Héctor Cacho y Jorge Aliaga Cacho en Jujuy, Argentina |
Por Héctor Cacho
En la última mesa se muerden los sinsabores
donde habla quien no quiere morir ni
arrinconar sus huesos y cenizas. Lejos de los
transeúntes que van y vienen sin nombre y con
el rasguño de una angustia, anhela ser eterno
en esta vida llena de mundo. Morirse no quiere
nunca y al demonio llamaría para una
propuesta si necesario fuera invocar su poder.
A una rogatoria empecinada huele el venidero
pacto ansioso. Lo seduce la eternidad sobre su
tálamo donde un cuervo espera sus pocos al pie
del absurdo, quiere la perpetuidad aunque
no quepa en ella con la exactitud de los
ángulos de sus penas ni con las líneas rectas
de su luz moriente.
La eternidad yace en el tapiz donde se ruedan
los dados locos, el martillo que golpea el cincel
no hará permanente en la piedra la rúbrica
esculpida de su aciago contrato, ni habrá
ángeles caídos ni santos sin prestigio que
puedan hacer el milagro de quedarse más allá
de su última respiración, porque no es
interminable el deseo de ser infinito
ni perpetua su búsqueda, aunque los restos de
las estrellas se caigan a pedazos por su ventana.
Poema perteneciente al libro ARJÉ
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