Nota de Oscar Orellana
Algún día de esos años ochenta, en Editorial Impulso, la imprenta fundada por mi padre, Jorge Espinoza Sanchez cuidaba la edición de una revista literaria de gran circulación y de título innombrable (cuyo contenido nos llevó a ambos a declarar al Ministerio Público) y Hugo Mandamiento hacía lo mismo con un folletín llamado "Diario de un Pastelero", que les vendía a los internos de algún penal limeño, donde él laboraba.
Como casi todos los días de esa década agitada, terminamos los tres en el bar que cita Róger en la nota. Ya bien alcoholizados, nos asaltó la idea de hacer un recital de poesía allí. Y para que esa fantasía adquiriese verosimilitud, le pedimos a los dueños el precio del cierre de la cantina exclusivamente para los vates que asistirían. Pagamos al toque y en efectivo, pues aún no existían las tarjetas de crédito o ninguno calificaba para obtenerlas. Al día siguiente, tras la resaca, nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho. No quedó otra (o no quedó DE otra, como se dice ahora con el castellano maltratado) que hacer el recital, ya que el local había sido correctamente designado y cancelado.
Inesperadamente --y sin la menor idea de cómo ni por qué--, cayó allí una buena porción de la farándula literaria de la época. Creo que Róger omite la presencia de Maynor Alberto Freyre Bustamante (*), a quien creo que conocí esa noche. Por lo demás, lo narrado me parece preciso. Fue una gesta inolvidable, o acaba de serlo, porque ya la tenía olvidada.
* Sí está citado por el autor de la nota. Sucede que la chela de Róger me animó a empujarme una copa de vino, con "disclaimer" similar.
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