Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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4 de diciembre de 2012

ESTA MADRUGADA FALLECE GEORGETTE

Fuente: Capuli, Vallejo y su tierra

FOLIOS DE LA UTOPÍA
MILICIANA DEL ALBA

Por Danilo Sánchez Lihón

1. Un lienzo en la mascarilla

Sobrevivió 46 años a su esposo, César Vallejo, muerto en abril del año 1938. En todo ese tiempo hasta morir el 4 de diciembre de 1984, le fue totalmente fiel y consagrada a defender su obra.
En esos 46 años que lo sobrevivió, lapso igual a la edad en que murió aquel ser que marcó tanto su vida, coexistía con él, dormía con él, puesto que su mano la tenía aferrada a la escultura de la mano de él que se la tomó en yeso, aun permaneciendo en su lecho de muerte.
Sin embargo, había días en que estaban enojados, pese a que él ya estaba muerto:

– Estoy enojada con Cesár. –Decía, acentuando la última sílaba del nombre de su esposo y haciéndola una palabra aguda e infinita: Cesár…
Aquellos días en que estaban enojados significaba que tenía cubierta con un lienzo la mascarilla.


2. Tanto o más

Entonces la réplica que tenía de su rostro estaba a oscuras, sin luz, cubierta con un manto.
El amor tiene ritos que vistos desde afuera para cualquier profano resultan delirantes y hasta locura; mirados desde dentro son nostalgias, anhelos, pasiones; son vacíos y colmos.
Había puesto de ese modo la separación de una delgada tela entre ella y ese ser que habitaba su universo.
Y la dominaba de manera impertérrita como ningún otro poeta en el mundo se tiene noticia que haya existido tan evidente, más allá de la muerte, para alguna mujer.
Estos hechos tanto o más que revelarnos de la persona que lo sufre, más nos anuncian y revelan de la fuerza que sigue teniendo el ser que los produce: el poeta César Vallejo.


3. En este mundo

Sin embargo, Georgette era un ser que tenía muchos motivos para la queja y el reproche hacia quien fue su esposo.
Como pareja sufrió mucho a su lado y siguió sufriendo más aún, sola y sin él, en los largos años en que ella lo sobreviviera.
Fue una persona que dejó o traspasó mundo tras mundo por él.
Dejó su alma infantil, su provincia, su candor, su fortuna, su país, su paz y finalmente su vida.
Fue la peregrina, la rabona, la montonera; la miliciana del alba ríspida, lacónica, austera, pero en el fondo del alma eternamente enamorada de él.
Quien encarna de manera raigal y auténtica su mensaje, su misión y la trscendencia que él vino a representar en este mundo.


4. La sentencia final

Pero había otros días en esa larga espera en que amanecía y expresaba radiante:

– Estoy amistada con Cesár.

Y entonces descubría la mascarilla, e iniciaba para tal ocasión una larga conversación con él, acerca de este y los otros asuntos de la vida cotidiana, de las cosas del mundo.
Ella le contaba, como si fuera una chiquilla, hasta de sus equívocos, sin parar. Y él respondía desde el fondo de su dolor inacabable con monosílabos guturales, con apenas cambios de mirada, como un oráculo que más escucha que habla.
Pero era él a quien correspondía dar el veredicto y la sentencia final, desde la eternidad.


5. Más en Paz

Estas actitudes solo caben en seres extraordinarios que son a su vez los más simples y sencillos. En quienes no caben es en los términos medios.
He visto en las gentes sencillas este amor consumado más allá de la vida y de la muerte.
He contemplado ese rito supremo del amor en amuletos. Y hasta en los objetos coidianos que alguien tocó, donde posó su mano el amado o la amada.
Sólo muy pocas veces la mascarilla de Vallejo en la casa de Georgette estuvo cubierta.
Lo normal era que conversaran y hablaran interminablemente. Y que estuviera libre del manto del enojo porque más estuvieron en paz y armonía y en franca comunión.


6. Posar en cualquier roca

Sólo una vez estuvo por mucho tiempo cubierta. Sólo una vez tembló la vida a tal punto que amenazara derrumbarse.
Sólo una vez estuvo Georgette a punto de dejarlo a él para siempre, cuando él ya hacía años que había muerto.
Y el motivo fue todo lo que él hizo para salvarla de los peligros, acechanzas y amenazas. ¡Pero ella quería sucumbir aquí e irse con él!
Solo por eso la golondrina estuvo a punto de cambiar de rumbo, de cambiar a otro océano. Por la lógica de que así él estaba evitando que se reuniera con él.
¡Pero fue imposible, no había otro océano para seres como ella! Pero pudo posar en cualquier roca o piedra.
Y no lo hizo. Hubiera emigrado hacia otra playa. Quizá hacia alguna laguna, o charco, e incluso pantano.
Pero no incurrió en eso. Era demasiado simple, abrupta y demasiado pura.


7. Cumplir una misión

Fue, lo confiesa ella, la circunstancia más terrible que ha pasado en la vida, después de la muerte misma de Vallejo en que estuvo de pie a su lado treinta y tres días con sus noches atroces.
Y esta vez fue cuando ella consultó a un médium y éste le reveló un hecho que para ella fue la más inconcebible crueldad.
Tanto que estuvo a punto de hacer que el mundo se le derrumbara por completo:
Este médium le reveló lo siguiente:
Que ella estuvo a punto de morir e ir consecuentemente a reunirse con él. Y él lo había evitado.
En eso se interpuso Vallejo para que ella permaneciera aquí. Que aquí ella tenía que cumplir una misión y una obra aún no terminada y que debía de concluir.


8. La crisis más atroz

Este hecho, este aplazamiento de volver a coincidir en el cosmos y ser una sola alma en dos cuerpos –aunque estas categorías no son para esos mundos– le causó esa inaudita decepción.
Entonces, por este grave acontecimiento, mucho tiempo la mascarilla permaneció cubierta.
Y ella anonadada no sabía cómo convertir su amor en odio, su pasión en rencor, su cariño en amargura.
Ella misma lo ha explicado de este modo:
“Quedé casada con él. Nunca me interesó otro hombre, pero un día terrible una médium me dijo que se había comunicado con el espíritu de Vallejo y que él le había dicho: “Georgette quiso seguirme a la muerte pero yo no, yo quise que se quedara en la vida”.


9. Desatar el nudo

Terrible, ¿no? Quizá inubicables para nosotros estos datos y registros. Pero se aclara y se entiende por lo que dice luego:
Ese día me separé brutalmente de él; me divorcié de Vallejo. Y mientras uno vive con un muerto vive con alguien, pero cuando se separa, entonces empieza la verdadera soledad; una soledad tumbal, si se puede decir así”.
Tumbal, ¿cómo suena, no? ¡Cómo estremece esta sinceridad en donde estamos al borde de perder el sentido!
Entonces empezó a romper, a desprenderse de cosas, a querer librarse de él.
Sin saber por dónde empezar a desatar el nudo que lo ataba a ese hombre, a ese demiurgo o a esa sombra o luz.


10. Lo confesó así

La ofensa había sido aplazar el encuentro, protegerla del frío de la muerte, alzarla, levantarla, ampararla. Sostenerla en sus brazos para que todavía no caiga.
Y ese hecho para ella fue demasiado cruel, casi una traición. Era ver consumada una infidelidad. Porque la bondad, lo tierno y cariñoso en el amor pueden ser malsanos, puesto que lo que vale es el encuentro, lo que prima es estar juntos.
No consentirlo era haberle inferido el dolor más atroz: el de aplazar el tiempo para reunirse y ser otra vez uno, de estar otra vez juntos.
De ese hombre que había cometido el acto cruel, traidor y desalmado de obligarla a permanecer en este mundo en donde él ya no estaba y de aplazar de modo interminable el reencuentro.
Fue la crisis más atroz que ella pasó.
Y, lo confesó así, en este mundo.


11. Caminaron mucho juntos

Tenía ella para regir su vida la voz del océano, de la montaña, del trueno y del relámpago que era él, porque en eso se convirtió Vallejo para ella, espacio estelar y en voz, en sentido y en dirección de la vida.
Por eso, de lo que no se desprendió ella jamás era de su palabra, de su voz, de su manera de ser, como de su reflexión al punto de llegar a pensar y actuar como él.
Y tal como lo expresó: Lo único que le faltaba para vivir plenamente a su lado “eran sus pasos”.
Y es que caminaron mucho juntos.
Su estilo era ir cogidos de la mano, amorosos.


12. Un compás absoluto

Deambularon por Berlín, Leningrado, Moscú, Praga, Viena, Budapest, Venecia, Florencia, Roma, Pisa, Génova, Niza.
Eran dos seres que encontraron un compás absoluto al caminar, se los nota en la foto transitando con Rafael Alberti en una calle de Madrid.
¿Cómo se los ve? Absolutos, íntegros, las dos alas de una nave o ave.
Acoplados en el caminar, o en el alzarse y volar. Coincidentes en el aire y con el viento.
Hechos uno para el otro.
Ella muy bella y muy mujer. Él muy señor, varón y masculino.
Ella: encantadora, una gacela y una flor de lis, un emblema del imperio. Hermosa, elegante, espigada.
Sumida en una especie de encantamiento, muy en su aureola y en su mundo, parisina como era.


13. Con una punta de pañuelo blanco

Se la ve con el abrigo que el viento bate, arrobada en sí misma, con un sombrero sutil, con un collar que le pende al cuello, se descuelga por su pecho y un chaleco de botones extasiados en su pecho.

Las rodillas muy juntas al caminar, una con otra como cabe en una mujer a quien su madre ha inculcado el orgullo de tener ascendencia en la nobleza napoleónica.
Ahora va engarzada en la mano y en el alma de ese ser andino, mestizo, cordillerano. Va tintineando asida a ese enigma, a esa roca. O sobrevolando ese océano con la confianza de una golondrina que siente que ese mar inconmensurable le pertenece, que es un temblor en sus alas y un compás en sus latidos.
Mientras va con ese absoluto como es César Vallejo, de traje oscuro riguroso, con una punta de pañuelo blanco que le sobresale en la solapa y que porta en la mano un sombrero de fieltro claro.


14. Para la historia de los siglos

Es una pareja de cuento, una pareja para la historia de la humanidad, que como ella no se ha visto otra.
Yo lo supe cuando ella ingresó 14 años después de haber muerto su esposo e iba a conocer, viniendo desde Trujillo a Santiago de Chuco, donde la esperamos los niños de todas las escuelas portando en una mano una bandera del Perú y en la otra una de Francia, en una la golondrina y en otra el océano y las montañas.
Pero no venía desde Trujillo, ¡qué va! Ni desde Lima. Ni desde París. Venía desde más lejos, desde el infinito. Venía para conocer Santiago de Chuco, pueblo enclavado en los andes hasta donde ella arribó siguiendo los pasos de quien fuera su esposo hacía tantos años muerto.
¿No ocurre que más bien sobre el amor se abate el olvido?
Por eso y muchas otras razones significativas es una pareja para la historia de los siglos y milenios.


15. El yeso del alma

Lo importante del instante y del segundo de esa foto en España es que esas dos vidas se persiguieron una a la otra 46 años después que uno de ellos muriera.
En este mundo y en este planeta ellos volverían a encontrarse muchas veces.
Y estarán ahora juntos si es que existen otros mundos que repliquen o representen o proyecten a este en donde sobrevivimos.
Tenía Georgette una vida familiar intensa con su esposo difunto. El referente era la mascarilla que ella mandó a que se le tomara en el lecho de su muerte.
Hasta peleaba con él, con el yeso del alma y el aroma a ciegas del ausente.


16. La lógica niega

¿Qué fuerza puede tener la vida para esta suplantación del pálpito, de la piel que aletea y hasta del aliento?
¿Y hasta de la química del olor! en la tierra blanca con goma que es el yeso?
¿No es igual cuando adoramos con devoción infinita a tantos santos entronizados en los altares?
¿Qué son nuestros destinos para llegar a esta consubstanciación entre mundos opuestos?
¿Y de qué materia estamos hechos los humanos para reverenciar la vida en lo muerto? ¿O en algo que no tiene vida? ¿O en aquello que la lógica y el raciocinio niegan, deploran, y finalmente otros somos quienes lamentan y lloran?

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