Por Margarita Rodríguez Palma
Chile
Esta mañana,
nadie puso el pan en la mesa,
ni avivó el fuego en el calefactor,
la esconera bordada por tus manos
parece encogerse
en su propia piel de hilo
y el sillón junto al ventanal
acusar tu ausencia.
En el patio de mi infancia
el rosal concentrado en su luto
encarna el desamparo
y la casa sin ti
solo es un templo piadoso
que guarda los recuerdos
y enmudece la oración
que nos sumerge en la vida.
El día ya duerme en tu cabellera
y la niña escondida
en lo más íntimo de mi ser,
sin asimilar los misterios
que pueblan los dolores,
tiene hambre, tiene frío.
Mamita linda,
sobre tanto llanto,
traigo la noche acuestas
y mis raíces desgajadas.
nadie puso el pan en la mesa,
ni avivó el fuego en el calefactor,
la esconera bordada por tus manos
parece encogerse
en su propia piel de hilo
y el sillón junto al ventanal
acusar tu ausencia.
En el patio de mi infancia
el rosal concentrado en su luto
encarna el desamparo
y la casa sin ti
solo es un templo piadoso
que guarda los recuerdos
y enmudece la oración
que nos sumerge en la vida.
El día ya duerme en tu cabellera
y la niña escondida
en lo más íntimo de mi ser,
sin asimilar los misterios
que pueblan los dolores,
tiene hambre, tiene frío.
Mamita linda,
sobre tanto llanto,
traigo la noche acuestas
y mis raíces desgajadas.
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