Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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24 de noviembre de 2015

Graffiti inunda Lima




Por Jorge Aliaga Cacho

Ya ni las esculturas de gran valor histórico y artístico se salvan de las hordas 'graffiteras'. Y es que basta caminar por las calles del centro de Lima para poder apreciar la dimensión de este problema. Yo fui uno de los que se opuso a que el alcalde Castañeda removiera de las paredes de  Lima ciertos murales de valor estético, pero debemos diferenciar lo estético de lo horrible al juzgar estas inscripciones. Sus defensores arguyen que esta práctica tiene legitimidad porque los pueblos lo vienen practicando desde el tiempo de los antiguos egipcios, griegos o romanos. Nos dicen que esas inscripciones representan mensajes politicos y una variedad de géneros y expresiones artísticas. Con el permiso de mis amigos pintores que posiblemente esten en desacuerdo conmigo, creo que estos realizadores de ilícitos escritos y dibujos son una horda de desadaptados. Ustedes creen que la soldadesca romana, griega o egipcia, dejaría sin castigo a quienes pinten con latas de aerosol sus respetados monumentos como las Piramides de Egipto o monumentos romanos. Seguramente no. Además el material que usarían sería menos dañino que el aerosol o los marcadores de contenido químico. El caso es que en la sociedad moderna, si usted hace una pinta política expresando una opinión, es posible que vaya preso como le ha ocurrido al autor de esta nota, pero si usted registra en una pared un mamarracho, entonces lo consideran artista. Y lo peor del caso de estos hijos de la guayaba es que no pintan los muros de las casas de los ricos en Las Casuarinas o Surco, no! Ellos prefieren hacerlo en las casitas de los ciudadanos humildes o en los monumentos públicos. Y esto sucede  igual en todo el mundo, lo mismo el Reino Unido, Espala o Rusia. Ya es hora de que alguien salga en defensa de las  moradas de los hombres y mujeres humildes.  Allí, en los barrios populares, a las autoridades, esas manifestaciones les parecen normales, pero si fueran hechas  en barrios del sector A, entonces les sería algo preocupante. A mi me ha sucedido en mi fachada. Un día pago cientos de soles para verla limpia y agradable frente a un parque, lo cual me da solace y contento. Y al día siguiente vienen los hijos de la guayaba y me la pintarrajean sin compasión. Por ello desde hace tiempo he venido diciendo que el graffitero debería hacer sus garabatos en la fachada de la casa de su abuela, o en las piscinas de sus mansiones y que dejen de 'jorobar' la paciencia a gente normal que desea también lo estético en medio de sus luchas contra el sistema. Claro que mis camaradas me dirán que no estoy en lo politicamente correcto. Hoy he tomado las fotos que publico en esta entrada. El pueblo mismo me dirá si estoy en lo correcto o no. Siempre defenderé al arte y manifestaciones populares, como los murales de Rivera y hasta algunos graffitis de contenido estético, pero no me vengan a decir que toda esa 'cochinada', como diría mi tía Sofía, es arte.

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