Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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jorgealiagacacho@hotmail.co.uk
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16 de marzo de 2014

Javier Solís


Jorge Aliaga en el Teatro, Playhouse, Edimburgo


Por Jorge Aliaga Cacho.

Cuántos amigos de mi generación recordarán esas canciones que escuchaban nuestros padres. Alguna radio encendida transmitiendo las voces de Jorge Negrete, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejía, Luis Aguilar, entre otros charros mexicanos. Recuerdo, la vez, que mi madre me llevara de la mano para ver a uno de sus ídolos. Me llevaba al cine "Pizarro", si mal no recuerdo el nombre, que quedaba en la Plaza Italia de los Barrios Altos. El cantante era Ángel Infante, hermano de Pedro Infante. Me quedé impresionado al verlo pues era para mí, que todavía era niño, algo así como ver a un héroe que se proyectaba desde las pantallas de cine, o la reciente aparecida televisión, hasta mi propia vista, mi propia realidad. Vestía su traje de charro y al inicio del 'show' esperaba a sus fans, que antes eran conocidas como admiradoras, en la puerta del cine-teatro. Bueno, los cines tenían ese nombre también: se les conocía como cine-teatros. Mi madre y mi abuela, recibirían, esa vez, las atenciones del charro mexicano que lucía en el cincho su luminosa pistola, Colt 45. Una correa de cuero ancho sujetaría su pantalón negro. Quedé sorprendido al verlo. Me sorprendió, aún más, cuando se inclinó cerca a mi cara para firmarle un autógrafo a mi madre y, luego, plantarle un beso en la mejilla. Mi madre ruborizada y contenta sostenía en el cine-teatro, el programa del espectáculo apretado en su mano. Esa era época de buenos cantantes que no necesitaban efectos de sonido, luces, 'humito', ni nada por el estilo, para ganarse el cariño y admiración de su pueblo. Mi curiosidad, y la evocación de mis recuerdos, me han llevado a leer las lineas biográficas de quien considero fue, tal vez, el último 'Charro de Oro' del cine mexicano. Me estoy refiriendo a Javier Solís, cuyo nombre verdadero fue Gabriel Siria Levario mejor conocido como Javier Solís (1931 - 1966). Su madre trabajaba en un puesto de mercado y lo dejó encargado, a éste todavía bebe, con sus tíos a quienes, Gabriel, el futuro artista, siempre reconocería como a sus padres. Su educación formal se truncó al terminar el 5º grado de educación primaria. Su vida fue, realmente, muy interesante, dramática yo diría, que podría ser tema de una buena película: pues no hay fuentes certeras que confirmen su origen de nacimiento, excepto el acta de defunción gubernamental del registro civil. En 1939 falleció su madre adoptiva. El niño Gabriel, tenía 8 años, por entonces trabajaría en varios oficios: panadero, carnicero, cargador en mercados y lavador de carros. Más tarde se interesaría por el deporte y llegó a ser aficionado al boxeo, fútbol y béisbol. Su interés por el canto había comenzado en la escuela donde actuaba en las funciones escolares. Continuaría con el arte del canto interpretando tangos en una carpa. Su primera oportunidad profesional se la dio el payaso Manuel Garay, administrador del Teatro Salón Obreo. Gabriel llegaría a ganar un concurso donde obtuvo como premio un par de zapatos. Luego, el propietario de una carnicería, donde el joven artista trabajaba, al reconocer su talento artístico, le hizo tomar clases de vocalización con el maestro Noé Quintero quien había dado clases, también, a establecidos cantantes en la arena musical de la época. Antes de actuar como solista Gabriel lo hacía acompañado de sus amigos, formando dúos y tríos. En 1948, cuando todavía trabajaba como carnicero, se convirtió en solista. En las noches solía cantar con los mariachis en la Plaza Garibaldi de la ciudad de México. Luego en restaurantes, cabarets y otros. Javier Solís grabó 379 canciones en 10 años. Sin lugar a dudas su fama se hizo sentir en todos los rincones de América. Su carrera incluiría giras a los Estados Unidos en donde hizo grabaciones con, el reconocido músico, Chuck Anderson. También grabaría temas de Agustín Lara, el autor de "María Bonita".  Javier Solís transformaría a la ranchera mexicana dándole toques urbanos. Creo que era una evolución necesaria ya que la población del campo venía a la ciudad y con ello se iniciaba una simbiosis que nos daría como resultado este fenómeno musical que todos mis coetáneos, tal vez, recuerden cuando escuchan mencionar el nombre: Javier Solis. En México, luego de haber sido dado de alta del Hospital Santa Elena, Javier Solís, innegable hijo del pueblo, muere a las 5.45 de la mañana de un 19 de abril. Corría el año 1966. 

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