaba su lugar para colocar la hamaca. En eso estaba el compañero Juan Gómez (“Juan Gris”) muy agotado por la caminata. Pero sintió el deseo de “bajar de peso” y cuando regresó encontró a otro compañero cómodamente instalado en el lugar que había limpiado con tanto esfuerzo.
Muy molesto le increpó tal conducta al invasor pidiéndole que se retire sentenciando: “O te clavo un machetazo”. Sin inmutarse el fresco dijo: “Qué le pasa a este compañero, que todavía tiene una mentalidad burguesa pegado a la propiedad privada”. Esta escena causó tanta hilaridad en la tropa por la falsedad manifiesta que, rompió el silencio táctico pero quedó como anécdota que siempre recordaríamos.
En otra ocasión, un coronel español sobreviviente de la guerra civil en su país, nos daba una charla sobre la guerra popular a eso de las tres de la tarde. Se dio cuenta que el compañero Hermes Valiente, un obrero de construcción civil, estaba dormitando en la clase. Lo señaló y le dijo: ¿A ver qué nos dice el compañero sobre la guerra popular? Lo tomó por sorpresa y no tuvo otra que recurrir a la criollada.
Fue entonces que reaccionando dijo: “Mire compañero. La guerra es un negocio. Al igual que al carpintero le conviene que haya muertos para vender su cajones, así también al imperialismo le conviene la guerra para vender sus aviones y armamento militar. Es decir, como dijo un filósofo alemán: Es la misma chola con distinto vestido”. La risa fue atronadora.
Así trascurría nuestro entrenamiento hasta que en Septiembre de 1962 fundamos el “Ejército de Liberación Nacional- ELN”, en una votación en la que hubo varias propuestas. Ignorábamos que entre nosotros había también algunos jóvenes del MIR que se preparaban con nosotros y calladamente participaron de la fundación. Solo tiempo después nos dimos cuenta cuando al final de la preparación se separaron del grupo. De ellos, Pedro Pinillos murió combatiendo en la guerrilla comandada por Guillermo Lobatón en la selva central, en tanto que Ricardo Gadea de la organización urbana del MIR, sobrevivió.
En las postrimerías de nuestra preparación empezaron a llegar otros compañeros peruanos entrenados en otros lugares que se integraron al grupo. Entre estos, Alaín Elías, Héctor Béjar y Abraham Lama, quienes por ser de más edad y con mayor trayectoria política asumieron la dirección del grupo bisoño. El “Che” había manifestado su simpatía por nuestro grupo por lo cual los muchachos decían que era nuestro padrino sin pensar en lo que ocurriría después.
Por voluntad propia decidimos organizamos en dos pelotones destinados a iniciar operaciones en Perú. Uno se dirigiría a Pasco donde la efervescencia de las luchas campesinas era muy alta en aquellos días y otro con destino al Valle de la Convención donde suponíamos había ya un grupo guerrillero (Ignorábamos que no era tal).
III. RUMBO A PUERTO MALDONADO
En los primeros días de 1963 empezamos a viajar por diferentes vías para reencontrarnos en Bolivia como paso previo a nuestra incursión al Perú. El comando manejaba los detalles de la operación y los demás no preguntábamos a fin de evitar indiscreciones y no exponer riesgos a la misión en caso de ser apresados y torturados.
Mientras tanto, en la escena nacional se habían cumplido las elecciones de 1962 con tres principales candidatos a la presidencia: Víctor R. Haya De la Torre, Fernando Belaunde y Manuel A. Odría. Ninguno alcanzó el tercio requerido y entre acusaciones de fraude se produjo un golpe militar que convocó a elecciones para el año siguiente. Con estas miras, los grupos políticos incluyendo de izquierda estaban empeñados en participar en las campañas electorales nuevamente.
Nuestro reagrupamiento en Bolivia, la organización de la ruta de ingreso, la adquisición de armamento y pertrechos, ropa de campaña, logística, corrieron a cargo del comando de nuestra agrupación con la ayuda del Partido Comunista Boliviano y a inicios de Mayo de 1963 estábamos ya atravesando la selva boliviana rumbo a Puerto Maldonado. La ruta fue dificultosa y tensa al tener que recorrer pueblos y ríos sin despertar sospecha.
El último tramo fluvial fue por el río Manuripi y algunos iban cantando “Por los ríos y montañas, guerrilleros libres van, los mejores luchadores, del campo y de la ciudad. ¡Abajo el imperialismo! Viva la Revolución”. Éramos sesenta muchachos en dos grupos de treinta dispuestos a luchar por una causa noble, sin reparar en los graves peligros que nos acechaban.
Seguimos por un sendero que nos acercó a la frontera. En toda la travesía nos había acompañado como guía el “camba” Julio Luis Méndez Corne- “Ñato”, miembro del Partido Comunista Boliviano. (Su muerte estaba reservada para 1967 combatiendo en la guerrilla del “Che” cuando ya salvaba el cerco militar de la quebrada del Churo- La Higuera).
Nuestra columna guerrillera se abría paso bajo la sombra de una jungla silenciosa. Tras la escuadra de vanguardia venía el grueso de guerrilleros. Al centro el comando, y más atrás, la escuadra de Javier Heraud que cargaba su ametralladora ZB30, caminando “entre pájaros y árboles”, recio como un guerrero espartano. Lejos estaba de presagiar su súbita muerte en Puerto Maldonado cumpliendo una misión especial.
No éramos del partido comunista ni de otro partido político. Simplemente éramos jóvenes patriotas, dispuestos a dar la vida luchando por una revolución justiciera. Ya no éramos becarios que buscábamos una profesión en provecho propio. Luchar por la sociedad estaba por encima de lo personal. Pero todo lo habíamos dejado de lado por una causa suprema.
No teníamos líderes pre definidos ni definitivos porque nuestra posición al respecto era que estos, deberían surgir de la misma lucha. Tampoco teníamos un partido político porque este debería forjarse desde nuestra base social participando en el proceso revolucionario. Por ello, nunca practicamos el culto a la personalidad ni estuvimos atados a dogmatismos alienantes.
Al llegar a la frontera recibimos la mala noticia de que la ayuda peruana comprometida para llegar a nuestros destinos operativos había sido cancelada dejándonos colgados en plena selva desconocida para nosotros. Esta inconsecuencia traicionera de último momento, por oportunismo electorero, nos puso en una situación crítica, pues no tendríamos los guías ni la organización de apoyo para llegar a los destinos planeados.
El desaliento cundió en la tropa en pugna con la intrepidez de avanzar por nuestros propios medios. La audacia se hizo presente y resolvimos optar por un operativo arriesgado. Un comando de guerrilleros con capacidad de conducir vehículos se infiltraría cruzando la frontera para regresar con camiones en supuesta “campaña electoral” los cuales abordaríamos para continuar nuestra misión.
Fueron comisionados Abraham Lama, Alaín Elías Caso, Javier Heraud Pérez, Manuel Cabrera Valenzuela, Mario Rodríguez Mesía y Edilberto Márquez Núñez. Partieron con la orden de evadir Puerto Maldonado y salir a la carretera directamente. Sucedió todo lo contrario y fueron detectados.
Ante la resistencia a la detención y la dispersión se produjo un confuso tiroteo. Dos de ellos alcanzaron el río abordando una canoa de escape pero fueron baleados estando indefensos, y no obstante las señales de rendición, fueron acribillados a mansalva, sin conocerse todavía de quienes se trataba. Ellos eran Alaín Elías que quedó mal herido y Javier Heraud quien perdió la vida aquel infausto 15 de Mayo de 1963.
A Javier, la oscuridad le llegó estando en el seno del río Madre de Dios y su “Elegía” se hizo realidad aquel día. “El Viaje” fue el último y terminó en “El Río” que era su otro yo.
“Yo no me río de la Muerte.
Sucede simplemente,
que no tengo miedo de morir
entre pájaros y árboles.
Así sucedió como en el verso. Javier Heraud fue abatido y el impacto de su inmolación tocó las fibras más sensibles de la sociedad peruana. Su sangre derramada, romántica y guerrillera, se expandió como pétalos de flores que el pueblo ha recogido de mil maneras, estampando su nombre en las promociones estudiantiles, en calles, plazuelas, centros de educación pública, pueblos marginales, etc., sin que los opresores pudieran evitarlo.
Doblaron las campanas en el silencio del monte y sentimos el profundo dolor de su inesperada muerte que, para su madre, debió ser como un lanzón al corazón. Ella lo creía estudiando cinematografía en Cuba. Nuestros padres, al escuchar las noticias, rogaban al cielo para que no estuviéramos en las mismas andanzas.
Ese mismo mes, las fuerzas represivas acudieron al Valle de La Convención en el Cusco, para sofocar las invasiones de tierras y capturar al líder Hugo Blanco Galdós quien fue hecho prisionero pero su prestigio popular se incrementó tras haber pasado a la acción revolucionaria con su consigna “Tierra o Muerte”. Su labor sindical pese a las limitaciones, sin embargo contribuyó a crear conciencia nacional de la necesidad de hacer justicia social en el campo.
IV. UN PASO ATRÁS Y DOS ADELANTE
Alertados por los sucesos de Puerto Maldonado, era inminente que los dos ejércitos de los países fronterizos salieran a la búsqueda y exterminio de nuestro grupo. Tuvimos entonces que replegarnos diseminándonos en la selva boliviana para reagruparnos nuevamente e intentar otra vía de acceso. Para evadir la persecución tuvimos que seguir rutas inusuales y cruzar selva virgen a campo traviesa.
Pese a ello, podríamos decir que la operación frustrada en Puerto Maldonado evitó mayor derramamiento de sangre y muerte segura de muchos de nosotros que románticamente creíamos que la travesía en campo peruano sería fácil. Lo que vino después, fue dramático e hizo ver a muchos que la guerra de guerrillas era un sacrificio inmenso de gran coraje para arriesgar la vida por un ideal.
Agotadas las provisiones hicimos la retirada a marchas forzadas abriéndonos camino con intrepidez, pasando muchas peripecias, hambre y sed extrema que ponían a prueba nuestras convicciones y fortaleza revolucionaria. Sobrevivíamos de lo que podíamos arrancar a la naturaleza. El “Ñato” nos enseñó a pescar pirañas con solo un trapo rojo, otras veces encontrábamos castañas, aves salvajes, monos, tortugas y lagartos con los que lográbamos recuperarnos.
Cierta tarde, tras caminata agotadora estábamos sedientos pero al llegar a un pajonal divisamos una poza de agua sobre la cual nos lanzamos para beber. Grande fue nuestra sorpresa al encontrarla ocupada por una gran serpiente “yacumama” de unos quince metros. La sed era desesperante y resolvimos dispararle para acceder al agua, a lo que nuestro guía el “Ñato” se opuso rotundamente por el peligro de que nos barriera con la cola como reacción de supervivencia.
Tuvimos que proseguir nuestro rumbo aguantando hambre y sed. Al acampar, lográbamos escuchar por las noches lejanos tambores de guerra de tribus salvajes mientras hacíamos de centinelas soportando en todo momento a los mosquitos que nos trasmitían el mal de la uta (leishmaniasis).
Poco a poco fuimos alejándonos del peligro hasta llegar a algunos pueblos ribereños en los que podíamos pasar desapercibidos para continuar viaje vía aérea hacia Cochabamba y La Paz. Los que quedamos al final, proseguimos por ríos navegables acampando en sus playas donde podíamos alimentarnos con huevos de tortugas de río que, en abundancia salían por la noches a depositar unos 40 huevos cada una.
Así logramos escapar de todo, pero el impacto de la experiencia vivida diezmó la moral de los más débiles que optaron por no continuar. La policía boliviana detectó nuestra presencia en la ciudad y algunos tuvieron que fungir de asilados políticos. Había que empezar de nuevo reorganizándonos para planear nuestro ingreso al país y preparar nuestro alzamiento con mayor eficacia.
V. LA SEGUNDA INSURGENCIA
Así llegamos a 1964 en que logramos trasladarnos a nuestro país, explorar posibles zonas para el foco guerrillero, conseguir armamento, preparar la red urbana, hacer vida clandestina, convocar nuevos contactos en diversas zonas del país, reclutar a los más decididos y organizar la logística. Quienes habían estado involucrados en los sucesos de Puerto Maldonado, salieron de prisión pero ya no quisieron alzarse en armas.
Recorrimos los valles selváticos del Cusco y Ayacucho, decidiéndonos por una zona entre el río Apurímac y el Pampas, con acceso a la selva de La Convención. La ventaja era de que, uno de los nuestros era miembro de la comunidad de Chungui cercana a nuestro campamento inicial en la selva de Chinchibamba. Tenía amplio conocimiento de la geografía zonal, hablaba el idioma de los lugareños y tenía ascendencia en la comarca. Entre tanto, miembros del Partido Leninista del Perú se integraron al grupo como simples soldados.
Ya el 7 de Febrero de 1964, Luis de la Puente, en su discurso de la Plaza San Martín había manifestado: “Ha pasado la hora de la economía capitalista perfeccionadora de la explotación del hombre por el hombre. La burguesía peruana llega tarde a la historia. Ella no es dueña ni de su propio mercado. Tan solo las masas que no tienen interés en seguir manteniendo ningún régimen de explotación serán capaces de enfrentarse a la oligarquía y al imperialismo hasta las últimas consecuencias. Esta es la hora de los pueblos. Esta es la hora de iniciar el camino hacia el socialismo.”
En las Tesis políticas del MIR publicadas en Marzo de 1964, se leía: “Ante este destino claro e inapelable de la burguesía, del gobierno y del régimen, no cabe equívoco de parte de las fuerzas de izquierda. Ellas deben prepararse para no dejarse sorprender sino quieren también ser arrastradas por la tormenta. Ellas deben prepararse para cumplir su destino histórico. Y no hay mejor manera de prepararse que planteándose desde ya la tarea suprema, la tarea definitiva de la lucha por la toma del poder”.
Tras estos planteamientos el MIR anunció al país en el verano de 1965 que se alzaba en armas, lo que obligó al Ejército de Liberación Nacional-ELN, a apresurar nuestra subida al monte antes de que la represión nos lo impidiera. Lo hicimos en Abril dando a nuestra guerrilla el nombre de “Javier Heraud”.
A cargo de la red urbana quedó Juan Pablo Chang Navarro-Lévano- “Francisco”, quien hizo una gran labor política en el sector estudiantil y organizaciones de trabajadores. Puso en circulación el periódico “Masas” y otras publicaciones, además de su labor de reclutamiento.
Una parte de los que hicieron la travesía en la selva boliviana en 1963, optaron por no continuar y otra parte prefirió seguir pero solamente en la red urbana. Otro grupo estaba en Cuba recibiendo entrenamiento. Militantes leninistas dejaron familia y todo para alistarse como combatientes en la guerrilla aunque les faltaba preparación militar pero asumieron las consecuencias.
Así lo hizo el dirigente sindical obrero Luis Zapata Bodero -“Hernán”, y el dirigente político Guillermo Mercado León- “Rosendo”. Estos se integraron a la guerrilla conformada por los combatientes provenientes de grupo original del ELN: Héctor Béjar Rivera- “Cali”, el poeta Edgardo B. Tello L. –“Cuyac”, Milciades Ruiz Rojas- “Capac”, Jorge Toque Apaza-, César Pareja “Dumbo”, José Bernabé Gurrionero Castro – “Atito”, Hermes Agapito Valiente Granados- “Moisés”, Hugo Ricra Corrales- “Conti” y tres más que más tarde desertarían.
A ellos se sumaron los revolucionarios ayacuchanos Edgar De la Zota “Fermín” y Edwin García. Este último, había puesto a disposición de la guerrilla su fundo agrícola en las orillas del río Pampas que nos servía de refugio y abastecimiento. Se retrasó en incorporarse a la guerrilla y cayó prisionero antes de alzarse con los peligros que ello implicaba.
Guiaban nuestro accionar cinco objetivos y dos métodos. Gobierno socialista Obrero campesino como expresión democrática del pueblo en armas, Revolución Agraria, Nacionalización de Recursos Naturales confiscando y expulsando a las empresas extranjeras que se nieguen a acatar las leyes revolucionarias, Soberanía Nacional sobre la base de la independización económica y solidaridad con todos los pueblos oprimidos.
Los métodos: Lucha armada para la toma del poder y Unidad Popular. La nueva democracia socialista tendría que ser fruto de las decisiones del pueblo en armas dentro de una nueva institucionalidad emanada de la nueva organización ciudadana. Unidad de acción con nuestra base social desde el inicio de la lucha para generar la organización popular de gobierno en la nueva democracia socialista.
Estando ya bajo el gobierno de Belaunde, sometido por la oligarquía, chantajeado por la embajada norteamericana y entrampado por la coalición “Partido Aprista/Unión Odriísta” que controlaba el poder legislativo, miles de campesinos en diversas regiones de la sierra continuaban invadiendo los latifundios de los terratenientes, tomando las tierras que les fueron arrebatadas en el pasado con la consiguiente represión que teñía de sangre los campos.
El 9 de Junio de 1965, la guerrilla “Túpac Amaru” del MIR comandada por Guillermo Lobatón y Máximo Velando, tomaron por sorpresa la mina “Santa Rosa” en la sierra de Junín iniciando la lucha armada en el centro del país. Varios puentes fueron volados para proteger la retirada de los combatientes. Tomaron el puesto policial de Andamarca y las haciendas Runatullo, Punto, Armas, Alegría. El 27 de Junio, derrotan a una patrulla policial en Yahuarina capturando numerosas armas y pertrechos militares.
Los combates siguieron en Púcuta del 1 al 3 de agosto, en que se retiran hacia Intiyalamuy (Sol Naciente), el campamento guerrillero. Los valerosos combatientes se replegaron hacia la selva para seguir resistiendo el asedio los siguientes meses, con gran coraje y heroísmo.
Desde su campamento de “Mesa Pelada” en La Convención -Cusco, Luis De la Puente Uceda, al mando de la guerrilla “Pachacútec” convocó al pueblo peruano a levantarse en armas por la auténtica liberación. El Septiembre, el ejército enemigo cercó el campamento de los guerrilleros del MIR y empezaron los combates. El 23 de Octubre, según comunicado de las fuerzas armadas, en el combate de Amaybamba fueron abatidos Luis de la Puente, Rubén Tupayachi, Paúl Escobar, Edmundo Cuzquén, Agustín Marín, Hugo Soto, Benjamín Quispe y otros.
Por su parte la guerrilla “Javier Heraud” del Ejército de Liberación Nacional- ELN, se movilizaba reconociendo el terreno antes de iniciar las acciones bélicas. Poco a poco nos fuimos acercando a nuestra base social rompiendo la desconfianza y el temor inicial del campesinado. Aunque en vez de mochilas usábamos el “Qqepi” o manta, a la usanza ayacuchana, no dejábamos de ser “mistis” para los campesinos, en actitud defensiva tras siglos de abuso del blanco colonialista y republicano.
Conforme avanzaba el trabajo político, la desconfianza se iba disipando. Dábamos muestra de nuestra solidaridad con ellos y curábamos a sus enfermos con la poca medicina que llevábamos. Se convencieron de que no éramos sus enemigos sino sus aliados. Ya no éramos “papai” y nos comenzaron a llamar “hermano”. Eran ellos los que nos buscaban y llevaban alimentos y por más que evitamos ser ubicados lograban seguir nuestras huellas en el monte.
Pero nuestra guerrilla era móvil y siempre estábamos en marchas forzadas. Nuestras necesidades tácticas nos hacían ascender hasta la cordillera a 4,500 m.s.m. y bajar a nuestra zona de escondite transitando de noche, soportando el frío que calaba los huesos y las lluvias de altura que bañaban nuestro cuerpo sin poder acampar hasta llegar a zonas de refugio. No hay zapato que resista subiendo y bajando entre cordillera y selva con los caminos anegados pero era parte de la vida cotidiana a la que teníamos que acostumbrarnos.
No es fácil habituarse al sacrificio diario en los días iniciales de la guerrilla hasta lograr la supervivencia táctica, escapando a toda prisa del peligro para poder sobrevivir, sufriendo extremos de hambre, sed, frío, sin derecho a enfermarse, cargando armamento y municiones. La moral combativa sufre y las convicciones flaquean. Es así como, el hombre base de nuestro grupo, el que conocía la zona y hablaba el idioma del lugar, de pronto desertó dejándonos en fatal desventaja.
Habiendo perdido nuestro guía geográfico hubo mayor necesidad de explorar para tener rutas de escape pero otros dos desertaron. No obstante, aun con las bajas mencionadas iniciamos las intervenciones de justicia que dio por resultado la huida de los gamonales odiados por los campesinos. Solo uno de los hacendados que era oficial retirado del ejército nos recibió a balazos en la hacienda “Chapi”, no dejándonos otra opción que abatirlo.
Hubo algarabía entre los campesinos de la zona por la acción justiciera de la guerrilla. El ELN había logrado una fabulosa compenetración con su base social, el campesinado. Pero este, imprudentemente mostraba sus simpatías haciendo caso omiso a nuestras advertencias del peligro que corrían, lo que más tarde les costaría la vida a muchos. No guardar el secreto fue fatal.
Mientras tanto en el Parlamento la alianza política contra natura del aprismo con el odriísmo aprobó sin mayor trámite la pena de muerte para los guerrilleros y sus colaboradores. Pero también, el ejército enemigo se concentró en nosotros después de haber reducido las guerrillas del MIR.
El desconocimiento de la zona para movilizarnos con seguridad fue nuestra mayor debilidad. Estábamos obligados a explorar para conocer la zona al detalle pero a costa de dispersarnos perdiendo poder de fuego. Las fuerzas represivas llegaron a la zona y empezó el baño de sangre ensañándose con los campesinos y sus familias.
Los comuneros de Chungui estuvieron apoyándonos desde el comienzo. Les advertimos del peligro que corrían pero no se cuidaron. Nemesio Junco un campesino de Soccos que estaba identificado con la guerrilla y nos ayudaba siempre en nuestro recorrido por el río Pampas fue capturado, torturado y fusilado y lo mismo hicieron con Juan Morales Villena y el adolescente Pedrito Ayuque que fue el primero en integrarse a la guerrilla.
Igual suerte corrieron los comuneros de Chungui: Urbano Tello Bellido, Gualberto Berrocal Piñarayme, Celestino Valencia Tello, Constantino Valencia Tello, Víctor Livio Valencia. En la hacienda Muyocc fueron igualmente ejecutados los campesinos Julio Oscco, Víctor Soriano, Alejandro Gómez y Alejandro Acuña. Pero además fueron perseguidos, capturados y eliminados campesinos colaboradores de otras zonas desatándose un clima de terror porque muchos inocentes fueron ejecutados pese a los alegatos y ruegos.
Rondaba el fantasma de la delación y la traición que, sumados a nuestro exceso de confianza nos expuso al desastre. Nuestro campamento fue cercado cuando algunos estaban explorando. Alguien condujo a las tropas enemigas a nuestro campamento y de improviso empezaron los enfrentamientos con nuestro grupo en la tarde del 17 de diciembre de 1965.
La diferencia en armamento era enorme. No obstante, el poeta revolucionario Edgardo Tello Loayza –“Cuyac–, el joven estudiante aimara Jorge Toque Apaza y el becario arequipeño César Pareja, combatieron hasta morir para cubrir la retirada de sus compañeros.
Los combates continuaron el 24 de diciembre, cayendo Guillermo Mercado León – “Rosendo”– que era un combatiente de gran trayectoria política. En la mañana siguiente ocurrió un combate en que el becario Hugo Ricra Corrales –“Conti”– recibió un balazo en el omóplato que lo desbarrancó mortalmente.
El 27 fue capturado en las alturas de Oxamarca Luis Zapata Bodero–“Hernán”–, dirigente sindical obrero. Lo torturaron hasta el cansancio para arrancarle secretos guerrilleros. Al no lograrlo le mostraron las pertenencias de sus compañeros caídos, conmoviéndolo de tal manera que no pudo contener el llanto fraterno. Fue ejecutado extrajudicialmente el 3 de Enero siguiente.
Hubo un combate la noche del primer día del año 1966, cayendo el estudiante liberteño José Bernabé Gurrionero Castro, junto con el obrero sindicalista Hermes Agapito Valiente Granados- “Moisés”.
Informes confidenciales daban cuenta que el revolucionario ayacuchano Edwin García, quien había caído preso antes de iniciar las acciones fue arrojado a la selva desde un helicóptero el 30 de diciembre de 1965 después de ser torturado.
En la continuación de la lucha fue capturado en Lima el estudiante arequipeño Fortunato Silva Sánchez (1967), de la red clandestina urbana. Fue ejecutado extrajudicialmente, muriendo estoicamente sin revelar secretos de nuestra organización ni delatar a nadie.
Estos luchadores de la patria no tienen tumba, ni reconocimiento a su inmolación como muchos otros héroes del pueblo. Pero tienen un gran monumento en la memoria de nuestro pueblo y en historia de la lucha revolucionaria de nuestra patria.
VI, EL TERCER INTENTO
La dispersión de nuestra guerrilla sucedía en momentos en que el jefe de nuestra red urbana, Juan Pablo Chang, estaba de viaje para participar en la histórica Conferencia Tricontinental de La Habana de Enero de 1966, conjuntamente con los líderes revolucionarios de África, Asia y Latinoamérica (S. Allende, Marulanda, Percof, Douglas Bravo, Ortega, Turcios Lima, entre otros). Ignoraba todo lo que venía sucediendo en la zona de combate por lo que, recibió con entusiasmo la decisión del “Che” de venir a integrarse a nuestra guerrilla.
Estando de incógnito el “Che” se despidió de la Tricontinental mediante carta en la que lanzaba la consigna de “Crear uno, dos, tres, muchos Vietnam”, como estrategia de lucha mundial contra el imperialismo. Se hicieron los preparativos para el viaje clandestino del Che al Perú, mientras por otro lado Juan Pablo Chang retornaba al país para organizar la incorporación de dicho líder internacional a nuestra guerrilla.
El Che tuvo que sortear las dificultades de su recorrido clandestino rumbo al Perú. Pero nuestra guerrilla estaba diezmada y dispersa por lo que no había garantías de que pudiéramos trasladar al Che a la zona de alzamiento. Se tuvo que cambiar planes abriendo un nuevo foco en la selva de Puno a la que era más factible que pudiera llegar el Che con la seguridad requerida. Se trabajó de inmediato y se organizó todo para tal efecto.
No obstante, ante la incertidumbre sobre las condiciones en Perú, el Che se detiene en Bolivia y toma más tarde la alternativa de organizar un foco guerrillero en este país, con el mismo nombre de nuestro movimiento, y con algunos de nuestros integrantes que venían de prepararse en Cuba. La campaña guerrillera del “Che” en Bolivia duró hasta Octubre de 1967.
En la foto se aprecia al compañero Juan P. Chang junto al “Che” en el campamento guerrillero de Ñanacahuazú
Murieron combatiendo en la guerrilla del ELN boliviano al mando del “Che” nuestros compañeros Juan Pablo Chang Navarro-Lévano- “Francisco”, Lucio E. Galván Hidalgo- “Eustaquio”, encargado de las comunicaciones y Restituto José Cabrera Flores –“Negro”, médico de la guerrilla. En la red urbana de este histórico movimiento en Bolivia sobrevivió nuestro compañero Julio Dagnino Pacheco- “Sánchez” corriendo todos los riesgos de su misión revolucionaria.
Tras la muerte del “Che” y el descubrimiento del foco guerrillero en la selva del Tambopata – Puno, por documentos capturados junto al diario del “Che”, se tuvo que postergar el inicio de operaciones allí, pero al año siguiente Belaunde fue depuesto de facto por un grupo militar encabezado por el General Juan Velasco Alvarado. El gobierno militar asumió parte de nuestras banderas, favoreciendo con una radical reforma agraria a nuestra base social.
En todas las etapas de la campaña guerrillera, hubo muchos otros revolucionarios involucrados arriesgándolo todo. El científico Dr. Zuño Burstein Alva, Jefe en enfermedades tropicales del Hospital Dos de Mayo, nos ayudó mucho en la clandestinidad, tanto en nuestra preparación sobre primeros auxilios como, poniendo todo su empeño en combatir la leishmaniasis que afectaba al grupo guerrillero.
El empresario de logística minera Carlos Zegarra que había recibido preparación guerrillera, tuvo a su cargo la introducción de armamento para nuestra misión, contribuyendo también con el apoyo económico en diversas ocasiones. Así como ellos, hubo muchos otros cuadros revolucionarios que formaron parte de nuestra organización en diversos campos. Todos ellos, merecen el reconocimiento de la patria y de la historia.
En el desarrollo de todo este dramático episodio histórico destaca el liderazgo del Combatiente en Jefe, compañero Héctor Béjar Rivera, bajo cuyo mando el Ejército de Liberación Nacional- E.L.N. cumplió su rol revolucionario. Este líder revolucionario llevó sobre sus hombros la gran responsabilidad histórica de conducir la gesta guerrillera con mucho temple, entereza y valentía, asumiendo los riesgos políticos y de su propia vida desde el mismo campo de batalla.
Su honestidad revolucionaria y su trayectoria consecuente, no ha sido debidamente valorada por la mezquindad que afecta nuestro campo político. La muerte no es un requisito para reconocer a los héroes que sobrevivieron luchando por la patria. La historia se encargará de darle el sitial que le corresponde.
VII. CONCLUSIÓN
Con la muerte del Che en Bolivia, se cierra el capítulo más glorioso de la historia revolucionaria latinoamericana por el socialismo en la década de 1960. En lo que al Perú respecta, podemos decir que asumimos nuestra responsabilidad histórica en un momento en que se presentó la oportunidad de emprender la revolución por una patria socialista. No lo logramos pero al menos, lo intentamos aún a costa de nuestras vidas. Si nos equivocamos, fue de buena fe. Si perdimos, lo hicimos con dignidad. Nunca por oportunismo ni personalismo.
Tuvimos que abrimos paso venciendo obstáculos en nuestro propio campo que nos mezquinó su apoyo favoreciendo al enemigo. Conspiraron contra nuestro mejor desempeño el oportunismo electorero, el egoísmo sectario y la deshonestidad política. Esta izquierda nociva nos ha seguido criticando aún después de la campaña guerrillera para justificar su cobardía. Ningún reconocimiento al esfuerzo desplegado.
La lección histórica es que, a pesar de todo, forzamos cambios históricos que vinieron luego en la década de 1970. El heroísmo guerrillero de 1965- 1967, también estremeció la conciencia de los altos oficiales del Ejército que encabezados por el general Juan Velasco Alvarado, comprendieron que no valía la pena el derramamiento de sangre entre peruanos en beneficio de la oligarquía. Ellos tomaron algunas de nuestras banderas de lucha y asumieron el poder político para iniciar un proceso de reformas estructurales que por entonces, cambiaron el país.
Los guerrilleros fuimos amnistiados, se promulgó una radical reforma agraria, se nacionalizó la explotación del petróleo y de recursos minerales expropiando a las empresas norteamericanas. En el balance, podemos decir a favor de nuestro haber, que contribuimos a que la oligarquía terrateniente y el gamonalismo fueran eliminados definitivamente, liberando a los campesinos del yugo que arrastraban desde sus ancestros tras la conquista española.
Hemos visto llorar de alegría a recios campesinos tras liberarlos de la opresión del amo terrateniente. Cada vez que hacíamos entrega de las tierras a los vasallos de las haciendas por mandato de la reforma agraria, estos generalmente explotaban en llanto emotivo y nos abrazaban como salvadores. Llegaba a su fin, la abusiva opresión feudal que por siglos les arrebató sus tierras desde el sometimiento del Tahuantinsuyo a una potencia extranjera.
Cuantas humillaciones, asesinatos, violaciones a hijas y esposas de los campesinos, carcelería, despojos, castigos corporales y abusos de toda índole, se han evitado al impedir que el feudalismo continuara hasta ahora. Aunque la reforma agraria fue desactivada y la contrarrevolución frustró el proceso de reformas estructurales de la década de 1970, el Perú es ahora distinto a lo que fue bajo el dominio oligárquico y feudal. Lo que pasó después con nuestro país es ya conocido.
Han transcurrido 50 años desde nuestra insurgencia armada de 1965, como también es el tiempo que las guerrillas colombianas llevan combatiendo y cuyas organizaciones nacieron a la par con las nuestras. Pero si comparamos resultados efectivos podemos decir que nuestros logros, aún siendo indirectos fueron mayores y los costos, mucho menores. Es que los procesos históricos suceden de manera diferente en cada país.
Las guerrillas de 1965 por una revolución socialista tuvieron corta duración pero si comparamos costos beneficio e influencia histórica con lo hecho por la izquierda electorera en estos 50 años, quizá tengamos que reformular nuestros planteamientos. Las luchas de masas en protesta frente al abuso gubernamental suelen ser más efectivas cuando se carece de poder político.
La conclusión es que, el pueblo sumiso que solo se defiende pero no lucha, se condena a sí mismo. Para que haya cambio, no basta el reclamo ni la protesta pasiva. Hay que pasar a la acción revolucionaria si queremos un mundo mejor. Los derechos ciudadanos se consiguen con la lucha aún a costa de muchas vidas y derrotas temporales.
Los fracasos de las luchas populares por la liberación son muchas veces precursores del triunfo final. Por ello, no deben ser motivo de desaliento sino de persistencia porque siempre es un paso más en el avance hacia la meta final.
La gesta de Túpac Amaru terminó en derrota militar pero estremeció la consciencia de liberación en toda América no solamente en aquel momento de su rebelión sino también hasta ahora, su lucha ha quedado como un sentimiento ancestral que se conserva entre nosotros de generación en generación porque muchas aspiraciones aun están pendientes.
La oportunidad histórica fue bien aprovechada por los revolucionarios independentistas que liberaron a los virreinatos de la monarquía española y el triunfo fue rotundo. Eso fue lo que quisimos conseguir los revolucionarios socialistas de la década de 1960 al pretender aprovechar el momento histórico para liberar a nuestra patria de las garras del imperialismo.
No lo conseguimos y muchos no pudieron volver a casa. Sin embargo, pese a los reveses, los ideales siguen incólumes y el triunfo llegará tarde o temprano. Eso lo sabe el pueblo que, pese al tiempo transcurrido, aún flamea la insigne figura heroica del Che y de los guerrilleros peruanos en el pensamiento, en el corazón, en las banderas de sus luchas cotidianas.
La revolución no es propiedad de ningún partido político. La revolución es obra del pueblo. Esa es la condición de ser del socialismo. Nuestra formación revolucionaria fue humanista y por ello, jamás pasó por nuestra mente el repudiable método del terrorismo cuya tiranía es incompatible con la causa socialista y ajena a una democracia con justicia social.
Está claro que vivimos en una dictadura mundial que condiciona nuestras vidas y la lucha debe continuar hasta alcanzar el triunfo anhelado. Tenemos la historia de nuestra parte y al igual que la monarquía absoluta feneció por obra del pueblo revolucionario, así también el sistema de dominación capitalista avanza inexorablemente a su final en la medida que el pueblo revolucionario de ahora, logre inclinar la balanza a su favor en la lucha por un mundo más equitativo.
El día que se escriba la historia verdadera, los heroicos combatientes revolucionarios de la década de 1960 tendrán el reconocimiento merecido que hoy está proscrito en la historia oficial pero no en el corazón de nuestro pueblo. Por ahora solo podemos decir: ¡Gloria eterna en nuestra historia, a los combatientes revolucionarios que ofrendaron su vida luchando por la República Socialista del Perú!
Lima Febrero del 2015
Milciades Ruiz
Ex jefe del Estado Mayor
EJERCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL- ELN
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