Jorge Aliaga Cacho |
Por Jorge Aliaga Cacho.
Las elecciones en Nicaragua deberían celebrarse en 2021, sin embargo las acciones violentas de las maras desestabilizadoras, sustentadas por los Estados Unidos, en el hermano país centroamericano, producirían un adelanto de los comicios para el 2019. Más de 300 víctimas viene ocasionando esta nueva arremetida imperialista contra un gobierno que tomó la decisión de gobernar en forma independiente y a favor de los que siempre, a lo largo de su historia, fueron explotados en la patria de Sandino. No se puede dejar de reconocer que posiblemente hubo algún error, por parte del gobierno, al proponer ciertos cambios en la seguridad social que hicieron detonar la presente crisis, pero ese impase puede suceder con cualquier tipo de gobierno, y en cualquier país del mundo, en el devenir del juego democrático. Sin embargo, lo cierto es que Daniel Ortega se rectificó y, en menos de cuatro días, dejó sin efecto la propuesta que fue la excusa del imperialismo que le sirviera como chispa para ocasionar el incendio. El imperialismo, pues, no podía desaprovechar esta oportunidad y, al igual que hizo con otros países de América Latina, se apresuró a implementar un plan maquiavélico para entrometerse en los asuntos de un país libre y democrático como lo es Nicaragua. De esa manera, el plan yanqui se pone en operación para agredir y obstaculizar, cualquier intento de paz, y peor aún entorpecer el proyecto liberador que desarrolla el sandinismo.
Me llama la atención observar como Nicaragua, siendo un país visto, como el más seguro de América Central y apto para la inversión privada, y recepción de capitales, haya caído tan rápido para convertirse en el blanco de los ataques y furia imperialistas.
En realidad, el progreso social alcanzado por el gobierno de Ortega se vio reflejado también en el éxito alcanzado al haber bloqueado los cárteles de la droga. Para ser más precisos, Nicaragua fue el único país que detuvo y bloqueó con éxito a dichos cárteles. Estados Unidos, es obvio, no podía dejar que éstas acertadas políticas de Nicaragua se conviertan en ejemplo para otros países de la región, entonces, los yanquis, en complicidad con la derecha nicaragüense, decidió poner en acción su plan siniestro para atestar un golpe suave y continuado, que ya lleva más de dos meses causando considerables daños materiales y perdida de vidas humanas en el país centroamericano.
Existen indicios que el presidente Ortega podría negociar un adelanto de la fecha de elecciones, eso lo ha manifestado Paul Oquist, vocero del gobierno, pero eso no quiere decir que Ortega no se encuentre firme en la presidencia y comando del país.
Los actos contrarrevolucionarios cometidos en contra de Nicaragua son calco fiel de los actos cometidos en contra de Venezuela. El imperialismo, la derecha nicaragüense y hasta la iglesia reaccionaria, viene atentando contra la estabilidad del país y le inflige golpes bajos para derrocar a su gobierno. A este bandwagon se suma Silvio José Baez, obispo auxiliar de Managua y otros curas reaccionarios que se han convertido en estrellas del tuiteó desestabilizador y protectores de cientos de terroristas a quienes protegen y dan refugio en las iglesias para que ejecuten las tareas del demonio imperialista.
Carlos Trujillo, representante de Estados Unidos en la desprestigiada OEA, calumnia al presidente Daniel Ortega aduciendo supuestos crímenes de lesa humanidad. La opinión pública internacional conoce muy bien los tejes y manejes del país del Tío Sam. Conoce de los crímenes que su gobierno ha cometido en América Latina. Por ello podemos afirmar categóricamente que quienes van a ser juzgado por crímenes de lesa humanidad son los gobernantes estadounidenses y sus agentes que operan en Nicaragua.
Quist ha manifestado que en Nicaragua hay manifestantes pacíficos pero los diferencia de los que conforman un movimiento golpista que intenta desestabilizar al país promoviendo saqueos organizados, noticias falsas y asesinatos depravados.
La opinión pública internacional debe saber que es práctica, de los Estados Unidos y sus agentes, pagar dinero en efectivo por cada crimen que se cometa contra el gobierno y pueblo nicaragüenses. Por ello, debemos denunciarlos y expresar nuestro rechazo a las acciones desestabilizadoras. Al final, así se llegue al acuerdo de adelantar las elecciones para el 2019, los resultados serán claros: un nuevo triunfo sandinista y, una vez más, el desenmascaramiento de la nefasta política norteamericana bajo la dirección del indeseable Donald Trump.
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