Por las calles andan los inmortales.
El caballo de San Jorge pasta frente a la casa
mientras comemos las alcachofas del jardín
condimentadas con el verdor de la impaciencia.
Todo es demasiado perfecto.
Faltan los encendedores de la luz
y en el río no revienta
ni un milímetro de agua.
Juan Francisco González-Díaz
Poema del libro Silencios, de un especial período. Edita “Cuadernos La Gueldera”, Centro Canario Estudios Caribeños, Las Palmas de Gran Canaria, 2015.
Sin el más leve apremio.
Acomodan al pobre invierno,
dejándole un sitiecito,
al lado.
Urgido de socorros
lo arropan.
El lecho,
desvencijado,
acoge.
Ella,
escanciada por los desencuentros,
odia los abruptos aguaceros.
Teme de los surtidores en las madrugadas.
Las ansias le andan a la luz del sol,
la aturden.
Él,
sin el más leve apremio,
se lustra los ojos,
extendiendo
la dimensión de lo privado.
A pie firme,
vibra.
El aire,
entero,
canta,
resuena.
Ya no hay sitiecito
para el pobre invierno.
Tenaz es la firmeza
en los arribos.
Rebozan
las vueltas del inicio.
En sus roscas
los minutos ríen,
relumbran.
Los dedos hacen huéspedes.
En el retorno,
dudan de abrir los párpados.
Con suspiros
cortamos el presente.
El silencio,
galante,
echa la llave
y se nos posa en los hombros.
Juan Francisco González-Díaz
Poemas del libro Una mujer es… Edita NACE, Las Palmas de Gran Canaria, 2012.
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