Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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jorgealiagacacho@hotmail.co.uk
https://en.m.wikipedia.org/wiki/Jorge_Aliaga_Cacho
http://www.jorgealiagacacho.com/

6 de marzo de 2014

NUESTRAS RESPONSABILIDADES CON HORACIO



NUESTRAS RESPONSABILIDADES CON HORACIO
Por Julio Yovera. 
Horacio Zeballos aguarda una valoración integral. Su década es la del 70, por lo tanto de auge de una izquierda que pudo capitalizar mejor sus años de lucha y confrontación contra un orden caduco, y que, sin embargo, por razones que no son materia de análisis del presente artículo, continuó dividida y fragmentada; sin poder concebir y entender lo elemental de lo que es el frente único.
El primer secretario general del SUTEP tuvo el aserto de elevarse del ámbito sindical al ámbito de la política; y, por eso es el modelo del nuevo dirigente que no separa –pero tampoco confunde- el sindicato con el Partido, llegando al pleno convencimiento que el sindicalismo por muy clasista y muy revolucionario que sea tiene sus limitaciones, y que quedarse en él es insuficiente. Quienes solo quieren mejorar las condiciones salariales y reivindicativas les basta el sindicato. Pero, quienes llegan a la conclusión, que frente a un orden injusto, hay que luchar por una propuesta de sociedad justa, el gremio es insuficiente. 
Horacio decidió de manera consciente, militar en el Partido Comunista del Perú Patria Roja, reconociendo que “el Partido realiza”, y con él como entidad consciente, formó parte y lideró un colectivo que aplicó la línea de masas en la lucha. Por eso mismo, Horacio llegó a cada base del país y a cada corazón de los maestros. Y por eso asumió, llegado el caso, las responsabilidades políticas que el Partido le asignara. 
Defendió el derecho de la educación para los sectores populares. Si bien en su época el neoliberalismo no aparecía aún, el régimen militar en su primera fase impuso su reforma, que si bien –valgan verdades- no atentó ni puso en la picota la vigencia de la escuela pública, sí impuso una propuesta de reforma, no obstante sus aspectos positivos, que los tuvo, ignoró el rol y la función de los maestros, y cerró toda posibilidad de diálogo y coordinación con sus representantes, lo que generó legítima indignación en ellos: no hay reforma educativa sin los maestros; y, aquella que se estaba poniendo en marcha, no solo se estaba haciendo sin los maestros, sino contra los maestros.  
Después de él no hubo ni hay, un líder magisterial que haya cultivado o cultive una alianza cómplice y placentera con la poesía. Sus poemas no son construcciones “escolares” o “lacrimosas” de esas que surgen como impulso de la “inspiración”. Lo suyo es una obra creada desde la sensibilidad intensa y laborada desde la exigencia estética, que emocionada y que nos ayuda a entender que dentro de él había un poeta de los buenos y que en figura de guerrero vivía un hacedor de metáforas. 
Alegrías de la Prisión, nombre de su tercer poemario, debiera ser reeditado e incluido en el Plan Lector. Ese Horacio poeta hace falta a los maestros, a los jóvenes. Cierto. La poesía entre nosotros no es pan de cada día, más aún en un sindicato que hoy por hoy está lejos de la cultura, pero no es tarde. La poesía y el arte en general son herramientas liberadoras de los pueblos.
Este homenaje a Horacio, con motivo de una fecha más de su partida, es un buen motivo para no repetir lo que siempre se dice en estos días. Así como Horacio y su estado mayor abrieron surcos, nuevos caminos cuando se formó el sindicato único, hoy, el gremio, el Partido tienen la responsabilidad de emprender nuevas rutas de valoración y de compromiso. 
Esa es la mejor manera de ser consecuente con su legado.
Horacio Zevallos





Por Julio Yovera.

Horacio Zeballos aguarda una valoración integral. Su década es la del 70, por lo tanto de auge de una izquierda que pudo capitalizar mejor sus años de lucha y confrontación contra un orden caduco, y que, sin embargo, por razones que no son materia de análisis del presente artículo, continuó dividida y fragmentada; sin poder concebir y entender lo elemental de lo que es el frente único.
El primer secretario general del SUTEP tuvo el aserto de elevarse del ámbito sindical al ámbito de la política; y, por eso es el modelo del nuevo dirigente que no separa –pero tampoco confunde- el sindicato con el Partido, llegando al pleno convencimiento que el sindicalismo por muy clasista y muy revolucionario que sea tiene sus limitaciones, y que quedarse en él es insuficiente. Quienes solo quieren mejorar las condiciones salariales y reivindicativas les basta el sindicato. Pero, quienes llegan a la conclusión, que frente a un orden injusto, hay que luchar por una propuesta de sociedad justa, el gremio es insuficiente.
Horacio decidió de manera consciente, militar en el Partido Comunista del Perú Patria Roja, reconociendo que “el Partido realiza”, y con él como entidad consciente, formó parte y lideró un colectivo que aplicó la línea de masas en la lucha. Por eso mismo, Horacio llegó a cada base del país y a cada corazón de los maestros. Y por eso asumió, llegado el caso, las responsabilidades políticas que el Partido le asignara.
Defendió el derecho de la educación para los sectores populares. Si bien en su época el neoliberalismo no aparecía aún, el régimen militar en su primera fase impuso su reforma, que si bien –valgan verdades- no atentó ni puso en la picota la vigencia de la escuela pública, sí impuso una propuesta de reforma, no obstante sus aspectos positivos, que los tuvo, ignoró el rol y la función de los maestros, y cerró toda posibilidad de diálogo y coordinación con sus representantes, lo que generó legítima indignación en ellos: no hay reforma educativa sin los maestros; y, aquella que se estaba poniendo en marcha, no solo se estaba haciendo sin los maestros, sino contra los maestros.
Después de él no hubo ni hay, un líder magisterial que haya cultivado o cultive una alianza cómplice y placentera con la poesía. Sus poemas no son construcciones “escolares” o “lacrimosas” de esas que surgen como impulso de la “inspiración”. Lo suyo es una obra creada desde la sensibilidad intensa y laborada desde la exigencia estética, que emocionada y que nos ayuda a entender que dentro de él había un poeta de los buenos y que en figura de guerrero vivía un hacedor de metáforas.
Alegrías de la Prisión, nombre de su tercer poemario, debiera ser reeditado e incluido en el Plan Lector. Ese Horacio poeta hace falta a los maestros, a los jóvenes. Cierto. La poesía entre nosotros no es pan de cada día, más aún en un sindicato que hoy por hoy está lejos de la cultura, pero no es tarde. La poesía y el arte en general son herramientas liberadoras de los pueblos.
Este homenaje a Horacio, con motivo de una fecha más de su partida, es un buen motivo para no repetir lo que siempre se dice en estos días. Así como Horacio y su estado mayor abrieron surcos, nuevos caminos cuando se formó el sindicato único, hoy, el gremio, el Partido tienen la responsabilidad de emprender nuevas rutas de valoración y de compromiso.
Esa es la mejor manera de ser consecuente con su legado.


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